Buenas gente. Quiero compartir con ustedes este impresionante relato de un heroe que estuvo en nuestras islas desde el 02 de abril del 82, y combatió hasta el final en las filas del BIM5.
Posteo el relato entero pues considero que no tiene desperdicio.
La fuente es el portal libreopinion.com
Los primeros días de marzo yo estaba designado, era Teniente de Corbeta con "olor a suministro" porque tenía la ropita nueva, y ya hechos todos los cursos para Comando, que en Infantería es la élite, lo mejor. Con mucho sacrificio los hice, junto con mis compañeros, mis camaradas, y alrededor de los primeros días de marzo, nosotros estábamos continuamente entrenando en la base Mar del Plata. El 23 de marzo, cuando García Quiroga, que era un oficial superior, se hace cargo de la guardia del Destacamento de Comandos Anfibios, se encuentra con un llamado telefónico que indica que los comandos anfibios y los buzos tácticos tenían que apresurar el entrenamiento, pero no se sabía por qué. Por supuesto, del 23 hasta el 28 era no dormir. Era estar en el Casino de Oficiales durmiendo con lo que nosotros llamamos alerta amarilla, o sea dormir vestidos nada más que aflojando el cinturón, pero con todo el armamento. De pronto, por el pasillo rodaba una granada, por supuesto desactivada, y había que estar atentos. Cuando decían "granada" todo el mundo por la escalera, abajo. Así nos fuimos entrenando. El 28 de marzo viene una orden de los altos mandos, que teníamos que embarcar hacia lugar desconocido. El lugar desconocido era la Base Naval de Puerto Belgrano. Claro, como oficiales nuevos y suboficiales, nosotros no teníamos toda la información y todos juntos llegamos a una sola idea: íbamos contra Chile.
Siempre estaba la conversación "a los chilenos a punta de bayoneta los tiramos al mar". Cuando llegamos a la base de Puerto Belgrano nos alojamos en la Compañía de Baterías, que es una compañía de infantería de marina. Ahí estuvimos un día y medio, y una noche salta el alerta. Todo el mundo con su pertrechos a abordar el buque del Cabo San Antonio, que es un buque de transporte de tropas. Cuando estábamos ubicándonos en el buque, nos encontramos con que había una compañía de fusileros del Ejército, una compañía de buzos tácticos, que después hicieron el traspaso al Almirante Irizar, y entramos en navegación. Luces de combate prendidas, o sea no la luz normal que puede tener un buque en tiempos de paz, y dijimos "vamos a Chile, les vamos a pegar a los chilenos". Ya habíamos tenido unos problemitas. Silencio de radio total entre nosotros, porque los oficiales superiores, que sí sabían lo que iba a pasar, tenían órdenes de no decirnos nada.
Esa misma noche de navegación suena un altavoz y aparece el famoso Almirante Busser, pidiendo que los oficiales de mayor y menor jerarquía se acercaran a lo que es el comedor del buque, al que normalmente se le dice casino de oficiales. Por supuesto, íbamos nada más que de combate, sin ningún tipo de armamento porque era una reunión. Cuando entramos, que éramos unos cuantos, inclusive gente de Ejército, de los fusileros, nos encontramos con que en la mesa, donde se come, estaban todos armados. Y unas palabras que nunca me voy a olvidar: "Señores, tengan ustedes muy buenas noches, a partir de ahora ustedes van a ser parte de una página de la historia Argentina". Tomó el lienzo, lo sacó y nos encontramos con las Islas Malvinas. Islas Malvinas que nosotros de cadetes, cuando estábamos en el Liceo Naval, veníamos escuchando que son Argentinas. Cuando dijo que íbamos a tomar Malvinas, creo que los botones de la cajetilla saltaron de la alegría, porque era un honor, después de tanto tiempo escuchando y estudiando sobre Malvinas, de ser nosotros los que íbamos a tocar pie en tierra.
Por supuesto, se hizo toda la planificación del desembarco. En su momento, creíamos que contábamos con la sorpresa de desembarcar, cosa que después no fue tan así, y por supuesto después de una charla de aproximadamente una hora y media, ya sabíamos a qué lugar íbamos a desembarcar y qué era lo que tenía que hacer cada uno. Nos fuimos nuevamente al lugar que teníamos en el buque.
El primero de abril tipo seis de la mañana iba a ser el desembarco. Lamentablemente, se tuvo que abortar porque el 1 de abril, que estábamos ya en costas malvinenses, había un temporal impresionante. Se abortó hasta que amainara el temporal, que fue alrededor de las 21:30 horas. Ya estábamos todos, como se dice en la juerga, de tanto limpiar el fusil y el armamento lo estábamos gastando. Porque uno, por supuesto, se hace toda una película de lo que puede llegar a pasar, qué hay que cubrir, y todos teníamos la orden de que no teníamos que inflingir bajas al enemigo, porque iba a ser un punto a favor nuestro para tratar diplomáticamente en la mesa de negociaciones.
