Jaime E. Grau Paolini y Manuel A. Iricíbar
LA BATALLA NAVAL DEL RIACHUELO
Los guerreros antiguos no quedaban victoriosos porque
tuviesen una sabiduría infinita ni un valor sin límites.
Lo que hacían era no cometer errores. — Sun Tzu
El 11 de junio de 1865 se libró una batalla naval entre buques brasileños y paraguayos en el río Paraná, 11 kilómetros al sur de la
ciudad de Corrientes, donde desemboca el curso de agua llamado
Riachuelo. Ocho buques paraguayos atacaron a nueve brasileños que se encontraban allí. Luego de siete horas de combate ambos bandos sufrieron importantes pérdidas en naves y hombres, y las flotas se retiraron del lugar. La batalla ha sido descrita en detalle por otros autores (1) y sólo incursionaremos en aquéllos necesarios al objeto de este trabajo. Exploraremos, en cambio, las circunstancias que rodearon a esta acción: por qué se produjo, qué factores intervinieron en su resultado, y sus consecuencias en el desarrollo posterior de la guerra.
Situación general en la zona del combate
Las hostilidades comenzaron con el ataque al puerto de Corrientes y la captura de dos barcos argentinos el 13 de abril de 1865. El 14 de abril un ejército paraguayo de 27.000 hombres al mando del general Wenceslao Robles invadió la provincia de Corrientes, apoderándose
de su capital, donde dejó una guarnición de 1.500 hombres y continuó al Sur en rápido avance. Del 11 al 20 de mayo avanzó a Bella Vista. El 3 de junio entró en Goya. El 1º de mayo se firmó el Tratado de la Triple Alianza.
Del lado argentino, mientras el General correntino Nicanor
Cáceres reunía 5.000 milicias de caballería en el interior de la
provincia, el General Wenceslao Paunero con 1.000 hombres
del Ejército desembarcó en Goya el 16 de mayo. Al advertir que
sus medios eran insuficientes para enfrentar al grueso de las
tropas invasoras y detener su avance, Paunero decidió operar
sobre la retaguardia paraguaya. El 25 de mayo, con dos barcos
de transporte y apoyado por nueve buques de guerra brasileños
tomó la ciudad de Corrientes, que retuvo hasta el otro día; reembarcándose para retroceder hasta Esquina, donde llegó el 2 de
junio. La escuadra brasileña permaneció fondeada al sudoeste
de Corrientes sobre la costa chaqueña. El 9 de junio el Mariscal Francisco Solano López se trasladó de Asunción a Humaitá, donde instaló su cuartel general, estableciendo una activa comunicación telegráfica con la ciudad de Corrientes, donde el Canciller paraguayo José Bergés ejercía su representación.
Paraguay contaba al inicio de la guerra con una veintena de
buques de entre 200 y 500 toneladas, la mayoría eran mercantes
de madera sin blindajes, propulsados por palas laterales. Improvisados como buques de guerra mediante la instalación
de unos pocos cañones, sus calderas instaladas sobre
cubierta eran muy vulnerables. Solamente dos de ellos, el
Anhambay y el Tacuarí habían sido construidos como naves
de combate. Su base logística era Asunción y operaban proveyendo
transporte y aprovisionamientos al ejército del general Robles.
La flota brasileña, en la misma época, tenía su 2ª y 3ª Divisiones
al mando del Capitán Francisco Barroso con un total de
nueve buques en la zona de Corrientes, manteniendo la 1ª
División como reserva en Buenos Aires (Almirante Tamandaré, Comandante de la flota imperial). Sus unidades principales eran de 500 a 1.500 toneladas, habían sido construidas para la guerra, en acero o madera (2), y portaban entre 6 y 8 cañones de mayor
calibre, alcance y tecnología que los paraguayos. Diseñadas para el mar, sus bordas eran más altas que las de los buques paraguayos, y su calado del orden de un metro mayor. En junio de 1865 operaba en el río Paraná en apoyo de las incipientes operaciones aliadas para rechazar la invasión, y materializando el bloqueo del río hacia y desde el Paraguay.
Llevaba embarcadas 1.700 tropas de ejército, en previsión de operaciones terrestres y, dado que la navegación debía hacerse por los canales naturales para evitar varaduras, era asistida por prácticos locales embarcados. Algunos de esos canales (o “pasos”) discurrían cercanos a las barrancas costeras y agregaban el peligro adicional de enfrentarse a baterías costeras. Luego de participar en la incursión sobre la ciudad de Corrientes y habiéndose replegado Paunero al sur, la escuadra decidió permanecer en la zona y fondear en la costa chaqueña probablemente por los siguientes motivos:
-El lugar se encontraba fuera del alcance de las armas paraguayas emplazadas en la costa correntina y brindaba la seguridad de no recibir ataques desde el oeste.
-La falta de depósitos de carbón en toda la zona de operaciones aconsejaba no consumirlo en traslados innecesarios; traslados que implicaban navegar a lo largo de la costa correntina dominada por el enemigo.
-La costa chaqueña brindaba la posibilidad de abastecerse de comida (caza) y combustible (leña).
Análisis de hechos y decisiones previos al combate
La incursión de Paunero sobre Corrientes produjo efectos más psicológicos que materiales. Fue la primera operación exitosa que los aliados pudieron oponer al hasta entonces imparable avance paraguayo; lo que contribuyó a elevar su moral y puso en evidencia la amenaza que significaba la capacidad de la escuadra brasileña de incidir sobre la retaguardia de las fuerzas paraguayas.
