Después de renegar un poquito con el texto en inglés que había encontrado, aquí se los traduzco:
http://www.ejection-history.org.uk/PROJECT/Biographies/Malvinas-British/Glover_Jx.jpg
Al momento que estalló la crisis del Atlántico Sur yo estaba en Alemania, en un curso de vuelo. Inmediatamente recibí una llamada para volver al escuadrón con mi Harrier. Cuando aterricé fui recibido por mi comandante de vuelo, quien explicó qué las acciones en las Malvinas podrían envolver al 1º escuadrón y por eso el mismo se estaba preparando para la guerra. Me sorprendió bastante la situación por la lejanía de las islas. Realmente no creía en ese entonces que volaríamos hacía allá. Estábamos entrenados para combatir una agresión del Pacto de Varsovia. Ese era el teatro de operaciones para el cual estábamos preparados, por lo que el tema de Malvinas me tomó a mí, y supongo que también al resto de mis compañeros, totalmente por sorpresa. Para ser honestos nunca creía que iba a ir a una guerra.
Volé mi Harrier de Saint Mawgan en Cornwall, hasta la isla Ascensión. Me tomó 9 horas de vuelo, además de reabastecimientos de los Victor. En Ascensión me embarqué en el Norland, que nos llevó hacia las cercanías de las islas Malvinas, donde fuimos movilizados al portaaviones Hermes. Navegabamos en conjunto con el Atlantic Conveyor, en donde habían sido embarcados nuestros Harrier. Toda esta jornada llevó más de 15 días, realmente lento.
Los paracaidistas (el PARA-2) también estaban en el Norland. Verlos entrenar en el buque era algo un poco extraño. Ellos estaban lejos de tierra, totalmente fuera de su teatro de operaciones normal, y entrenaban subiendo y bajando por los camarotes del buque con mochilas en sus espaldas; era bastante duro para ellos.
En un encuentro entre nosotros los pilotos, hicimos una especie de trato con un pelotón de ellos y les prometimos no bombardearlos si ellos prometían no derribarnos. Pensaron que era un trato justo. Además jugabamos a las cartas o tomábamos un trago juntos. No estaba nervioso porque todavía faltaba mucho camino para la acción. Los nervios llegaron cuando estábamos a dos o tres días de arribar a las Malvinas, pero igualmente sabía que formaba parte de un muy buen equipo y estaba confiado.
Para mi primera misión el 21 de Mayo fui llamado luego del desayuno por el jefe Pete Squire. Era la segunda misión del día para el Escuadrón. Era una misión CAS para las fuerzas anfibias que estaban desembarcando aquél día. Fuimos a la cubierta del portaaviones y luego de un tiempo despegamos. Poco tiempo después del despegue el avión de mi jefe tuvo problemas técnicos y retornó al Hermes, enviandome a mí solo a cumplir la misión. Hablé con la gente del destructor Antrim quienes estaban coordinando el apoyo aéreo. Como no había objetivos terrestres en la zona del desembarco, me mantuve con 20.000ft esperando ver algo.
De repente me dieron objetivos en Puerto Howard, Gran Malvina. No estaba en mi mapa, pero sabía su ubicación aproximada. Desde mi altitud pude ver Howard ya que era un día espléndido. En vez de hacer un cálculo con mis cartas para estimar la navegación y ubicación del establecimiento, me dirigí visualmente al mismo, ya que era visible desde mi posición. Comencé el descenso, finalizándolo a unas veinte millas del mismo, y navegué mi propia ruta para luego zambullirme en rasante contra las posiciones argentinas. Me habían dado la posición del objetivo (un pequeño embarcadero), pero mientras lo sobrevolaba advertí la extrema cercanía que el mismo tenía con la localidad. No iba a bombardear la localidad, por eso hice una pasada a gran velocidad sin lanzar el armamento, ascendí un poco y me comuniqué de nuevo con el Antrim.
Sugerí no bombardear y hacer una nueva pasada por Howard sin bombardearlo, aunque esta vez utilizando la cámara del Harrier para hacer un reconocimiento de la zona y utilizar esas fotografías en una próxima misión para saber qué se debía atacar y qué no. No tuve otra orden del destructor, y tomaron mi idea como buena, autorizándome a hacer la nueva incursión.
