Perú: Operaciones anfibias con submarino
jueves, 8 de septiembre de 2022
Con un sonido metálico corto y seco, la pesada escotilla de acero se cierra herméticamente y los cuatro valientes, apretujados dentro del reducido espacio del conducto de escape del submarino, empiezan su odisea en el reino del mar.
De pronto, todo empieza a inundarse a su alrededor con el agua fría del Pacífico sudamericano. Pero a ellos les protegen sus trajes de goma y la coordinación con la tripulación a la que, serenos y atentos, le van cantando los avances del agua: “
al nivel de las rodillas, a la cintura, agua al pecho…”.
Es hora de igualar presión con el exterior a través de unas llaves, y de abrir la puertita a un costado de la torre, llamada vela, desde donde uno por uno saldrán aguantando la respiración rumbo a la superficie.
Ya a flote, empiezan a nadar suavemente, mirando a todos lados por seguridad, pensando en cumplir con la delicada misión de evaluar las ventajas y vulnerabilidades de la playa del enemigo de la forma más discreta posible… Y, con suerte, regresar.
Operaciones anfibias
Todos sabemos que la función principal del submarino, en el contexto de las estrategias de guerra, es el ataque y la desarticulación de las líneas de comunicaciones marítimas del rival, y la neutralización de su flota naval.
Sin embargo, la experiencia también ha demostrado que es posible emplearlo en otras acciones, como las operaciones especiales anfibias, que se proyectan desde el mar y requieren de una planificación muy cuidadosa, un alto nivel de entrenamiento y, por supuesto, entrañan muchísimo riesgo.
El Capitán de Fragata
Aldo Schwarz Cossu, hoy en el retiro, es uno de los dos fundadores de la especialidad denominada “
escape de submarino” dentro del hoy cincuentenario
Batallón de Comandos de Infantería de la Marina de Guerra de Perú.
Fue a mediados de esa década del “
Siglo que vivimos en peligro”, como titula el libro del historiador chileno
José Rodríguez Elizondo sobre las viejas tensiones Perú - Chile,
cuando los Comandos Anfibios (CoAnf) decidieron incorporar en su plan de estudios la asignatura “
Escape de submarino”.
Para ello disponían de alguna información básica y de las vivencias obtenidas en EE.UU. por otros oficiales infantes de marina, que tras viajar a especializarse habían retornado trayendo manuales de la especialidad.
Inicialmente, tales documentos fueron a enriquecer –por no decir a dormir en- la biblioteca de la Fuerza en su base del puerto de Ancón, pues eran pocos los que en esos tiempos leían inglés.
Sin embargo, se sabía que los americanos habían perfeccionado mucho las tácticas de su fuerza anfibia, cuya función principal es proyectar el poder naval hacia tierra a través de las oleadas de asalto.
Estas debían llegar en botes de caucho y lanchas de desembarco, y ser apoyadas por carros blindados anfibios, que en el caso peruano eran los
ENASA BMR-600 españoles recibidos por esos años nuevos de fábrica.
Pero antes resulta vital conocer el terreno y sus obstáculos, naturales o preparados por los defensores; es una labor para los
CoAnf,
la tropa de élite de la Comandancia de la Fuerza de Infantería de Marina, que en este caso opera con la
Fuerza de Submarinos.
Solo para profesionales
La fase de planeamiento en este tipo de operaciones requiere de mucha información, como, por ejemplo, las características del lugar para identificar los sectores de la playa con las mejores condiciones hidrográficas y geográficas.
Saber sobre la presencia de fuerzas de oposición es clave, detallándose la cantidad de efectivos, tipo de armas que poseen, su despliegue, posibilidades y rutas para que reciban apoyo, y otros datos de interés.
Para ello, el equipo de comandos anfibios debe incursionar sigilosamente, recolectar información importante y retornar de la misma forma para presentar todos los datos a los planificadores.
Protagonista de innumerables inmersiones, despliegues y otras misiones que aún hoy no se pueden revelar, este Oficial indica con entusiasmo que operar con submarinos fue su aporte innovador a la Fuerza.
“
Antes de eso, la prioridad en la instrucción militar del personal comando era el esfuerzo y la resistencia física, pero a partir de nuestra intervención se aportó el uso de la tecnología, la táctica y la inteligencia”, explica.
Los CRA en escena
La Compañía de Reconocimiento Anfibio (CRA) de la Fuerza de Infantería de Marina nació en 1971 con la misión de ejecutar operaciones de alto riesgo, en una etapa de tensiones entre países vecinos, y preparativos para afrontar eventuales conflictos en América Latina.
Con el tiempo, la dura formación de estos tipos, que eran mirados como bichos raros, como unos locos que les gustaba sangrar, incidió en técnicas de reconocimiento de playas.