Esta percepción se materializó en las instrucciones que el Mariscal Solano López envió al General Robles el 26 de mayo, para que
retrocediera hacia Corrientes; orden que éste demoró en cumplir.
A fines del mes de mayo de 1865 (entre los días 28 y 29) López, ante la presencia de la escuadra brasileña frente a Corrientes, comenzó a evaluar ideas para atacarla. El 30 de mayo el Mariscal López decía, desde Asunción, a Bergez (3): Me estoy disponiendo a marchar […] No conozco la situación precisa de la Escuadra enemiga, porque según
fuera ella y la naturaleza de la barranca adyacente por esa parte, sería útil que el Mayor Avelino Cabral reconociera el pasaje y tratar de incomodar el sueño de dicha Escuadra aproximando de repente su artillería a caballo […]
El 1º de junio le escribió: Por el ancladero de los Brasileros parece que no podrán ser hostilizados con ventaja sino los buques que quedan hacia el Riachuelo, donde el canal queda más contiguo a la barranca.
El 9 de junio, el Mariscal López estando ya en Humaitá llamó al Teniente 1º de Marina Pedro V. Gill y le ordenó que levantara un croquis de las posiciones de la escuadra brasileña surta frente a Corrientes. Ese mismo día el Teniente Gill, acompañado por el ayudante del Mariscal, Capitán Cortés, hizo el viaje en el buque Yberá, obtuvo los datos ordenados, y entregó el croquis antes de cumplirse las 24 horas. Comunicó también que, aprovechando
su viaje, exploró y sondó el canal principal del río entre la costa correntina y la isla Palomera.
El 10 de junio al anochecer, el Mariscal López reunió a los Comandantes de los buques para analizar la operación. Participó también Francisco Wisner de Morgenstern (4). Siendo el Capitán de Corbeta Remigio Cabral y el Teniente 1º Pedro Gill los más conocedores de la navegación del río Paraná, el Mariscal les preguntó qué hora consideraban más oportuna para atacar al enemigo, contestando éstos que a las 3 o 4 de la mañana, y que si se zarpase de Humaitá a primera hora de la noche (5), en siete horas harían
el trayecto. En la misma reunión se consideró que el modo de acción era (6) caer de sorpresa y proceder al abordaje del enemigo porque ellos contaban con mejor artillería y barcos de guerra muy superiores a los nuestros que son mercantes artillados, salvo el Tacuarí.
Los demás jefes aceptaron el plan propuesto por el Capitán Cabral y el Teniente Gill. La inferioridad de los buques paraguayos era evidente y desalentaba el combate a distancia. La habilidad de los soldados paraguayos para combatir al arma blanca fue un hecho confirmado repetidamente a lo largo de la guerra, de modo que la elección del abordaje y asalto cuerpo a cuerpo para combatir, y eventualmente capturar, a los buques brasileños, era lógica.
El plan era bajar sigilosamente, con los motores apagados amparados por la oscuridad y acorralar a los brasileños en su apostadero, para proceder al abordaje de sus naves. Debido a la fuerte corriente del río (unos tres nudos) (7) la maniobra implicaba pasar río abajo del fondeadero brasileño cañoneando los buques; dar la vuelta y entonces, corriente arriba, sí ubicarse lado a lado con cada buque para abordarlo y apoderarse de ellos.
Una vez fijado el procedimiento, surgió la proposición del Coronel Wisner de Morgenstern que los buques remolcaran tres chatas armadas con cañón que se encontraban en Humaitá más otras tres que estaban en Paso de Patria. Estos artefactos eran desconocidos
para los aliados en esa época. Habían sido concebidos en 1862 para operar ocultos en las costas. De unos 15 a 20 metros de eslora, fondo plano y perfil a ras del agua portaban un cañón de 68 libras y seis a ocho hombres de tripulación. Podían hacer mucho daño al disparar a buques mientras que, por sus pequeñas dimensiones, era muy difícil
para la artillería naval lograr impactarlas. Carecían de propulsión y, al tener que ser llevadas a remolque, limitaban la maniobrabilidad del buque remolcador y su velocidad (no debía producir olas en su estela). Todos los jefes navales se opusieron a la idea alegando que ello retrasaría la operación y al mismo tiempo entorpecería los movimientos de la escuadra durante la navegación y el
combate.
A pesar de ello, prevaleció la posición del Coronel Wisner. Adicionalmente, Solano López ordenó al Coronel de artillería José María Bruguez que instalara una batería de cañones en la margen derecha del Riachuelo. Éste lo hizo, sobre una barranca de 30 metros de alto que dominaba el sector, reforzándola con 3.000 fusileros a ambos lados de la desembocadura. Las preparaciones en Humaitá se hicieron precipitadamente dando lugar a que no se completaran los elementos de abordaje (ganchos, escalas, etc.) necesarios. La distancia de navegación desde Humaitá a Tres Bocas (confluencia del
Paraná con el Paraguay) era de 25 millas náuticas (8). Desde allí hasta donde estaba la escuadra imperial, otras 19 Mn. Si los buques hubiesen podido navegar a su velocidad normal (unos 8 nudos) y sumando la corriente a favor (del orden de 3 nudos) habrían podido recorrer la distancia de Humaitá a Riachuelo en cuatro horas.
Sin embargo, los que remolcaban chatas debieron navegar a velocidad reducida (unos 4 nudos). Considerando la corriente, el tiempo necesario para navegar hasta Riachuelo era en realidad de seis horas y media.
