Pavia desde su base operacional de Ciaño.
4.- SIRIA.
El día 9 de Septiembre de 1798 el Imperio Truco declaró la guerra a Francia, molesto por el ataque de ésta a Egipto que, nominalmente, era parte del imperio otomano (aunque en la práctica los mamelucos eran independientes).
El pachá Djerzar, gobernante de Siria, despreció los intentos pacificadores de la diplomacia francesa, y comenzó a mostrar una actitud desafiante, a la par que aprestaba sus fuerzas para el combate. El Sultán de la Sublime Puerta, por su parte, promulgó un edicto declarando la Guerra Santa, lo que enardeció los ánimos de toda la población musulmana de Oriente Próximo. A este edicto se le puede atribuir la revuelta ocurrida entre el 21 y 22 de septiembre en la ciudad del Cairo, que costó a los franceses unos 300 hombres y a la población local entre 2000 y 3000 (según las fuentes las cifras varían grandemente, sobretodo en el plano de las represalias posteriores).
La moral francesa, y en general su posición, empeora debido al bloqueo naval británico (por ejemplo a los ajusticiados por la revuelta en el Cairo se les mató con hacha, para evitar el gasto de municiones). Este bloqueo se mostraba insalvable después de la derrota de la armada francesa en Aboukir. A todo ello se unía las enfermedades típicas de la zona, así como los preocupantes focos de peste negra, que llegan casi a diezmar el contingente francés.
La diplomacia británica, muy preocupada por lo que una situación de predominio francés en la zona pudiera suponer para sus colonias de oriente (especialmente La India), no permaneció ociosa. De esta guisa se envía al comodoro Sir William Sydney Smith a Turquía, con la orden de prestar consejo y ayuda en la organización del enorme, aunque obsoleto, ejército turco.
El plan esbozado por la Sublime Puerta para la guerra parece realmente bueno: El ejército de rodas, con la inestimable ayuda de La Navy desembarcaría en la retaguardia francesa, mientras el ejército de Damasco avanzaría por Palestina y el Sinaí. Para completar el cuadro el Pachá de Acre avanzaría en amagos sobre la frontera egipcia a fin de distraer cuantas fuerzas francesas pudiera. Obviamente sobre el papel parecía un plan sin tacha pero adolecía de dos graves problemas:
1º.- Los medios logísticos turcos no eran especialmente adecuados para una maniobra tan compleja y con tan numerosos contingentes.
2º.- Napoleón: no entraba en el carácter del corso quedarse quieto a verlas venir. Su filosofía es clara: la mejor defensa es el ataque.
Napoleón, al ver fracasados o no iniciados (habría que hablar mucho de la postura del taimado Talleyrand, ministro de exteriores galo), decide pasar a la ofensiva. Su primer objetivo es Acre, lo que hace que todo el plan otomano se tambalee, para posteriormente obligar al ejército de Damasco a presentar batalla de forma prematura. Después de derrotarlos mantendría un control de la zona apoyado en las minorías judías y cristianas, retirando el grueso del ejército hacia Egipto.
La velocidad sería, como siempre, la base de este plan y su mayor talón de Aquiles, ya que la previsión de tiempo pronto se iría al garete por la mala información del terreno y las fortificaciones locales que los franceses tenían (sus contingentes de caballería eran demasiado pequeños para arriesgarlos en descubiertas, y la inteligencia de otro tipo prácticamente nula).
El ejército francés se puso en marcha contando con unos 13000 hombres:
10000 infantes en cuatro paupérrimas divisiones (Kléber, Reyner, Lannes y Bon)
800 jinetes (Murat)
1800 ingenieros y artilleros.
400 guías
100 hombres del cuerpo de dromedarios (algo que podemos considerar una constante en las potencias colonizadoras de la zona, recordar la creación de un cuerpo homónimo inglés en la guerra del Sudán).
El puesto avanzado se establece en Katia. Y para el 14 de febrero, en el peor de los casos, se pensaba haber cruzado el desierto. Y es aquí donde el plan francés empieza a torcerse.
El Arish y el fuerte establecido en dicha localidad fueron los causantes. Los franceses no tenían conocimiento de la existencia de dicha fortaleza, de recia mampostería, y de la presencia de una poderosa guarnición de unos 2300 soldados.
