bagre
2º inspector de sentina
de histarmar II
ARA CHIRIGUANO en Antartida
La casilla queda construida, como dije antes, sobre cuatro pilotes, es decir elevada un medio metro del suelo para que la nieve no nos dificultara el acceso, pero resultaba muy apta para ser una casilla de fin de semana en el Delta del Tigre pero no para la Antártida donde los vientos son de fuerte intensidad y el mal tiempo frecuente e imprevisto, como el que mencioné y que obligó no solo a interrumpir las tareas, sino al reembarco, justo a tiempo, del personal del grupo de construcciones y la zarpada del Aviso - por ser en tenedero poco apto para mantenerse fondeado- y salir al mar exterior.
Respecto del temporal mencionado, le comento que nunca vi tan baja la presión barométrica. En la Antártida es generalmente baja, pero no tanto llegó, a menos de 700 milímetros (unidad que fue reemplazada por los Hectopascales). Quedamos aislados, dentro de la carpa, durante 3 ó 4 días, porque era imposible salir. El viento blanco. El viento huracanado y la nieve no permitían ver ni a un metro Era un temporal tremendo. Había momentos en que debíamos salir de la carpa, porque las necesidades biologías nos obligaban. Entonces, nos amarrábamos un cabo a la cintura y el chicote terminal a un parante de la carpa, procedimiento que nos servía de guía para regresar. Por suerte – mejor dicho por previsión acertada- el queso y la galleta que mencioné, nos sirvió de alimento, aunque el único, durante nuestra obligada permanencia dentro de la carpa. Las estufas, gracias a Dios, funcionaron bien.
En cuanto a las instrucciones recibidas, me preocupaba mucho lo que me había dicho el Comandante respecto a nuestro reembarque al fin de la Campaña. Al principio creí que era una humorada – lo cual no era muy usual en él - pero más adelante me di cuenta que podía darse el caso, dado que en esa época las campaña antárticas finalizaban bastante avanzada la temporada, en abril y varias veces a mediados de mayo, como resultó esta. Me recordaba bien aquello de nos iban a venir a buscar “si se podía”, porque el mar interior, (permítaseme utilizar esta expresión) de la Isla Decepción, se congela en invierno. Se congela, entonces no pueden entrar los buques, porque se forma un pack bastante espeso y no pueden entrar. Algo así me ocurrió varios años después, cuando volví a la Antártida como segundo comandante del ARA Bahía Aguirre cuando, peor aún, en pleno mes de Febrero, el mar se congeló estando ya dentro de la bahía. Pero, como le dije, esta es otra historieta para otro momento.
Entonces ¿cómo hacíamos para invernar un año en esa casilla, con lo que ocurre en un invierno, nocturno hasta avanzada la próxima primavera, con temporales reiterados que suele haber y mucho más intensos que el mencionado, con la certeza, comprobada, que la casilla no resistiría los embates del viento, sin víveres ni abrigo suficiente? ¿Pedirle apoyo a los ingleses?: NO. El único recurso, si ocurría que no nos podían venir a rescatar sería trasladarnos cruzando a pie todo el mar congelado hasta el Destacamento Decepción, si lográramos llegar, donde, tal vez, podrían darnos albergue durante los largos diez meses que faltaban hasta la próxima campaña. Por tierra en invierno no era factible transitar por la costa debido a glaciares que la ocupan y, aun antes del invierno, por los desprendimientos de grandes trozos de hielo.
Entonces, mi problema era explorar todo el contorno para imaginar por donde evacuar la isla Tal vez traspasando los Fuelles de Neptuno utilizando a famosa “ventana” que ya le mencioné y de alguna manera descolgarnos por allí y llegar al el mar abierto y que nos embarcáramos en una lancha del buque que viniera a buscarnos. Para eso, tenía que recorrer, como dije, todo el contorno y trepar, escalar hasta el borde de la ventana y ver cómo era del otro lado. Además ¿cómo conseguiría un cabo de la longitud suficiente para descolgarnos? Bueno, “Dios Proveerá” pensaba.
Pero había otro problema a resolver: la relación con nuestros vecinos. En búsqueda de la solución me ocurrió otro asunto interesante e inesperado que me ayudó en mi trato con ellos: Resulta que en la época de los noruegos y probablemente antes de la ocupación británica que mencioné al principio y en previsión a lo que podía ocurrirle, y que les ocurrió, supongo, enterraron bajo la lava, que conforma el suelo de la isla, cargas de dinamita, explosivo utilizado en la caza ballenas. Este explosivo es muy sensible a la temperatura. Sabía, por el grave accidente sufrido por un compañero de promoción que años antes había transitado por el lugar y, sin saberlo piso un lugar donde yacía bajo la nieve uno de esos enterramientos, lo cual causó una explosión que lo hirió seriamente. Durante mis exploraciones noté que desde algunos lugares salían desde bajo la lava unos cables conductores que convergían en la casa de los británicos. Esta circunstancia me sirvió para identificar y evitar las mencionadas cargas letales en mi afanosa búsqueda del acceso a las laderas de los Fuelles.
Me di cuenta que se trataba de una acción prevista por los british para ir eliminando esos peligrosos lugares para bien de su propia salud. Esto lo menciono para contarle lo que sucedió días después. Durante un crepúsculo (la noche era muy breve) sentimos varias explosiones que hubieran sido asaz alarmantes de no haber tenido la experiencia casual mencionada, ya que encontré acertada mi sospecha. Aproveché la circunstancia para trasladarme a la base inglesa provisto de un botiquín de primeros auxilios para ofrecerles ayuda aludiendo que había sentido “extrañas y sorprendentes explosiones” (strange and astonishing explotions) y concurría a ofrecer asistencia anta la posibilidad de que tuvieran algún herido. El australiano se sintió conmovido y mucho me agradeció mi intención. Me manifestó que se trataba del festejo del cumpleaños de un miembro de la dotación, que así era la costumbre, haciendo desaparecer las cargas mencionadas. Pero no me invitó, el desgraciado, a entrar a la casa. Confirmada quedó mi sospecha.