Tomando en cuenta una demora de una hora para detenerse
en Tres Bocas y pasar remolque a las restantes chatas en la oscuridad de la noche, la navegación del conjunto insumiría siete horas como se había informado al Mariscal. Si efectivamente querían llegar a las 04:00 hs, y sumando un razonable margen de una hora, hubiesen debido zarpar a más tardar a las 20:00 hs (“primera hora de la noche” como se asesoró a Solano López). Pese a ello, la flota recibió orden de levantar presión de vapor a las 22:00 hs y la zarpada se produjo pasada la media noche (00:30 hs) (9).
Deducimos que arribó a Tres Bocas aproximadamente a las cinco de la mañana. Pasados los remolques, el Yberá tuvo una avería en la hélice que le impidió continuar la navegación. Meza esperó mientras se intentaba repararla y luego decidió seguir sin ese buque. Para entonces probablemente eran las 7 de la mañana, por lo que el Comandante de la flota paraguaya, Capitán Francisco Meza, ya sabía que no sólo no llegaría a los buques brasileños a las 04:00 como estaba planeado, sino que ni siquiera lo haría amparado por la
oscuridad. La flota continuó su avance a las 08:30 hs, cuando ya era de día.
Una semblanza de los Comandantes enfrentados
Capitán de Navío D. Pedro Ignacio Meza (10)
Tenía 52 años. Ingresó al servicio militar como soldado
de artillería, ascendiendo a Cabo en 1841 y a Sargento
en 1844. En 1845 fue asignado a la recientemente creada
Artillería de la Marina. En 1846 ascendió a Subteniente
y nombrado Comandante de la sumaca Independencia
del Paraguay participando en una expedición al Chaco comandada por el Teniente Coronel de Ingenieros Francisco Wisner de Morgenstern. Ascendió a Teniente de Navío en 1847 y fue Comandante de la goleta República del Paraguay y la balandra
Marte. En 1854 fue nombrado Comandante de la Escuadra Nacional por el Presidente Carlos Antonio López en mérito a sus dotes personales y profesionales, cargo que ejerció hasta su muerte. Simultáneamente fue Comandante del vapor Río Blanco y luego, como Capitán de Corbeta, de la cañonera Tacuarí, nave insignia de la Flota. En 1858 ascendió a Capitán de Fragata (11). Al mando de la Flota participó en 1864 en la campaña del Matto Groso, y el 13 de abril de 1865 capturó en Corrientes los vapores argentinos 25 de Mayo y Gualeguay y posteriormente transportó la División del General Robles a esa ciudad.
Capitán de Navío D. Francisco Manoel Barroso da Silva (12)
Tenía 61 años. Ingresó a la Escuela Naval a los 17 años y se recibió de Guardiamarina a los 21. Su experiencia en combates navales se inició en 1827 en la guerra entre Argentina y Brasil (Guerra da Cisplatina). En 1831 tuvo el primero de varios comandos de buques, incluyendo la corbeta Bahiana en un viaje de instrucción por el Océano Pacífico. En 1840 fue designado Comandante de la División Naval de Santa Catalina. En 1854, como Capitán de Navío, fue Jefe de Estado Mayor de la División Naval del Río de la Plata, de la que más tarde fue Comandante en 1863. En 1865 fue designado Jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Navales en operaciones en el Río de la Plata, las que estaban al mando del Almirante Tamandaré, quien le encomendó el comando de las fuerzas destacadas frente a Corrientes.
Descripción del combate (13)
Encerrados en un área de 4.000 por 1.500 metros combatían 17 buques. El fuego de más de 100 cañones y de miles de fusiles hacía parecer que el agua hervía por los impactos de innumerables balas de todos los tamaños. El espacio estaba materialmente cubierto de humo y el zumbido de los proyectiles producía un concierto aterrador (14). Los buques brasileños estaban fondeados a lo largo de la costa de Barranquera. Pasadas las 9 de la mañana el Mearim, en el centro de su línea, dio la alarma de la aproximación de la escuadra paraguaya, con suficiente tiempo como para prepararse para el combate y comenzar a levantar presión en calderas. La línea paraguaya pasó entre ellos y las islas Noguera. Ambos bandos, en este cruce, intercambiaron fuego a una distancia de menos de 1.500
metros, recibiendo el Jejuí varios impactos, uno de ellos en la caldera, que lo dejaron a la deriva.
Las chatas remolcadas por el Ygurei, Yporá y Marqués de Olinda también recibieron impactos. Dos se hundieron; una quedó varada en la isla Palomera. La escuadra paraguaya continuó navegando río abajo y, pasando la isla Cabral, viró corriente arriba situándose al sur de la boca del Riachuelo contra la costa. Allí soltó los remolques de las tres chatas que le quedaban. La línea brasileña logró zarpar una hora después y se dirigió aguas abajo con el Belmonte, Jequitinhonha y Amazonas (en ese orden) a la cabeza. A poco de avanzar, el Amazonas con el Jequitinhonha viraron hacia la costa correntina buscando una posición al norte de la desembocadura del Riachuelo para cortar la retirada a la flota paraguaya. Allí se enfrentaron con el inesperado fuego de los 30 cañones de las baterías costeras. El Jequitinhonha varó frente a ellas y no pudo zafar. El Belmonte, primero de la línea, había continuado el avance separado del resto, recibiendo el fuego combinado de la batería terrestre y las naves paraguayas. Con serias averías embicó en la isla Cabral para evitar hundirse. Corrigiendo su maniobra (15) el Amazonas reasumió la vanguardia, y con el resto de la flota brasileña navegó río abajo entablando un duelo de artillería al cruzarse frente a la flota
paraguaya.