Estábamos en alerta amarilla, se prendió la alerta roja, todo el mundo a los botes. Se abrieron las compuertas que tiene el buque en los costados, se tiraron los gomones al agua y allí partimos noventa hombres, con un silencio total de radio, porque supuestamente nosotros teníamos la sorpresa. Yo siempre digo que Dios es infante de marina, yo sé por qué lo digo. Lo digo porque Dios estuvo con nosotros esa noche.
Llegamos a Bahía Enriqueta y la idea era desembarcar al fondo, porque, por supuesto, estaba mucho más cerca de Puerto Argentino. Por un error de navegación, desembarcamos aproximadamente unos cinco mil metros antes. Giachino le dice a García Quiroga que le dé la orden de asegurar perímetro. Claro, yo era el más nuevo de los oficiales, el de menor jerarquía, entonces me encargaron reafirmar el perímetro. Reafirmar perímetro, o asegurar perímetro, es para que los que vienen atrás mío a desembarcar estén seguros. Hago el primer aseguramiento de perímetro, desembarcan y viene la orden de agrandar el perímetro porque tenía que venir Seineldín al perímetro nuestro, y en total eran 800 hombres. Cuando doy la orden de agrandar perímetro, y escuchen bien, porque hay periodistas que no lo dicen, nosotros teníamos visores nocturnos. Un visor no lo puede usar cualquiera, no se lo pueden dar a un soldadito porque hay que saber usarlo. Con el visor nocturno tuvimos la posibilidad de encontrar el nido de ametralladoras que nos estaba esperando en el lugar que íbamos a desembarcar, por eso digo que Dios es infante de marina. Fueron los primeros prisioneros que se tomaron.
Nos reagrupamos y entramos a caminar en Malvinas, 25 kilómetros, 35 kilos de mochila con todo el armamento, ocho grados bajo cero y un viento de 60 kilómetros. Era bastante "cómodo" para nosotros. Así fuimos a Puerto Argentino. Ya en el camino, la sección que estaba a cargo de García Quiroga se abre, porque la idea era ir al cuartel de los Royal Marines para tomarlos por sorpresa. Nosotros seguíamos caminando a Puerto Argentino y cuando ellos llegaron a Moody Brook, donde estaba el cuartel de los Royal Marines, no había nadie. Lógicamente, García Quiroga piensa que los Royal Marines estaban todos en Puerto Argentino. Apura el paso, nos alcanza, le comenta la novedad a Pedro Giachino y él determina que nos abramos en formación de combate y empecemos lo que se llama "combate de localidades", esto es puerta a puerta, entrar, ver y si no hay nada, seguir. Ahí se rompe el silencio de radio, se le da la novedad al buque insignia que era el "Santísima Trinidad" y disponen que el resto de los efectivos que tenían que desembarcar, desembarquen.
El Teniente Coronel Seineldín va con su grupo, toma el Aeropuerto de Puerto Argentino y nosotros empezamos a hacer lo que se llama un trabajo de finca hasta llegar a la casa del gobernador. Me dan la orden de cubrir de vuelta perímetro, que en este caso era cubrir la casa del gobernador y las espaldas, porque nosotros habíamos revisado una parte del pueblo, no toda y no sabíamos que nos podíamos encontrar. García Quiroga, en un hermoso inglés, le grita al gobernador Hunt que sabíamos que los Royal Marines estaban ahí, pero no la cantidad. Resulta que ellos hacen como en la Antártida, hay un grupo saliente y un grupo entrante. El saliente se queda quince días para que el entrante sepa y se acostumbre a los movimientos de la isla. Nosotros éramos el doble que los Marines. García Quiroga les pide, con voz autoritaria, que se rindan y les dice que iban a ser tratados por la Convención de Ginebra y que Argentina, a partir de ese momento, se hacía cargo de las Islas. En respuesta obtuvo una ráfaga de ametralladoras. Nosotros teníamos órdenes de no tirar, de no producirles bajas, a pesar de que la potencia que teníamos nosotros era superior. Se los vuelve a decir, otra rafaguita de ametralladoras y un suboficial que estaba en el grupo mío pega el grito, porque nosotros no teníamos una cubierta completa sino que había una cerca con tamariscos, y le dice: "Señor, entremos porque si nos quedamos acá nos cocinan a todos".
