Los medios de prensa en situaciones de crisis

Willypicapiedra

Miembro del Staff
Moderador
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Los medios de prensa en situaciones de crisis

Por el Capitán Angel Octavio Peluffo


La operación había comenzado hacía doce horas y el Subteniente Pérez regresaba con su jeep a su puesto comando, luego de haber recorrido la extensa zona en la cual había desplegado a su gente. Hasta entonces, no había sucedido nada fuera de lo planificado; pero él sabía que tal equilibrio podía cambiar de un momento a otro. Muchos interrogantes lo rondaban, aunque ninguno lo preparaba para lo que estaba a punto de enfrentar. Sin embargo, y esto no lo había previsto, al salir de la última curva, observó a un grupo de individuos que se encontraba en proximidades de su puesto comando. Al llegar, detuvo el jeep, se desabrochó el cinturón de seguridad y bajó del vehículo. Fue en ese momento cuando el grupo desvió su atención hacia el joven subteniente y se le acercó con un ímpetu inesperado. Uno de ellos, casi enarbolando lo que parecía ser una radio de bolsillo y hablando al mismo tiempo, dijo: "Buenos días, José González para Radio América, ¿Qué nos puede decir sobre lo que está pasando?" Entonces, el joven integrante del Ejército se sintió sobrepasado. Nada de lo que había estudiado lo había preparado para esto. Se suponía que los jefes de regimiento eran los que debían tratar con los periodistas, y sobre todo durante las elecciones. Antes de contestar, dudó: "¿Qué debo responder a esta pregunta?"

Puede afirmarse que, en muchos aspectos, los medios de comunicación son el nexo efectivo que, a través de la información certera y veraz, une a las Fuerzas Armadas y a la sociedad en general. Reconociendo, pues, el valor de esta herramienta y utilizándola de manera efectiva, podemos promover una imagen positiva de nuestra Fuerza.
Como integrantes del Ejército, debemos prepararnos, en consecuencia, para estar en capacidad de enfrentar a los representantes de estos medios y expresar conceptos cabales y certeros, aun cuando estemos en el campo de combate.

A través de los medios de comunicación, podemos promover una imagen positiva de la Fuerza.

Al respecto, debe tenerse en cuenta, que la mayoría de los periodistas, por no mantener una estrecha relación con las Fuerzas Armadas, desconoce el sistema, las funciones, las estrategias necesarias que imponen sus objetivos, así como también, el lenguaje militar propio y adecuado para este tipo de mensajes. Es por ello que, al concederles una entrevista o responder a sus requerimientos, podemos, con paciencia y a través de conceptos precisos, ubicarlos convenientemente en el tema tratado, guardando las formas de pensamiento y de lenguaje propias de la Institución.


Normas a tener en cuenta durante una entrevista

La condición básica a considerar, pues, cuando debamos dialogar con representantes de los medios en una situación de crisis es que la misión está primero. Ello implica, entonces, que, si el accionar de tal misión lo requiere, debe negarse la entrevista. Y en el caso de que se concediese, se deberá tener en cuenta siempre el momento oportuno y la duración conveniente de dicha entrevista.
Por ello, cuando los medios ingresan en un área de conflicto, los periodistas deberán ser controlados en una oficina central. Ese será el lugar preciso para recabar los datos personales, y solicitar las credenciales o los documentos probatorios de su pertenencia a un determinado medio de comunicación. Cumplido satisfactoriamente dicho trámite, los periodistas recibirán las identificaciones o credenciales correspondientes, que deberán llevar expuestas y fácilmente visibles en todo momento.
Las identificaciones revisten tal importancia que, incluso si los periodistas estuviesen acompañados por un oficial de comunicación institucional, el elemento entrevistado, antes de conceder la nota, deberá controlarlas, de manera tal de asegurase la procedencia y de estar en capacidad de corroborar sus propias acciones ante el comando superior.



Como dijimos, generalmente un oficial de comunicación institucional acompañará a los periodistas y presentará al personal que será entrevistado. Como recomendación práctica, cabe señalar que si uno decide aceptar la entrevista, lo primero que deberá hacer es recordar las características propias de este tipo de divulgación informativa. Con seguridad, el oficial de comunicación institucional le indicará al personal a entrevistar qué es lo que los periodistas desean saber, al tiempo que le recordará las órdenes especiales emitidas al respecto y le advertirá sobre lo atinente a su seguridad operacional, además de otros asuntos relacionados con la situación.
Como entrevistado, deberá, por tanto, estar sólidamente preparado para hablar sobre su misión y describir los alcances de su participación en dicha operación. Recordará, también, que la formalidad de su vestimenta -uniforme completo y prolijo- es un aspecto a tener en cuenta cuando se presente ante los medios de comunicación, ya que el mínimo detalle será utilizado para valorar positiva o negativamente al Ejército.

Al respecto, es bueno advertir lo siguiente: si el entrevistador se presenta sin la compañía de un oficial de comunicación institucional, recuerde controlar sus credenciales. Asimismo, no olvide lo ya consignado: su misión está primero. Por ello, si interfiere en su acción, adviértale, educada pero firmemente, que usted tiene, ante todo, una misión que cumplir.
Téngalo en cuenta: ni usted ni sus hombres pueden detener a los reporteros o retener sus notas, grabaciones, etc. Nunca trate de tomar ni confiscar las cámaras.
Los periodistas siempre buscarán hablar primero con quien esté a cargo de la misión, y luego tratarán de recabar datos a través de otro personal. En consecuencia, y dada la complejidad de estas situaciones, deben existir órdenes claras, impartidas oportunamente, a sus subalternos.