Lo útil se puso de manifiesto al día siguiente: Encontrándome derritiendo nieve para tener agua en estado liquido, veo acercarse a Mr. Clarke, que así se llamaba el ex piloto Jefe de la Base inglesa, vestido muy prolijamente, y portando un bastón que supuse era la insignia de su mando, pues era joven y no rengueaba, que venía a expresarme su agradecimiento con un botella de whisky DEL MUY BUENO. Allí establecimos relaciones. Le entregué, en retribución, un buen trozo de carne que manteníamos en una “heladera natural” conformada por una capa de lava, sobre la cual una capa de carbón, una capa de carne y así sucesivamente, que daba excelentes resultados Recuerdo aun los ojos de asombro del australiano quien, seguramente extrañaba desde hacía mucho tiempo, el producto ganadero competitivo con el nuestro en aquellos tiempos. Luego yo, si, lo hice pasar a mi “cabaña”.
A unos cuatro o cinco días de estar ahí, llega una fragata de la Amada Chilena y desembarca un grupo de gente y, a unos 100 metros del refugio nuestro, construyen una casilla. Por supuesto, con los chilenos, muy buena amistad; tenia, además, la orden de mantener muy buena relación y había incluso, un convenio de cooperación mutua como dije antes; me invitan a cenar a bordo, lo cual me permitió comer bien (uno de los suboficiales había asumido la tarea de improvisado cocinero y no era, precisamente, un excelente chef) y en amena y grata compañía: Todo muy bien. Por lo menos nosotros habíamos llegado antes a ocupar la zona.
Terminaron de construir la casilla, pero mucho más chica que la nuestra (apenas tendría 1,50 m de altura) y dejaron víveres pero no tripulación; sí un gran cartel que decía “Base de la Fuerza Aérea Chilena” y la bandera nacional pintados en el techo. Habrán estado 2 días haciendo esa construcción y se fueron, zarparon. Es decir que establecieron su presencia pero sin dejar gente.
---------- Post added at 09:16 ---------- Previous post was at 09:15 ----------
de histarmar III
HMS BIGBURY BAY
Pocos días después aparece en la caleta una fragata británica, la HMS “Bighbury Bay” que fondea en Balleneros y, al rato, desembarca de una lancha y viene directamente hacia el refugio, que estaría a unos 200 metros de la costa, un oficial inglés. Golpea la puerta, lo recibo; era un Teniente de Navío inglés vestido correctamente con uniforme “saco naval” en esa época con cuello duro, ( no un equipo antártico como vestíamos nosotros) con todas las formalidades victorianas propias de la Royal Navy ( cuando no utilizan torpedos desde submarinos nucleares) Lo hago pasar y me dice, en inglés (yo estaba autorizado a hablar inglés), que venía por orden del magistrado (algo así como el gobernador) de las Malvinas (Por supuesto mencionó las Malvinas, of course), que estaba embarcado en el Bigbury Bay, para invitarme a concurrir a bordo, a tal hora ( I don’t remember, now) de Greenwich (primer meridiano) y que me enviaría la lancha para trasladarme a bordo, porque el “magistrate” quería hablar conmigo, para discutir las razones de la ocupación argentina sin autorización de Su Majestad, la Reina, y que me invitaba a desalojar las islas, porque era un inmigrante sin autorización, (es decir, clandestino).
Pensé: “Oh! Is that so?” o sea ¡Con esas tenemos! Entonces, le contesté casi textualmente: “Dígale a este señor que se titula ‘magistrado” de Las Malvinas y dependencias que no lo reconozco como autoridad válida porque siendo Las Malvinas e Islas del Atlántico Sur, de soberanía argentina, no pueden tener un gobernador británico y que las Islas a que se refería no se denominan Malvinas”. Segundo: Que en todo caso él debería explicarme a mí las causas de su presencia en aguas territoriales argentinas; Tercero: que si desea hablar conmigo, de cualquier otra cosa, con mucho gusto lo recibiré aquí, en esta casa que es donde reside la autoridad en la zona.
A todo esto el inglés me miraba con ojos de sorpresa y yo imaginaba lo que él estaría sintiendo sin comprender: que un “southamerican”, (hoy día “******”) !estuviera dirigiéndose en esos términos, nada menos que al gobernador y representante de Su Majestad!
Lo único que quedaba por hacer, era convidarlo con grapa marca ‘El Globo’ que tenia provisto ( ¡no del whisky mencionado! ) que no aceptó. No sé si por lo que estimó sobre la calidad de la bebida ofrecida, o porque se sintió molesto por mi respuesta, Lo acompañé hasta la costa, como cortesía entre hombres de mar, para que se embarcara en la lancha en la que había venido y regresara a su buque. Al embarcar, me dijo: “Señor, le confirmo que a tal hora (no me acuerdo ahora) va a estar la lancha para buscarlo”. Le respondí: “Señor teniente, ratifico lo que le he dicho y le pido que le transmita ese mensaje al titular o magistrado, que para mí, no es tal aquí. ¡Good morning, Sir”!. Se fue.
CB: - ¿En qué año sucedieron estos acontecimientos?
JCh: - Fue en año1953 y daba la coincidencia que en ese año se conmemoraba el cincuentenario de la ocupación argentina en Orcadas, como mencione antes. Ya pasamos el centenario.