Esto incluye desde la evaluación del fondo marino, es decir la gradiente o pendiente en las zonas próximas a la orilla, hasta la verificación de condiciones seguras, libres de rocas y otros obstáculos.
Asimismo, saber cuál es el tipo y tamaño de las olas presentes en el sector determinado, la fuerza y dirección de las corrientes marinas, el comportamiento de las mareas a lo largo de las horas del día y de la noche, entre otros factores.
La data obtenida sirve, por ejemplo, para evitar que durante el “
día D” se produzcan situaciones inesperadas e indeseables que pongan en riesgo lo planeado, como el choque entre los lanchones, la volcadura de las mismas o en encallamiento en la arena o entre las piedras de esos y otros vehículos.
Es de gran importancia evaluar todo eso “
antes de”, para asegurar, por ejemplo, el tránsito de los vehículos pesados, como tanques y carros blindados, una vez que salgan del agua.
También permite identificar cuáles son las mejores rutas de evacuación y de salida desde la playa, lo que brinda la oportunidad de ir mejorando los planes en la fase de penetración y despliegue tierra adentro.
Y, como ya se ha dicho, tener el mayor conocimiento sobre las posiciones de las fuerzas enemigas, la cantidad disponible y sus capacidades de oponer resistencia, la moral combativa…
También, los comandos anfibios procedentes de submarinos son capaces de ejecutar actos de sabotaje como parte de los preparativos para la invasión, como voladuras de antenas de radar o de telecomunicaciones, o lanzadores de misiles.
Todas estas actividades son genéricamente denominadas por los
CoAnf, como “
trabajos en el jardín delantero de la casa de nuestro enemigo sin ser detectados”, explica.
El éxito de una misión de comandos anfibios consiste en infiltrarse en la “
zona roja”, realizar las labores ordenadas por la superioridad, y retirarse con la información sin ser detectados hacia un punto de exfiltración ya establecido.
La herramienta submarina
¿Cómo podemos llegar a estas zonas enemigas en forma segura y sin ser vistos? ¿De qué manera es posible realizar el trabajo encomendado y luego retirarnos? Esas eran algunas de las preguntas que los primeros
CoAnf se hacían frecuentemente.
“
Hay muchas modalidades, dependiendo de la urgencia con la que se requiere la información y el nivel de riesgo de ser detectados”, explica nuestro entrevistado, en respuesta.
En varias de ellas, la presencia del submarino es clave al constituirse en un vector prácticamente indetectable –si la misión está bien planificada- que permite hacer diversas acciones y escapar sin problemas.
Por ejemplo, puede darse un lanzamiento de comandos paracaidistas desde un avión, en nocturno, para luego ser extraídos a través del submarino que espera en un lugar determinado por coordenadas.
En esta modalidad, los
CoAnf deben acercarse a la playa usando pequeñas embarcaciones inflables, llegar a tomar los datos requeridos, retornar a la playa, dirigirse al punto geográfico acordado y reembarcarse con la nave en superficie para volver a casa.
Otra fórmula es llegar a bordo del propio submarino, desembarcar en superficie y dirigirse a donde sea necesario mediante los
Zodiac –remando, para mayor discreción- y, ya en la extracción, regresar en los mismos botes de la misma forma.
Otra versión, de las más peligrosas por su desarrollo, es la llegada a bordo de un submarino en inmersión, donde los guerreros deben salir por sus propios medios a través de la estrecha campana de escape, buceando a pulmón.
Una vez afuera, se dirigirán hacia la playa empleando
scooters eléctricos, de haber disponibilidad, o simplemente nadando para, terminada la operación, regresar hasta el submarino posado en el fondo, y entrar por donde salieron.
Escape a lo desconocido
Ya hemos dicho que, durante el trabajo de reconocimiento de los comandos anfibios, el submarino tiene dos opciones de espera: navegar a baja velocidad, o permanecer posado en el fondo, siempre con sus sistemas en alerta, escuchando.
Ahora, salir para operar en territorio hostil y reingresar a un submarino por una estrecha escotilla a media noche en un mar helado y oscuro, no es cosa de hacerlo todos los días sin el debido entrenamiento.
¿Y cómo era esa acción, qué se sentía minutos antes de empezarla? El veterano
Schwarz Cossu, quien ya no recuerda cuántas veces lo hizo ni dónde –porque no debe hacerlo y menos aún divulgarlo-, se pone a pensar y confiesa:
La nave puede llegar, posarse en el fondo del mar, dejar salir a los comandos y quedarse allí sin moverse hasta el retorno de sus pasajeros, o abandonar la zona y retornar en uno o dos días, a una hora determinada y en las coordenadas geográficas acordadas.