El ocho de febrero costaron que cruzar el desierto iba a ser una cuestión más peliaguda de lo que habían pensado. Reyner y Cléber se hayan con sus tropas ante la fortalece, incapacitados para realizar un asalto frontal ante la ausencia de artillería. Optan por cercar la plaza a la espera de refuerzos y de artillería de asedio.
El Arish capitula el 19 de febrero (varios días después de la peor opción barajada por el mando francés), con honorables condiciones. El artífice de la derrota fue el general Dommartin, especialista en el uso de la artillería, que reunió todo el parque artillero disponible y los morteros concentrándolos en una zona del fuerte.
Se cuenta que ante este imprevisto retraso la ira de Napoleón alcanzó cotas enormes, culpando a todos los mandos de chapuceros. Sin duda en este caso es claramente injusto, ya que la inteligencia militar que tenía en la zona era, en el mejor de los casos, débil.
A pesar de lo escaso de sus suministros el ejército francés continúa su marcha, penetrando el 23 en Siria y realizando una prodigiosa marcha de 224 kilómetros en 24 días (sobretodo teniendo en cuenta las lastimosas condiciones del ejército) hasta San Juan de Acre. Por el camino cayó Gaza, el día 25 de febrero, el 1 de marzo El Ramle, el 3 Jaffa ,con la lamentable ejecución de toda la guarnición y 1400 prisioneros, a los que se había dado palabra de perdonar la vida. Se trató de justificar este acto al encontrar a soldados de El Arish (teóricamente habían jurado o levantar armas más contra los franceses), y a la incapacidad de alimentarlos.
Al poco hay un rebrote de peste, por o que tuvieron que detenerse en Jaffa al menos siete días mientras preparaban el último impulso hacia Acre.
Por su parte los británicos no están ociosos. El comodoro Sir William Smith aparece ante Acre con dos buques, Theseus y Tigre, justo cuando los defensores empezaban a evacuar. De esta forma la moral de los defensores se incrementa, recibiendo la ayuda de un ingeniero francés monárquico, coronol Phélippeaux (que moriría en plenos trabajos de insolación), así como de los hombres que no eran imprescindibles en la flotilla, que en poco días consiguen poner en funcionamiento real las defensas de Acre. Las consecuencias del retraso de El Arish empiezan a notarse en toda su crudeza, pues los franceses tendrán que enfrentarse a un asedio de una plaza marítima, sin tener control del mar donde la Navy es omnipotente. Esto se demuestra cuando un convoy de barcazas, que transportaba la práctica totalidad de su tren de asedio, es interceptado frente al Monte Carmelo por la armada británica.
San Juan, cuya fortaleza era más aparente que real, puede por lo tanto hacer frente desde su península con ciertas garantías a los asaltos franceses.
http://www.gutenberg.org/files/14300/14300-h/images/image06.jpg
Plano del asedio de San Juan de Acre
A pesar de todo los franceses comienzan a aplicar las técnicas de asedio clásico, o sea zapas y más zapas de aproximación. Pero este no es un tipo de guerra para el corso, que el 28 de marzo ordena un asalto, precipitado a todas luces, que es repelido con fuertes pérdidas. El 1 de abril explosionan una mina en la torre principal, que apenas agrieta la recia mampostería cruzada, lanzando otro infructuoso y costoso asalto. Por su parte el pachá Djezzar, sentado en la torre, recompensa con oro cada cabeza francesa que se le da (no por nada tenía el apodo del Carnicero este antiguo esclavo bosnio).
Por su parte el ejército de Damasco se acerca peligrosamente a la línea del Jordán, mientras en galilea un contingente Turco, entre 6.000 y 8.000 hombres, también hace acto de presencia.
Junot es enviado al lago Tiberiales, donde, a la altura de Nazaret, se enfrenta victorioso a una fuerza superior. Sin embargo la escasa fuerza de caballería de Junot no puede servir de tapón, por lo que envía a kléber y sus 1.600 infantes (notemos la escasez franceses) a apoyarle. Por su parte el propio Napoleón, volviendo sus ojos a la guerra que mejor se le da, es decir movimiento y concentración, sorprende y vence a 6.000 confiados turcos el día 11 de abril cerca de Canaán. Murat, por su parte, es enviado con un par de menguadísimos batallones a tomar el cruce del jordán al norte del Tiberiales, donde (siempre osado y temerario) asalta un campamento turco de fuerzas muy superiores, consiguiendo, a la par que la victoria, un cuantioso botín de suministros varios, muy bien recibidos por la exigua intendencia francesa.