Unos días después entra a la Bahía el A.R.A. Punta Ninfas, buque de reabastecimiento que formaba parte la F.T. comandado en el entonces por el Capitán de Corbeta D. Roberto Arena (Promoción 67)
ARA PUNTA NINFAS
Yo tenía una radio, radio transmisor – receptor, para comunicarme, pero por un problema de antenas, era casi inútil. Cuando el buque entra a la bahía, y pasa por las cercanías me pude comunicar y le di el mensaje al comandante, de que necesitaba ir a bordo. Cuando fondeó el buque, cerca del Destacamento Decepción, me mandó un helicóptero, que era de la Fuerza Aérea cuyo piloto resultó ser de la promoción equivalente a la mía, actualmente somos muy amigos Me vino a buscar, aterrizó ahí cerca del refugio; subí y aterrizamos a bordo, por supuesto en una plataforma donde apenas cabía la aeronave lo que era casi una hazaña ya que unos centímetros de error y se iba al agua. Bueno, le informe al Comandante del buque lo que pasaba; le conté todo para que él informara con los medios de comunicación y las claves correspondientes que disponía, al Comandante de la F. T. lo que había ocurrido.
En ese momento, entra otra vez la fragata inglesa y el comandante del Punta Ninfas manda una lancha con un guardiamarina con la clásica nota de protesta, y la invitación a cenar en su buque. La que no fue aceptada.
Horas después, zarpa el Bighbury Bay y envía al Punta Ninfas un mensaje por foco, que decía: “Au revoir. Remember we shall meet again”;( Hasta pronto. Recuerde que nos volveremos a encontrar”). Regresé al refugio en el helicóptero. Poco tiempo después zarpó el Punta Ninfas.
Esta segunda llagada del buque inglés, a poco de haber entrado el buque argentino, me confirmó la suposición que el Jefe de la base británica de Caleta Balleneros informaba a la autoridad del que él dependía. Y la cercanía del buque ingles en la zona, probablemente, no casual. No volvieron ni los ingleses ni los chilenos, hasta alrededor de un poco más de un mes. Si entró el ARA Bahía Aguirre el que fondeó en Bahía Teléfono en las proximidades del Destacamento Decepción, y recibí la visita del Segundo Comandante el Teniente de Navío D. Reynaldo Tettamantti (P.71) a quien lo comenté lo acaecido. Aproveché para enviar de regreso al geólogo, en parte porque ya, evidentemente, no era necesaria su presencia sino también por su difícil adaptación al medio.
Pasado un lapso de más de un mes, durante el cual confirmé la imposibilidad de utilizar el pasaje por la costa para circundar por tierra la bahía para llegar al Destacamento en invierno, a causa de la travesía hacia dicho lugar efectuada por el geólogo a quien acompañé hasta pasado el glaciar amenazante y su preocupante búsqueda a su regreso a causa de no haber este cumplido la medida de seguridad convenida de estar de vuelta a los cinco días de su salida, descontados los días en que la meteorología reinante lo impidiera (que de haber existido los hubiera notado yo también) nos obligó a una expedición a investigar un posible accidente al pie del glaciar. Lo encontramos viniendo de regreso poco después de haber nosotros traspasado el mismo.
También en ese período sufrimos varios temporales que hicieron temblar peligrosamente la estructura de la casilla y el derrumbe sobre nuestros catres, de estanterías adosadas a sus mamparos (con “o” porque así se denominan abordo las mamparas con “a”, terrestres) para estibar algunas latas de reservas y enseres domésticos.
En ese período fracasé en embalsamar un pingüino por carencia de instrumental adecuado para quitar completamente la grasa protectora del frío bajo su piel, ya que estaquee, extendida, su piel para que se secara la grasa remanente en la pared exterior de la casilla. Un Squa hambriento en raudo vuelo en picada se lo llevó. Aun me arrepiento de haber matado el ave “Duro de matar” como el titulo de la película. Omito el relato.
El Jefe del Destacamento Naval Decepción era el entonces Teniente de Navío D. Carlos J. Fraguio, (P.74) quien iba a permanecer allí todo el año. Me envía, para invitarme y trasportarme, al Destacamento a su mando uno de los dos aviones anfibios Gruman Goose que operaban durante la campaña de verano desde ese Destacamento que oficiaba como su base.
CB: - Yo lo conocí ¿no fue embajador en Japón?
JCh: - Fue agregado naval y años después, ya retirado, fue como embajador, para eso, para desempeñarse como agregado naval, aprendió japonés;
El Comandante del avión era el Teniente de Navío, Rodríguez Blanco (P.74) quien me invita a trasladarme al Destacamento con la intención de volver esa tarde o al día siguiente. Necesitaba ir porque quería que me explicaran cómo reparar el transmisor y, si era posible, traer al mecánico de radio, y me arreglara el asunto. La cosa es que fuimos, me invitan a cenar, con la intención de volver al día siguiente. Aproveché para comunicarme por radiotelefonía con mi familia y para bañarme como la gente ya que en el refugio era una cosa muy inusual pues resultaba una operación engorrosa. Había que ir a buscar nieve en un balde, si no había nevado y la tuviéramos cerca, calentarla en la hornilla de la casilla para convertirla en agua líquida y alcanzar una buena temperatura para que no se enfriara hasta llegar a la carpa, que se mantenía armada, sirviendo de depósito de víveres y para eventual uso para un breve e incomodo baño utilizando el balde que, colgado de alguna forma, al inclinarlo vertía su contenido oficiando de improvisada ducha.
Estimado Carlos, me parece que estoy haciendo muy prolongado este cuento, es decir que estoy derivando u orzando mucho, por lo tanto saliéndome del canal...