Cómo reaccionar durante la entrevista



· Antes de iniciar la entrevista, establezca sus condiciones y advierta si el periodista las acepta. Tome contacto con el representante y fije el tiempo de que usted dispone para esa actividad. Cinco a diez minutos es lo preferible y adecuado.
· Recuérdele que usted no puede discutir ni ofrecer datos acerca de operaciones futuras o de su actual operación, así como tampoco de otros aspectos que puedan hacer peligrar la seguridad de sus hombres o la de los mismos periodistas.
· Nunca acceda a realizar una entrevista "off the record". Siempre asuma que está frente a un micrófono encendido y que todo lo que usted diga está siendo grabado.
· Generalmente, usted puede decir su nombre, grado, unidad y ubicación. Sin embargo, habrá circunstancias en las que solamente deberá proporcionar su nombre.
· En cuanto a la seguridad de la operación, y a favor de ello, evite proporcionar información sobre su unidad. Un ejemplo concreto se advierte en el fracaso que tuvo un equipo de fuerzas especiales de los EE.UU. en las costas de Somalía, merced a las respuestas obtenidas por los periodistas, quienes, con estrategias puntuales, lograron averiguar la ubicación y el momento en que se iba a realizar la operación.
· En sus respuestas, utilice conceptos generales. Por ejemplo, en lugar de decir: "Tengo 36 hombres en mi sección", diga: "Tengo una sección de infantería estándar".
· Si es presionado para proveer más información, continúe expresándose a través de los mencionados conceptos.
· Nunca cite fechas específicas ni hable sobre operaciones futuras o reglas de empeñamiento.
· Otra frase típica que se utiliza con demasiada frecuencia es: "Eso es clasificado". Pregúntese si realmente es clasificado. Por ejemplo, si su unidad tiene un equipamiento que se encuentra a la vista de todo el mundo, probablemente no sea clasificado. Si usted está seguro de que hay algo clasificado, diga que "no puede referirse al tema por razones de seguridad".

Antes de contestar a la pregunta periodística, tómese un tiempo para pensar su respuesta.


· Si durante la entrevista usted ofrece un dato clave que no debía expresar, manténgase calmo. Adviértale al reportero que lo que acaba de decirle no debería ser utilizado como información, ya que existen razones de seguridad que así lo aconsejan. Inmediatamente terminada la entrevista, informe de todo lo sucedido a su comando superior. Es sabido que los periodistas acceden a no publicar información "sensible", ya que, si lo hacen, quedan excluidos del área y, probablemente, también corra la misma suerte el medio al que pertenecen. Recuerde que, para ellos, resulta fundamental mantener el flujo de información.
· Nunca le mienta a un reportero. Su personalidad se verá afectada y perderá la credibilidad.
· Si no sabe la respuesta, expréselo de manera directa, no se sienta mal por decir "no lo sé".
· No especule ni conteste preguntas hipotéticas.
· Nunca diga "sin comentarios". Si usted responde de esa manera, surge de inmediato la hipótesis de que oculta algo.
· Si no posee información sobre algo, diga simplemente: "No poseo información al respecto".

Durante una entrevista, no revele fechas específicas ni hable sobre operaciones futuras o reglas de empeñamiento.


· El tono de la entrevista debe ser distendido, sin que por ello usted se muestre cuidadosamente alerta.
· No mire a las cámaras cuando responda. Observe fijamente al reportero y llámelo por su nombre cada vez que le dirige la palabra. De esta manera, personalizará la respuesta hacia ese determinado periodista y la respuesta no quedará diluida entre los millones de televidentes.
· Antes de responder, tómese un tiempo para pensar su respuesta.
· Formule los conceptos de manera tal que aquellos que no tengan instrucción militar también puedan comprender cabalmente su mensaje.
· Hable pausada y claramente.
· Cuando la entrevista haya finalizado, culmine su mensaje con un concepto positivo. Utilice esta oportunidad para aclarar algo que crea que no fue convenientemente expuesto.
· En caso de que el reportero le pregunte si tiene usted algo que agregar, evite esa expresión que es ya un desvalorizado lugar común: "Saludos a mi mamá que vive en ...".
· Recuerde que los medios de prensa siempre consiguen su noticia. Nosotros tenemos dos opciones: ayudarlos a "conseguir" esa noticia de modo que la Institución se beneficie con las respuestas, o bien, ignorar a los periodistas y atenernos a las nefastas consecuencias que tal actitud conlleva.


Willy
 
S

SnAkE_OnE

en todo caso hay algo que dice implicitamente que es lamentablemente importante de remarcar, la falta de criterios en el afan de conseguir la primicia...muy claro el ejemplo de la operacion de las Special Forces en Somalia
 

Leutnant

Colaborador
Colaborador
Muy bueno Willy!

Estudio comunicación y vemos muchisimo de periodismo. En primer lugar créo que habria que cambiar muchas cosas por parte de los mismos medios, que principalmente no tienen gente realmente profesional haciendo notas periodisticas sino gente idónea sin mucha preparación. Tambien los medios tendrian que hacerse valer mucho más, porque actualmente existe una terrible censura por parte del gobierno y muchos negociados de "apriete" que hacen de la información que llega a la audiencia una información muy distorcionada.

Por parte de las FFAAs, estaria muy bueno que tambien hiciesen todo lo posible por mejorar su área de comunicación para tener una mejor llegada al público. Tal vez piensen que la gente no les va a dar bola de todas formas, pero créanme que todo suma. Tendrian que abrirse un poco más; y no me refiero a que divulgen cosas que puedan atentar con la "seguridad nacional", sino que hagan saber cuales son sus preocupaciones, sus falencias, etc, etc... para que la gente conozca más sobre la situación de las FFAAs.

Los militares generalmente son muy temerosos con los que dicen o podrian llegar a decir (y no es para extrañarse), y cuando los entrevistas no te dan más que una careta de cómo son las cosas. Pero bueno, esto también tiene mucho que ver con el periodista, porque como bien dice la nota de Willy, la entrevista tiene que ser en un ambiente de respeto (ante todo), y de diálogo. Porque si vos vas y empesas a atacar al entrevistado, este o te va a contestar mal o directamente se va a cerrar y no vas a lograr a nada.

La comunicación es aunque parezca increible uno de los temas más dificiles porque hay que aprender a tratar a la gente para que hable y no se sienta atacada, y por otro lado tenes que tener muy en cuenta qué es lo que vas a preguntar y en base a qué, y además tenes que saber bien de lo que se está hablando, cosa que muchos "periodistas" de hoy en dia no hacen y por eso los medios tienen la mal imagen que ostentan.
Me hubiese gustado extenderme más en mi respuesta, pero lamentablemente estoy con los tiempos justos.