Todo eso estaba en los manuales, que fueron leídos con avidez y ampliamente comentados por los comandos; pero faltaba llevarlo a la práctica para tener la certeza de hasta dónde podían llegar en una operación especial verdadera.
Precisamente por 1974, el Perú incorporó los USS
Atule y USS
Sea Poacher, rebautizados como BAP
Pacocha y BAP
La Pedrera, construidos en 1944 y veteranos de la campaña de la
US Navy en el Pacífico contra el Japón.
Cada unidad
clase Balao, diésel-eléctrica, desplazaba 1870 toneladas) en superficie y 2440 sumergida, con una eslora de 93,8 metros, 8,2 m de manga y 5,2 m de calado; un armamento principal de diez tubos calibre 533 mm para torpedos MK14 mod.3A y MK-37 Mod.2 y 3.2
El SS 41 BAP
Pacocha fue una unidad oceánica de origen estadounidense ex SS
Atule, que empezó a operar en 1944 en la zona del Pacífico y tuvo la oportunidad de hundir buena cantidad de cargueros japoneses.
Pero tuvo un final trágico la noche del 26 de agosto de 1988 al ser chocado por un pesquero japonés entrando al puerto del Callao, que ocasionó el fallecimiento de ocho tripulantes.
En tanto que el BAP
La Pedrera (SS 49) operó hasta el año 1995, siendo desactivado meses después del fin del
conflicto del Cenepa debido al nivel de obsolescencia que presentó para esas épocas.
En este tipo de buques, recuerda
Schwarz Cossu, se disponía de una campana de escape o escotilla de rescate, que resultó ser el lugar adecuado para las acciones de infiltración y exfiltración.
En movimiento también es más riesgoso, agrega, debido a la velocidad que alcanza la unidad, que por más cuidado que ponga no podrá evitar que algunos comandos se separen demasiado.
Este suceso puede dar lugar a la pérdida de tiempo, pues los comandos tienen que operar en equipo y antes de tomar tierra se buscan y reúnen para compartir los últimos detalles de la incursión.
Sumergidos con el Pacocha
“
Yo tenía unos compañeros de promoción que eran submarinistas y cierta vez les pedí que por favor me mostraran cómo operaban en esa especialidad. Junto con el Teniente Manuel Sessarego, hicimos una visita de turismo a una de sus embarcaciones, sin decirles en realidad qué pensábamos hacer”, sigue recordando.
Los dos
CoAnf fueron evaluando las posibilidades que ya habían leído en los manuales, y tiempo después armaron una propuesta, obtuvieron las autorizaciones del caso, y empezaron a ensayar primero con las unidades amarradas a muelle.
Una vez alcanzado el nivel aceptable de suficiencia y seguridad en las maniobras, se propuso pasar a la fase real de inmersión, siendo el BAP
Pacocha designado para brindar el apoyo respectivo.
Un detalle interesante es que este buque tenía, además de la campana, un cable de acero que iba desde la punta de su proa hasta la vela, y que empezó a servir como una guía para que los buzos no se perdieran en la inmensidad del mar, pues de noche no se ve nada.
Cada nadador de combate, al salir por la escotilla, tenía que tomar el cable con su mano enguantada, y seguirlo hasta la superficie, reteniendo la respiración y exhalando por partes- durante más de un minuto y medio, y con un autocontrol a toda prueba.
Imaginemos una misión: oscuridad total, todo hay que hacerlo a tientas y rápido, con el frío que se percibe a través del traje de buceo, la tensión de no ser descubierto, de no cometer un error, de no morir en el intento…
Tiempo después, con la llegada de los más modernos
U-209 construidos en Alemania, se presentó la oportunidad de perfeccionarse pues ahora sí se disponía de una boya con una señal de muy baja frecuencia para ser escuchada por los comandos en su acercamiento.
Entrenamiento constante
Alfredo Sandón Fernández, Oficial de Mar de Primera instructor, en retiro, explica que las modalidades practicadas eran escape con el submarino estacionado a profundidad de periscopio.
Se hacían tanto en diurno como en nocturno, y luego pasaron a la fase de operaciones de retorno también de día como de noche; y después, con el submarino en movimiento a profundidad de periscopio, bajo la luz del sol y especialmente de la luna y las estrellas –o sin ellas-.
Las coordinaciones eran cuidadosas entre el líder del equipo de operadores especiales y el comandante del submarino, informándose la fecha, hora, lugar y tipo de ejercicio, unidades participantes, cantidad del personal, entre otros.
El instructor recuerda que todos los
CoAnf son hombres con un alto nivel de raciocinio, muy tenaces, con sólido control emocional para manejar situaciones de riesgo, capaces de reaccionar con rapidez y efectividad, y sobre todo grandes nadadores sobre y bajo el mar.