Al llegar a la isla Lagraña retomó rumbo aguas arriba. Los momentos iniciales del combate habían sido desfavorables para los brasileños. El Parnahyba regresó aguas arriba para asistir al Jequitinhonha. A mitad de camino, al verlo solo, se desprendieron de la costa de Riachuelo el Tacuarí, el Paraguarí, el Salto Oriental y el Marqués de Olinda, y se acercaron para el ataque. El Paraguarí le cerró el paso por la proa pero el Parnahyba lo embistió. “El choque fue tremendo; agarramos al Paraguarí por el tambor y le echamos abajo parte del aparejo de corbeta” (16). El Paraguarí, haciendo agua, se dirigió a la Isla Palomera. Encallado allí, su tripulación lo abandonó refugiándose
en la vegetación.
Finalmente, el Parnahyba también quedó varado en la isla Palomera. El Tacuarí trató de abordarlo por babor, el Salto Oriental por estribor, y el Marqués de Olinda por la popa. Los paraguayos no disponían de elementos para sostenerse al costado de su víctima (garfios de abordaje) y para escalar su borda dos metros más alta. (17) Durante la acción de abordaje fue mortalmente herido el Capitán Meza, quien falleció cuatro días más tarde en Humaitá. En el buque abordado los asaltantes (18) sablearon y apuñalaron a los que estaban en
cubierta. Algunos brasileños se arrojaron al agua, otros buscaron protección en el interior cerrando todas las escotillas. “De este modo quedamos todos abajo y los paraguayos, sin poder ganar el interior […] izaron la bandera paraguaya y dieron orden a la máquina de ir adelante. En aquella tremenda confusión como no he visto en mi vida,
ni creo que volveré a ver jamás, se me ocurrió ordenar lo contrario a los maquinistas por una claraboya que comunicaba a la sala de armas con la máquina. Después veía yo el estado del buque por la costa, valiéndome de los ojos de buey, y ordenaba a la máquina combinaciones de atrás y adelante […].
Mientras tanto, en el sector sur, el Mearim acudió a auxiliar al Belmonte, embicado en la isla Cabral. Así, al mediodía, al promediar el combate, la flota paraguaya intentaba dificultosamente desarrollar su plan de abordaje, y la brasileña estaba, de hecho, dividida, y con casi la mitad de sus buques neutralizados (ver Figura 13). El Amazonas, seguido por el resto, puso proa al fondeadero de los paraguayos en la boca del Riachuelo y embistió al Jejui que estaba al garete, hundiéndolo. Luego hizo lo mismo con una de las chatas. El Pirabebé (19) que estaba en el lugar, escapó hacia el Norte. También lo hicieron un poco más tarde los dos restantes buques paraguayos (Yporá e Ygurei) que estaban en la boca del Riachuelo.
El Paraguarí y el Beberibé cayeron hacia el Norte rumbo al Parnahyba varado, de cuyo costado se separó el Tacuarí (20), que también inició la retirada. También se separaron el Salto Oriental y el Marqués de Olinda que inexplicablemente pusieron rumbo a Riachuelo (21). El Amazonas embistió con su proa, sucesivamente, al Marqués de Olinda y al Salto Oriental que, finalmente, se hundieron. El Beberibé y el Paraguarí barrieron con metralla la cubierta del Parnahyba, matando a casi todos los paraguayos y lo recuperaron. Luego persiguieron al Tacuarí, que se retiraba.
Las acometidas del Amazonas y la superioridad en tonelaje y poder de fuego de los buques brasileños habían volcado el resultado de la batalla. Los buques paraguayos continuaron la retirada perseguidos inicialmente por el “Beberibé” y el Araguary. El Pirabebé seguido del Yporá, Tacuarí e Ygurei remontaron el río hacia Humaitá, dejando atrás cuatro buques perdidos (Paraguarí, Marqués de Olinda, Salto
Oriental y Jejui) además de cuatro chatas.
Los dos buques brasileños mantuvieron la persecución unas tres millas, hasta la altura de Corrientes, y luego la abandonaron para regresar a concentrarse con el Amazonas.
Al otro día los buques paraguayos llegaron a Humaitá. Tenían las chimeneas medio arrancadas y mutiladas, los cascos ennegrecidos y agujereados en muchos puntos, y los cañones desmontados. Los heridos eran numerosos y los del Ygurei tenían el rostro y las
manos quemadas por el agua hirviendo (22). Al amanecer de ese día, José Bergés informaba desde Corrientes: “De la escuadra enemiga se ven seis buques colocados en diferentes puntos del combate (23). Y el día 13: Si hemos de creer la relación de los prisioneros, en los buques se agotan ya los víveres y los combustibles, y no pueden tardar en
regresar aguas abajo”.
La escuadra brasileña recuperó el Belmonte y no pudo remolcar al Jequitinhonha. Ese mismo día forzó el paso del Riachuelo, y se dirigió a Bella Vista. Posteriormente continuó cambiando de posiciones río abajo hasta llegar a Goya el 12 de agosto. Habían incendiado el Paraguarí, mas debido a que el casco era de acero solo se quemó su
parte interior. En los días subsiguientes los paraguayos rescataron el casco y lo llevaron a Asunción, donde lo desguazaron y aprovecharon el hierro más tarde en la guerra. Del Jequitinhonha sacaron “dos cañones de 68 y cuatro hermosos cañones de fierro de a 32, también
dos obuses de bronce de 5 pulgadas” (24).
