Según revela el diario Folha de Säo Paulo, mucho antes de implementarse el Plan Cóndor, el gobierno militar de Garrastazú Médici le daba apoyo financiero y diplomático al genocida chileno y juntos perseguían a opositores.
La dictadura brasileña (1964-1985) fue uno de los mayores sostenes del régimen cívico-militar chileno del general Augusto Pinochet (1973-1990), al que le dio un generoso, aunque interesado apoyo financiero y diplomático. Documentos inéditos de la cancillería (Itamaraty) revelados por el diario Folha de São Paulo también pusieron en evidencia los acuerdos de ambas dictaduras para reprimir a la oposición política de los respectivos países, en lo que constituyó un capítulo previo, y hasta ayer no conocido, del Plan Cóndor de coordinación represiva continental (ver aparte).
La ayuda brasileña comenzó en noviembre de 1973 –dos meses después del golpe de Estado del 11 de septiembre contra el gobierno constitucional de Salvador Allende–, con la entrega de 50 millones de dólares al Banco Central de Chile, luego de que la dictadura de Santiago avisara que se encontraba en “situación grave”. Entonces, el Banco do Brasil abrió líneas de financiamiento de su Cartera de Crédito para la Exportación, con lo cual facilitó la venta de azúcar, autobuses, camiones y fragatas y aceleró la compra de cobre chileno.
El gigante sudamericano se convirtió en 1976 en el mayor comprador del metal –la locomotora de la economía chilena–, por encima de Alemania, atendiendo a una sugerencia del embajador en Santiago, el diplomático de carrera Antonio Candido da Camara Canto. “Es el momento de que concentremos aquí nuestras compras de cobre, eso nos dará una influencia y una expresión desvinculadas de quien gobierne el país”, escribió el brasileño en un telegrama cursado a Itamaraty. Candido actuaba por convicción. Su afinidad con la dictadura pinochetista era inocultable y quedó en evidencia en un cable en el que se refiere a sus interlocutores como “los militares amigos míos”.
Esta es la primera vez que despachos originados en Brasil muestran tanta convicción a favor del sangriento régimen pinochetista y formulan tantas y tan superficiales críticas al gobierno democrático de Allende. En 2009, se habían conocido algunos documentos de los archivos del Departamento de Estado de los Estados Unidos que contaban que, durante una reunión celebrada en 1971 en Washington, el dictador brasileño Emilio de Garrastazú Médici (1969-1974) le prometió al entonces presidente estadounidense Richard Nixon trabajar para derrocar a Allende. Pero nada más se sabía.
En los momentos más difíciles para la dictadura de Pinochet, Brasil también asumió la “tutoría” diplomática de Chile en México, Polonia y Yugoslavia, países que habían condenado al naciente régimen. La diplomacia brasileña prestó auxilio a Santiago cuando la Organización de Estados Americanos (OEA) debatió sobre la violación de los Derechos Humanos. Según un telegrama de 1975, la intervención de la Argentina y Brasil fue decisiva para “aguar” una moción de condena en el Parlamento Latinoamericano, un organismo adscripto a la OEA. A cambio, el régimen de Santiago se comprometió a respaldar a los candidatos que postulara Brasil para ocupar cualquier cargo en organismos internacionales. <
Ansa, AP y dpa
La dictadura brasileña (1964-1985) fue uno de los mayores sostenes del régimen cívico-militar chileno del general Augusto Pinochet (1973-1990), al que le dio un generoso, aunque interesado apoyo financiero y diplomático. Documentos inéditos de la cancillería (Itamaraty) revelados por el diario Folha de São Paulo también pusieron en evidencia los acuerdos de ambas dictaduras para reprimir a la oposición política de los respectivos países, en lo que constituyó un capítulo previo, y hasta ayer no conocido, del Plan Cóndor de coordinación represiva continental (ver aparte).
La ayuda brasileña comenzó en noviembre de 1973 –dos meses después del golpe de Estado del 11 de septiembre contra el gobierno constitucional de Salvador Allende–, con la entrega de 50 millones de dólares al Banco Central de Chile, luego de que la dictadura de Santiago avisara que se encontraba en “situación grave”. Entonces, el Banco do Brasil abrió líneas de financiamiento de su Cartera de Crédito para la Exportación, con lo cual facilitó la venta de azúcar, autobuses, camiones y fragatas y aceleró la compra de cobre chileno.
El gigante sudamericano se convirtió en 1976 en el mayor comprador del metal –la locomotora de la economía chilena–, por encima de Alemania, atendiendo a una sugerencia del embajador en Santiago, el diplomático de carrera Antonio Candido da Camara Canto. “Es el momento de que concentremos aquí nuestras compras de cobre, eso nos dará una influencia y una expresión desvinculadas de quien gobierne el país”, escribió el brasileño en un telegrama cursado a Itamaraty. Candido actuaba por convicción. Su afinidad con la dictadura pinochetista era inocultable y quedó en evidencia en un cable en el que se refiere a sus interlocutores como “los militares amigos míos”.
Esta es la primera vez que despachos originados en Brasil muestran tanta convicción a favor del sangriento régimen pinochetista y formulan tantas y tan superficiales críticas al gobierno democrático de Allende. En 2009, se habían conocido algunos documentos de los archivos del Departamento de Estado de los Estados Unidos que contaban que, durante una reunión celebrada en 1971 en Washington, el dictador brasileño Emilio de Garrastazú Médici (1969-1974) le prometió al entonces presidente estadounidense Richard Nixon trabajar para derrocar a Allende. Pero nada más se sabía.
En los momentos más difíciles para la dictadura de Pinochet, Brasil también asumió la “tutoría” diplomática de Chile en México, Polonia y Yugoslavia, países que habían condenado al naciente régimen. La diplomacia brasileña prestó auxilio a Santiago cuando la Organización de Estados Americanos (OEA) debatió sobre la violación de los Derechos Humanos. Según un telegrama de 1975, la intervención de la Argentina y Brasil fue decisiva para “aguar” una moción de condena en el Parlamento Latinoamericano, un organismo adscripto a la OEA. A cambio, el régimen de Santiago se comprometió a respaldar a los candidatos que postulara Brasil para ocupar cualquier cargo en organismos internacionales. <
Ansa, AP y dpa