Después de 15 minutos de mi primer pasada, me encontré de nuevo sobre Puerto Howard. Me zambullí en una pasada rápida y rasante, ingresando por otra dirección. Justo cuando estaba por comenzar a fotografiar, se sienten tres enormes ruidos y el avión quedó fuera de control. Viró hacia la derecha rápidamente, casi 360 grados. Miré para abajo a mi mano derecha, y accioné la palanca del asiento eyector.
Escuché la explosión de la cabina sobre mi cabeza, lo que es normal en una eyección. Primero se desprende la cabina, y luego sale el asiento. Al punto que salí del avión quedé inconsciente, por lo que no recuerdo mi caida. Luego hablé con un lugareño que me dijo que había visto como la mitad de mi ala derecha se había desprendido, por lo que el avión viró rápidamente, aunque para mí mientras estaba aún en el avión todo me pareció extremadamente lento. Recuerdo estar con el avión invertido y ver el mar muy cerca, por lo que me dije a mi mismo “tenés que calcular bien los tiempos porque si no no vas a salir vertical hacia arriba”. Realmente pasó en una fracción de segundo, pero recuerdo haber pensado todo eso.
Recuperé la conciencia cuando ya estaba bajo el agua y ahogándome. Deduje que el camino hacia la superficie era por donde la luz ingresaba a la masa de agua, por lo que nadé hacia allí. Todo se mejoró allí, era un lindo día, excepto que estaba aterrado. No podía ver de un ojo, y me sentía un poco shockeado.
Vi la costa y empecé a nadar hacia ella, pero sin percatarme que todavía estaba arrastrando mi paracaídas conmigo. También estaba arrastrando mi bote salvavidas. Todo esto me estaba reteniendo y me movía muy lentamente, por lo que me desprendí del paracaídas y decidí inflar mi bote salvavidas. De repente escuché voces, y vi un bote de remos que se acercaba lleno de soldados argentinos viniendo por mí. Y pensé, para qué voy a inflar el bote? Me estaban apuntando con fusiles y se movían mucho más rápido que yo, por lo que preferí permanecer en el lugar. En un minuto me subieron al bote y me llevaron a la costa. Me quitaron mi equipo de supervivencia y me llevaron a su hospital de campaña, un improvisado centro médico en el Club Social Howard. Había allí algunas camas, ocupadas por argentinos heridos.
Mi mayor problema era mi hombro izquierdo. Como me eyecté tan rápido, en vez de usar las dos manos, todavía tenía la izquierda en la potencia. Me eyecté a casi 1000km/h, con mi brazo izquierdo desprotegido. El mismo quedó flameando en el aire hasta que se abrió el paracaidas, quebrándome el brazo, el hombro y la clavícula.
Mi cara estaba llena de moretones por el golpe del aire y posiblemente por el golpe con el agua. No se cuánto tiempo estuvo el paracaídas desplegado hasta golpear el agua porque estaba inconsciente. Me pusieron en una cama donde un médico me revisó. Me dio una tarjeta de identificación de la Convención de Ginebra y tomó lo que quedaba de mi equipamiento. Me dio una mirada rápida y colocó mi brazo izquierdo en una eslinga, para después darme una inyección. Dormí unas diez horas lo que me vino muy bien.
Básicamente estaba en un estado de shock, y no podía entender el hecho que las personas que casi me matan en ese momento estaban siendo buenos conmigo. Una demostración que eran decentes, y realmente estoy agradecido.
Antes de dejar Puerto Howard por helicóptero, me presentaron al operador de Blowpipe. Ellos obviamente acreditaron a él el derribo. Le di la mano y le dije “Bien hecho compañero”, al mismo tiempo que no estaba tan convencido de que el haya sido el que me derribó, ya que escuché varios golpes más acordes a artillería antiaérea (como la que tenían en Puerto Howard). Pero bueno, si ellos creían que había sido un Blowpipe, era suficiente para mí.