Saludos!!!
 
S

SnAkE_OnE

Tambien los medios tendrian que hacerse valer mucho más, porque actualmente existe una terrible censura por parte del gobierno y muchos negociados de "apriete" que hacen de la información que llega a la audiencia una información muy distorcionada.

mucha de la informacion se esta distorsionando tambien en los propios medios...el Lobby vio, especialmente de los editores

en todo caso el EA no tiene que porque salir directamente, para eso se encuentran los medios directamente, a mi gusto..hay mejoras en muchas cosas, pero el EA es el mas abierto y el que se nota que se labura mejor en relacion a ARA (que estan cerradisimos, aunque Gaceta Marinera es muy interesante) y la FAA...que esta terrible, ni hablar de los cursos de prensa y las gacetillas que nunca te llegan..ni se calientan en que te lleguen
 

Leutnant

Colaborador
Colaborador
Es cierto Snake!

El EA ha hecho un esfuerzo por abrirse a la comunidad. Pero me gustaria que se abriese inclúso más, porque muchas cosas que han venido sufriendo las FFAAs es justamente causa de "el que calla otorga".

Saludos!!!
 
!!!COMUNICACION INSTITUCIONAL!!!!!
DEFINICION: A lo que se dedican los Oficiales de un Ejercito que:
1. No tiene municion.
2. No tiene Plan tactico.
3. No tiene capacidad de combate nocturno.
4. No tiene defensa antiaerea.
5. No posee capacidad antitanque.
6. No posee transmicion de datos en campaña hasta el nivel subunidad.
7. Posee material obsoleto.
8. Tiene mas gente en EMGE - COEDOC - COTER que en las Unidades de Combate.

Mientras otros ejercitos, aca cerca nomas, se entrenan en el LEOPARD 2, YPR 725 y M 109.
 
S

SnAkE_OnE

y que aportas con este comentario Germa? la Institucion no es una logia masonica secreta, necesita un contacto con el resto de la sociedad, para transmitir dentro de cierto criterio determinado, sus falencias y virtudes asi facilitar tambien la solucion o potenciacion de los mismos, hagamos un ejemplo, vos invertis 10 pesos en algo, no te gustaria ver en que se plasma esa inversion que hiciste? y si pudiste constatar que esa inversion te salio buena, no querrias meterle mas $ para mejorarla? lo dejo a tu consideracion.

en todo caso el problema de falta (y a veces sobra) de gente no es excluyente del EA, pasa en todas las FFAA, no por nada nuestros pilotos se estan yendo al sector privado, pero tampoco es excluyente de la Argentina, sino que lamentablemente es una realidad mundial.
 

Willypicapiedra

Miembro del Staff
Moderador
Bueno, en todo caso que le informen a la sociedad que paga los miserables equipos que tienen o lo que queda de ellos, "lo bien que funcionan".

Un ejemplo es la Revista Aeroespacio. El dia que quede un solo avion, va a hacer una nota completa con lo bien que anda el aparato !!!!!


Willy
 

Willypicapiedra

Miembro del Staff
Moderador
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Relaciones entre la Prensa y las Fuerzas Armadas en Operaciones Militares
Tcnl Guillermo Horacio Eduardo Lafferriere


El tema acerca de las relaciones de la prensa y los militares en oportunidad de desarrollarse operaciones militares ha sido muy poco tratado en nuestro país. Y ello sucede, probablemente, porque la ausencia de una experiencia continuada en la guerra hace que no sea considerado con la profundidad con que lo han hecho otros países, más acostumbrados a considerar los conflictos bélicos como una experiencia posible.
Sin embargo, la cada vez más frecuente participación de nuestro país -especialmente de la fuerza Ejército en operaciones Militares de Paz en distintos escenarios bélicos del mundo-, hace que el tema de la relación con la prensa en el marco de las operaciones militares no sea, a prima facie, descartado.
Para la realización del presente trabajo, se ha tomado bibliografía en muchos casos inédita en el país, pero que, según creemos, ayudará a ofrecer una visión más clara de la problemática a desarrollar, si nos basamos en lo anteriormente expresado respecto de la falta de una real vivencia propia sobre el tema.
El trabajo se ha organizado sobre la base de un análisis de la evolución que el binomio prensa - militares ha tenido a lo largo de los últimos 150 años, empleando, para ello, los datos que aporta la historia militar. Finalmente, ofrecemos las correspondientes conclusiones, que aportan un firme punto de partida para establecer una relación positiva entre la prensa y los militares, en toda ocasión durante la cual se desarrollen operaciones militares.

Análisis de la situación

Periodistas y militares poseen visiones diferentes respecto del rol que ambos deben cumplir en oportunidad que se desarrollan operaciones militares. Es que los planos desde donde cada uno observa la realidad, son muy diferentes. Los primeros lo hacen considerando que la opinión pública tiene el derecho de saber qué ocurre con los conciudadanos que sirven en las FFAA, durante la ejecución de las operaciones. Por su parte, los militares tienen muy acendrado el criterio de seguridad, como principio de conducción básico para el desarrollo de sus actividades, y por ende, mantienen reserva ante la presencia de periodistas, a quienes, normalmente, consideran muy poco proclives a guardar un secreto, aun cuando las vidas de compatriotas esté con ello comprometida.
Este conflicto se presenta casi como irresoluble, y en el desarrollo del trabajo se advertirá que, actualmente, no existe una solución definitiva para el tema. Esa misma dificultad es la que nos ha motivado a seleccionarlo, y respaldados por la rica fuente de experiencia que la historia militar ofrece, trataremos de poner algo de luz sobre un conflicto difícil de solucionar.
El objetivo de este trabajo es demostrar que, a pesar de la diferencia de enfoques y finalidades existentes entre periodistas y militares, resulta indispensable la determinación de una política que asegure un mínimo de fricciones entre los mismos, durante el transcurso de las operaciones militares.
Asimismo, el objeto del desarrollo de este pensamiento pretende rescatar la inquietud sobre el tema, para que la Fuerza, que viene desarrollando una exitosa campaña de acercamiento hacia la prensa, extienda la misma a quienes componen el denominado “Cuarto Poder”, de tal manera que los periodistas comprendan fehacientemente las dificultades que los militares enfrentan durante el desarrollo de su misión en la guerra, para poder preservar la seguridad de sus tropas y la de las operaciones.
Damos, pues, inicio al desarrollo del trabajo, haciendo una aclaración que consideramos de interés. Los ejemplos que a continuación se citan, estarán referidos a situaciones presentadas en sociedades donde la prensa es libre, es decir, donde los gobiernos, en mayor o menor medida, toleran que posturas diferentes a la propia tengan difusión en los medios de comunicación social. No será, pues, objeto de análisis lo sucedido en sociedades donde esta práctica no es permitida, pues se considera que no existiría en las mismas un conflicto entre la libertad de informar y la necesidad de resguardar objetivos militares.