CB: Para nada estimado amigo, le ruego continúe ya que es un relato realmente apasionante.
JCh: Continúo entonces. No fue posible regresar al día siguiente, como era la intención, ni por dos días más a causa del mal tiempo que no permitía volar. Amainado el fuerte temporal pudimos decolar. Hicimos una gran gira por la Antártida; llegamos hasta el Estrecho de Gerlache, sobrevolamos el Destacamento Naval Almirante Brown, Bahía Esperanza, Melchior etc. En fin, toda una recorrida magnífica. Al medio día, llegamos ya de vuelta a Decepción, para desembarcar en mi refugio pero, desde el aire, veía la caleta Balleneros pero no veía mi refugio y no veía la Bandera Argentina que me habían provisto, que era como dije antes casi tan grande como la casa, Y tampoco veía el refugio chileno. No los distinguía porque por que no estaban, como lo supe después del acuatizar.
Bueno, acuatizamos, el anfibio trepa a la costa, desembarco y veo que me esperaban allí, el jefe de la base inglesa con otras personas que no conocía. El que ya era “amigo”, digamos, me dice cuando desembarco: “Señor, le recuerdo que está pisando tierra de Su Majestad británica”. Y siempre me hacía acordar Rodríguez Blanco, cuando yo le dije a Mr. Clarke “Ma! ¡Qué ‘Su Majestad ni qué Majestad!’ (En castellano)”.Junto a Clarke , un señor alto, de uniforme, que identifiqué por los galones y por la inscripción que tenía bajo su hombro derecho como de la “Royal Marine Corp.”. Se presenta como el Mayor Andrew. Y me dice, en ingles: “Debo comunicarle que usted está en tierras de Su Majestad británica”; y prosigue “que la casilla que estaba acá ha sido desarmada y ha sido deshecha”. Están allí sus pertenencias las de la gente que lo ocupaba y los elementos de ustedes y sus equipos, que usted puede retirarlos”. “Y le comunico que esta noche, su refugio y la construcción chilena, van a ser incinerados.” Le contesté: “Estoy en territorio argentino y su actitud es delictuosa”:
“Voy a ir hasta mi refugio y no voy a retirar nada”. Le pregunte donde estaba el personal: su respuesta fue: han sido embarcados y trasladados a tierra. Lo mismo los elementos de cierto valor que se encontraban en el refugio que han sido inventariados y los que oportunamente serán remitidos a su país. Insistí en saber donde llevarían a los dos suboficiales y en que buque estaban, a lo que me contestó que no podía darme ese dato. Sí me dijo que habían sido detenidos por no tener autorización para encontrase en posesiones británicas. Remarcó que se los consideraba ciudadanos civiles y no como militares para no complicar la situación. También se negó a contestarme otras preguntas como el nombre del buque, cuándo había ingresado a la bahía etc. aclarándome que no podía darme ninguna otra información. Insistí en saber dónde estaba el pabellón nacional a lo que me contestó que se encontraba incluido entre los elementos de valor que habían inventariado y que serían devueltos oportunamente.
Le comento que me negaba a retirar algo del refugio como me ofrecía el inglés porque si lo hacía, pensé, estaría reconociendo su autoridad.
Finalizado este diálogo me dirigí, acompañado por Rodríguez Blanco y seguido por el Mayor y Mr. Clarke al refugio. Al hacerlo me percibo que a una distancia de unos cincuenta metros, en un semicírculo y en posición de cuerpo a tierra se encontraban, con armamento de infantería, apuntándonos a los argentinos y al avión una veintena de infantes de
Marina. Nosotros no portábamos armas de ningún tipo y no las había en el avión en el que permanecían el copiloto Teniente de Corbeta D. Eduardo Pérez Tomas (P.76) y el mecánico.
Llegamos a donde estaba el refugio. Desarmada la casilla y los paños , techo etc. prolijamente apilados y sobre ellos las pertenecían nuestras. También la carpa, los víveres etc. No estaba el pabellón nacional ni el mástil. Tampoco los elementos meteorológicos ni el trasmisor ni el generador. El mismo procedimiento con la casilla chilena. Reiteró el mayor su ofrecimiento de retirar lo que quisiera y reiteré mi negativa explicándole esta vez que él no tenía autoridad para concederme nada puesto que era yo la autoridad en la zona. Guardó silencio.
Bien, en esta situación poco, nada, quedaba por hacer allí. Regresamos a la playa, embarqué al avión después del piloto y antes de cerrar la puerta de acceso les dije a los jefes ingleses, en inglés, como Mc Arthur, cuando se retiró de Corea: “Remember; we will be back” (volveremos); “Rememeber, we shall meet again” había dicho en señales de foco el comandante del la fragata inglesa al comandante del buque argentino.
Decolamos y ahora era mi problema era informarle al Comandante de la Fuerza de Tareas. Volamos hacia donde estimábamos que estaba la Nave Capitana y la avistamos en las cercanías de Isla Media Luna navegando rumbo a Decepción. Contactados por radio me comuniqué con el comandante de la FT. Le dije: “Tengo información de carácter secreto: no puedo decirlo por este medio”. Me responde: “Dígala”. Le informé sintéticamente lo acaecido. Me dice: “Recibido. Estamos navegando para Decepción para reunión de toda la F.T. Espérenos allí”. Comprendí que ya tenían conocimiento de lo ocurrido. Regresamos nosotros al Destacamento.
Varias horas después arriban al fondeadero todos los buques componentes de la FTA: los 2 transportes: ARA Bahía Aguirre, y el ARA Bahía Buen Suceso, los Avisos ARA Chiriguano y el ARA Diaguita, creo que era el otro y. además, el ARA Punta Ninfas. Cuando fondean todos los buques, me mandan la lancha para ir a la NC.