No fui interrogado para nada. Cuando estuve en el territorio continental y después de un periodo de aproximadamente una semana de estar allí, un mayor de la Fuerza Aérea vino a verme tratando de sacarme algo por unos cinco o seis días. Cuando comenzaba hablar de temas militares o de la guerra, yo contestaba inmediatamente “No deseo seguir con esta conversación”. Pero estoy realmente sorprendido de que no hubo interrogaciones tácticas, inmediatas. Alguien que se ha eyectado, en medio de su stress, y quizá herido, es un candidato ideal para ser interrogado, pero afortunadamente no lo hicieron conmigo. Se que mis intenciones hubieran sido darle nombre, rango, número de identificación y fecha de nacimiento, pero nada más, aunque como dije en esos primeros días hubiese sido difícil mantener mi mente lúcida como para asegurar que solo respondería eso.
Pasé 36 horas en Howard. Luego fui movilizado a Pradera del Ganso, donde pasé una noche, no estoy seguro por qué. En la noche siguiente nos movilizamos a Puerto Argentino, donde pasé un par de noches en un gran centro médico. Luego fui subido a un Hércules y en una de las misiones nocturnas de abastecimiento, volamos a Comodoro Rivadavia. Me pusieron en un enorme hospital dentro de la base aérea, y pasé dos o tres noches más encerrado en el Casino de Oficiales. Luego volé por cuatro horas y terminé en un lugar ubicado a 1.000 millas al Noroeste de Buenos Aires, donde pasé mis siguientes cinco semanas. Estaba bien lejos de todo.
Sus médicos hicieron un buen trabajo conmigo. Los doctores en Howard y Puerto Argentino habían usado eslingas para soportar mi hombro, y en Comodoro Rivadavia los médicos pensaron que sería buena idea enyesar toda la zona de brazo/hombro/clavícula. Solo me quedaba libre mi brazo derecho para moverlo. No me gustó nada la idea por la inmovilidad que iba a tener. Me tuvieron vigilado con guardias todo el tiempo, pero su actitud hacia mí, así como la alimentación fue razonable. Realmente no tengo rencores.
Cuando estaba en el Casino de Oficiales fui visitado por una docena de pilotos argentinos, que me saludaron y preguntaron cómo estaba. Uno de ellos me regaló una botella de vino. Otro dijo que me daba su mano por ser camaradas pilotos, aunque no estaba de acuerdo con lo que yo estaba haciendo. Le contesté: “Para mí es suficiente y muy justo”, y eso fue todo.
En ese momento no estaba al tanto que yo era el único prisionero de guerra. Ellos me decían que tenían a varios detenidos dentro de la base, lo que no sabía si creer o no, pero podía ser verdad. Fue recién cuando llegué a Uruguay que me enteré que yo era el único.
Estaba un poco deprimido por haber sido derribado, y haber sido tomado prisionero. Sentía que había abandonado al escuadrón, al jefe. Era mi primera misión, solo teníamos seis aviones con nosotros. Perdí uno de ellos por eso estaba bastante alicaído. Nadie se imagina la cantidad de veces que revivía y recordaba los detalles de esa misión, para ver qué había hecho mal.
Estaba preocupado por mi familia y si estaban al tanto que había sobrevivido. Cuando llegué al lugar al Norte de Buenos Aires, tuve una visita de un tipo de la Cruz Roja Internacional, diez días después de que fui derribado. El me dijo que iba a informarle a mis familiares que me había visto y estaba bien.
Estuve en confinamiento solitario por cinco semanas. No había hecho el curso de Escape, Evasión y Supervivencia en Combate, el cual muchos pilotos habían hecho, pero yo todavía no había tenido oportunidad por ser mi primer año en el escuadrón. Igualmente había prestado atención y sabía exactamente qué hacer en esos casos. Pero no estoy seguro de cuánto puede servir el entrenamiento con el cual te preparás después de estar solo en una pieza por cinco semanas.
Ya llegando al final de esas cinco semanas había tomado una rutina de pensamientos, y creo que esa fue la llave para poder pasar el tiempo, no importaba lo aburrido que era. El tipo de la Cruz Roja me había dejado algunos libros, pero dijo que no me vería en dos o tres semanas. Por eso me autoricé a leer aproximadamente media hora por día (aunque no tenía reloj para controlarla) para así no quedarme sin libros y sin nada que leer luego de unos días. El también me dejó hojas de papel, sobres y una lapicera, así le podía escribir a mi esposa seguido, dándoselas a los argentinos que estaban vigilándome para que las envíen. Esto fue un error porque el último día que fui prisionero, ellos me devolvieron 10 cartas que no habían sido enviadas.