Automáticamente, Giachino se levantó a toda carrera, entró a la casa del gobernador, se sintió un disparo, retrocedió como tres o cuatro metros y cayó. García Quiroga saltó de su posición, detrás de él. El lema de los Comandos Anfibios es "todos para adelante pero atrás mío", cosa que se cumplió al pie de la letra. Lamentablemente, a García Quiroga lo hieren en un brazo. Atrás de él iba el cabo enfermero para sacarlo de la línea de fuego a Giachino y también lo hieren. Entonces, Giachino, mendocino el hombre, se levantó, le sacó el seguro a una granada y en su inglés medio mendocino, pegó el grito de que si no se rendían iba a hacer estallar la granada. Ahí salió Hunt con todas sus pilchas de época y en ese momento se hizo un alto el fuego. Vino echándonos "váyanse que ustedes están invadiendo tierras que no les corresponden". García Quiroga, que estaba herido en un brazo, era el que quedaba al mando. Se lo saca a Giachino del lugar donde había caído, se lo sube al Land Rover que se utilizó como ambulancia y se lo lleva al Hospital de Puerto Argentino. Hunt, a los gritos, pide hablar con el jefe de la operación, en este caso Busser. Se lo llama por radio y Busser a los pocos minutos aterriza en un helicóptero. Hunt le dice que se tienen que retirar y Busser le contesta "nosotros nos veníamos a hacer cargo de las Islas que nos robaron en 1833, los que se van a ir son ustedes. Depongan la actitud" y le dio un tiempo. Hunt entró de vuelta a la casa, que era un colador porque no le dejamos un vidrio sano, y al rato viene diciendo que deponían la actitud, que iban a ser considerados como prisioneros de guerra y que iban a ser tratados por Convención de Ginebra. En alguna foto hay un chiquito que va al costado de tres orangutanes que eran Royal Marines con los brazos en alto, salió en muchas revistas. Bueno ahí se dispuso la toma de armamentos, se les hizo un cacheo, se los puso en un rincón, se bajó el pabellón británico con muchísimo respeto y se subió el pabellón nacional.
En ese ínterin me dan la novedad de que Pedro (NDR: Giachino) había muerto camino al hospital, no llegó al hospital con vida. En ese momento me los quería comer con cuchillo y tenedor de la bronca que tenía. Lo único que atiné a hacer, que me costó un reto, fue cortarle de un sablazo una de las plumas del sombrero de Hunt, que está tirada en mi casa. En ese momento se dio vía libre para que los aviones transportadores de tropa empezaran a aterrizar. El armamento de infantería marina venía todo por barco. Ahí dieron la orden de que todo el grupo que había estado afectado a la "Operación Rosario" tenía que volver al continente, que en las islas se iban a quedar 500 efectivos al resguardo porque esto se iba a arreglar diplomáticamente. Yo pedí permiso a García Quiroga para quedarme y me dijo que vuelva al continente, que esto se iba a arreglar diplomáticamente.
En el ínterin, del Cabo San Antonio estaban bajando 450 televisores color para los kelpers. Porque los kelpers tenían televisión de 20 a 22 horas por la BBC y les mostraban lo que querían ellos. Tardaron dos o tres días en colocarles la antena y ya tuvieron televisión de ATC y de otros canales. Eso fue en muestra de que nosotros no veníamos a patotear. Los ingleses son una heladera. Inclusive se había armado una Constitución donde decía que los kelpers eran argentinos nacido bajo bandera inglesa, que por lo tanto se los tenía que tratar como argentinos. O sea, para darles un ejemplo, nosotros poníamos una pieza de artillería y los kelpers le sacaban fotos por todos lados. Nadie podía decirles nada porque eran argentinos. Cuando empezaron a pelear los gringos, a los dos otros días nos volaban la pieza de artillería.
El permiso para quedarme directamente lo saqué de Busser. Él quería que se cumpliera el organigrama tal como había sido. Debí haber sido bastante "hincha" porque, en definitiva, le gané por cansancio. Este 2 de Abril tuve el gusto de estar con él en La Catedral y me dijo: "¡Pibe, ya no tenés más olor a suministro!". Me dio la posibilidad de quedarme y entonces fui al Aeropuerto de Puerto Argentino a comunicarle a mi grupo de que yo me quedaba. Automáticamente se bajaron del avión y dijeron "si se queda el jefe, ¿cómo no nos vamos a quedar nosotros?". Nos quedamos, cosa que armó bastante lío porque tuvieron que reprogramar todos los embarques. De ahí en más, nuestra base era Puerto Argentino y la orden era adentrarnos en las islas, entrar en los establecimientos estancieros y sustraer todo lo que sea armamentos, equipos de radio y demás, porque había una posibilidad de que varios de los Royal Marines estuvieran vestidos de civil e hicieran contraespionaje. Cosa que hicieron.