LA BATALLA NAVAL DEL RIACHUELO
Los guerreros antiguos no quedaban victoriosos porque
tuviesen una sabiduría infinita ni un valor sin límites.
Lo que hacían era no cometer errores. — Sun Tzu
El 11 de junio de 1865 se libró una batalla naval entre buques brasileños y paraguayos en el río Paraná, 11 kilómetros al sur de la
ciudad de Corrientes, donde desemboca el curso de agua llamado
Riachuelo. Ocho buques paraguayos atacaron a nueve brasileños que se encontraban allí. Luego de siete horas de combate ambos bandos sufrieron importantes pérdidas en naves y hombres, y las flotas se retiraron del lugar. La batalla ha sido descrita en detalle por otros autores (1) y sólo incursionaremos en aquéllos necesarios al objeto de este trabajo. Exploraremos, en cambio, las circunstancias que rodearon a esta acción: por qué se produjo, qué factores intervinieron en su resultado, y sus consecuencias en el desarrollo posterior de la guerra.
Situación general en la zona del combate
Las hostilidades comenzaron con el ataque al puerto de Corrientes y la captura de dos barcos argentinos el 13 de abril de 1865. El 14 de abril un ejército paraguayo de 27.000 hombres al mando del general Wenceslao Robles invadió la provincia de Corrientes, apoderándose
de su capital, donde dejó una guarnición de 1.500 hombres y continuó al Sur en rápido avance. Del 11 al 20 de mayo avanzó a Bella Vista. El 3 de junio entró en Goya. El 1º de mayo se firmó el Tratado de la Triple Alianza.
Del lado argentino, mientras el General correntino Nicanor
Cáceres reunía 5.000 milicias de caballería en el interior de la
provincia, el General Wenceslao Paunero con 1.000 hombres
del Ejército desembarcó en Goya el 16 de mayo. Al advertir que
sus medios eran insuficientes para enfrentar al grueso de las
tropas invasoras y detener su avance, Paunero decidió operar
sobre la retaguardia paraguaya. El 25 de mayo, con dos barcos
de transporte y apoyado por nueve buques de guerra brasileños
tomó la ciudad de Corrientes, que retuvo hasta el otro día; reembarcándose para retroceder hasta Esquina, donde llegó el 2 de
junio. La escuadra brasileña permaneció fondeada al sudoeste
de Corrientes sobre la costa chaqueña. El 9 de junio el Mariscal Francisco Solano López se trasladó de Asunción a Humaitá, donde instaló su cuartel general, estableciendo una activa comunicación telegráfica con la ciudad de Corrientes, donde el Canciller paraguayo José Bergés ejercía su representación.
Paraguay contaba al inicio de la guerra con una veintena de
buques de entre 200 y 500 toneladas, la mayoría eran mercantes
de madera sin blindajes, propulsados por palas laterales. Improvisados como buques de guerra mediante la instalación
de unos pocos cañones, sus calderas instaladas sobre
cubierta eran muy vulnerables. Solamente dos de ellos, el
Anhambay y el Tacuarí habían sido construidos como naves
de combate. Su base logística era Asunción y operaban proveyendo
transporte y aprovisionamientos al ejército del general Robles.
La flota brasileña, en la misma época, tenía su 2ª y 3ª Divisiones
al mando del Capitán Francisco Barroso con un total de
nueve buques en la zona de Corrientes, manteniendo la 1ª
División como reserva en Buenos Aires (Almirante Tamandaré, Comandante de la flota imperial). Sus unidades principales eran de 500 a 1.500 toneladas, habían sido construidas para la guerra, en acero o madera (2), y portaban entre 6 y 8 cañones de mayor
calibre, alcance y tecnología que los paraguayos. Diseñadas para el mar, sus bordas eran más altas que las de los buques paraguayos, y su calado del orden de un metro mayor. En junio de 1865 operaba en el río Paraná en apoyo de las incipientes operaciones aliadas para rechazar la invasión, y materializando el bloqueo del río hacia y desde el Paraguay.
Llevaba embarcadas 1.700 tropas de ejército, en previsión de operaciones terrestres y, dado que la navegación debía hacerse por los canales naturales para evitar varaduras, era asistida por prácticos locales embarcados. Algunos de esos canales (o “pasos”) discurrían cercanos a las barrancas costeras y agregaban el peligro adicional de enfrentarse a baterías costeras. Luego de participar en la incursión sobre la ciudad de Corrientes y habiéndose replegado Paunero al sur, la escuadra decidió permanecer en la zona y fondear en la costa chaqueña probablemente por los siguientes motivos:
-El lugar se encontraba fuera del alcance de las armas paraguayas emplazadas en la costa correntina y brindaba la seguridad de no recibir ataques desde el oeste.
-La falta de depósitos de carbón en toda la zona de operaciones aconsejaba no consumirlo en traslados innecesarios; traslados que implicaban navegar a lo largo de la costa correntina dominada por el enemigo.
-La costa chaqueña brindaba la posibilidad de abastecerse de comida (caza) y combustible (leña).
Análisis de hechos y decisiones previos al combate
La incursión de Paunero sobre Corrientes produjo efectos más psicológicos que materiales. Fue la primera operación exitosa que los aliados pudieron oponer al hasta entonces imparable avance paraguayo; lo que contribuyó a elevar su moral y puso en evidencia la amenaza que significaba la capacidad de la escuadra brasileña de incidir sobre la retaguardia de las fuerzas paraguayas.
