Los dos lados de la batalla
Domingo 28 de Marzo de 2010 | Hoy viven a 11.000 kilómetros de distancia. Uno en Tucumán y el otro en Oslo. Pero hace 28 años estuvieron a pocos metros y enfrentados, en medio de la batalla más cruenta de la guerra de las Malvinas. El primero comandaba una compañía de soldados argentinos. El segundo, un regimiento gurkha del ejército inglés. Aquí ofrecen sus versiones de una experiencia extrema.
Entrevista a Mike Seear
"Un campo de batalla es el lugar más terrorífico que se pueda imaginar"
Mike Seear es consultor en manejo de crisis, escritor y mayor retirado del ejército inglés. En Malvinas, comandando el temido séptimo batallón gurkha (los gurkhas son soldados nepaleses reclutados por el ejército inglés), participó en algunos de los combates más intensos de la guerra, como el de Tumbledown. En Pradera del Ganso su grupo encontró las pertenencias del cabo Nicolás Urbieta y, entre ellas, unas cartas sin enviar que luego Seear, ya en Gran Bretaña, haría traducir. El soldado argentino narraba allí su traumática experiencia en las islas. Esas cartas impulsaron a Seear a escribir un libro (Con los gurkhas en las Malvinas: un diario de guerra) y cartas a los destinatarios que figuraban en las de Urbieta. Eso posibilitó que los dos veteranos se conocieran finalmente en la Argentina. Ese encuentro fue el primero de una larga serie que Seear tuvo con quienes habían sido sus adversarios. En Oslo, donde vivía, conoció a Diego García Quiroga, uno de los primeros argentinos que pisó Malvinas en 1982. Ambos organizaron una convención en la Universidad de Nottingham, en 2006, en la que se reunieron veteranos argentinos e ingleses junto a un grupo de sociólogos, politólogos, psicólogos, juristas y estrategas militares para analizar la guerra. De ese cruce de ópticas diversas derivó el libro Hors de combat: El conflicto Malvinas-Malvinas en retrospectiva. Actualmente está escribiendo su tercer libro sobre Malvinas, en el que señala que el intercambio de experiencias entre ex combatientes es la mejor forma de superar la traumática experiencia que es toda guerra.
- ¿Cómo lo marcó Malvinas?
- Fue un punto de quiebre en mi vida. Tenía 35 años en ese entonces y, aunque había enfrentado al IRA en Irlanda del Norte en numerosas oportunidades, no podía creer que estaba en un campo de batalla, que es el lugar más terrorífico que se pueda imaginar. Fue una experiencia total que duró diez largas semanas -pero también toda la vida-, una experiencia que no puede circunscribirse al teatro de operaciones. Uno debe enfrentar sus miedos y a muchas personas, incluyendo a los de su propia familia, antes de meterse en la guerra. Se trata de un acontecimiento incomparable con cualquier otro de los que viví antes o después.
- ¿Qué se siente en medio de una batalla?
- Yo estaba muy asustado antes de entrar en combate. Pero, increíblemente, cuando empezó, actué como si estuviera en "piloto automático". No obstante, el miedo volvió la última noche de la guerra, cuando todo mi batallón quedó atrapado, en la ladera norte del monte Tumbledown, en medio de un intenso bombardeo de artillería y de morteros que duró una hora. Mi adrenalina estaba tan alta que neutralizó la fatiga por falta de sueño a raíz de varias noches que habíamos estado bajo fuego. Eso me permitió actuar razonablemente bien. Pero la última noche de la guerra fue lo más parecido al infierno de Dante.
- Las cartas del cabo Urbieta lo llevaron a conocer a muchos veteranos argentinos.
- Desde 2002 visité cuatro veces la Argentina, necesitaba ver a mis viejos enemigos. Para mí, no era bueno seguir preguntándome quiénes eran sin hacer el intento de conocerlos realmente.
- Además de veteranos argentinos que habían sido conscriptos en el 82, conoció a altos oficiales, como Mario Benjamín Menéndez (máximo jefe de las tropas argentinas) y Carlos Robacio (dirigió al batallón de infantería de marina 5, el más elogiado por las tropas inglesas).
- En el año 2007, Robacio vino con ocho veteranos más a mi hotel en Buenos Aires. Todos pertenecían al pelotón que nos había lanzado más de 600 bombas de mortero en la batalla de Tumbledown. Les dije que podía certificarles que sus disparos habían sido muy precisos, ya que por muy poco no me habían matado, y que los felicitaba por su profesionalismo. Ellos me contestaron que, después de la humillante experiencia de haber enfrentado a sus compatriotas al perder la guerra, escuchar las felicitaciones de su viejo enemigo no podía resultar más reconfortante. También me entrevisté con Menéndez, durante casi una hora en la que me brindó su visión íntima del conflicto. Pienso que la guerra, la derrota, le siguen pesando. Pero a mí me dejó una buena impresión.
