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<blockquote data-quote="Barbanegra" data-source="post: 1671011" data-attributes="member: 10064"><p style="text-align: center"><img src="http://estaticos02.elmundo.es/assets/multimedia/imagenes/2014/11/02/14149393899060.jpg" alt="" class="fr-fic fr-dii fr-draggable " style="" /> </p> <p style="text-align: center"><u><span style="font-size: 22px"><strong>Dos gobiernos luchan por Libia</strong></span></u></p><p>Conforme Trípoli queda atrás por la carretera que lleva a Gueryán, disminuye el tráfico que atasca diariamente las salidas y entradas de la ciudad y aumenta el número de comercios cerrados y edificios con decoración de rosetones de mortero a cada lado de la calzada. Pasado el enésimo 'checkpoint' levantado por los milicianos de Misrata para controlar el perímetro de la ciudad, justo antes de tomar la carretera a Ras el-Lefa, en la región de Washarfana, ya no se ve ni un alma. "Eso quiere decir que estamos llegando", apunta el conductor.</p><p></p><p>La meta es el frente donde permanecen desplegados los combatientes en las inmediaciones del Cuartel 27, escenario de los últimos enfrentamientos entre grupos armados escorados en apoyo de uno de los dos gobiernos que se disputan el poder tres años después de la muerte de Muammar Gadafi.</p><p></p><p>La capital libia, a la que solo le queda el título en los mapas, vive secuestrada por combatientes de las dos ciudades que un día colaboraron para desempolvarla tras cuatro décadas de dictadura y cerrazón. Las afueras de la ciudad son ahora testigo de la desbandada que ha provocado la violencia desatada por las milicias de Misrata y Zintán después de que la batalla por el control del aeropuerto internacional en agosto diese lugar a un caótico pilla-pilla que se juega en los suburbios al suroeste de Trípoli.</p><p></p><p>Al menos 100.000 personas abandonaron sus hogares en Washarfana a principios de este mes, según datos del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). Hoy, viviendas rodeadas de olivos dibujan un campo de tiro en el que hacen puntería los tanques zintaníes, apostados a unos cuatro kilómetros de la casa en la que Muhammad Burghi, ex estudiante de ingeniería de 30 años apodado Al Ghabra (el polvo del desierto, en árabe), se despereza entre las ristras de humo dejadas por los cañonazos. "Encontramos esta casa abierta, la tomamos de los de Zintán", dice. "La familia vino aquí y nos dijo que no había problema (en que nos quedáramos); el hijo lucha con nosotros".</p><p></p><p>La villa acoge a una decena de combatientes misratíes que conforman la alianza Fayer Libia (Amanecer en Libia). Entre sorbo y sorbo de café preparado al calor de un camping-gas instalado en la cocina y cercado por ollas tamaño cantina, los jóvenes, más disfrazados que vestidos de uniforme, van cantando en letanía sus profesiones: mecánico, granjero, funcionario, conductor de camiones, estudiante, mozo de farmacia... Ninguno, salvo Al Ghabra, el "líder", llega a los 30.</p><p></p><p><u><strong>"Punto de no retorno"</strong></u></p><p>Los misratíes constituyen el corazón de la coalición Fayer Libia (Amanecer de Libia), una alianza de katibas más o menos islamistas fundada tras la toma del aeropuerto en agosto. Eso, en el terreno militar. En la trastienda política, quienes dirigen el cotarro son los diputados rebeldes del anterior Congreso General de la Nación (CGN) que han nombrado su propio "Gobierno Nacional de Salvación" como oposición al Ejecutivo de Abdulá al-Thini, reconocido por la comunidad internacional.</p><p></p><p>El movimiento ha parido un caos institucional que ha puesto al país a un paso del "punto de no retorno", en palabras del enviado especial de la ONU, el español Bernardino León. Mientras la carcome la violencia, Libia mantiene dos gobiernos, dos parlamentos y dos Ejércitos enfrentados política, económica y militarmente. Más de 300 personas han muerto en el último mes, según la web Libya Body Count. Solo en Bengasi, los combates han dejado casi 200 cadáveres en tres semanas de enfrentamientos entre milicianos de Ansar al Sharia, alineados con las fuerzas de Fayer Libia, y las tropas del general Jalifa Hiftar, aliado de las brigadas zintaníes que combaten contra Misrata en Trípoli.</p><p></p><p>Hiftar, uno de los artífices del golpe de estado que encumbró a Gadafi en 1969, inició en mayo la llamada Operación Dignidad con la intención de expulsar de Bengasi a Ansar al Sharia, considerado terrorista por EEUU y el Gobierno de Thini y responsable del asesinato del embajador norteamericano Chris Stevens en 2012. Por su parte, Fayer Libia y sus combatientes de Misrata le acusan de querer reinstaurar el régimen gadafista. "Vine (a Trípoli desde Misrata) con mi gente para luchar contra la gente de Muammar (Gadafi)", se explica exiliado en la línea de frente Abdelmayid, de 28 años. "Nosotros somos revolucionarios desde 2011", dice, "desde entonces y hasta ahora, todos buscan destruirnos".