Esto fue así hasta que ya después la historia se puso bastante caldeada, empezaron a verse aviones, a bombardear el Puerto Argentino. Hasta ese momento, nosotros salíamos a expedicionar, normalmente de noche, de Puerto Argentino. Con el grupo de Comandos de Gendarmería, excelentes personas y excelentes soldados, salíamos a veces de patrulla juntos. Una vez que pusieron pie en tierra tratábamos de infiltrarnos detrás de las tropas de ellos para hacer alguna maldad, romper algo o hacer volar algo, cosa que a veces conseguíamos y a veces no. Algunas veces salíamos de inteligencia y entrábamos detrás de las líneas enemigas pero sin enfrentarnos, íbamos a espiar para ver, para tener claro algo de lo que tenían ellos.
Ellos desembarcaron con 28.000 hombres. Cuando el gobierno argentino vio que los gringos se venían, empezó a mandar tropas. Así se fueron cubriendo todos los sectores de las islas. En los colegios a veces me preguntan ¿pasaron hambre?, ¿es cierto que no les daban de comer? Mientras no estaban los gringos, todos comíamos. Cuando llegaron ya no podríamos comer con candelabros a la luz de la luna y demás. Se comía como se podría, cuando llegaba la comida y en el tiempo que te dejaban. Cocinas de campaña en el frente no se podían tener, porque cuando se veía un fueguito, ahí pegaban. Así que la comida salía de Puerto Argentino y había veces que no llegaba, porque el terreno de las islas es muy jorobado, porque permanentemente hay humedad, permanentemente uno está con los pies mojados. Tal es así que nosotros por conocimiento estábamos un poco mejor preparados y teníamos ocho o nueve pares de medias. Esto ya lo habíamos visto en Tierra del Fuego, que es muy parecido. Sabíamos a que nos íbamos a atener.
Bueno, así se vinieron. Nosotros combatimos en Monte Kent y volvíamos a Puerto Argentino, fuimos a Longdon, volvimos a Puerto Argentino. De última le dan la orden a mi grupo de adentrarnos en Monte Kent. Ya la cosa estaba que pelaba.
De noche salíamos a minar, a sembrar minas. Había un grupo de ingenieros y nosotros las plantábamos. En un momento habíamos puesto aproximadamente 2.500 minas, hoy en día en Malvinas hay 25.000 minas aparte de las que se sacaron. Nosotros tratábamos de hacer lo que nos habían enseñado en la escuela. Poníamos una mina antitanque y esa mina, con otras antipersona, formaban una estrella, o sea que si pisabas ahí la mina antitanque también iba a volar. Nos encontramos con que… eso fue un error mío. Uno cuando termina tiene que dejar dos opciones para salir: plan A y plan B. Yo hice el plan A. Íbamos a salir por ese lado y nos encontramos con que nos estaban esperando los gringos. Nosotros desembarcamos con noventa hombres, pero éramos noventa y uno. Ese uno más era de cuatro patas. Se llamaba Fumo. Era una perra siberiana de cuatro años de edad, que a mi me acompañó en una campaña en la Antártida. De alguna forma ella era una perra de multipropósitos, tanto podía guiar un trineo como hacer acciones militares. Una vuelta reparamos un explosivo plástico de tiempo, se lo pusimos en el hocico y allá fue. Ella estaba entrenada para eso, dejar el paquete y salir. Los gringos se dieron cuenta que no era un regalito y yo calculo que la deben haber matado en ese momento, no creo que haya volado en una explosión. Ella también es una heroína de Malvinas. Hoy en el Círculo de Infantería de Marina tiene un pedestal, la ascendieron a cabo segundo.