En las mañanas, antes de almorzar, tenía algo así como una hora para salir al aire libre en un pequeño patio. El resto del tiempo era muy aburrido, sin nada que hacer. No podía hacer ejercicio porque todavía tenía ese estúpido yeso sobre todo mi cuerpo. Pasaba todo el tiempo sentado o acostado, practicando ejercicios mentales. Trataba de, por ejemplo, tomar un día al azar, como el 1 de Marzo de 1961 y tratar de recordar qué había hecho ese día. Si era un día de trabajo o de escuela, en qué escuela estaba, con qué profesora, y todo eso.
En la última visita del de la Cruz Roja, aproximadamente una semana antes de ser liberado, me dijo que no había señales reales de que yo podia ser liberado pronto, y podría estar allí por mucho tiempo más. Me las arreglé para ver las imágenes de una revista argentina, en la cual ellos estaban realmente aplastando a los nuestros con sobresalientes victorias. Recuerdo un glosario de esa revista con una lista de fuerzas argentinas de un lado, y fuerzas británicas del otro. Casi la mitad de los buques británicos tenían cruces rojas sobre ellos, y tres cuartos de los Harriers también. Me dije a mi mismo: Imposible.
De un día para el otro me movilizaron a Buenos Aires, donde pasé otros tres o cuatro días en un hospital, donde me sacaron el enorme yeso. Me dieron muy buenas comidas, y la verdad que me veía muy bien para ese entonces. En ese momento subí a un avión, aterrizando en Montevideo, donde conocí los agregados militares y personal de la embajada británica allí. Un auto me llevó a la casa del embajador, y allí comimos un muy buen almuerzo.
Y luego vino el vuelo a casa. Estaba muy emocionado y ansioso.
Mirando atrás, me sentí desilusionado por haberme perdido la Guerra, no estando con el resto del escuadrón en el Hermes, no continuar las operaciones desde allí y por haber estado detenido en Argentina. Fue realmente frustrante.
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PD: Sigo con la campaña de encontrar dónde pasó su confinamiento en el continente... para ayudar, o aquí, o en http://zona-militar.com/foros/showthread.php?t=12111... Gracias!
http://www.ejection-history.org.uk/PROJECT/Biographies/Malvinas-British/Glover_Jx.jpg
Al momento que estalló la crisis del Atlántico Sur yo estaba en Alemania, en un curso de vuelo. Inmediatamente recibí una llamada para volver al escuadrón con mi Harrier. Cuando aterricé fui recibido por mi comandante de vuelo, quien explicó qué las acciones en las Malvinas podrían envolver al 1º escuadrón y por eso el mismo se estaba preparando para la guerra. Me sorprendió bastante la situación por la lejanía de las islas. Realmente no creía en ese entonces que volaríamos hacía allá. Estábamos entrenados para combatir una agresión del Pacto de Varsovia. Ese era el teatro de operaciones para el cual estábamos preparados, por lo que el tema de Malvinas me tomó a mí, y supongo que también al resto de mis compañeros, totalmente por sorpresa. Para ser honestos nunca creía que iba a ir a una guerra.
Volé mi Harrier de Saint Mawgan en Cornwall, hasta la isla Ascensión. Me tomó 9 horas de vuelo, además de reabastecimientos de los Victor. En Ascensión me embarqué en el Norland, que nos llevó hacia las cercanías de las islas Malvinas, donde fuimos movilizados al portaaviones Hermes. Navegabamos en conjunto con el Atlantic Conveyor, en donde habían sido embarcados nuestros Harrier. Toda esta jornada llevó más de 15 días, realmente lento.
Los paracaidistas (el PARA-2) también estaban en el Norland. Verlos entrenar en el buque era algo un poco extraño. Ellos estaban lejos de tierra, totalmente fuera de su teatro de operaciones normal, y entrenaban subiendo y bajando por los camarotes del buque con mochilas en sus espaldas; era bastante duro para ellos.
En un encuentro entre nosotros los pilotos, hicimos una especie de trato con un pelotón de ellos y les prometimos no bombardearlos si ellos prometían no derribarnos. Pensaron que era un trato justo. Además jugabamos a las cartas o tomábamos un trago juntos. No estaba nervioso porque todavía faltaba mucho camino para la acción. Los nervios llegaron cuando estábamos a dos o tres días de arribar a las Malvinas, pero igualmente sabía que formaba parte de un muy buen equipo y estaba confiado.