- Está escribiendo su tercer libro sobre Malvinas. ¿Qué le quedó por decir?
- Narrar las batallas de la guerra, y también las de la posguerra, desde los dos lados. Examino minuciosamente un combate como el del Tumbledown, en el que se peleó cuerpo a cuerpo, y también la forma en que muchos veteranos británicos y argentinos se reconciliaron entre sí y con sus pasados. Quienes vivieron una guerra tienen, después de todo, un lazo único: la marca de la batalla. En 2007, después de 25 años, viajé a las islas junto a 218 veteranos ingleses, muchos de los cuales me aportaron sus experiencias personales. Lo que hice con esos testimonios fue unirlos con los de veteranos argentinos, y con mis propias investigaciones, intentando reflejar las distintas caras del conflicto.
- ¿Qué opina de la reciente crisis diplomática en torno a las islas?
- La disputa entre Inglaterra y la Argentina en torno a la búsqueda de petróleo en las Malvinas-Malvinas solamente sirve para resaltar la inacción que hubo en torno a todo intento de lograr un acuerdo político sobre el futuro de las islas. Ha pasado una generación desde 1982 e Inglaterra sigue manteniendo una costosa base militar, con 1.000 efectivos, como elemento disuasivo frente a una eventual amenaza argentina de recuperar las islas. Aunque sigo estando en desacuerdo con las acciones militares argentinas de 1982, que no le dejaron a Inglaterra otra opción que la reacción militar, también creo que es responsabilidad del vencedor asegurar una paz duradera. Bernard McGuirk, profesor de la universidad de Nottigham, publicó un excelente libro sobre la guerra, en el que yo fui consultor militar, que se llama Malvinas-Malvinas: un asunto inconcluso. A causa de ese título, la librería de Stanley (así llaman los ingleses a la capital de las islas) se negó a venderlo. Creo que es un título que resume la situación actual de las islas. ¿Acaso el mejor negocio para ambos países no es terminar ese asunto?
© LA GACETA
Domingo 28 de Marzo de 2010 | Hoy viven a 11.000 kilómetros de distancia. Uno en Tucumán y el otro en Oslo. Pero hace 28 años estuvieron a pocos metros y enfrentados, en medio de la batalla más cruenta de la guerra de las Malvinas. El primero comandaba una compañía de soldados argentinos. El segundo, un regimiento gurkha del ejército inglés. Aquí ofrecen sus versiones de una experiencia extrema.
Entrevista a Mike Seear
"Un campo de batalla es el lugar más terrorífico que se pueda imaginar"
Mike Seear es consultor en manejo de crisis, escritor y mayor retirado del ejército inglés. En Malvinas, comandando el temido séptimo batallón gurkha (los gurkhas son soldados nepaleses reclutados por el ejército inglés), participó en algunos de los combates más intensos de la guerra, como el de Tumbledown. En Pradera del Ganso su grupo encontró las pertenencias del cabo Nicolás Urbieta y, entre ellas, unas cartas sin enviar que luego Seear, ya en Gran Bretaña, haría traducir. El soldado argentino narraba allí su traumática experiencia en las islas. Esas cartas impulsaron a Seear a escribir un libro (Con los gurkhas en las Malvinas: un diario de guerra) y cartas a los destinatarios que figuraban en las de Urbieta. Eso posibilitó que los dos veteranos se conocieran finalmente en la Argentina. Ese encuentro fue el primero de una larga serie que Seear tuvo con quienes habían sido sus adversarios. En Oslo, donde vivía, conoció a Diego García Quiroga, uno de los primeros argentinos que pisó Malvinas en 1982. Ambos organizaron una convención en la Universidad de Nottingham, en 2006, en la que se reunieron veteranos argentinos e ingleses junto a un grupo de sociólogos, politólogos, psicólogos, juristas y estrategas militares para analizar la guerra. De ese cruce de ópticas diversas derivó el libro Hors de combat: El conflicto Malvinas-Malvinas en retrospectiva. Actualmente está escribiendo su tercer libro sobre Malvinas, en el que señala que el intercambio de experiencias entre ex combatientes es la mejor forma de superar la traumática experiencia que es toda guerra.
- ¿Cómo lo marcó Malvinas?
