(De Clarín - 25 de mayo de 2008)
LA HISTORIA EN UNA FOTO
La Revolución que nos hizo libres
En 1810, el acoso de Napoleón sobre España abrió una oportunidad impensable para los americanos
Felipe Pigna. Historiador
[email protected]
Los habitantes originarios de nuestro continente comenzaron su rebelión contra los invasores a los pocos meses de aquel fatídico 12 de octubre de 1492. En los primeros días de 1493 las Antillas ardían en rebelión acaudilladas por Anacaona y su compañero Caonabó. América no se entregó sin luchar: fueron miles y miles, en el Caribe, en México, en Perú, en nuestros valles Calchaquíes, los que en términos del Libertador Bolívar llevaron adelante una guerra a muerte heroica y desigual, que renacerá en 1780 en el ejército libertador de Tupac Amaru. La llama volvió a estallar en 1809 en Chuquisaca en la voz del estudiante tucumano Bernardo de Monteagudo que ante las noticias de la caída de la abdicación de la monarquía española en manos de Napoleón proclamaba: "Desaparezca la penosa y funesta noche de la usurpación y amanezca luminoso y claro el día de la libertad. Quebrantad las terribles cadenas de la esclavitud y empezad a disfrutar de los deliciosos encantos de la independencia", mientras se sumaba a los revolucionarios que se lanzarán a las calles de la ciudad universitaria el 25 de mayo de 1809, y de La Paz el 16 de junio, rebelándose contra los abusos de las autoridades locales y formando juntas como las de España.
El virrey Cisneros ordenó una violenta represión causando centenares de muertos. Un año después Buenos Aires se rebela. El 13 de mayo de 1810 llegó al puerto de Montevideo la fragata inglesa John Paris trayendo una noticia grave: el 13 de enero Sevilla había caído en manos de Napoleón. La Junta Central, último bastión de poder español reconocido por los americanos, quedó disuelta y se había formado un fantasmagórico Consejo de Regencia.
Era la oportunidad que esperaban los jóvenes que se reunían desde las Invasiones Inglesas. El grupo comisionó a Juan José Castelli y Martín Rodríguez para entrevistarse con Cisneros y exigirle la convocatoria a un Cabildo abierto. El virrey intentó ensayar un discurso hablando de insolencia y atrevimiento, pero Rodríguez le advirtió que tenía cinco minutos para decidir . Cisneros convocó al Cabildo abierto para el 22 de mayo.
El día 21 la Plaza de la Victoria fue ocupada por unos 600 hombres armados con pistolas y puñales. Estaban encabezados por Domingo French y Antonio Luis Beruti, y se agrupaban bajo el nombre de la "Legión Infernal". Pedían que se concretara la convocatoria al Cabildo abierto y que el virrey fuera suspendido. El clima se fue calentando y tuvo que intervenir el jefe del regimiento de Patricios, Cornelio Saavedra, quien logró calmarlos garantizándoles el apoyo militar a sus reclamos.
Aquel 22 de mayo, de los 450 invitados sólo pudieron llegar 251. Los muchachos de la "Legión Infernal" se encargaron del "derecho de admisión" usando más que las míticas cintitas de color incierto, convincentes cuchillos, trabucos y fusiles.
Comenzaron los discursos sobre si el virrey debía seguir en su cargo o no. Rompió el silencio el representante más reaccionario de los españoles, el obispo Lué y Riega, jefe de la iglesia local: "Aunque hubiese quedado un solo vocal de la Junta Central de Sevilla y arribase a nuestras playas, lo deberíamos recibir como al Soberano. Asombra que hombres nacidos en una colonia se crean con derecho a tratar asuntos privativos de los que han nacido en España".
Pero faltaba el plato fuerte del día, la voz de la revolución no había hablado todavía. Allí estaba Juan José Castelli: "Nadie ha podido reputar por delincuente a la nación entera, ni a los individuos que han abierto sus opiniones políticas". Haciendo uso de una maravillosa ironía, señaló: "Si el derecho de conquista pertenece al país conquistador, justo sería que la España comenzase por darle la razón al reverendo obispo abandonando la resistencia que hace a los franceses. Los americanos sabemos lo que queremos y adónde vamos".