Para mi primera misión el 21 de Mayo fui llamado luego del desayuno por el jefe Pete Squire. Era la segunda misión del día para el Escuadrón. Era una misión CAS para las fuerzas anfibias que estaban desembarcando aquél día. Fuimos a la cubierta del portaaviones y luego de un tiempo despegamos. Poco tiempo después del despegue el avión de mi jefe tuvo problemas técnicos y retornó al Hermes, enviandome a mí solo a cumplir la misión. Hablé con la gente del destructor Antrim quienes estaban coordinando el apoyo aéreo. Como no había objetivos terrestres en la zona del desembarco, me mantuve con 20.000ft esperando ver algo.
De repente me dieron objetivos en Puerto Howard, Gran Malvina. No estaba en mi mapa, pero sabía su ubicación aproximada. Desde mi altitud pude ver Howard ya que era un día espléndido. En vez de hacer un cálculo con mis cartas para estimar la navegación y ubicación del establecimiento, me dirigí visualmente al mismo, ya que era visible desde mi posición. Comencé el descenso, finalizándolo a unas veinte millas del mismo, y navegué mi propia ruta para luego zambullirme en rasante contra las posiciones argentinas. Me habían dado la posición del objetivo (un pequeño embarcadero), pero mientras lo sobrevolaba advertí la extrema cercanía que el mismo tenía con la localidad. No iba a bombardear la localidad, por eso hice una pasada a gran velocidad sin lanzar el armamento, ascendí un poco y me comuniqué de nuevo con el Antrim.
Sugerí no bombardear y hacer una nueva pasada por Howard sin bombardearlo, aunque esta vez utilizando la cámara del Harrier para hacer un reconocimiento de la zona y utilizar esas fotografías en una próxima misión para saber qué se debía atacar y qué no. No tuve otra orden del destructor, y tomaron mi idea como buena, autorizándome a hacer la nueva incursión.
Después de 15 minutos de mi primer pasada, me encontré de nuevo sobre Puerto Howard. Me zambullí en una pasada rápida y rasante, ingresando por otra dirección. Justo cuando estaba por comenzar a fotografiar, se sienten tres enormes ruidos y el avión quedó fuera de control. Viró hacia la derecha rápidamente, casi 360 grados. Miré para abajo a mi mano derecha, y accioné la palanca del asiento eyector.
Escuché la explosión de la cabina sobre mi cabeza, lo que es normal en una eyección. Primero se desprende la cabina, y luego sale el asiento. Al punto que salí del avión quedé inconsciente, por lo que no recuerdo mi caida. Luego hablé con un lugareño que me dijo que había visto como la mitad de mi ala derecha se había desprendido, por lo que el avión viró rápidamente, aunque para mí mientras estaba aún en el avión todo me pareció extremadamente lento. Recuerdo estar con el avión invertido y ver el mar muy cerca, por lo que me dije a mi mismo “tenés que calcular bien los tiempos porque si no no vas a salir vertical hacia arriba”. Realmente pasó en una fracción de segundo, pero recuerdo haber pensado todo eso.
Recuperé la conciencia cuando ya estaba bajo el agua y ahogándome. Deduje que el camino hacia la superficie era por donde la luz ingresaba a la masa de agua, por lo que nadé hacia allí. Todo se mejoró allí, era un lindo día, excepto que estaba aterrado. No podía ver de un ojo, y me sentía un poco shockeado.
Vi la costa y empecé a nadar hacia ella, pero sin percatarme que todavía estaba arrastrando mi paracaídas conmigo. También estaba arrastrando mi bote salvavidas. Todo esto me estaba reteniendo y me movía muy lentamente, por lo que me desprendí del paracaídas y decidí inflar mi bote salvavidas. De repente escuché voces, y vi un bote de remos que se acercaba lleno de soldados argentinos viniendo por mí. Y pensé, para qué voy a inflar el bote? Me estaban apuntando con fusiles y se movían mucho más rápido que yo, por lo que preferí permanecer en el lugar. En un minuto me subieron al bote y me llevaron a la costa. Me quitaron mi equipo de supervivencia y me llevaron a su hospital de campaña, un improvisado centro médico en el Club Social Howard. Había allí algunas camas, ocupadas por argentinos heridos.