Nosotros, ya cuando la cosa se puso más fiera, teníamos tres puntos de combate. Los paracaidistas, la Guardia Galesa y un grupo de Gurkhas, que nos tocaron a nosotros. Robacio me pidió que ponga un observador de artillería. Lo mando a un muchachito que recién había salido de la Escuela de Infantería, y justamente lo mando a él porque como buen recién salido de la Escuela de Infantería, como a mí también me pasó, iba a cantar las coordenadas y donde tenía que apuntar la artillería nuestra. Y así lo hizo, hasta que desgraciadamente hicieron una intersección de radio y le pusieron un proyectil de mortero. Ese chico hoy está vivo, le faltan las dos piernas, trabajando en el edificio Libertad. Cuando yo veo la explosión, le digo a mi segundo: "A Enrique le dieron un morterazo, quedate a cargo que yo salto a mi posición". Para eso ya estábamos a tiro de fusil, que son 60 o 70 metros. Bajo y cuando llego me encuentro con el suboficial muerto y a él con una pierna desgarrada y con la otra que había desaparecido, y a los gritos. Trato de atenderlo lo mejor posible, me lo pongo a mis espaldas y entró a subir por el cañadón, pero cuando estoy por la mitad, se habían infiltrado un grupo de la Guardia Galesa. Eran tres y uno me salta con un sable bayoneta, cuando yo lo veo a lo único que atiné fue a levantar la mano y disparar. Yo venía con mi pistola en la mano porque a mi me estaban tirando y mis compañeros me estaban cubriendo. Cuando ven que me lleva por delante, porque me llevó por delante, mis compañeros hacen lo que se llama fuego nutrido, o sea adonde estaban, ahí tiraron. Por supuesto, se tuvieron que replegar. Bajaron compañeros míos y pudimos llegar a nuestra posición.
A este chico lo mando para Puerto Argentino, que por supuesto no llegó porque se encontró con una parte de gente que ya iba para Puerto Argentino para reunirse y ahí se da cuenta el cabo Ferrero que Argentina había claudicado. Cuando vuelve nos da la novedad y yo le doy la novedad a Robacio, que estaba al costado nuestro en lo que era el centro del campo de batalla, y mi dice "no puede ser, si los venimos cagando a palos". Lo que sí era cierto. Los habíamos hecho retroceder cuatro o cinco veces. Le llegan las novedades que Argentina había claudicado y dijo "no puede ser que nosotros nos rindamos" y seguimos peleando hasta que se acabó la última munición. Para esto, empezamos a hacer un repliegue escalonado, junto con gente del glorioso "C" de Infantería de Ejército, que se portaron una maravilla.
CONTINUA.......
Posteo el relato entero pues considero que no tiene desperdicio.
La fuente es el portal libreopinion.com
Los primeros días de marzo yo estaba designado, era Teniente de Corbeta con "olor a suministro" porque tenía la ropita nueva, y ya hechos todos los cursos para Comando, que en Infantería es la élite, lo mejor. Con mucho sacrificio los hice, junto con mis compañeros, mis camaradas, y alrededor de los primeros días de marzo, nosotros estábamos continuamente entrenando en la base Mar del Plata. El 23 de marzo, cuando García Quiroga, que era un oficial superior, se hace cargo de la guardia del Destacamento de Comandos Anfibios, se encuentra con un llamado telefónico que indica que los comandos anfibios y los buzos tácticos tenían que apresurar el entrenamiento, pero no se sabía por qué. Por supuesto, del 23 hasta el 28 era no dormir. Era estar en el Casino de Oficiales durmiendo con lo que nosotros llamamos alerta amarilla, o sea dormir vestidos nada más que aflojando el cinturón, pero con todo el armamento. De pronto, por el pasillo rodaba una granada, por supuesto desactivada, y había que estar atentos. Cuando decían "granada" todo el mundo por la escalera, abajo. Así nos fuimos entrenando. El 28 de marzo viene una orden de los altos mandos, que teníamos que embarcar hacia lugar desconocido. El lugar desconocido era la Base Naval de Puerto Belgrano. Claro, como oficiales nuevos y suboficiales, nosotros no teníamos toda la información y todos juntos llegamos a una sola idea: íbamos contra Chile.
Siempre estaba la conversación "a los chilenos a punta de bayoneta los tiramos al mar". Cuando llegamos a la base de Puerto Belgrano nos alojamos en la Compañía de Baterías, que es una compañía de infantería de marina. Ahí estuvimos un día y medio, y una noche salta el alerta. Todo el mundo con su pertrechos a abordar el buque del Cabo San Antonio, que es un buque de transporte de tropas. Cuando estábamos ubicándonos en el buque, nos encontramos con que había una compañía de fusileros del Ejército, una compañía de buzos tácticos, que después hicieron el traspaso al Almirante Irizar, y entramos en navegación. Luces de combate prendidas, o sea no la luz normal que puede tener un buque en tiempos de paz, y dijimos "vamos a Chile, les vamos a pegar a los chilenos". Ya habíamos tenido unos problemitas. Silencio de radio total entre nosotros, porque los oficiales superiores, que sí sabían lo que iba a pasar, tenían órdenes de no decirnos nada.