Todos esos atributos eran y siguen siendo una garantía de éxito, pero por si acaso, en instrucción junto al equipo le acompañaba, en apoyo, una lancha con motor, listo para dar auxilio ante una emergencia.
Cada nadador de combate tenía una pequeña linterna especial, adosada a la muñeca, para ser ubicado en la oscuridad. Nada se dejaba al azar, señala el sargento instructor
Sandón.
¿Y el equipamiento?
Depende de la misión. Si es de destrucción o sabotaje de una refinería, por ejemplo, los comandos llevan explosivos de alto poder cuando salen, y usan unos botes de goma, remando sigilosamente durante unos 20 o 25 minutos hasta la costa.
Luego de evaluar el impacto de las rompientes, el equipo especial desembarca con las armas en ristre y los rostros tiznados con betún, y luego pasa a ocultarlo todo enterrándolo en la arena o cubriéndolo con arbustos.
Infiltrados para la observación o el ataque, los
CoAnf tienen que pasar desapercibidos hasta para los peces, y así poder retornar a la playa para embarcarse en el submarino.
Si es una operación de corto alcance, el acercamiento puede ser a natación libre, braceando sin parar, para lo cual se han formado físicamente bajo una alta exigencia y resistencia en el mar.
Y si es una operación larga, solamente varía en cuanto al tiempo de retorno, donde el submarino tiene unas coordenadas determinadas y conocidas por los operadores especiales para ser recogidos sin mayor novedad.
En todas las operaciones de infiltración, ellos iban armados con un puñal de caza submarina, y el
Fusil Automático Ligero (FAL) tipo “Paratrooper”, model 50-63, de calibre 7,62 X 51 mm y culata plegable.
Respecto a la alimentación, era a base de pescado en conserva, más unas raciones de combate de origen americano, además de barras de mantequilla y chocolate, suficiente para un día o dos. Si faltaba, el agua para beber se obtenía en el lugar.
Para la fotografía del objetivo determinado, usaban cámaras comerciales que eran grandes y pesadas, hasta que llegaron unas más ligeras y portátiles; con frecuencia los propios comandos llevaban sus equipos adquiridos con su dinero, todo lo cual se guardaba en varias bolsas para impermeabilizarse del mar.
A finales de 1978, los
CoAnf pusieron de moda las botas de cuero negro con lona verdosa, llamadas “
panameñas”, y los uniformes verde jungla, tan espectaculares que la jefatura de Marina, poco después, los compró para distribuir entre todos los infantes peruanos.
Anécdotas van y vienen, y una es el colmo del atrevimiento: los
CoAnf llegaron a adquirir en el Ecuador algunos accesorios de buceo deportivo civil, para posteriormente usarlos en el campo militar con sus operaciones con submarino.
Hay que ir y regresar
Posado en el fondo silencioso, el submarino da inicio al cuidadoso procedimiento: los operadores especiales tienen que entrar, uno a uno, a esta especie de tubo dentro de la vela.
Mientras la tripulación procede a cerrar la escotilla y por el interfono avisa del ingreso del agua, los comandos deben subir por una escalerilla; y ya con el líquido casi al cuello empezar la maniobra de igualar presiones dentro-fuera.
Reteniendo la respiración, uno de los operadores tiene que bajar a girar la llave de la escotilla, que todavía no se puede abrir hasta que se la presión interna se iguale con la externa.
Por fin, la puerta se abre y uno por uno salen los elegidos, previa aspiración profunda de aire, hasta que el último hombre –generalmente el más experimentado- se encarga de cerrarla por fuera y rápidamente seguir hacia la superficie…
Estamos ya en una acción puramente de operaciones especiales anfibias, y todo lo demás escapa al control de los submarinistas, quienes solamente les queda esperar mirando los relojes, en tenso silencio.
Un tiempo después, que como ya sabemos pueden ser horas o días, los comandos inician el retorno hacia las coordenadas geográficas previamente determinadas y solo conocidas por los involucrados, nadie más.
Reman y reman, o nadan y nadan, y ya en el punto de retorno lanzan una última mirada a su alrededor, aspiran fuertemente hinchando sus pulmones una, dos tres veces con aire puro, y a sumergirse en las aguas ennegrecidas por la noche.
Por el sonido, encuentran la boya cuya driza les guía a ojos cerrados hasta la escotilla. Y tal como salieron, empiezan a reingresar, con el último elemento cerrando la escotilla, para luego nivelar presiones, aguantar en el tubo inundado y aguardar.
El binomio submarino – operador especial se fue consolidando hasta hoy, con técnicas que se han afinado y perfeccionado, y nuevos equipos, que convierten a la operación de escape y retorno bajo el mar en un asunto altamente profesional.
Así fueron los inicios de las operaciones especiales con submarinos de los Comandos Anfibios de la Fuerza de Infantería de Marina de la Armada Peruana
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