Los cabildantes aprobaron la destitución del virrey y la conformación de una Junta. Los miembros recalcitrantes del Cabildo, adictos al virrey, maniobraron: nombraron una Junta presidida por Cisneros, burlando la voluntad popular. Manuel Belgrano explotó de furia: "Juro a mi patria y a mis compañeros que si a las tres de la tarde del día de mañana el virrey no ha renunciado, lo arrojaremos por las ventanas de la fortaleza". :hurray: Por la noche una delegación encabezada por Castelli y Saavedra y acompañada por una importante escolta se presentó en la residencia de Cisneros con cara de pocos amigos y logró su renuncia. La junta quedó disuelta y se convocó nuevamente al Cabildo para la mañana siguiente.
En la mañana del 25, grupos de vecinos se congregaron en la Plaza frente al Cabildo con el apoyo activo de los milicianos encabezados por French y Beruti. Los cabildantes anunciaron la formación de la Primera Junta de gobierno en resguardo de los "derechos de Fernando VII".
Por aquellos días nadie en su sano juicio podía suponer que Napoleón sería derrotado y que Fernando pudiera volver al trono español y recuperar sus colonias americanas. Por lo tanto prometer fidelidad a un rey fantasma y no a un Consejo de Regencia existente era toda una declaración de principios que abría el camino hacia una voluntad independentista que no podía explicitarse por las presiones de Gran Bretaña, aliada de España en su lucha contra Napoleón.
Aquel 25 de mayo de 1810, Mariano Moreno juraba como Secretario de Guerra y Gobierno de aquella Primera Junta y nos dejaba una clara declaración de principios que bien podría reemplazar a la ya claramente ineficiente "que Dios y la Patria se lo demanden": "La variación presente no debe limitarse a suplantar a los funcionarios públicos e imitar su corrupción y su indolencia. Es necesario destruir los abusos de la administración, desplegar una actividad que hasta hoy no se ha conocido, promover el remedio de los males que afligen al Estado, excitar y dirigir el espíritu público, educar al pueblo, destruir o contener a sus enemigos y dar nueva vida a las provincias. Si el gobierno huye el trabajo; si sigue las huellas de sus predecesores, conservando la alianza con la corrupción y el desorden, hará traición a las justas esperanzas del pueblo y llegará a ser indigno de los altos destinos que se han encomendado en sus manos".
La Revolución que había fijado en las palabras de Belgrano sus cuatro puntos cardinales -equidad, justicia, industria y educación- estaba en marcha. Quedaba por ver por qué caminos tomaría.
LA HISTORIA EN UNA FOTO
La Revolución que nos hizo libres
En 1810, el acoso de Napoleón sobre España abrió una oportunidad impensable para los americanos
Felipe Pigna. Historiador
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Los habitantes originarios de nuestro continente comenzaron su rebelión contra los invasores a los pocos meses de aquel fatídico 12 de octubre de 1492. En los primeros días de 1493 las Antillas ardían en rebelión acaudilladas por Anacaona y su compañero Caonabó. América no se entregó sin luchar: fueron miles y miles, en el Caribe, en México, en Perú, en nuestros valles Calchaquíes, los que en términos del Libertador Bolívar llevaron adelante una guerra a muerte heroica y desigual, que renacerá en 1780 en el ejército libertador de Tupac Amaru. La llama volvió a estallar en 1809 en Chuquisaca en la voz del estudiante tucumano Bernardo de Monteagudo que ante las noticias de la caída de la abdicación de la monarquía española en manos de Napoleón proclamaba: "Desaparezca la penosa y funesta noche de la usurpación y amanezca luminoso y claro el día de la libertad. Quebrantad las terribles cadenas de la esclavitud y empezad a disfrutar de los deliciosos encantos de la independencia", mientras se sumaba a los revolucionarios que se lanzarán a las calles de la ciudad universitaria el 25 de mayo de 1809, y de La Paz el 16 de junio, rebelándose contra los abusos de las autoridades locales y formando juntas como las de España.
El virrey Cisneros ordenó una violenta represión causando centenares de muertos. Un año después Buenos Aires se rebela. El 13 de mayo de 1810 llegó al puerto de Montevideo la fragata inglesa John Paris trayendo una noticia grave: el 13 de enero Sevilla había caído en manos de Napoleón. La Junta Central, último bastión de poder español reconocido por los americanos, quedó disuelta y se había formado un fantasmagórico Consejo de Regencia.
Era la oportunidad que esperaban los jóvenes que se reunían desde las Invasiones Inglesas. El grupo comisionó a Juan José Castelli y Martín Rodríguez para entrevistarse con Cisneros y exigirle la convocatoria a un Cabildo abierto. El virrey intentó ensayar un discurso hablando de insolencia y atrevimiento, pero Rodríguez le advirtió que tenía cinco minutos para decidir . Cisneros convocó al Cabildo abierto para el 22 de mayo.