Esa misma noche de navegación suena un altavoz y aparece el famoso Almirante Busser, pidiendo que los oficiales de mayor y menor jerarquía se acercaran a lo que es el comedor del buque, al que normalmente se le dice casino de oficiales. Por supuesto, íbamos nada más que de combate, sin ningún tipo de armamento porque era una reunión. Cuando entramos, que éramos unos cuantos, inclusive gente de Ejército, de los fusileros, nos encontramos con que en la mesa, donde se come, estaban todos armados. Y unas palabras que nunca me voy a olvidar: "Señores, tengan ustedes muy buenas noches, a partir de ahora ustedes van a ser parte de una página de la historia Argentina". Tomó el lienzo, lo sacó y nos encontramos con las Islas Malvinas. Islas Malvinas que nosotros de cadetes, cuando estábamos en el Liceo Naval, veníamos escuchando que son Argentinas. Cuando dijo que íbamos a tomar Malvinas, creo que los botones de la cajetilla saltaron de la alegría, porque era un honor, después de tanto tiempo escuchando y estudiando sobre Malvinas, de ser nosotros los que íbamos a tocar pie en tierra.
Por supuesto, se hizo toda la planificación del desembarco. En su momento, creíamos que contábamos con la sorpresa de desembarcar, cosa que después no fue tan así, y por supuesto después de una charla de aproximadamente una hora y media, ya sabíamos a qué lugar íbamos a desembarcar y qué era lo que tenía que hacer cada uno. Nos fuimos nuevamente al lugar que teníamos en el buque.
El primero de abril tipo seis de la mañana iba a ser el desembarco. Lamentablemente, se tuvo que abortar porque el 1 de abril, que estábamos ya en costas malvinenses, había un temporal impresionante. Se abortó hasta que amainara el temporal, que fue alrededor de las 21:30 horas. Ya estábamos todos, como se dice en la juerga, de tanto limpiar el fusil y el armamento lo estábamos gastando. Porque uno, por supuesto, se hace toda una película de lo que puede llegar a pasar, qué hay que cubrir, y todos teníamos la orden de que no teníamos que inflingir bajas al enemigo, porque iba a ser un punto a favor nuestro para tratar diplomáticamente en la mesa de negociaciones.
Estábamos en alerta amarilla, se prendió la alerta roja, todo el mundo a los botes. Se abrieron las compuertas que tiene el buque en los costados, se tiraron los gomones al agua y allí partimos noventa hombres, con un silencio total de radio, porque supuestamente nosotros teníamos la sorpresa. Yo siempre digo que Dios es infante de marina, yo sé por qué lo digo. Lo digo porque Dios estuvo con nosotros esa noche.
Llegamos a Bahía Enriqueta y la idea era desembarcar al fondo, porque, por supuesto, estaba mucho más cerca de Puerto Argentino. Por un error de navegación, desembarcamos aproximadamente unos cinco mil metros antes. Giachino le dice a García Quiroga que le dé la orden de asegurar perímetro. Claro, yo era el más nuevo de los oficiales, el de menor jerarquía, entonces me encargaron reafirmar el perímetro. Reafirmar perímetro, o asegurar perímetro, es para que los que vienen atrás mío a desembarcar estén seguros. Hago el primer aseguramiento de perímetro, desembarcan y viene la orden de agrandar el perímetro porque tenía que venir Seineldín al perímetro nuestro, y en total eran 800 hombres. Cuando doy la orden de agrandar perímetro, y escuchen bien, porque hay periodistas que no lo dicen, nosotros teníamos visores nocturnos. Un visor no lo puede usar cualquiera, no se lo pueden dar a un soldadito porque hay que saber usarlo. Con el visor nocturno tuvimos la posibilidad de encontrar el nido de ametralladoras que nos estaba esperando en el lugar que íbamos a desembarcar, por eso digo que Dios es infante de marina. Fueron los primeros prisioneros que se tomaron.
Nos reagrupamos y entramos a caminar en Malvinas, 25 kilómetros, 35 kilos de mochila con todo el armamento, ocho grados bajo cero y un viento de 60 kilómetros. Era bastante "cómodo" para nosotros. Así fuimos a Puerto Argentino. Ya en el camino, la sección que estaba a cargo de García Quiroga se abre, porque la idea era ir al cuartel de los Royal Marines para tomarlos por sorpresa. Nosotros seguíamos caminando a Puerto Argentino y cuando ellos llegaron a Moody Brook, donde estaba el cuartel de los Royal Marines, no había nadie. Lógicamente, García Quiroga piensa que los Royal Marines estaban todos en Puerto Argentino. Apura el paso, nos alcanza, le comenta la novedad a Pedro Giachino y él determina que nos abramos en formación de combate y empecemos lo que se llama "combate de localidades", esto es puerta a puerta, entrar, ver y si no hay nada, seguir. Ahí se rompe el silencio de radio, se le da la novedad al buque insignia que era el "Santísima Trinidad" y disponen que el resto de los efectivos que tenían que desembarcar, desembarquen.
