Canales fueguinos
Homenaje al ARA “Fournier”
23-3-2014 | La tripulación de la fragata ARA “Libertad” rindió honores a los náufragos del rastreador de la Armada hundido en septiembre de 1949. Participó Jorge Luis Lestani, hijo del segundo comandante de la nave, fallecido en la tragedia.
En navegación - La mañana del 20 de marzo amaneció con los coletazos del viento que durante la noche tocó los 82 nudos de velocidad. Mientras la fragata navegaba por el Estrecho de Magallanes con dirección a Punta Arenas (Chile), y en cercanías de la isla Dawson, se realizó en la toldilla una formación de honor. Fue la tercera en la zona, después de las realizadas en Bahía Aguirre en honor al ARA “Guaraní”, y en paso Mackinley, donde falleció el alférez de fragata Juan Mackinley cumpliendo tareas oceanográficas con otros miembros de la Armada.
Al llegar al lugar del
hundimiento del rastreador ARA “Fournier”, y como es tradición en la Marina cada vez que un buque pasa por la localización de un naufragio de una nave argentina, la tripulación de la fragata realizó una ceremonia de homenaje a los marinos naufragados, presidida por el comandante del buque escuela, capitán de navío Marcos Henson.
A bordo, embarcado desde la ciudad de Ushuaia, se encontraba Jorge Luis Lestani, hijo del teniente de navío Jorge Humberto Lestani, segundo comandante del rastreador “Fournier” y una de las víctimas del naufragio. Luego de una reseña histórica alusiva, el capellán Luis María Berthoud realizó una invocación religiosa junto a Jorge Luis en memoria de los 77 náufragos del buque de la Armada.
Acto seguido, el comandante, el capellán y Lestani se acercaron con ofrendas florales a la banda de estribor, de cara a la isla Dawson y arrojaron los ramos al tiempo que la “Libertad” hacía sonar sus sirenas y el trompa tocaba “silencio”.
Honrar a papá
Jorge Luis Lestani tenía un año y nueve meses cuando el rastreador “Fournier” se hundió en los canales fueguinos llevándose a su padre. Vivía en Puerto Belgrano con su mamá y su hermana María Mercedes, de seis meses. De chico realizó el Liceo Naval y en 1971 partió por trabajo a vivir en Panamá. Sus decisiones, y en cierta medida el destino, lo llevaron a vivir en varios países latinoamericanos hasta volver a Panamá para radicarse definitivamente.
Pero Jorge Luis siempre se mantuvo conectado a la historia del “Fournier” y de su padre. Desde chico quiso visitar el lugar que por diversas circunstancias se le negaba. Durante sus años de cadete en el Liceo nunca pudo navegar en el Estrecho de Magallanes. Sí en Ushuaia y hasta en la Antártida; pero nunca en el lugar de localización del naufragio.
Se convirtió durante años en un estudioso de las circunstancias del hundimiento y concentró sus esfuerzos en llegar por sus propios medios al lugar. Claro que el sitio no es de fácil acceso; es una isla remota, dificultosa, y para algunos de apreciación imposible. “Yo nunca me di por vencido y busqué cartas, mapas, contacté agregados navales argentinos y chilenos buscando la manera de llegar a la isla Dawson que era muy difícil por tierra, sólo a caballo y en varios días de marcha, o con lancha pero a través de fiordos y con las condiciones climáticas que dificultan mucho la navegación”, cuenta Jorge Luis.
Luego intentó llegar a través de empresas de cruceros turísticos, pero ninguna le otorgó esa opción. “Busque por todas las vías posibles, siempre en forma particular, y ante las dificultades lo comenté con un amigo que fue compañero mío del Liceo Naval y ex oficial de la Armada retirado en el grado de capitán de navío, que trabajaba como consultor del Comando de Adiestramiento y Alistamiento. De él fue la idea de consultar a la Armada”.
Esto fue el año pasado y ese amigo identificó a la fragata ARA “Libertad” y a otro buque como las opciones que pasarían por el lugar durante este año. Una vez confirmado el itinerario de la fragata, Jorge Luis solicitó el permiso para participar del homenaje.
“El momento lo viví con más tranquilidad de la que esperaba. Yo tengo una dificultad para tratar con estas emociones específicas en relación a mi padre. No sé por qué. Soy una persona de expresar fácil sus emociones, pero en relación a mi padre, es una cosa incontrolada. Hay un libro que se escribió hace muchos años sobre la tragedia del “Fournier” y yo aún no lo he podido leer; lo he comenzado muchas veces y no puedo. Se me nubla la vista, me pongo a llorar. Es algo que no sé explicar”, confesó Jorge Luis.
De su evidente emoción al momento de arrojar al mar las flores, Lestani destacó que “lo sentí con mucho orgullo. Ya había participado de otros homenajes, pero efectuarlo en el lugar del naufragio le imprime otro carácter. Desde que me confirmaron que embarcaría esto no había salido de mi cabeza; lo quería vivir más que planificarlo y así lo hice. Muchas veces pensé en cómo habría sido la muerte de mi padre y aquí pude sentir las circunstancias en el ambiente geográfico en que eso ocurrió; nosotros estamos pasando aquí en marzo y aquello ocurrió en septiembre, y a pesar de esa diferencia hoy aquí hace mucho frío, el viento ha estado anoche implacable y lo hemos sentido en la navegación. También pensar que tal vez sus últimos pensamientos hayan sido hacia sus hijos, que éramos tan chiquitos”.
Finalmente, Jorge Luis manifestó que “realmente respeto mucho la labor de los marinos que están constantemente sujetos a este tipo de ocurrencias y que gratuitamente por así decirlo, sólo por el honor de servir a la Patria se exponen a este tipo de cosas. He sentido la fraternidad de todos. Es para mí la manifestación del espíritu de cuerpo de la Marina, que lo viví y conservo dentro mío como si fuera ayer”.
Las flores a don Luis
Jorge Luis tenía idea de llevar unas flores, pero comprarlas con mucha anticipación haría que se marchitaran antes de llegar. Cuando volvió a recordarlo era domingo en Ushuaia y todo estaba cerrado, por lo que decidió salir a buscar flores de seda o de papel.
Luego de varias cuadras tropezó con una vidriera que tenía en su decoración flores blancas colocadas. “Entré y le pregunté a la chica dónde podría comprar flores como esas a lo que me respondió que hoy (por ese domingo) estaría todo cerrado”.
Sin darse por vencido, ahí mismo “Palo”, como le dicen sus amigos, le preguntó si no se las vendía, a lo que la chica le respondió que no las podía vender porque eran parte de la decoración de la vidriera del negocio.
“Entonces le dije que iba a contarle una historia y que después de hacerlo seguramente ella iba a poder vendérmelas. Y le conté de mi padre, del “Fournier” y de para qué eran. Entonces me las regaló. Así que las flores también se han debido a sensibilidad de ciertas personas”.