Desde que se inició el conflicto en Medio Oriente, la fuerza aérea israelí –considerada como una de las mejores del mundo- ha realizado más de 2.000 incursiones aéreas y ha sido incapaz de detener una ofensiva de un ejército irregular que no presenta grandes blancos, que no dispone de grandes concentraciones de tropas ni objetivos fijos. Muchas de sus intervenciones no han sido precisamente eficaces, ya que muchos blancos atacados en realidad eran blancos civiles. Todo el peso de las operaciones está recayendo sobre los F-16 y en el 90% de las misiones, regresan a sus bases con el armamento intacto.
Esta “incapacidad” de las aeronaves modernas de poder adaptarse a un conflicto tan poco convencional en realidad no es nueva. Desde hace 3 años viene sucediendo en Irak y Afganistán, y hoy por hoy es el tipo de escenario que mejores resultados les da a grupos sin una estructura militar convencional.
Un coronel israelí declaró la semana pasada a la revista Time que están combatiendo con aeronaves del siglo XXI contra un enemigo que jamás imaginaron: invisible, sin concentraciones de tropas o medios, sin formaciones ni grandes equipos y medios de combate. Para ello los F-16I simplemente no sirven.
Los F-16I o “Soufa” tienen un valor que supera los 80 millones de dólares, disponen de lo último en radar, contramedidas electrónicas y capacidad de adquirir blancos y combatirlos bajo cualquier condición de combate; sin embargo han demostrado no ser el instrumento más adecuado para éste tipo de conflictos. Lo mismo le ha sucedido a los F-16AM de Holanda y Dinamarca en sus despliegues a Afganistán; aunque ensañarse con un modelo no es lógico, igual problema acusaron los A-10, los Tornados y los F-15E. Hoy hay que pensar si es lógico enviar un avión de 40, 60 o 100 millones de dólares a atacar un pozo de zorro con un par de guerrilleros armados con AK-47. Y tal como sucede, no es ni lógico ni efectivo.
Cuando finalice el conflicto de Medio Oriente, Israel tomará medidas muy rápidas para solucionar éste problema. Aunque todos piensan que la clave está en los helicópteros de ataque, los resultados obtenidos demuestran que tampoco son la solución más adecuada. La primera guerra del Golfo demostró que la aviación por sí sola podía poner a un país al borde del colapso, pero cuando no hay grandes blancos ni objetivos, ni formaciones de blindados o tropas, la aviación está demostrando que es incapaz de poder lograr resultados óptimos.
Quizás las claves sean muy simples: menor velocidad que un caza moderno pero mayor velocidad que un helicóptero; blindaje, armamento ligero pero de excelente precisión, buenas comunicaciones aire/tierra, buenos equipos antimisil y capacidad de orbitar sobre el objetivo a fin de detectarlo e identificarlo correctamente. Menos computadoras, menos GPS y menos juguetes costosos que para éste tipo de conflictos han demostrado no servir para nada.
Posiblemente surja de ahora en más una redefinición del concepto de apoyo aéreo y en consecuencia nuevos modelos de aeronaves o amplias modificaciones en las existentes. Las enseñanzas de Irak, Afganistán e Israel seguramente serán tomadas en cuenta por muchos países. Con muy poco y de modo anticonvencional están arrinconando a las principales potencias. Un dato para tener muy en cuenta, especialmente en aquellos países que no disponen grandes medios y estructuras de combate. No sé si será el Talón de Aquiles, pero a la luz de los resultados, los últimos y caros juguetes, están demostrando ser sólo eso: juguetes muy caros.
Esta “incapacidad” de las aeronaves modernas de poder adaptarse a un conflicto tan poco convencional en realidad no es nueva. Desde hace 3 años viene sucediendo en Irak y Afganistán, y hoy por hoy es el tipo de escenario que mejores resultados les da a grupos sin una estructura militar convencional.
Un coronel israelí declaró la semana pasada a la revista Time que están combatiendo con aeronaves del siglo XXI contra un enemigo que jamás imaginaron: invisible, sin concentraciones de tropas o medios, sin formaciones ni grandes equipos y medios de combate. Para ello los F-16I simplemente no sirven.
Los F-16I o “Soufa” tienen un valor que supera los 80 millones de dólares, disponen de lo último en radar, contramedidas electrónicas y capacidad de adquirir blancos y combatirlos bajo cualquier condición de combate; sin embargo han demostrado no ser el instrumento más adecuado para éste tipo de conflictos. Lo mismo le ha sucedido a los F-16AM de Holanda y Dinamarca en sus despliegues a Afganistán; aunque ensañarse con un modelo no es lógico, igual problema acusaron los A-10, los Tornados y los F-15E. Hoy hay que pensar si es lógico enviar un avión de 40, 60 o 100 millones de dólares a atacar un pozo de zorro con un par de guerrilleros armados con AK-47. Y tal como sucede, no es ni lógico ni efectivo.
Cuando finalice el conflicto de Medio Oriente, Israel tomará medidas muy rápidas para solucionar éste problema. Aunque todos piensan que la clave está en los helicópteros de ataque, los resultados obtenidos demuestran que tampoco son la solución más adecuada. La primera guerra del Golfo demostró que la aviación por sí sola podía poner a un país al borde del colapso, pero cuando no hay grandes blancos ni objetivos, ni formaciones de blindados o tropas, la aviación está demostrando que es incapaz de poder lograr resultados óptimos.
Quizás las claves sean muy simples: menor velocidad que un caza moderno pero mayor velocidad que un helicóptero; blindaje, armamento ligero pero de excelente precisión, buenas comunicaciones aire/tierra, buenos equipos antimisil y capacidad de orbitar sobre el objetivo a fin de detectarlo e identificarlo correctamente. Menos computadoras, menos GPS y menos juguetes costosos que para éste tipo de conflictos han demostrado no servir para nada.
Posiblemente surja de ahora en más una redefinición del concepto de apoyo aéreo y en consecuencia nuevos modelos de aeronaves o amplias modificaciones en las existentes. Las enseñanzas de Irak, Afganistán e Israel seguramente serán tomadas en cuenta por muchos países. Con muy poco y de modo anticonvencional están arrinconando a las principales potencias. Un dato para tener muy en cuenta, especialmente en aquellos países que no disponen grandes medios y estructuras de combate. No sé si será el Talón de Aquiles, pero a la luz de los resultados, los últimos y caros juguetes, están demostrando ser sólo eso: juguetes muy caros.