</p><p></p><p><a href="http://www.elmundo.es/internacional/2014/11/03/545644bbe2704ee37b8b457b.html">http://www.elmundo.es/internacional/2014/11/03/545644bbe2704ee37b8b457b.html</a></p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Barbanegra, post: 1671011, member: 10064"] [CENTER][IMG]http://estaticos02.elmundo.es/assets/multimedia/imagenes/2014/11/02/14149393899060.jpg[/IMG] [U][SIZE=6][B]Dos gobiernos luchan por Libia[/B][/SIZE][/U][/CENTER] Conforme Trípoli queda atrás por la carretera que lleva a Gueryán, disminuye el tráfico que atasca diariamente las salidas y entradas de la ciudad y aumenta el número de comercios cerrados y edificios con decoración de rosetones de mortero a cada lado de la calzada. Pasado el enésimo 'checkpoint' levantado por los milicianos de Misrata para controlar el perímetro de la ciudad, justo antes de tomar la carretera a Ras el-Lefa, en la región de Washarfana, ya no se ve ni un alma. "Eso quiere decir que estamos llegando", apunta el conductor. La meta es el frente donde permanecen desplegados los combatientes en las inmediaciones del Cuartel 27, escenario de los últimos enfrentamientos entre grupos armados escorados en apoyo de uno de los dos gobiernos que se disputan el poder tres años después de la muerte de Muammar Gadafi. La capital libia, a la que solo le queda el título en los mapas, vive secuestrada por combatientes de las dos ciudades que un día colaboraron para desempolvarla tras cuatro décadas de dictadura y cerrazón. Las afueras de la ciudad son ahora testigo de la desbandada que ha provocado la violencia desatada por las milicias de Misrata y Zintán después de que la batalla por el control del aeropuerto internacional en agosto diese lugar a un caótico pilla-pilla que se juega en los suburbios al suroeste de Trípoli. Al menos 100.000 personas abandonaron sus hogares en Washarfana a principios de este mes, según datos del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). Hoy, viviendas rodeadas de olivos dibujan un campo de tiro en el que hacen puntería los tanques zintaníes, apostados a unos cuatro kilómetros de la casa en la que Muhammad Burghi, ex estudiante de ingeniería de 30 años apodado Al Ghabra (el polvo del desierto, en árabe), se despereza entre las ristras de humo dejadas por los cañonazos. "Encontramos esta casa abierta, la tomamos de los de Zintán", dice. "La familia vino aquí y nos dijo que no había problema (en que nos quedáramos); el hijo lucha con nosotros". La villa acoge a una decena de combatientes misratíes que conforman la alianza Fayer Libia (Amanecer en Libia). Entre sorbo y sorbo de café preparado al calor de un camping-gas instalado en la cocina y cercado por ollas tamaño cantina, los jóvenes, más disfrazados que vestidos de uniforme, van cantando en letanía sus profesiones: mecánico, granjero, funcionario, conductor de camiones, estudiante, mozo de farmacia... Ninguno, salvo Al Ghabra, el "líder", llega a los 30. [U][B]"Punto de no retorno"[/B][/U] Los misratíes constituyen el corazón de la coalición Fayer Libia (Amanecer de Libia), una alianza de katibas más o menos islamistas fundada tras la toma del aeropuerto en agosto. Eso, en el terreno militar. En la trastienda política, quienes dirigen el cotarro son los diputados rebeldes del anterior Congreso General de la Nación (CGN) que han nombrado su propio "Gobierno Nacional de Salvación" como oposición al Ejecutivo de Abdulá al-Thini, reconocido por la comunidad internacional. El movimiento ha parido un caos institucional que ha puesto al país a un paso del "punto de no retorno", en palabras del enviado especial de la ONU, el español Bernardino León. Mientras la carcome la violencia, Libia mantiene dos gobiernos, dos parlamentos y dos Ejércitos enfrentados política, económica y militarmente. Más de 300 personas han muerto en el último mes, según la web Libya Body Count. Solo en Bengasi, los combates han dejado casi 200 cadáveres en tres semanas de enfrentamientos entre milicianos de Ansar al Sharia, alineados con las fuerzas de Fayer Libia, y las tropas del general Jalifa Hiftar, aliado de las brigadas zintaníes que combaten contra Misrata en Trípoli. Hiftar, uno de los artífices del golpe de estado que encumbró a Gadafi en 1969, inició en mayo la llamada Operación Dignidad con la intención de expulsar de Bengasi a Ansar al Sharia, considerado terrorista por EEUU y el Gobierno de Thini y responsable del asesinato del embajador norteamericano Chris Stevens en 2012. Por su parte, Fayer Libia y sus combatientes de Misrata le acusan de querer reinstaurar el régimen gadafista. "Vine (a Trípoli desde Misrata) con mi gente para luchar contra la gente de Muammar (Gadafi)", se explica exiliado en la línea de frente Abdelmayid, de 28 años. "Nosotros somos revolucionarios desde 2011", dice, "desde entonces y hasta ahora, todos buscan destruirnos". [url]http://www.elmundo.es/internacional/2014/11/03/545644bbe2704ee37b8b457b.html[/url] [/QUOTE]
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