Mi mayor problema era mi hombro izquierdo. Como me eyecté tan rápido, en vez de usar las dos manos, todavía tenía la izquierda en la potencia. Me eyecté a casi 1000km/h, con mi brazo izquierdo desprotegido. El mismo quedó flameando en el aire hasta que se abrió el paracaidas, quebrándome el brazo, el hombro y la clavícula.
Mi cara estaba llena de moretones por el golpe del aire y posiblemente por el golpe con el agua. No se cuánto tiempo estuvo el paracaídas desplegado hasta golpear el agua porque estaba inconsciente. Me pusieron en una cama donde un médico me revisó. Me dio una tarjeta de identificación de la Convención de Ginebra y tomó lo que quedaba de mi equipamiento. Me dio una mirada rápida y colocó mi brazo izquierdo en una eslinga, para después darme una inyección. Dormí unas diez horas lo que me vino muy bien.
Básicamente estaba en un estado de shock, y no podía entender el hecho que las personas que casi me matan en ese momento estaban siendo buenos conmigo. Una demostración que eran decentes, y realmente estoy agradecido.
Antes de dejar Puerto Howard por helicóptero, me presentaron al operador de Blowpipe. Ellos obviamente acreditaron a él el derribo. Le di la mano y le dije “Bien hecho compañero”, al mismo tiempo que no estaba tan convencido de que el haya sido el que me derribó, ya que escuché varios golpes más acordes a artillería antiaérea (como la que tenían en Puerto Howard). Pero bueno, si ellos creían que había sido un Blowpipe, era suficiente para mí.
No fui interrogado para nada. Cuando estuve en el territorio continental y después de un periodo de aproximadamente una semana de estar allí, un mayor de la Fuerza Aérea vino a verme tratando de sacarme algo por unos cinco o seis días. Cuando comenzaba hablar de temas militares o de la guerra, yo contestaba inmediatamente “No deseo seguir con esta conversación”. Pero estoy realmente sorprendido de que no hubo interrogaciones tácticas, inmediatas. Alguien que se ha eyectado, en medio de su stress, y quizá herido, es un candidato ideal para ser interrogado, pero afortunadamente no lo hicieron conmigo. Se que mis intenciones hubieran sido darle nombre, rango, número de identificación y fecha de nacimiento, pero nada más, aunque como dije en esos primeros días hubiese sido difícil mantener mi mente lúcida como para asegurar que solo respondería eso.
Pasé 36 horas en Howard. Luego fui movilizado a Pradera del Ganso, donde pasé una noche, no estoy seguro por qué. En la noche siguiente nos movilizamos a Puerto Argentino, donde pasé un par de noches en un gran centro médico. Luego fui subido a un Hércules y en una de las misiones nocturnas de abastecimiento, volamos a Comodoro Rivadavia. Me pusieron en un enorme hospital dentro de la base aérea, y pasé dos o tres noches más encerrado en el Casino de Oficiales. Luego volé por cuatro horas y terminé en un lugar ubicado a 1.000 millas al Noroeste de Buenos Aires, donde pasé mis siguientes cinco semanas. Estaba bien lejos de todo.
Sus médicos hicieron un buen trabajo conmigo. Los doctores en Howard y Puerto Argentino habían usado eslingas para soportar mi hombro, y en Comodoro Rivadavia los médicos pensaron que sería buena idea enyesar toda la zona de brazo/hombro/clavícula. Solo me quedaba libre mi brazo derecho para moverlo. No me gustó nada la idea por la inmovilidad que iba a tener. Me tuvieron vigilado con guardias todo el tiempo, pero su actitud hacia mí, así como la alimentación fue razonable. Realmente no tengo rencores.
Cuando estaba en el Casino de Oficiales fui visitado por una docena de pilotos argentinos, que me saludaron y preguntaron cómo estaba. Uno de ellos me regaló una botella de vino. Otro dijo que me daba su mano por ser camaradas pilotos, aunque no estaba de acuerdo con lo que yo estaba haciendo. Le contesté: “Para mí es suficiente y muy justo”, y eso fue todo.