El Teniente Coronel Seineldín va con su grupo, toma el Aeropuerto de Puerto Argentino y nosotros empezamos a hacer lo que se llama un trabajo de finca hasta llegar a la casa del gobernador. Me dan la orden de cubrir de vuelta perímetro, que en este caso era cubrir la casa del gobernador y las espaldas, porque nosotros habíamos revisado una parte del pueblo, no toda y no sabíamos que nos podíamos encontrar. García Quiroga, en un hermoso inglés, le grita al gobernador Hunt que sabíamos que los Royal Marines estaban ahí, pero no la cantidad. Resulta que ellos hacen como en la Antártida, hay un grupo saliente y un grupo entrante. El saliente se queda quince días para que el entrante sepa y se acostumbre a los movimientos de la isla. Nosotros éramos el doble que los Marines. García Quiroga les pide, con voz autoritaria, que se rindan y les dice que iban a ser tratados por la Convención de Ginebra y que Argentina, a partir de ese momento, se hacía cargo de las Islas. En respuesta obtuvo una ráfaga de ametralladoras. Nosotros teníamos órdenes de no tirar, de no producirles bajas, a pesar de que la potencia que teníamos nosotros era superior. Se los vuelve a decir, otra rafaguita de ametralladoras y un suboficial que estaba en el grupo mío pega el grito, porque nosotros no teníamos una cubierta completa sino que había una cerca con tamariscos, y le dice: "Señor, entremos porque si nos quedamos acá nos cocinan a todos".
Automáticamente, Giachino se levantó a toda carrera, entró a la casa del gobernador, se sintió un disparo, retrocedió como tres o cuatro metros y cayó. García Quiroga saltó de su posición, detrás de él. El lema de los Comandos Anfibios es "todos para adelante pero atrás mío", cosa que se cumplió al pie de la letra. Lamentablemente, a García Quiroga lo hieren en un brazo. Atrás de él iba el cabo enfermero para sacarlo de la línea de fuego a Giachino y también lo hieren. Entonces, Giachino, mendocino el hombre, se levantó, le sacó el seguro a una granada y en su inglés medio mendocino, pegó el grito de que si no se rendían iba a hacer estallar la granada. Ahí salió Hunt con todas sus pilchas de época y en ese momento se hizo un alto el fuego. Vino echándonos "váyanse que ustedes están invadiendo tierras que no les corresponden". García Quiroga, que estaba herido en un brazo, era el que quedaba al mando. Se lo saca a Giachino del lugar donde había caído, se lo sube al Land Rover que se utilizó como ambulancia y se lo lleva al Hospital de Puerto Argentino. Hunt, a los gritos, pide hablar con el jefe de la operación, en este caso Busser. Se lo llama por radio y Busser a los pocos minutos aterriza en un helicóptero. Hunt le dice que se tienen que retirar y Busser le contesta "nosotros nos veníamos a hacer cargo de las Islas que nos robaron en 1833, los que se van a ir son ustedes. Depongan la actitud" y le dio un tiempo. Hunt entró de vuelta a la casa, que era un colador porque no le dejamos un vidrio sano, y al rato viene diciendo que deponían la actitud, que iban a ser considerados como prisioneros de guerra y que iban a ser tratados por Convención de Ginebra. En alguna foto hay un chiquito que va al costado de tres orangutanes que eran Royal Marines con los brazos en alto, salió en muchas revistas. Bueno ahí se dispuso la toma de armamentos, se les hizo un cacheo, se los puso en un rincón, se bajó el pabellón británico con muchísimo respeto y se subió el pabellón nacional.
En ese ínterin me dan la novedad de que Pedro (NDR: Giachino) había muerto camino al hospital, no llegó al hospital con vida. En ese momento me los quería comer con cuchillo y tenedor de la bronca que tenía. Lo único que atiné a hacer, que me costó un reto, fue cortarle de un sablazo una de las plumas del sombrero de Hunt, que está tirada en mi casa. En ese momento se dio vía libre para que los aviones transportadores de tropa empezaran a aterrizar. El armamento de infantería marina venía todo por barco. Ahí dieron la orden de que todo el grupo que había estado afectado a la "Operación Rosario" tenía que volver al continente, que en las islas se iban a quedar 500 efectivos al resguardo porque esto se iba a arreglar diplomáticamente. Yo pedí permiso a García Quiroga para quedarme y me dijo que vuelva al continente, que esto se iba a arreglar diplomáticamente.