Esta percepción se materializó en las instrucciones que el Mariscal Solano López envió al General Robles el 26 de mayo, para que
retrocediera hacia Corrientes; orden que éste demoró en cumplir.
A fines del mes de mayo de 1865 (entre los días 28 y 29) López, ante la presencia de la escuadra brasileña frente a Corrientes, comenzó a evaluar ideas para atacarla. El 30 de mayo el Mariscal López decía, desde Asunción, a Bergez (3): Me estoy disponiendo a marchar […] No conozco la situación precisa de la Escuadra enemiga, porque según
fuera ella y la naturaleza de la barranca adyacente por esa parte, sería útil que el Mayor Avelino Cabral reconociera el pasaje y tratar de incomodar el sueño de dicha Escuadra aproximando de repente su artillería a caballo […]
El 1º de junio le escribió: Por el ancladero de los Brasileros parece que no podrán ser hostilizados con ventaja sino los buques que quedan hacia el Riachuelo, donde el canal queda más contiguo a la barranca.
El 9 de junio, el Mariscal López estando ya en Humaitá llamó al Teniente 1º de Marina Pedro V. Gill y le ordenó que levantara un croquis de las posiciones de la escuadra brasileña surta frente a Corrientes. Ese mismo día el Teniente Gill, acompañado por el ayudante del Mariscal, Capitán Cortés, hizo el viaje en el buque Yberá, obtuvo los datos ordenados, y entregó el croquis antes de cumplirse las 24 horas. Comunicó también que, aprovechando
su viaje, exploró y sondó el canal principal del río entre la costa correntina y la isla Palomera.
El 10 de junio al anochecer, el Mariscal López reunió a los Comandantes de los buques para analizar la operación. Participó también Francisco Wisner de Morgenstern (4). Siendo el Capitán de Corbeta Remigio Cabral y el Teniente 1º Pedro Gill los más conocedores de la navegación del río Paraná, el Mariscal les preguntó qué hora consideraban más oportuna para atacar al enemigo, contestando éstos que a las 3 o 4 de la mañana, y que si se zarpase de Humaitá a primera hora de la noche (5), en siete horas harían
el trayecto. En la misma reunión se consideró que el modo de acción era (6) caer de sorpresa y proceder al abordaje del enemigo porque ellos contaban con mejor artillería y barcos de guerra muy superiores a los nuestros que son mercantes artillados, salvo el Tacuarí.
Los demás jefes aceptaron el plan propuesto por el Capitán Cabral y el Teniente Gill. La inferioridad de los buques paraguayos era evidente y desalentaba el combate a distancia. La habilidad de los soldados paraguayos para combatir al arma blanca fue un hecho confirmado repetidamente a lo largo de la guerra, de modo que la elección del abordaje y asalto cuerpo a cuerpo para combatir, y eventualmente capturar, a los buques brasileños, era lógica.
El plan era bajar sigilosamente, con los motores apagados amparados por la oscuridad y acorralar a los brasileños en su apostadero, para proceder al abordaje de sus naves. Debido a la fuerte corriente del río (unos tres nudos) (7) la maniobra implicaba pasar río abajo del fondeadero brasileño cañoneando los buques; dar la vuelta y entonces, corriente arriba, sí ubicarse lado a lado con cada buque para abordarlo y apoderarse de ellos.
Una vez fijado el procedimiento, surgió la proposición del Coronel Wisner de Morgenstern que los buques remolcaran tres chatas armadas con cañón que se encontraban en Humaitá más otras tres que estaban en Paso de Patria. Estos artefactos eran desconocidos
para los aliados en esa época. Habían sido concebidos en 1862 para operar ocultos en las costas. De unos 15 a 20 metros de eslora, fondo plano y perfil a ras del agua portaban un cañón de 68 libras y seis a ocho hombres de tripulación. Podían hacer mucho daño al disparar a buques mientras que, por sus pequeñas dimensiones, era muy difícil
para la artillería naval lograr impactarlas. Carecían de propulsión y, al tener que ser llevadas a remolque, limitaban la maniobrabilidad del buque remolcador y su velocidad (no debía producir olas en su estela). Todos los jefes navales se opusieron a la idea alegando que ello retrasaría la operación y al mismo tiempo entorpecería los movimientos de la escuadra durante la navegación y el
combate.
A pesar de ello, prevaleció la posición del Coronel Wisner. Adicionalmente, Solano López ordenó al Coronel de artillería José María Bruguez que instalara una batería de cañones en la margen derecha del Riachuelo. Éste lo hizo, sobre una barranca de 30 metros de alto que dominaba el sector, reforzándola con 3.000 fusileros a ambos lados de la desembocadura. Las preparaciones en Humaitá se hicieron precipitadamente dando lugar a que no se completaran los elementos de abordaje (ganchos, escalas, etc.) necesarios. La distancia de navegación desde Humaitá a Tres Bocas (confluencia del
Paraná con el Paraguay) era de 25 millas náuticas (8). Desde allí hasta donde estaba la escuadra imperial, otras 19 Mn. Si los buques hubiesen podido navegar a su velocidad normal (unos 8 nudos) y sumando la corriente a favor (del orden de 3 nudos) habrían podido recorrer la distancia de Humaitá a Riachuelo en cuatro horas.
Sin embargo, los que remolcaban chatas debieron navegar a velocidad reducida (unos 4 nudos). Considerando la corriente, el tiempo necesario para navegar hasta Riachuelo era en realidad de seis horas y media.