El día 21 la Plaza de la Victoria fue ocupada por unos 600 hombres armados con pistolas y puñales. Estaban encabezados por Domingo French y Antonio Luis Beruti, y se agrupaban bajo el nombre de la "Legión Infernal". Pedían que se concretara la convocatoria al Cabildo abierto y que el virrey fuera suspendido. El clima se fue calentando y tuvo que intervenir el jefe del regimiento de Patricios, Cornelio Saavedra, quien logró calmarlos garantizándoles el apoyo militar a sus reclamos.
Aquel 22 de mayo, de los 450 invitados sólo pudieron llegar 251. Los muchachos de la "Legión Infernal" se encargaron del "derecho de admisión" usando más que las míticas cintitas de color incierto, convincentes cuchillos, trabucos y fusiles.
Comenzaron los discursos sobre si el virrey debía seguir en su cargo o no. Rompió el silencio el representante más reaccionario de los españoles, el obispo Lué y Riega, jefe de la iglesia local: "Aunque hubiese quedado un solo vocal de la Junta Central de Sevilla y arribase a nuestras playas, lo deberíamos recibir como al Soberano. Asombra que hombres nacidos en una colonia se crean con derecho a tratar asuntos privativos de los que han nacido en España".
Pero faltaba el plato fuerte del día, la voz de la revolución no había hablado todavía. Allí estaba Juan José Castelli: "Nadie ha podido reputar por delincuente a la nación entera, ni a los individuos que han abierto sus opiniones políticas". Haciendo uso de una maravillosa ironía, señaló: "Si el derecho de conquista pertenece al país conquistador, justo sería que la España comenzase por darle la razón al reverendo obispo abandonando la resistencia que hace a los franceses. Los americanos sabemos lo que queremos y adónde vamos".
Los cabildantes aprobaron la destitución del virrey y la conformación de una Junta. Los miembros recalcitrantes del Cabildo, adictos al virrey, maniobraron: nombraron una Junta presidida por Cisneros, burlando la voluntad popular. Manuel Belgrano explotó de furia: "Juro a mi patria y a mis compañeros que si a las tres de la tarde del día de mañana el virrey no ha renunciado, lo arrojaremos por las ventanas de la fortaleza". :hurray: Por la noche una delegación encabezada por Castelli y Saavedra y acompañada por una importante escolta se presentó en la residencia de Cisneros con cara de pocos amigos y logró su renuncia. La junta quedó disuelta y se convocó nuevamente al Cabildo para la mañana siguiente.
En la mañana del 25, grupos de vecinos se congregaron en la Plaza frente al Cabildo con el apoyo activo de los milicianos encabezados por French y Beruti. Los cabildantes anunciaron la formación de la Primera Junta de gobierno en resguardo de los "derechos de Fernando VII".
Por aquellos días nadie en su sano juicio podía suponer que Napoleón sería derrotado y que Fernando pudiera volver al trono español y recuperar sus colonias americanas. Por lo tanto prometer fidelidad a un rey fantasma y no a un Consejo de Regencia existente era toda una declaración de principios que abría el camino hacia una voluntad independentista que no podía explicitarse por las presiones de Gran Bretaña, aliada de España en su lucha contra Napoleón.
Aquel 25 de mayo de 1810, Mariano Moreno juraba como Secretario de Guerra y Gobierno de aquella Primera Junta y nos dejaba una clara declaración de principios que bien podría reemplazar a la ya claramente ineficiente "que Dios y la Patria se lo demanden": "La variación presente no debe limitarse a suplantar a los funcionarios públicos e imitar su corrupción y su indolencia. Es necesario destruir los abusos de la administración, desplegar una actividad que hasta hoy no se ha conocido, promover el remedio de los males que afligen al Estado, excitar y dirigir el espíritu público, educar al pueblo, destruir o contener a sus enemigos y dar nueva vida a las provincias. Si el gobierno huye el trabajo; si sigue las huellas de sus predecesores, conservando la alianza con la corrupción y el desorden, hará traición a las justas esperanzas del pueblo y llegará a ser indigno de los altos destinos que se han encomendado en sus manos".
La Revolución que había fijado en las palabras de Belgrano sus cuatro puntos cardinales -equidad, justicia, industria y educación- estaba en marcha. Quedaba por ver por qué caminos tomaría.