ARA CHIRIGUANO en Antartida
La casilla queda construida, como dije antes, sobre cuatro pilotes, es decir elevada un medio metro del suelo para que la nieve no nos dificultara el acceso, pero resultaba muy apta para ser una casilla de fin de semana en el Delta del Tigre pero no para la Antártida donde los vientos son de fuerte intensidad y el mal tiempo frecuente e imprevisto, como el que mencioné y que obligó no solo a interrumpir las tareas, sino al reembarco, justo a tiempo, del personal del grupo de construcciones y la zarpada del Aviso - por ser en tenedero poco apto para mantenerse fondeado- y salir al mar exterior.
Respecto del temporal mencionado, le comento que nunca vi tan baja la presión barométrica. En la Antártida es generalmente baja, pero no tanto llegó, a menos de 700 milímetros (unidad que fue reemplazada por los Hectopascales). Quedamos aislados, dentro de la carpa, durante 3 ó 4 días, porque era imposible salir. El viento blanco. El viento huracanado y la nieve no permitían ver ni a un metro Era un temporal tremendo. Había momentos en que debíamos salir de la carpa, porque las necesidades biologías nos obligaban. Entonces, nos amarrábamos un cabo a la cintura y el chicote terminal a un parante de la carpa, procedimiento que nos servía de guía para regresar. Por suerte – mejor dicho por previsión acertada- el queso y la galleta que mencioné, nos sirvió de alimento, aunque el único, durante nuestra obligada permanencia dentro de la carpa. Las estufas, gracias a Dios, funcionaron bien.
En cuanto a las instrucciones recibidas, me preocupaba mucho lo que me había dicho el Comandante respecto a nuestro reembarque al fin de la Campaña. Al principio creí que era una humorada – lo cual no era muy usual en él - pero más adelante me di cuenta que podía darse el caso, dado que en esa época las campaña antárticas finalizaban bastante avanzada la temporada, en abril y varias veces a mediados de mayo, como resultó esta. Me recordaba bien aquello de nos iban a venir a buscar “si se podía”, porque el mar interior, (permítaseme utilizar esta expresión) de la Isla Decepción, se congela en invierno. Se congela, entonces no pueden entrar los buques, porque se forma un pack bastante espeso y no pueden entrar. Algo así me ocurrió varios años después, cuando volví a la Antártida como segundo comandante del ARA Bahía Aguirre cuando, peor aún, en pleno mes de Febrero, el mar se congeló estando ya dentro de la bahía. Pero, como le dije, esta es otra historieta para otro momento.
Entonces ¿cómo hacíamos para invernar un año en esa casilla, con lo que ocurre en un invierno, nocturno hasta avanzada la próxima primavera, con temporales reiterados que suele haber y mucho más intensos que el mencionado, con la certeza, comprobada, que la casilla no resistiría los embates del viento, sin víveres ni abrigo suficiente? ¿Pedirle apoyo a los ingleses?: NO. El único recurso, si ocurría que no nos podían venir a rescatar sería trasladarnos cruzando a pie todo el mar congelado hasta el Destacamento Decepción, si lográramos llegar, donde, tal vez, podrían darnos albergue durante los largos diez meses que faltaban hasta la próxima campaña. Por tierra en invierno no era factible transitar por la costa debido a glaciares que la ocupan y, aun antes del invierno, por los desprendimientos de grandes trozos de hielo.
Entonces, mi problema era explorar todo el contorno para imaginar por donde evacuar la isla Tal vez traspasando los Fuelles de Neptuno utilizando a famosa “ventana” que ya le mencioné y de alguna manera descolgarnos por allí y llegar al el mar abierto y que nos embarcáramos en una lancha del buque que viniera a buscarnos. Para eso, tenía que recorrer, como dije, todo el contorno y trepar, escalar hasta el borde de la ventana y ver cómo era del otro lado. Además ¿cómo conseguiría un cabo de la longitud suficiente para descolgarnos? Bueno, “Dios Proveerá” pensaba.
Pero había otro problema a resolver: la relación con nuestros vecinos. En búsqueda de la solución me ocurrió otro asunto interesante e inesperado que me ayudó en mi trato con ellos: Resulta que en la época de los noruegos y probablemente antes de la ocupación británica que mencioné al principio y en previsión a lo que podía ocurrirle, y que les ocurrió, supongo, enterraron bajo la lava, que conforma el suelo de la isla, cargas de dinamita, explosivo utilizado en la caza ballenas. Este explosivo es muy sensible a la temperatura. Sabía, por el grave accidente sufrido por un compañero de promoción que años antes había transitado por el lugar y, sin saberlo piso un lugar donde yacía bajo la nieve uno de esos enterramientos, lo cual causó una explosión que lo hirió seriamente. Durante mis exploraciones noté que desde algunos lugares salían desde bajo la lava unos cables conductores que convergían en la casa de los británicos. Esta circunstancia me sirvió para identificar y evitar las mencionadas cargas letales en mi afanosa búsqueda del acceso a las laderas de los Fuelles.
Me di cuenta que se trataba de una acción prevista por los british para ir eliminando esos peligrosos lugares para bien de su propia salud. Esto lo menciono para contarle lo que sucedió días después. Durante un crepúsculo (la noche era muy breve) sentimos varias explosiones que hubieran sido asaz alarmantes de no haber tenido la experiencia casual mencionada, ya que encontré acertada mi sospecha. Aproveché la circunstancia para trasladarme a la base inglesa provisto de un botiquín de primeros auxilios para ofrecerles ayuda aludiendo que había sentido “extrañas y sorprendentes explosiones” (strange and astonishing explotions) y concurría a ofrecer asistencia anta la posibilidad de que tuvieran algún herido. El australiano se sintió conmovido y mucho me agradeció mi intención. Me manifestó que se trataba del festejo del cumpleaños de un miembro de la dotación, que así era la costumbre, haciendo desaparecer las cargas mencionadas. Pero no me invitó, el desgraciado, a entrar a la casa. Confirmada quedó mi sospecha.