- Fue un punto de quiebre en mi vida. Tenía 35 años en ese entonces y, aunque había enfrentado al IRA en Irlanda del Norte en numerosas oportunidades, no podía creer que estaba en un campo de batalla, que es el lugar más terrorífico que se pueda imaginar. Fue una experiencia total que duró diez largas semanas -pero también toda la vida-, una experiencia que no puede circunscribirse al teatro de operaciones. Uno debe enfrentar sus miedos y a muchas personas, incluyendo a los de su propia familia, antes de meterse en la guerra. Se trata de un acontecimiento incomparable con cualquier otro de los que viví antes o después.
- ¿Qué se siente en medio de una batalla?
- Yo estaba muy asustado antes de entrar en combate. Pero, increíblemente, cuando empezó, actué como si estuviera en "piloto automático". No obstante, el miedo volvió la última noche de la guerra, cuando todo mi batallón quedó atrapado, en la ladera norte del monte Tumbledown, en medio de un intenso bombardeo de artillería y de morteros que duró una hora. Mi adrenalina estaba tan alta que neutralizó la fatiga por falta de sueño a raíz de varias noches que habíamos estado bajo fuego. Eso me permitió actuar razonablemente bien. Pero la última noche de la guerra fue lo más parecido al infierno de Dante.
- Las cartas del cabo Urbieta lo llevaron a conocer a muchos veteranos argentinos.
- Desde 2002 visité cuatro veces la Argentina, necesitaba ver a mis viejos enemigos. Para mí, no era bueno seguir preguntándome quiénes eran sin hacer el intento de conocerlos realmente.
- Además de veteranos argentinos que habían sido conscriptos en el 82, conoció a altos oficiales, como Mario Benjamín Menéndez (máximo jefe de las tropas argentinas) y Carlos Robacio (dirigió al batallón de infantería de marina 5, el más elogiado por las tropas inglesas).
- En el año 2007, Robacio vino con ocho veteranos más a mi hotel en Buenos Aires. Todos pertenecían al pelotón que nos había lanzado más de 600 bombas de mortero en la batalla de Tumbledown. Les dije que podía certificarles que sus disparos habían sido muy precisos, ya que por muy poco no me habían matado, y que los felicitaba por su profesionalismo. Ellos me contestaron que, después de la humillante experiencia de haber enfrentado a sus compatriotas al perder la guerra, escuchar las felicitaciones de su viejo enemigo no podía resultar más reconfortante. También me entrevisté con Menéndez, durante casi una hora en la que me brindó su visión íntima del conflicto. Pienso que la guerra, la derrota, le siguen pesando. Pero a mí me dejó una buena impresión.
- Está escribiendo su tercer libro sobre Malvinas. ¿Qué le quedó por decir?
- Narrar las batallas de la guerra, y también las de la posguerra, desde los dos lados. Examino minuciosamente un combate como el del Tumbledown, en el que se peleó cuerpo a cuerpo, y también la forma en que muchos veteranos británicos y argentinos se reconciliaron entre sí y con sus pasados. Quienes vivieron una guerra tienen, después de todo, un lazo único: la marca de la batalla. En 2007, después de 25 años, viajé a las islas junto a 218 veteranos ingleses, muchos de los cuales me aportaron sus experiencias personales. Lo que hice con esos testimonios fue unirlos con los de veteranos argentinos, y con mis propias investigaciones, intentando reflejar las distintas caras del conflicto.
- ¿Qué opina de la reciente crisis diplomática en torno a las islas?
- La disputa entre Inglaterra y la Argentina en torno a la búsqueda de petróleo en las Malvinas-Malvinas solamente sirve para resaltar la inacción que hubo en torno a todo intento de lograr un acuerdo político sobre el futuro de las islas. Ha pasado una generación desde 1982 e Inglaterra sigue manteniendo una costosa base militar, con 1.000 efectivos, como elemento disuasivo frente a una eventual amenaza argentina de recuperar las islas. Aunque sigo estando en desacuerdo con las acciones militares argentinas de 1982, que no le dejaron a Inglaterra otra opción que la reacción militar, también creo que es responsabilidad del vencedor asegurar una paz duradera. Bernard McGuirk, profesor de la universidad de Nottigham, publicó un excelente libro sobre la guerra, en el que yo fui consultor militar, que se llama Malvinas-Malvinas: un asunto inconcluso. A causa de ese título, la librería de Stanley (así llaman los ingleses a la capital de las islas) se negó a venderlo. Creo que es un título que resume la situación actual de las islas. ¿Acaso el mejor negocio para ambos países no es terminar ese asunto?
© LA GACETA