El nacimiento de una relación

Probablemente, nuestro trabajo puede comenzar remontándonos al año de 1854, momento en el cual el Reino Unido de Gran Bretaña, Francia y Turquía se hallaban en guerra contra la Rusia zarista. El teatro de operaciones empleado durante este conflicto fue el Mar Negro y la península de Crimea. Esta guerra entre potencias no resultaría de mayor interés para este estudio, si no fuera porque en la misma -y por vez primera- se hizo presente en el campo de batalla, un fenómeno sin precedente y que consideramos fundamental. Este acontecimiento fue la presencia de periodistas -fundamentalmente del lado de las potencias aliadas- quienes eran capaces de informar directamente a los medios gráficos, noticias acerca de las acciones militares en desarrollo. A la vez, dichos medios publicaban en sus correspondientes ediciones, la información obtenida. El fenómeno descripto era producto de las facilidades que los buques a vapor, trenes y finalmente la instalación del telégrafo en Balaklava, ofrecían a aquellos primeros corresponsales de guerra en la difusión de la información. Los tiempos para la remisión de sus despachos alcanzaban al principio, entre 10 y 14 días, para posteriormente reducirse a tan sólo 48 horas. La presencia de periodistas en los campos de batalla tuvo un efecto inmediato en los lectores de las crónicas de la época, quienes podían tener una vívida descripción de los sucesos acaecidos, a lo que acompañaba no sólo el resultado de la acción militar, sino también los padecimientos de las tropas y el crudo detalle de los combates.
Esta presencia, en el caso británico, se continuó en futuras acciones militares. Ejemplos de lo descripto se pueden hallar en crónicas de la sofocación de la rebelión de los cipayos de 1857 - 1858, donde las tropelías cometidas por los amotinados contra los oficiales británicos y sus familias, estaban descriptas con gran detalle.
Por cierto, el efecto que las crónicas mencionadas tuvieron sobre la población que tomaba conocimiento de las mismas, variaba con los contenidos que presentaban y según la perspectiva desde la cual estaban escritas. En efecto, para el caso de la guerra de Crimea, las descarnadas descripciones de las acciones militares –y especialmente las de las falencias que el sistema logístico británico poseía, así como la conducta poco profesional de los altos mandos del ejército- produjo, por parte de la población británica, una reacción masivamente contraria a la guerra. En cambio, una actitud diferente fue la que mostró la población respecto de los motines en la India, donde la opinión pública apoyó decisivamente las acciones tendientes a la supresión del motín, reclamando aun el empleo de los medios más drásticos para su cometido.
Hasta que se produjo la presencia de los periodistas acompañando a las tropas en sus campañas, la población civil podía tener una vivencia de lo que la guerra significaba en términos de destrucción y muerte, por alguna de las siguientes circunstancias:
• Porque las acciones militares eran desarrolladas en su propio territorio.
• Por las referencias proporcionadas por algún familiar que se encontraba en campaña, o bien por la lectura de algún tipo de publicación.
Podemos convenir, que hasta mediados del siglo XIX, la difusión de los medios periodísticos era más bien restringida, ya que el gran auge de los mismos llegó de la mano del progreso concretado en diferentes medios de comunicación, como los vapores, los trenes y el telégrafo. Por lo tanto, la vivencia de la guerra a la que anteriormente nos referíamos, estaba normalmente restringida a un sector no mayoritario de la población, con poca capacidad de presión social. Creemos oportuno, además, destacar que la gran repercusión que las noticias sobre las campañas tenían en la sociedad británica de mediados del siglo XIX, provenía del alto grado de participación que la sociedad poseía acerca de los asuntos públicos. Vale recordar, que los miembros de la Cámara de los Comunes eran elegidos -así como también el Primer Ministro- no solamente por la burguesía sino por la clase trabajadora, hecho que daba mayor importancia a las repercusiones de las acciones militares en la sociedad.
Cabría, pues, preguntarnos, desde una focalización comunicacional, si el propósito de la información que provenía tanto de Crimea como de la India, respondía a un criterio intencional o no intencional. Muy probablemente, en ambos casos, creemos que se trató de obtener, de parte de quienes recibían el mensaje, una reacción determinada. En el primer caso, probablemente el objetivo estuvo orientado a conmover a la opinión pública acerca de las condiciones en que sus soldados debían hacer la guerra, y quizás oblicuamente, criticar al propio gobierno, el cual era directamente responsable de la guerra. En el caso de la India, los motines tuvieron una gravedad tal, que pusieron en peligro la principal posesión de ultramar de la Gran Bretaña, mientras la intencionalidad pudo estar enmarcada en la necesidad de apoyar las acciones militares que tendían al restablecimiento del orden, y finalmente, a la retención de la India.