Lo útil se puso de manifiesto al día siguiente: Encontrándome derritiendo nieve para tener agua en estado liquido, veo acercarse a Mr. Clarke, que así se llamaba el ex piloto Jefe de la Base inglesa, vestido muy prolijamente, y portando un bastón que supuse era la insignia de su mando, pues era joven y no rengueaba, que venía a expresarme su agradecimiento con un botella de whisky DEL MUY BUENO. Allí establecimos relaciones. Le entregué, en retribución, un buen trozo de carne que manteníamos en una “heladera natural” conformada por una capa de lava, sobre la cual una capa de carbón, una capa de carne y así sucesivamente, que daba excelentes resultados Recuerdo aun los ojos de asombro del australiano quien, seguramente extrañaba desde hacía mucho tiempo, el producto ganadero competitivo con el nuestro en aquellos tiempos. Luego yo, si, lo hice pasar a mi “cabaña”.
A unos cuatro o cinco días de estar ahí, llega una fragata de la Amada Chilena y desembarca un grupo de gente y, a unos 100 metros del refugio nuestro, construyen una casilla. Por supuesto, con los chilenos, muy buena amistad; tenia, además, la orden de mantener muy buena relación y había incluso, un convenio de cooperación mutua como dije antes; me invitan a cenar a bordo, lo cual me permitió comer bien (uno de los suboficiales había asumido la tarea de improvisado cocinero y no era, precisamente, un excelente chef) y en amena y grata compañía: Todo muy bien. Por lo menos nosotros habíamos llegado antes a ocupar la zona.
Terminaron de construir la casilla, pero mucho más chica que la nuestra (apenas tendría 1,50 m de altura) y dejaron víveres pero no tripulación; sí un gran cartel que decía “Base de la Fuerza Aérea Chilena” y la bandera nacional pintados en el techo. Habrán estado 2 días haciendo esa construcción y se fueron, zarparon. Es decir que establecieron su presencia pero sin dejar gente.
---------- Post added at 09:16 ---------- Previous post was at 09:15 ----------
de histarmar III
HMS BIGBURY BAY
Pocos días después aparece en la caleta una fragata británica, la HMS “Bighbury Bay” que fondea en Balleneros y, al rato, desembarca de una lancha y viene directamente hacia el refugio, que estaría a unos 200 metros de la costa, un oficial inglés. Golpea la puerta, lo recibo; era un Teniente de Navío inglés vestido correctamente con uniforme “saco naval” en esa época con cuello duro, ( no un equipo antártico como vestíamos nosotros) con todas las formalidades victorianas propias de la Royal Navy ( cuando no utilizan torpedos desde submarinos nucleares) Lo hago pasar y me dice, en inglés (yo estaba autorizado a hablar inglés), que venía por orden del magistrado (algo así como el gobernador) de las Malvinas (Por supuesto mencionó las Malvinas, of course), que estaba embarcado en el Bigbury Bay, para invitarme a concurrir a bordo, a tal hora ( I don’t remember, now) de Greenwich (primer meridiano) y que me enviaría la lancha para trasladarme a bordo, porque el “magistrate” quería hablar conmigo, para discutir las razones de la ocupación argentina sin autorización de Su Majestad, la Reina, y que me invitaba a desalojar las islas, porque era un inmigrante sin autorización, (es decir, clandestino).
Pensé: “Oh! Is that so?” o sea ¡Con esas tenemos! Entonces, le contesté casi textualmente: “Dígale a este señor que se titula ‘magistrado” de Las Malvinas y dependencias que no lo reconozco como autoridad válida porque siendo Las Malvinas e Islas del Atlántico Sur, de soberanía argentina, no pueden tener un gobernador británico y que las Islas a que se refería no se denominan Malvinas”. Segundo: Que en todo caso él debería explicarme a mí las causas de su presencia en aguas territoriales argentinas; Tercero: que si desea hablar conmigo, de cualquier otra cosa, con mucho gusto lo recibiré aquí, en esta casa que es donde reside la autoridad en la zona.
A todo esto el inglés me miraba con ojos de sorpresa y yo imaginaba lo que él estaría sintiendo sin comprender: que un “southamerican”, (hoy día “******”) !estuviera dirigiéndose en esos términos, nada menos que al gobernador y representante de Su Majestad!
Lo único que quedaba por hacer, era convidarlo con grapa marca ‘El Globo’ que tenia provisto ( ¡no del whisky mencionado! ) que no aceptó. No sé si por lo que estimó sobre la calidad de la bebida ofrecida, o porque se sintió molesto por mi respuesta, Lo acompañé hasta la costa, como cortesía entre hombres de mar, para que se embarcara en la lancha en la que había venido y regresara a su buque. Al embarcar, me dijo: “Señor, le confirmo que a tal hora (no me acuerdo ahora) va a estar la lancha para buscarlo”. Le respondí: “Señor teniente, ratifico lo que le he dicho y le pido que le transmita ese mensaje al titular o magistrado, que para mí, no es tal aquí. ¡Good morning, Sir”!. Se fue.
CB: - ¿En qué año sucedieron estos acontecimientos?
JCh: - Fue en año1953 y daba la coincidencia que en ese año se conmemoraba el cincuentenario de la ocupación argentina en Orcadas, como mencione antes. Ya pasamos el centenario.