Tomando en cuenta una demora de una hora para detenerse
en Tres Bocas y pasar remolque a las restantes chatas en la oscuridad de la noche, la navegación del conjunto insumiría siete horas como se había informado al Mariscal. Si efectivamente querían llegar a las 04:00 hs, y sumando un razonable margen de una hora, hubiesen debido zarpar a más tardar a las 20:00 hs (“primera hora de la noche” como se asesoró a Solano López). Pese a ello, la flota recibió orden de levantar presión de vapor a las 22:00 hs y la zarpada se produjo pasada la media noche (00:30 hs) (9).
Deducimos que arribó a Tres Bocas aproximadamente a las cinco de la mañana. Pasados los remolques, el Yberá tuvo una avería en la hélice que le impidió continuar la navegación. Meza esperó mientras se intentaba repararla y luego decidió seguir sin ese buque. Para entonces probablemente eran las 7 de la mañana, por lo que el Comandante de la flota paraguaya, Capitán Francisco Meza, ya sabía que no sólo no llegaría a los buques brasileños a las 04:00 como estaba planeado, sino que ni siquiera lo haría amparado por la
oscuridad. La flota continuó su avance a las 08:30 hs, cuando ya era de día.
Una semblanza de los Comandantes enfrentados
Capitán de Navío D. Pedro Ignacio Meza (10)
Tenía 52 años. Ingresó al servicio militar como soldado
de artillería, ascendiendo a Cabo en 1841 y a Sargento
en 1844. En 1845 fue asignado a la recientemente creada
Artillería de la Marina. En 1846 ascendió a Subteniente
y nombrado Comandante de la sumaca Independencia
del Paraguay participando en una expedición al Chaco comandada por el Teniente Coronel de Ingenieros Francisco Wisner de Morgenstern. Ascendió a Teniente de Navío en 1847 y fue Comandante de la goleta República del Paraguay y la balandra
Marte. En 1854 fue nombrado Comandante de la Escuadra Nacional por el Presidente Carlos Antonio López en mérito a sus dotes personales y profesionales, cargo que ejerció hasta su muerte. Simultáneamente fue Comandante del vapor Río Blanco y luego, como Capitán de Corbeta, de la cañonera Tacuarí, nave insignia de la Flota. En 1858 ascendió a Capitán de Fragata (11). Al mando de la Flota participó en 1864 en la campaña del Matto Groso, y el 13 de abril de 1865 capturó en Corrientes los vapores argentinos 25 de Mayo y Gualeguay y posteriormente transportó la División del General Robles a esa ciudad.
Capitán de Navío D. Francisco Manoel Barroso da Silva (12)
Tenía 61 años. Ingresó a la Escuela Naval a los 17 años y se recibió de Guardiamarina a los 21. Su experiencia en combates navales se inició en 1827 en la guerra entre Argentina y Brasil (Guerra da Cisplatina). En 1831 tuvo el primero de varios comandos de buques, incluyendo la corbeta Bahiana en un viaje de instrucción por el Océano Pacífico. En 1840 fue designado Comandante de la División Naval de Santa Catalina. En 1854, como Capitán de Navío, fue Jefe de Estado Mayor de la División Naval del Río de la Plata, de la que más tarde fue Comandante en 1863. En 1865 fue designado Jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Navales en operaciones en el Río de la Plata, las que estaban al mando del Almirante Tamandaré, quien le encomendó el comando de las fuerzas destacadas frente a Corrientes.
Descripción del combate (13)
Encerrados en un área de 4.000 por 1.500 metros combatían 17 buques. El fuego de más de 100 cañones y de miles de fusiles hacía parecer que el agua hervía por los impactos de innumerables balas de todos los tamaños. El espacio estaba materialmente cubierto de humo y el zumbido de los proyectiles producía un concierto aterrador (14). Los buques brasileños estaban fondeados a lo largo de la costa de Barranquera. Pasadas las 9 de la mañana el Mearim, en el centro de su línea, dio la alarma de la aproximación de la escuadra paraguaya, con suficiente tiempo como para prepararse para el combate y comenzar a levantar presión en calderas. La línea paraguaya pasó entre ellos y las islas Noguera. Ambos bandos, en este cruce, intercambiaron fuego a una distancia de menos de 1.500
metros, recibiendo el Jejuí varios impactos, uno de ellos en la caldera, que lo dejaron a la deriva.
Las chatas remolcadas por el Ygurei, Yporá y Marqués de Olinda también recibieron impactos. Dos se hundieron; una quedó varada en la isla Palomera. La escuadra paraguaya continuó navegando río abajo y, pasando la isla Cabral, viró corriente arriba situándose al sur de la boca del Riachuelo contra la costa. Allí soltó los remolques de las tres chatas que le quedaban. La línea brasileña logró zarpar una hora después y se dirigió aguas abajo con el Belmonte, Jequitinhonha y Amazonas (en ese orden) a la cabeza. A poco de avanzar, el Amazonas con el Jequitinhonha viraron hacia la costa correntina buscando una posición al norte de la desembocadura del Riachuelo para cortar la retirada a la flota paraguaya. Allí se enfrentaron con el inesperado fuego de los 30 cañones de las baterías costeras. El Jequitinhonha varó frente a ellas y no pudo zafar. El Belmonte, primero de la línea, había continuado el avance separado del resto, recibiendo el fuego combinado de la batería terrestre y las naves paraguayas. Con serias averías embicó en la isla Cabral para evitar hundirse. Corrigiendo su maniobra (15) el Amazonas reasumió la vanguardia, y con el resto de la flota brasileña navegó río abajo entablando un duelo de artillería al cruzarse frente a la flota
paraguaya.