Los ejemplos citados en referencia a la experiencia británica, son pasibles de ser trasladados a la Argentina de la segunda mitad del siglo XIX. En efecto, entre los años 1865 y 1869, se desarrolló la Guerra de la Triple Alianza, en la cual el Paraguay se enfrentó a la Argentina, el Imperio del Brasil y el Uruguay. En esta guerra, también se hicieron presentes sobre los campos de batalla, los periodistas y dibujantes, quienes a semejanza de los casos anteriores, producían despachos que eran publicados en los diarios de Buenos Aires. Pero en este hecho, periodistas y dibujantes cursaban mensajes contrarios a la guerra, especialmente en la medida que ésta se alargaba y no se hallaba una definición para la misma. Algunos periódicos llegaron, incluso, a publicar una proclama del caudillo Felipe Varela, llamando a la paz inmediata con el Paraguay.
Como vemos, tanto en el caso de Crimea, el de la India, e incluso en menor medida en el caso de la Guerra de la Triple Alianza, la conducción de las operaciones militares tuvo, por vez primera, que enfrentar una situación para la que no estaba preparada. Y esta situación se refería a la dificultad de asumir el hecho que la opinión pública pudiera influenciar sobre las operaciones en desarrollo, o bien porque se originaban en razón de la información proveniente del propio teatro de operaciones, y que no eran producidas por los comandos militares responsables de la conducción. A partir de la presencia de la prensa en el campo de batalla, ya no sería posible, en el futuro, desarrollar las operaciones militares a los más altos niveles de conducción, sin previamente tener en cuenta las políticas a seguir con los periodistas, y la información que los mismos obtenían y difundían a un frente de guerra -al que denominaremos frente interno- el cual, aunque normalmente se encontraba distante del lugar de las operaciones, podía hacer sentir su influencia sobre el frente real de combate.
A pesar de lo expresado, no aparece, sin embargo, una política clara respecto de la presencia de los periodistas en el campo de batalla. Y pese a las experiencias descriptas, al estallar la Primera Guerra Mundial en 1914, no existía aún la conciencia de la necesidad de hacer frente al problema. De esta manera, y como veremos a continuación, se desarrolló una serie de incidentes que volvió a demostrar las falencias de ignorar el enfoque pertinente que la situación requería.
El 4 de septiembre de 1914, las tropas británicas tuvieron que efectuar un repliegue hacia el río Sena, en previsión de que la posición ocupada previamente, no pudiera ser sostenida por más tiempo. Durante la ejecución del repliegue, estas tropas sufrieron la pérdida de más de 1.500 hombres, en poco menos de dos semanas. Estas bajas, junto con el detalle de las penurias sufridas por las tropas en la ejecución de la operación, fueron publicadas por un corresponsal de guerra del “The Times”, hecho que causó, entre la población británica, una situación cercana al pánico. Esto motivó que Winston Churchill -que a la sazón era Primer Lord del Almirantazgo del gobierno inglés (cargo equivalente al de Secretario de Marina en los EE. UU.)- escribiera a los dueños del diario, manifestándoles que su despacho se había convertido en “un arma contra el propio Estado”. Más adelante, y a modo de ejemplo de lo que los corresponsales de guerra escribían desde los campos de batalla, vaya el siguiente relato efectuado por Stanley Washburn, desde el frente del Este, en Galitzia: “En toda dirección, en cada hoyo de artillería, están desparramados los fragmentos azules de un uniforme austríaco, convertidos en jirones por la fuerza de los explosivos; y a lo largo del campo permanecen los pedazos de brazos, una pierna dentro de una bota, o algún otro horrible recordatorio de soldados.. .”
No es difícil imaginar la repercusión que en la población civil podía tener la lectura de este tipo de despachos periodísticos, provenientes del frente de guerra. Además, debe tenerse en cuenta, que el ejército británico dependía del alistamiento voluntario, para poder producir los reemplazos y la formación de unidades. Probablemente, lo grave del caso está relacionado con la ausencia de una acción de parte del gobierno o de las autoridades militares, capaz de originar una manera adecuada de informar a la población, sin que la misma recibiera exclusivamente imágenes negativas del frente de guerra.
Quizás, y para cerrar este punto, conviene hacer referencia al año 1915, cuando Winston Churchill concibió la ejecución de desembarcos de tropas británicas y del Commonwealth en la península de Gallípoli, para de esa forma atraer tropas turcas que podrían ser empleadas en el Cáucaso contra los rusos. La opinión pública acompañó la decisión de llevar adelante la campaña en un lugar tan alejado, ya que si se derrotaba a los turcos, se eliminaba a Turquía de la guerra, y de esa forma se acortaba la lucha. Esta decisión obligó a priorizar el esfuerzo militar en los Dardanelos, en despecho de las operaciones del frente occidental. Pero en la medida que la opinión pública tomó conocimiento de los desaciertos en la conducción de la guerra, y en la gran cantidad de bajas que las fuerzas propias sufrían, la corriente de pensamiento cambió a favor de abandonar la empresa. Esta variante en la opinión pública tuvo como resultado el relevo del comandante militar en Gallípoli, más el desplazamiento de Churchill, quien como teniente coronel asumió el mando de un batallón de infantería en el frente occidental, lugar éste, donde paradójicamente, el esfuerzo de guerra británico fue nuevamente concentrado.



sigue....