Unos días después entra a la Bahía el A.R.A. Punta Ninfas, buque de reabastecimiento que formaba parte la F.T. comandado en el entonces por el Capitán de Corbeta D. Roberto Arena (Promoción 67)
ARA PUNTA NINFAS
Yo tenía una radio, radio transmisor – receptor, para comunicarme, pero por un problema de antenas, era casi inútil. Cuando el buque entra a la bahía, y pasa por las cercanías me pude comunicar y le di el mensaje al comandante, de que necesitaba ir a bordo. Cuando fondeó el buque, cerca del Destacamento Decepción, me mandó un helicóptero, que era de la Fuerza Aérea cuyo piloto resultó ser de la promoción equivalente a la mía, actualmente somos muy amigos Me vino a buscar, aterrizó ahí cerca del refugio; subí y aterrizamos a bordo, por supuesto en una plataforma donde apenas cabía la aeronave lo que era casi una hazaña ya que unos centímetros de error y se iba al agua. Bueno, le informe al Comandante del buque lo que pasaba; le conté todo para que él informara con los medios de comunicación y las claves correspondientes que disponía, al Comandante de la F. T. lo que había ocurrido.
En ese momento, entra otra vez la fragata inglesa y el comandante del Punta Ninfas manda una lancha con un guardiamarina con la clásica nota de protesta, y la invitación a cenar en su buque. La que no fue aceptada.
Horas después, zarpa el Bighbury Bay y envía al Punta Ninfas un mensaje por foco, que decía: “Au revoir. Remember we shall meet again”;( Hasta pronto. Recuerde que nos volveremos a encontrar”). Regresé al refugio en el helicóptero. Poco tiempo después zarpó el Punta Ninfas.
Esta segunda llagada del buque inglés, a poco de haber entrado el buque argentino, me confirmó la suposición que el Jefe de la base británica de Caleta Balleneros informaba a la autoridad del que él dependía. Y la cercanía del buque ingles en la zona, probablemente, no casual. No volvieron ni los ingleses ni los chilenos, hasta alrededor de un poco más de un mes. Si entró el ARA Bahía Aguirre el que fondeó en Bahía Teléfono en las proximidades del Destacamento Decepción, y recibí la visita del Segundo Comandante el Teniente de Navío D. Reynaldo Tettamantti (P.71) a quien lo comenté lo acaecido. Aproveché para enviar de regreso al geólogo, en parte porque ya, evidentemente, no era necesaria su presencia sino también por su difícil adaptación al medio.
Pasado un lapso de más de un mes, durante el cual confirmé la imposibilidad de utilizar el pasaje por la costa para circundar por tierra la bahía para llegar al Destacamento en invierno, a causa de la travesía hacia dicho lugar efectuada por el geólogo a quien acompañé hasta pasado el glaciar amenazante y su preocupante búsqueda a su regreso a causa de no haber este cumplido la medida de seguridad convenida de estar de vuelta a los cinco días de su salida, descontados los días en que la meteorología reinante lo impidiera (que de haber existido los hubiera notado yo también) nos obligó a una expedición a investigar un posible accidente al pie del glaciar. Lo encontramos viniendo de regreso poco después de haber nosotros traspasado el mismo.
También en ese período sufrimos varios temporales que hicieron temblar peligrosamente la estructura de la casilla y el derrumbe sobre nuestros catres, de estanterías adosadas a sus mamparos (con “o” porque así se denominan abordo las mamparas con “a”, terrestres) para estibar algunas latas de reservas y enseres domésticos.
En ese período fracasé en embalsamar un pingüino por carencia de instrumental adecuado para quitar completamente la grasa protectora del frío bajo su piel, ya que estaquee, extendida, su piel para que se secara la grasa remanente en la pared exterior de la casilla. Un Squa hambriento en raudo vuelo en picada se lo llevó. Aun me arrepiento de haber matado el ave “Duro de matar” como el titulo de la película. Omito el relato.
El Jefe del Destacamento Naval Decepción era el entonces Teniente de Navío D. Carlos J. Fraguio, (P.74) quien iba a permanecer allí todo el año. Me envía, para invitarme y trasportarme, al Destacamento a su mando uno de los dos aviones anfibios Gruman Goose que operaban durante la campaña de verano desde ese Destacamento que oficiaba como su base.
CB: - Yo lo conocí ¿no fue embajador en Japón?
JCh: - Fue agregado naval y años después, ya retirado, fue como embajador, para eso, para desempeñarse como agregado naval, aprendió japonés;
El Comandante del avión era el Teniente de Navío, Rodríguez Blanco (P.74) quien me invita a trasladarme al Destacamento con la intención de volver esa tarde o al día siguiente. Necesitaba ir porque quería que me explicaran cómo reparar el transmisor y, si era posible, traer al mecánico de radio, y me arreglara el asunto. La cosa es que fuimos, me invitan a cenar, con la intención de volver al día siguiente. Aproveché para comunicarme por radiotelefonía con mi familia y para bañarme como la gente ya que en el refugio era una cosa muy inusual pues resultaba una operación engorrosa. Había que ir a buscar nieve en un balde, si no había nevado y la tuviéramos cerca, calentarla en la hornilla de la casilla para convertirla en agua líquida y alcanzar una buena temperatura para que no se enfriara hasta llegar a la carpa, que se mantenía armada, sirviendo de depósito de víveres y para eventual uso para un breve e incomodo baño utilizando el balde que, colgado de alguna forma, al inclinarlo vertía su contenido oficiando de improvisada ducha.
Estimado Carlos, me parece que estoy haciendo muy prolongado este cuento, es decir que estoy derivando u orzando mucho, por lo tanto saliéndome del canal...
CB: Para nada estimado amigo, le ruego continúe ya que es un relato realmente apasionante.