Al llegar a la isla Lagraña retomó rumbo aguas arriba. Los momentos iniciales del combate habían sido desfavorables para los brasileños. El Parnahyba regresó aguas arriba para asistir al Jequitinhonha. A mitad de camino, al verlo solo, se desprendieron de la costa de Riachuelo el Tacuarí, el Paraguarí, el Salto Oriental y el Marqués de Olinda, y se acercaron para el ataque. El Paraguarí le cerró el paso por la proa pero el Parnahyba lo embistió. “El choque fue tremendo; agarramos al Paraguarí por el tambor y le echamos abajo parte del aparejo de corbeta” (16). El Paraguarí, haciendo agua, se dirigió a la Isla Palomera. Encallado allí, su tripulación lo abandonó refugiándose
en la vegetación.
Finalmente, el Parnahyba también quedó varado en la isla Palomera. El Tacuarí trató de abordarlo por babor, el Salto Oriental por estribor, y el Marqués de Olinda por la popa. Los paraguayos no disponían de elementos para sostenerse al costado de su víctima (garfios de abordaje) y para escalar su borda dos metros más alta. (17) Durante la acción de abordaje fue mortalmente herido el Capitán Meza, quien falleció cuatro días más tarde en Humaitá. En el buque abordado los asaltantes (18) sablearon y apuñalaron a los que estaban en
cubierta. Algunos brasileños se arrojaron al agua, otros buscaron protección en el interior cerrando todas las escotillas. “De este modo quedamos todos abajo y los paraguayos, sin poder ganar el interior […] izaron la bandera paraguaya y dieron orden a la máquina de ir adelante. En aquella tremenda confusión como no he visto en mi vida,
ni creo que volveré a ver jamás, se me ocurrió ordenar lo contrario a los maquinistas por una claraboya que comunicaba a la sala de armas con la máquina. Después veía yo el estado del buque por la costa, valiéndome de los ojos de buey, y ordenaba a la máquina combinaciones de atrás y adelante […].
Mientras tanto, en el sector sur, el Mearim acudió a auxiliar al Belmonte, embicado en la isla Cabral. Así, al mediodía, al promediar el combate, la flota paraguaya intentaba dificultosamente desarrollar su plan de abordaje, y la brasileña estaba, de hecho, dividida, y con casi la mitad de sus buques neutralizados (ver Figura 13). El Amazonas, seguido por el resto, puso proa al fondeadero de los paraguayos en la boca del Riachuelo y embistió al Jejui que estaba al garete, hundiéndolo. Luego hizo lo mismo con una de las chatas. El Pirabebé (19) que estaba en el lugar, escapó hacia el Norte. También lo hicieron un poco más tarde los dos restantes buques paraguayos (Yporá e Ygurei) que estaban en la boca del Riachuelo.
El Paraguarí y el Beberibé cayeron hacia el Norte rumbo al Parnahyba varado, de cuyo costado se separó el Tacuarí (20), que también inició la retirada. También se separaron el Salto Oriental y el Marqués de Olinda que inexplicablemente pusieron rumbo a Riachuelo (21). El Amazonas embistió con su proa, sucesivamente, al Marqués de Olinda y al Salto Oriental que, finalmente, se hundieron. El Beberibé y el Paraguarí barrieron con metralla la cubierta del Parnahyba, matando a casi todos los paraguayos y lo recuperaron. Luego persiguieron al Tacuarí, que se retiraba.
Las acometidas del Amazonas y la superioridad en tonelaje y poder de fuego de los buques brasileños habían volcado el resultado de la batalla. Los buques paraguayos continuaron la retirada perseguidos inicialmente por el “Beberibé” y el Araguary. El Pirabebé seguido del Yporá, Tacuarí e Ygurei remontaron el río hacia Humaitá, dejando atrás cuatro buques perdidos (Paraguarí, Marqués de Olinda, Salto
Oriental y Jejui) además de cuatro chatas.
Los dos buques brasileños mantuvieron la persecución unas tres millas, hasta la altura de Corrientes, y luego la abandonaron para regresar a concentrarse con el Amazonas.
Al otro día los buques paraguayos llegaron a Humaitá. Tenían las chimeneas medio arrancadas y mutiladas, los cascos ennegrecidos y agujereados en muchos puntos, y los cañones desmontados. Los heridos eran numerosos y los del Ygurei tenían el rostro y las
manos quemadas por el agua hirviendo (22). Al amanecer de ese día, José Bergés informaba desde Corrientes: “De la escuadra enemiga se ven seis buques colocados en diferentes puntos del combate (23). Y el día 13: Si hemos de creer la relación de los prisioneros, en los buques se agotan ya los víveres y los combustibles, y no pueden tardar en
regresar aguas abajo”.
La escuadra brasileña recuperó el Belmonte y no pudo remolcar al Jequitinhonha. Ese mismo día forzó el paso del Riachuelo, y se dirigió a Bella Vista. Posteriormente continuó cambiando de posiciones río abajo hasta llegar a Goya el 12 de agosto. Habían incendiado el Paraguarí, mas debido a que el casco era de acero solo se quemó su
parte interior. En los días subsiguientes los paraguayos rescataron el casco y lo llevaron a Asunción, donde lo desguazaron y aprovecharon el hierro más tarde en la guerra. Del Jequitinhonha sacaron “dos cañones de 68 y cuatro hermosos cañones de fierro de a 32, también
dos obuses de bronce de 5 pulgadas” (24).