Willy
 

Willypicapiedra

Miembro del Staff
Moderador
La Segunda Guerra Mundial, un momento de transición

Hemos visto, hasta ahora, cómo la presencia del periodismo en los teatros de operaciones comenzó a tener influencia sobre el desarrollo de las operaciones, en la medida que sus despachos podían influenciar a los lectores -potenciales votantes- respecto de las decisiones que los gobiernos podían tomar en relación con la guerra. En la Segunda Guerra Mundial (IIGM), la relación entre la prensa y los militares comenzó a sufrir modificaciones, ya que los mandos militares tomaban conciencia de la importancia de mantener una política hacia ese factor, que posibilitara un menor entorpecimiento del accionar de la misma por sobre el desempeño militar. Cabe mencionar, que entre los años 1936 y 1939, Europa fue testigo de la denominada Guerra Civil Española, en la cual, si bien existió una importante presencia de corresponsales -especialmente extranjeros-, en España, el periodismo fue empleado por los bandos en oposición como un arma propagandística para la conducción de la guerra y el sostenimiento del público interno de retaguardia. Además, como lo mencionamos al principio, ninguno de los oponentes tenía una especial vocación en favor de la libertad de prensa, por lo que el ejemplo español no puede ser tomado en consideración para el presente estudio.
Para analizar la relación prensa - militares en la IIGM, creemos que resulta válido establecer, como línea divisoria de etapas, aquella que marca la aparición de los EE.UU., como el principal país responsable del liderazgo del esfuerzo de guerra contra la Alemania de Hitler. En efecto, fue con la masiva acción de las tropas norteamericanas en los diferentes teatros de operaciones, cuando la presencia de periodistas -especialmente de ese país- resultó fácilmente distinguible en todos los frentes, y en prácticamente todos los niveles de comando. Esta presencia logró que el público en sus hogares, lejos de los campos de batalla donde se desarrollaban las acciones militares, recibiera un gran flujo de información relacionada con las mismas. En esta guerra, la mejora de las comunicaciones había acortado aún más el tiempo en que los reportes arribaban a las redacciones de periódicos y radios, por lo que su difusión tan rápida contribuía aun más, a impactar la opinión pública. Sin embargo, el sentido de cruzada contra los enemigos de la libertad, que líderes como Churchill y De Gaulle habían logrado insertar en la opinión pública de su países, hizo que cuando se produjeran presiones de la prensa sobre el desarrollo de las operaciones, en general no tuvieran mayor eco entre la población civil. En efecto, cuando a comienzos de 1942, el gobierno inglés se enfrentó a una fortísima campaña de prensa en contra de los desastrosos resultados obtenidos en puntos tan distantes del planeta como Malasia, Birmania, Tobruck y Singapur, la misma tuvo gran influencia en algunos miembros de la Cámara de los Comunes, pero escasa repercusión en la población, la que mayoritariamente apoyaba al gobierno.
Este sentimiento de cruzada, que prácticamente acompañó a la opinión pública aliada en los seis años de guerra, probablemente haya sido el soporte mediante el cual, hechos negativos con gran repercusión en los medios de prensa, no tuvieron influencia en la guerra. Sin embargo, un ejemplo puede ser útil a la hora de demostrar cómo el poder de la prensa pudo manifestarse, incluso cuando la opinión pública apoyara masivamente el esfuerzo de guerra.
En 1943, en plena campaña de Sicilia, el comandante del 7mo Ejército de los EE.UU. era el Grl George Patton, quien se había destacado como conductor militar en el Norte de África. En el transcurso de una visita a soldados heridos en el 93er Hospital de Evacuación, el general, luego de condecorar a varios heridos y de rezar en el lecho de quienes estaban en trance de morir, se encontró con el soldado Paul Bennett de la 13ra Brigada de Artillería, quien se encontraba en el hospital, ya que no soportaba hallarse bajo el fuego de la artillería enemiga. Patton reaccionó entonces airadamente, y llegó a desenfundar una pistola, amenazando al soldado con matarlo si inmediatamente no regresaba al frente de guerra. Esta actitud, y la repetición de la misma en una circunstancia similar, tuvieron una amplísima cobertura en la prensa aliada, y el clamor hizo que fuera necesario que el Grl Eisenhower relevara a Patton luego de la campaña. Este hecho influenció en las futuras operaciones, ya que el Grl Patton fue relegado a un plano totalmente secundario para el planeamiento de la operación de invasión a Francia, permitiendo que el Grl Bradley ocupara una posición de mando que, hasta el momento de los incidentes, claramente le pertenecía a Patton, quien poseía una capacidad para el empleo del poder militar muy superior a la de la persona designada.