En ese momento no estaba al tanto que yo era el único prisionero de guerra. Ellos me decían que tenían a varios detenidos dentro de la base, lo que no sabía si creer o no, pero podía ser verdad. Fue recién cuando llegué a Uruguay que me enteré que yo era el único.
Estaba un poco deprimido por haber sido derribado, y haber sido tomado prisionero. Sentía que había abandonado al escuadrón, al jefe. Era mi primera misión, solo teníamos seis aviones con nosotros. Perdí uno de ellos por eso estaba bastante alicaído. Nadie se imagina la cantidad de veces que revivía y recordaba los detalles de esa misión, para ver qué había hecho mal.
Estaba preocupado por mi familia y si estaban al tanto que había sobrevivido. Cuando llegué al lugar al Norte de Buenos Aires, tuve una visita de un tipo de la Cruz Roja Internacional, diez días después de que fui derribado. El me dijo que iba a informarle a mis familiares que me había visto y estaba bien.
Estuve en confinamiento solitario por cinco semanas. No había hecho el curso de Escape, Evasión y Supervivencia en Combate, el cual muchos pilotos habían hecho, pero yo todavía no había tenido oportunidad por ser mi primer año en el escuadrón. Igualmente había prestado atención y sabía exactamente qué hacer en esos casos. Pero no estoy seguro de cuánto puede servir el entrenamiento con el cual te preparás después de estar solo en una pieza por cinco semanas.
Ya llegando al final de esas cinco semanas había tomado una rutina de pensamientos, y creo que esa fue la llave para poder pasar el tiempo, no importaba lo aburrido que era. El tipo de la Cruz Roja me había dejado algunos libros, pero dijo que no me vería en dos o tres semanas. Por eso me autoricé a leer aproximadamente media hora por día (aunque no tenía reloj para controlarla) para así no quedarme sin libros y sin nada que leer luego de unos días. El también me dejó hojas de papel, sobres y una lapicera, así le podía escribir a mi esposa seguido, dándoselas a los argentinos que estaban vigilándome para que las envíen. Esto fue un error porque el último día que fui prisionero, ellos me devolvieron 10 cartas que no habían sido enviadas.
En las mañanas, antes de almorzar, tenía algo así como una hora para salir al aire libre en un pequeño patio. El resto del tiempo era muy aburrido, sin nada que hacer. No podía hacer ejercicio porque todavía tenía ese estúpido yeso sobre todo mi cuerpo. Pasaba todo el tiempo sentado o acostado, practicando ejercicios mentales. Trataba de, por ejemplo, tomar un día al azar, como el 1 de Marzo de 1961 y tratar de recordar qué había hecho ese día. Si era un día de trabajo o de escuela, en qué escuela estaba, con qué profesora, y todo eso.
En la última visita del de la Cruz Roja, aproximadamente una semana antes de ser liberado, me dijo que no había señales reales de que yo podia ser liberado pronto, y podría estar allí por mucho tiempo más. Me las arreglé para ver las imágenes de una revista argentina, en la cual ellos estaban realmente aplastando a los nuestros con sobresalientes victorias. Recuerdo un glosario de esa revista con una lista de fuerzas argentinas de un lado, y fuerzas británicas del otro. Casi la mitad de los buques británicos tenían cruces rojas sobre ellos, y tres cuartos de los Harriers también. Me dije a mi mismo: Imposible.
De un día para el otro me movilizaron a Buenos Aires, donde pasé otros tres o cuatro días en un hospital, donde me sacaron el enorme yeso. Me dieron muy buenas comidas, y la verdad que me veía muy bien para ese entonces. En ese momento subí a un avión, aterrizando en Montevideo, donde conocí los agregados militares y personal de la embajada británica allí. Un auto me llevó a la casa del embajador, y allí comimos un muy buen almuerzo.
Y luego vino el vuelo a casa. Estaba muy emocionado y ansioso.
Mirando atrás, me sentí desilusionado por haberme perdido la Guerra, no estando con el resto del escuadrón en el Hermes, no continuar las operaciones desde allí y por haber estado detenido en Argentina. Fue realmente frustrante.
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PD: Sigo con la campaña de encontrar dónde pasó su confinamiento en el continente... para ayudar, o aquí, o en http://zona-militar.com/foros/showthread.php?t=12111... Gracias!