JCh: Continúo entonces. No fue posible regresar al día siguiente, como era la intención, ni por dos días más a causa del mal tiempo que no permitía volar. Amainado el fuerte temporal pudimos decolar. Hicimos una gran gira por la Antártida; llegamos hasta el Estrecho de Gerlache, sobrevolamos el Destacamento Naval Almirante Brown, Bahía Esperanza, Melchior etc. En fin, toda una recorrida magnífica. Al medio día, llegamos ya de vuelta a Decepción, para desembarcar en mi refugio pero, desde el aire, veía la caleta Balleneros pero no veía mi refugio y no veía la Bandera Argentina que me habían provisto, que era como dije antes casi tan grande como la casa, Y tampoco veía el refugio chileno. No los distinguía porque por que no estaban, como lo supe después del acuatizar.
Bueno, acuatizamos, el anfibio trepa a la costa, desembarco y veo que me esperaban allí, el jefe de la base inglesa con otras personas que no conocía. El que ya era “amigo”, digamos, me dice cuando desembarco: “Señor, le recuerdo que está pisando tierra de Su Majestad británica”. Y siempre me hacía acordar Rodríguez Blanco, cuando yo le dije a Mr. Clarke “Ma! ¡Qué ‘Su Majestad ni qué Majestad!’ (En castellano)”.Junto a Clarke , un señor alto, de uniforme, que identifiqué por los galones y por la inscripción que tenía bajo su hombro derecho como de la “Royal Marine Corp.”. Se presenta como el Mayor Andrew. Y me dice, en ingles: “Debo comunicarle que usted está en tierras de Su Majestad británica”; y prosigue “que la casilla que estaba acá ha sido desarmada y ha sido deshecha”. Están allí sus pertenencias las de la gente que lo ocupaba y los elementos de ustedes y sus equipos, que usted puede retirarlos”. “Y le comunico que esta noche, su refugio y la construcción chilena, van a ser incinerados.” Le contesté: “Estoy en territorio argentino y su actitud es delictuosa”:
“Voy a ir hasta mi refugio y no voy a retirar nada”. Le pregunte donde estaba el personal: su respuesta fue: han sido embarcados y trasladados a tierra. Lo mismo los elementos de cierto valor que se encontraban en el refugio que han sido inventariados y los que oportunamente serán remitidos a su país. Insistí en saber donde llevarían a los dos suboficiales y en que buque estaban, a lo que me contestó que no podía darme ese dato. Sí me dijo que habían sido detenidos por no tener autorización para encontrase en posesiones británicas. Remarcó que se los consideraba ciudadanos civiles y no como militares para no complicar la situación. También se negó a contestarme otras preguntas como el nombre del buque, cuándo había ingresado a la bahía etc. aclarándome que no podía darme ninguna otra información. Insistí en saber dónde estaba el pabellón nacional a lo que me contestó que se encontraba incluido entre los elementos de valor que habían inventariado y que serían devueltos oportunamente.
Le comento que me negaba a retirar algo del refugio como me ofrecía el inglés porque si lo hacía, pensé, estaría reconociendo su autoridad.
Finalizado este diálogo me dirigí, acompañado por Rodríguez Blanco y seguido por el Mayor y Mr. Clarke al refugio. Al hacerlo me percibo que a una distancia de unos cincuenta metros, en un semicírculo y en posición de cuerpo a tierra se encontraban, con armamento de infantería, apuntándonos a los argentinos y al avión una veintena de infantes de
Marina. Nosotros no portábamos armas de ningún tipo y no las había en el avión en el que permanecían el copiloto Teniente de Corbeta D. Eduardo Pérez Tomas (P.76) y el mecánico.
Llegamos a donde estaba el refugio. Desarmada la casilla y los paños , techo etc. prolijamente apilados y sobre ellos las pertenecían nuestras. También la carpa, los víveres etc. No estaba el pabellón nacional ni el mástil. Tampoco los elementos meteorológicos ni el trasmisor ni el generador. El mismo procedimiento con la casilla chilena. Reiteró el mayor su ofrecimiento de retirar lo que quisiera y reiteré mi negativa explicándole esta vez que él no tenía autoridad para concederme nada puesto que era yo la autoridad en la zona. Guardó silencio.
Bien, en esta situación poco, nada, quedaba por hacer allí. Regresamos a la playa, embarqué al avión después del piloto y antes de cerrar la puerta de acceso les dije a los jefes ingleses, en inglés, como Mc Arthur, cuando se retiró de Corea: “Remember; we will be back” (volveremos); “Rememeber, we shall meet again” había dicho en señales de foco el comandante del la fragata inglesa al comandante del buque argentino.
Decolamos y ahora era mi problema era informarle al Comandante de la Fuerza de Tareas. Volamos hacia donde estimábamos que estaba la Nave Capitana y la avistamos en las cercanías de Isla Media Luna navegando rumbo a Decepción. Contactados por radio me comuniqué con el comandante de la FT. Le dije: “Tengo información de carácter secreto: no puedo decirlo por este medio”. Me responde: “Dígala”. Le informé sintéticamente lo acaecido. Me dice: “Recibido. Estamos navegando para Decepción para reunión de toda la F.T. Espérenos allí”. Comprendí que ya tenían conocimiento de lo ocurrido. Regresamos nosotros al Destacamento.
Varias horas después arriban al fondeadero todos los buques componentes de la FTA: los 2 transportes: ARA Bahía Aguirre, y el ARA Bahía Buen Suceso, los Avisos ARA Chiriguano y el ARA Diaguita, creo que era el otro y. además, el ARA Punta Ninfas. Cuando fondean todos los buques, me mandan la lancha para ir a la NC.