De Vietnam a la Guerra del Golfo, dos enfoques diferentes

Probablemente, la guerra de Vietnam, y particularmente el período delimitado por la participación activa de los EE.UU. en ella, sea el que más experiencias ha otorgado, acerca de las dificultades que para la conducción de la guerra puede traer una mala relación entre la prensa y la conducción militar o política de la guerra. En esta guerra, y prácticamente desde el comienzo de la intervención norteamericana, la prensa fue un factor cuasi omnipresente en todo el teatro de operaciones del Sudeste asiático. La posición desde la que el periodismo trató a esta guerra fue, quizás, desde sus comienzos, totalmente opuesta a la participación de las fuerzas estadounidenses. Basta recordar aquella famosa imagen tomada el 11 de junio de 1963, en la que un monje budista roció su cuerpo con combustible y se prendió fuego. Esta toma llegó a la totalidad de los hogares norteamericanos, y su significado era claro: los hombres de las FFAA de EE.UU. se encontraban combatiendo a favor de un régimen brutal, a miles de kilómetros de sus hogares. A pesar de esto, el esfuerzo norteamericano en Vietnam fue creciendo, y llegó a su punto clímax, con casi 500.000 hombres de todas las FFAA prestando servicio en ese país, sin contar las contribuciones militares mucho menores de países como Australia.
A pesar de un despliegue tan masivo de hombres y medios, en relación con tan pequeño teatro de operaciones, y la falta de un objetivo de guerra claro y definido desde las más altas esferas en el gobierno de los EE.UU., provocaron que se careciera de una estrategia que posibilitase alcanzar la victoria sobre el terreno. Esta situación, prontamente, trajo como consecuencia una prolongación indefinida en el tiempo de la guerra. Y si a esto le sumamos que diariamente las familias norteamericanas podían asistir, en sus hogares, a escenas provenientes de los campos de combate, que mostraban una crudeza sin parangón, podemos admitir como razonable, que la opinión pública se volcara masivamente en contra de la continuación del esfuerzo de guerra en Vietnam. Probablemente, lo paradójico resulta de la experiencia de guerra de los EE.UU. en el Sudeste asiático, y es que en casos muy aislados, sus fuerzas en el campo resultaron derrotadas. En efecto, tanto las fuerzas del Vietcong como las regulares del ejército de Vietnam del Norte, en casi todas las oportunidades en que debieron enfrentar a las tropas de los EE.UU. sobre el terreno, fueron derrotadas. Pero a pesar de ello, la prensa seguía proporcionando a la población, en los hogares, una imagen de derrota y de ineficiencia en la conducción de la guerra.
Sin lugar a dudas, la ofensiva Tet de 1968 puede constituirse en un ejemplo cabal de lo que expresáramos en el párrafo anterior. A principios de febrero de ese año, la ofensiva se inició con el asalto a la embajada de los EE.UU. en la ciudad de Saigón, y alcanzó su punto más alto cuando tropas de la Infantería de Marina recuperaron la ciudad de Hue, al Noreste de Vietnam del Sur. La ofensiva de las tropas comunistas fue masiva en su esfuerzo militar y sorpresiva en su ejecución, pero a pesar de ello, resultó completamente detenida, mientras que las bajas sufridas por esas tropas fueron incontables. Sin embargo, la visión que la prensa norteamericana llevó a los ciudadanos, en su país, resultó tan distorsionada y apartada de la realidad, que creó en la conciencia colectiva, la idea de que las fuerzas de los EE.UU. habían sufrido una humillante derrota durante la ofensiva Tet. De esa forma, el clamor popular por un pronto retiro de fuerzas del Sudeste asiático fue, a partir de ese momento, creciendo en forma tan sostenida, que obligó al entonces presidente Johnson a renunciar a una posible candidatura presidencial, y a que el candidato republicano Nixon basara gran parte de su campaña electoral, en la promesa de retirar las fuerzas de Vietnam.
Tan traumática había sido la relación prensa - militares en la guerra de Vietnam, que quien fuera comandante del teatro de operaciones en ese país -el Grl Westmoreland- manifestó que su peor enemigo era la prensa y no el Vietcong o el ejército de Vietnam del Norte. Tal expresión, proviniendo de un comandante militar con experiencia de guerra en la IIGM y en Corea, no hizo más que demostrar que la relación entre el periodismo y sus fuerzas no había estado basada en ninguna política sólida, que posibilitara crear un marco de entendimiento entre quienes tenían la responsabilidad de conducir las operaciones, y aquellos que hacían de la información al público, su meta.
La experiencia vietnamita determinó que los EE.UU. debieran iniciar una etapa de profunda introspección para poder delimitar cuáles habían sido las fallas que motivaran tan mal resultado durante la guerra. El dilema consistía en hallar una forma de compatibilizar la necesidad de preservar la información a difundir -producto de la propia actividad militar- con el anhelo de una sociedad libre, ansiosa por disponer, en todo momento, de un acceso casi irrestricto a la información.
Este dilema comenzó a generar respuesta a muchos miles de kilómetros de Vietnam, en otra guerra, mucho más reciente en el tiempo. Nos referimos a la Guerra de Malvinas, y a la forma que el Reino Unido de Gran Bretaña encontró para tratar de armonizar la ecuación prensa - militares. En efecto, el comando militar a cargo de la operación Corporate, autorizó la presencia de los denominados teams (equipos) de periodistas, los que podían acompañar a las tropas en operaciones. Claro que, al mismo tiempo, se les fijaba a los periodistas, recorridos por los cuales podían transitar, y al mismo tiempo se establecían criterios para la difusión de la información. En efecto, 28 periodistas fueron autorizados a viajar con el contingente militar británico hacia el Atlántico Sur, pero los mismos eran acompañados por siete censores del Ministerio de Defensa británico, y por oficiales de prensa militar agregados a cada unidad. La misión de este personal era impedir que la información producida pudiera afectar a la propia conducción militar. Y aun cuando las noticias pasaban este proceso de control, en la sede del ministerio en Londres se producía otro nuevo chequeo, antes de que dicha información fuese remitida a los medios.
Puede concluirse, entonces, que es fácilmente observable la diferencia entre establecer una política para la relación prensa - militares en tiempo de guerra, y la de no formularla. Las ventajas aparecen claras a la hora de evitar situaciones conflictivas, que puedan afectar a la propia conducción en la consecución de su objetivo militar.
Los EE.UU., sobre el comienzo de la década de los noventa, se vieron envueltos, junto a otras naciones, en la denominada Guerra del Golfo, en la cual fijaron claramente una política para tratar con la prensa durante la ejecución de las operaciones militares. Según el Grl Schwarzkopf, la mentira y el falso optimismo fueron los ingredientes que hicieron que, gradualmente, el público norteamericano negara apoyo a la guerra en Vietnam. Por esta razón, se prometió, asimismo, no mentirle a la población, pero al mismo tiempo, no se deseaba convertir a la prensa en una fuente de valiosa información para el enemigo que debía enfrentar. Este criterio fue observado por las autoridades de los EE.UU., para todo lo relacionado con la difusión de información. Así, mediante la realización de conferencias de prensa efectuadas en el comando de las fuerzas multinacionales -la mayoría de las cuales eran encabezadas por el mismo comandante- se difundía aquella información que se consideraba de interés para el público, evitando que otros niveles de comando inferiores difundieran información sin la debida autorización. Cabe recordar, que el Jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea de los EE.UU., Grl Michael Dugan, fue relevado, por efectuar comentarios acerca de la manera cómo se iba a emplear el poder aéreo en la campaña militar, próxima a realizarse. Asimismo, se aplicó el sistema anteriormente mencionado, respecto de conformar equipos de periodistas, acompañados por un oficial de prensa, que recorría diferentes elementos de las fuerzas en campaña -previamente determinados- para que, de esa manera, los miembros de la prensa pudieran tener ocasión de entablar contacto con las fuerzas empeñadas en el combate, pero sin la libertad de transmitir a sus respectivos medios absolutamente todo, como fue el caso de la experiencia en Vietnam.
Sin embargo, y pese a todos los recaudos tomados, se produjeron incidentes que afectaron a la conducción. Uno de ellos se concretó a partir de un reportaje hecho por una cadena de los EE.UU. a pilotos de la Fuerza Aérea, los que se encontraban afectados a atacar las columnas de fuerzas iraquíes que, en forma desordenada, abandonaban el territorio de Kuwait en dirección a Iraq. Los pilotos describían sus ataques como una especie de tiro al blanco, lo que tuvo una amplia repercusión en la prensa norteamericana, que comenzó a realizar cuestionamientos acerca del grado de violencia que empleaban las fuerzas de la coalición, para hacer cumplir su cometido de liberar a Kuwait. Esta situación causó alarma en el gobierno de aquel país, dado que no deseaba perder el apoyo que las encuestas le proporcionaban en relación con la consecución de la guerra. De inmediato, la presión política se hizo sentir sobre el Jefe del Estado Mayor Conjunto, Grl Powel, quien, a su vez, se comunicó con el Grl Schwarzkopf. El incidente en cuestión no tuvo mayor repercusión, probablemente porque la guerra estaba alcanzando su fin y de una manera más que exitosa. Pero muy probablemente, de no haber sido la situación tan favorable, podría haber incidido para detener los ataques, y quizás, una parte muy considerable de las fuerzas iraquíes habría abandonado Kuwait, sin merma de su poder de combate.


