Esto escribí sobre Poltronieri en mi libro "Malvinas a sangre y fuego":
Luego de la rendición, los británicos le preguntaron a los mandos argentinos cual era la unidad que había estado defendiendo el monte Dos Hermanas durante más de ocho horas del día 12 de junio. Y no hubo tal unidad. El avance inglés fue detenido durante todo ese tiempo por un solo hombre: Oscar Ismael Poltronieri, conscripto del Regimiento de Infantería 6.
Hablé con Poltronieri después de la guerra: “Eramos 120 soldados, con dos ametralladoras MAG. Yo manejaba la número 1. Hacia dos o tres días que estabamos ahí bajo el bombardeo de los barcos. A las 6 de la mañana, teníamos a los ingleses a 50 metros frente a nosotros. Estabamos todos metidos detrás de una piedra grandísima. Nos tenían acorralados, encerrados con balas. Lo único que me quedaba a mi, era ayudar a mis compañeros a replegarse. Tambien le dije al de la otra ametralladora que se fuera. Al irse él, los ingleses comenzaron a tirarme el doble de tiros. El subteniente Franco me ordenaba: “Soldado Poltronieri, repliéguese”. Y yo le contestaba: “No, yo no me voy hasta que no se replieguen todos ustedes”. El sargento Echeverría y el subteniente Franco acababan de ser padres, se enteraron por telegrama hace unos días. Y yo les dije: “Despéguense ustedes, porque ustedes tienen hijos, yo no tengo. Yo soy soltero”. Como no querían, entonces lo único que me quedaba era obligarlos a ellos”. Poltronieri les apuntó con su arma y los cuadros, finalmente, retrocedieron.
El único soldado conscripto que fuera condecorado con la Cruz al Heroico Valor en Combate, me sigue relatando:
“Cuando ellos se fueron, eran las seis y media de la mañana y yo estuve hasta las tres de la tarde peleando contra los ingleses frente a frente. A mi no me mataron, ni me hirieron, porque ellos venían de abajo para arriba. Yo estaba detrás de una piedra: cuando castigaba la bala, pegaba en el borde y agarraba para otro lado. Entonces, no me pudieron bajar. Yo les pegaba, se caían y parecía que volvían a pararse. No me podían vencer, a ellos les parecía que eramos un montón, y era yo solo. Entonces se replegaron. Justo cuando me había quedado sin balas de ametralladora. Me quedaba la pistola 45, con unas 15 balas. Entonces rompí la ametralladora, el sargento me había dado esa órden. Al retirarse los ingleses, yo también me pude replegar para el pueblo. Iba caminando con la 45 en la mano, cuidándome a ver si me salía algún inglés. No iba con miedo, sino con bronca, por un soldado nuestro que lo bajaron de arriba de la montaña, y le abrieron la panza con una rafaga. En ese momento uno quiere barrerlos a todos. Mientras iba por el campo, los ingleses me tiraban balas desde arriba de la montaña, de costado, de atrás, pero no me podían pegar. Cuando llegué al pueblo, el teniente primero Abella me dijo que me había dado tres veces por muerto”.