Pero la suerte se termina cuando Kléber, con sus ahora 2.000 hombres, topa con un importante contingente Turco el día 16. El pachá de Damasco con unos 25.00o jinetes y 10.000 infantes, en las proximidades del monte Tabor. Sin posibilidad de retirada intenta sostenerlos en su campamento, pero la proporción de 17 a 1 va más allá de lo desesperado. Durante todo un día, formados en cuadros, los franceses repelen las cargas de un enemigo anclado en la Edad Media. Napoleón llega a tiempo, después de una marcha de 40 kilómetros desde Acre, con la división de Bón y unos pocos cañones, haciendo aparición en el momento psicológico justo para forzar la retirada del contingente damasquino. Las bajas francesas son irrisorias, 2 muertos y cuarenta heridos…
Las cosas en Acre no iban tan bien, habiéndose producido un empantamiento de la situación. Entre el 1 y el 10 de mayo, apoyados por la llegada de una nueva remesa de artillería de asedio, se lanzan desesperados asaltos, 5 en total, que terminan en dolorosos fracasos. En ellos fallecen los generales Caffarelli (muy apreciado entre la tropa) y Bon. Así la situación tras 63 días de asedio y asaltos, Napoleón da la orden de retirada (o repliegue según se vea). La retirada, con cerca de 3.000 heridos y enfermos, es penosa (¿preludio de Rusia?). El 3 de Junio, vuelve a entrar en Egipto, donde enmascara la derrota hablando de los logros y, sobretodo, de la gesta del monte Tabor.
La falta de apoyo del Directorio y las ambiciones personales de Napoleón marcan sus últimos días en África. El 21 de Junio ordena mantenerse a la espera dos fragatas (Le Murion y La Carrière), pero aún se dilatará su presencia en tierra por dos meses (la presencia de la Royal Navy era más que evidente, con constantes ataques.
En el interacto el ejército de Rodas llega por fin. El 11 de Julio una flota de unos 60 buques turcos, escoltados por la escuadra de Smith, llega a Aboukir. La tropa, al mando del general Pachá Mustafá, desembarca, sumando 15.000 hombres (posiblemente de lo mejor del ejército turco en todos los sentidos). Son retenidos hasta el 18 por las fortificaciones francesas.
Este retrasa permite a Napoleón concentrar sus fuerzas para un encuentro decisivo. Consigue concentrar 10.000 hombres (con cerca de mil jinetes).
http://www.napoleon-online.de/Aboukir1799.jpg
Batalla de Aboukir
La batalla de Aboukir tiene lugar el 25 de Julio. Los infantes franceses se abren camino entre tres líneas de trincheras turcas, más preocupados por lograr cabezas francesas para cobrarlas a precio de oro que en mantener sus posiciones, para que Murat, en una gloriosa carga de caballería, terminase la faena (por cierto el gascón combatió todo momento en primera línea llevándose de recuerdo una cicatriz en la cara). Los trucos se desbandan y sufren más de 5.000 bajas entre muertos, heridos y capturados. El ejército de Rodas está destrozado, la pinza turca desarticulada… pero no así su determinación de lucha, ni, esto es muy importante, desarticulado el poder naval británico en la zona.
El 17 de agosto, un Napoleón que ve que las derrotas francesas en Italia le pueden abrir paso al poder, abandona a sus tropas en Egipto, dejando al mando a un desmoralizado y enfermo de depresión Kléber. Con él parten Murat, Berthier y Lannes, así como Andréossy, Marmont y Bessières, y 200 Guías (germen de la Guardia). El 9 de octubre de 1799 retornan a la costa francesa. El futuro emperador, a pesar de las promesas hechas, no volvería a recordar para nada al contingente que dejó en Egipto. Dos años más permanecerían allí los 30.000 franceses, hasta ser repatriados los supervivientes, pero eso es harina para otra historia que aquí no viene a caso.
Sin más se despide Pavia desde Asturias