Conclusiones

A lo largo del presente trabajo, hemos podido observar una breve evolución de la situación entre la prensa y los militares, partiendo de la experiencia obtenida durante casi 150 años tiempo en que esa relación fue, la más de las veces, difícil. Y esta dificultad surgió, como antes hemos mencionado, de la lucha de dos criterios opuestos –según creemos, de manera irremediable-. En primer lugar, el pensamiento de los conductores de operaciones militares, que presionados por las instancias superiores, deben materializar, en términos militares, los objetivos que los políticos han determinado para la realización de la guerra, y que en su búsqueda necesitan, simultáneamente, emplear sus fuerzas para alcanzarlos y proporcionarles seguridad. Por otro lado, la necesidad planteada por los medios de información, de obtener material para satisfacer la necesidad de saber, que tanta relación posee con el sostenimiento de la prensa libre y las libertades de un país.
Empero, si bien se reconoce como irremediable la división de las voluntades enfrentadas, se considera que las siguientes conclusiones pueden aportar alguna posibilidad de minimizar los roces entre periodistas y militares, toda vez que estos últimos deban hacer uso del poder militar.
• No es posible una política de negación absoluta de información, como tampoco otra que permita libre acceso a la misma.
El negar a la prensa el acceso a la información no solamente atenta contra el derecho del público para conocer cómo sus conciudadanos combaten en la guerra, sino que puede generar consecuencias negativas a la propia conducción, al dar un marco adecuado para que surjan rumores, los cuales, al estar basados en una mezcla de datos ciertos y falsos, contribuirían a llevar angustia y desconcierto a la población. Por el contrario, si se permitiese a la prensa acceder a toda la información que se produzca en un teatro de operaciones, la seguridad de las propias tropas y aún la de las acciones a realizar podrían, seguramente, verse afectadas, y al mismo tiempo, minar el necesario apoyo del público para la consecución del esfuerzo de guerra.
• Debe establecerse una relación de confianza mutua entre el comando de la fuerza militar y la prensa.
Quien tenga la responsabilidad de conducir operaciones militares, deberá, desde un principio, establecer una relación de confianza mutua entre su comando y la prensa acreditada al mismo. Esta relación a obtener, deberá estar basada sobre realidades concretas, esto es, sobre la aceptación de ambas partes del rol que deben cumplir en la circunstancia en que se encuentran. La comprensión, por parte de la autoridad militar, del hecho que la prensa requiere información para los medios a los que representa, debe constituir el principio que guíe su relación con la misma. Deberá, para ello, disponer de un órgano que sea el responsable de todo lo atinente al trato con la prensa, desde la organización de conferencias, visitas a unidades y difusión de comunicados, hasta la recepción de las quejas y sugerencias que se le formulen.
Por su parte, la prensa debe también comprender -y en esto la figura del comandante de la operación y su EM tienen mucha responsabilidad- que la necesidad de las operaciones militares implicará, en algunos casos, no poder difundir la información en la oportunidad en que la prensa lo desea, así como que la visita a elementos de primera línea puede verse restringida, por necesidad de preservar la seguridad de las tropas y de la operación. Todo ello debe ser bien manejado por el comandante y su EM, de forma que la prensa advierta que cuando se le retacea información, es exclusivamente en orden a la protección de una operación o en favor de la seguridad de las tropas. Este último punto es clave para poder lograr un clima de confianza que evite la generación de rumores o la búsqueda de información por parte de la prensa, en fuentes que no son las adecuadas.
• El comandante deberá fijar quién será el encargado de informar a la prensa y la manera como la misma podrá tomar contacto con las unidades de combate.
Creemos que el criterio aplicado por los EE.UU. durante la Guerra del Golfo puede ser el más indicado, ya que la presencia del comandante en las reuniones de prensa contribuirá a acrecentar el grado de veracidad de la información que se difundirá. Al mismo tiempo, las giras de periodistas por las unidades del frente, acompañados por oficiales de la organización creada en el EM para tratar con ellos, contribuirá a la satisfacción de la necesidad periodística de información, al tiempo que favorecerá el hecho de que la misma sea veraz y no distorsionada.
• No se empleará la mentira como forma de negar errores.
En el desarrollo de operaciones militares, será inevitable que se produzcan errores que afecten a las tropas, a la operación en desarrollo, y por ende, al objetivo buscado por la guerra. Comprender esta cuestión, probablemente ayude a evitar la actitud de negar o tergiversar información relacionada con los mismos. Esa actitud afectará muy negativamente al clima de confianza que se deseaba mantener con la prensa en el comando, y por lo tanto, puede resultar que los periodistas no busquen más la información en los lugares que el comandante estableció para su difusión. Una declaración veraz, con la mayor cantidad de detalles compatibles con la seguridad de las tropas y de las operaciones, contribuirá, sin duda, a que la prensa no se haga eco de rumores escandalosos sobre lo sucedido, al tiempo que reforzará la convicción de que es el comando la fuente más segura para obtener información.
• El comando creará facilidades para que la prensa pueda difundir la información obtenida.
Si bien cada vez son más los medios que la tecnología pone a disposición de la prensa para la transmisión -en tiempo real y desde cualquier punto de la tierra- la existencia en el comando de instalaciones que faciliten el trabajo de la prensa en campaña -y aun el alojamiento de los periodistas- redundará en una positiva actitud de los mismos ante las necesidades militares.
Finalmente, insistimos en un hecho básico: la necesidad de que los periodistas comprendan que el mejor lugar para la obtención de información, es el propio comando.

Salute

Willy
 
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