En el ínterin, del Cabo San Antonio estaban bajando 450 televisores color para los kelpers. Porque los kelpers tenían televisión de 20 a 22 horas por la BBC y les mostraban lo que querían ellos. Tardaron dos o tres días en colocarles la antena y ya tuvieron televisión de ATC y de otros canales. Eso fue en muestra de que nosotros no veníamos a patotear. Los ingleses son una heladera. Inclusive se había armado una Constitución donde decía que los kelpers eran argentinos nacido bajo bandera inglesa, que por lo tanto se los tenía que tratar como argentinos. O sea, para darles un ejemplo, nosotros poníamos una pieza de artillería y los kelpers le sacaban fotos por todos lados. Nadie podía decirles nada porque eran argentinos. Cuando empezaron a pelear los gringos, a los dos otros días nos volaban la pieza de artillería.
El permiso para quedarme directamente lo saqué de Busser. Él quería que se cumpliera el organigrama tal como había sido. Debí haber sido bastante "hincha" porque, en definitiva, le gané por cansancio. Este 2 de Abril tuve el gusto de estar con él en La Catedral y me dijo: "¡Pibe, ya no tenés más olor a suministro!". Me dio la posibilidad de quedarme y entonces fui al Aeropuerto de Puerto Argentino a comunicarle a mi grupo de que yo me quedaba. Automáticamente se bajaron del avión y dijeron "si se queda el jefe, ¿cómo no nos vamos a quedar nosotros?". Nos quedamos, cosa que armó bastante lío porque tuvieron que reprogramar todos los embarques. De ahí en más, nuestra base era Puerto Argentino y la orden era adentrarnos en las islas, entrar en los establecimientos estancieros y sustraer todo lo que sea armamentos, equipos de radio y demás, porque había una posibilidad de que varios de los Royal Marines estuvieran vestidos de civil e hicieran contraespionaje. Cosa que hicieron.
Esto fue así hasta que ya después la historia se puso bastante caldeada, empezaron a verse aviones, a bombardear el Puerto Argentino. Hasta ese momento, nosotros salíamos a expedicionar, normalmente de noche, de Puerto Argentino. Con el grupo de Comandos de Gendarmería, excelentes personas y excelentes soldados, salíamos a veces de patrulla juntos. Una vez que pusieron pie en tierra tratábamos de infiltrarnos detrás de las tropas de ellos para hacer alguna maldad, romper algo o hacer volar algo, cosa que a veces conseguíamos y a veces no. Algunas veces salíamos de inteligencia y entrábamos detrás de las líneas enemigas pero sin enfrentarnos, íbamos a espiar para ver, para tener claro algo de lo que tenían ellos.
Ellos desembarcaron con 28.000 hombres. Cuando el gobierno argentino vio que los gringos se venían, empezó a mandar tropas. Así se fueron cubriendo todos los sectores de las islas. En los colegios a veces me preguntan ¿pasaron hambre?, ¿es cierto que no les daban de comer? Mientras no estaban los gringos, todos comíamos. Cuando llegaron ya no podríamos comer con candelabros a la luz de la luna y demás. Se comía como se podría, cuando llegaba la comida y en el tiempo que te dejaban. Cocinas de campaña en el frente no se podían tener, porque cuando se veía un fueguito, ahí pegaban. Así que la comida salía de Puerto Argentino y había veces que no llegaba, porque el terreno de las islas es muy jorobado, porque permanentemente hay humedad, permanentemente uno está con los pies mojados. Tal es así que nosotros por conocimiento estábamos un poco mejor preparados y teníamos ocho o nueve pares de medias. Esto ya lo habíamos visto en Tierra del Fuego, que es muy parecido. Sabíamos a que nos íbamos a atener.
Bueno, así se vinieron. Nosotros combatimos en Monte Kent y volvíamos a Puerto Argentino, fuimos a Longdon, volvimos a Puerto Argentino. De última le dan la orden a mi grupo de adentrarnos en Monte Kent. Ya la cosa estaba que pelaba.
De noche salíamos a minar, a sembrar minas. Había un grupo de ingenieros y nosotros las plantábamos. En un momento habíamos puesto aproximadamente 2.500 minas, hoy en día en Malvinas hay 25.000 minas aparte de las que se sacaron. Nosotros tratábamos de hacer lo que nos habían enseñado en la escuela. Poníamos una mina antitanque y esa mina, con otras antipersona, formaban una estrella, o sea que si pisabas ahí la mina antitanque también iba a volar. Nos encontramos con que… eso fue un error mío. Uno cuando termina tiene que dejar dos opciones para salir: plan A y plan B. Yo hice el plan A. Íbamos a salir por ese lado y nos encontramos con que nos estaban esperando los gringos. Nosotros desembarcamos con noventa hombres, pero éramos noventa y uno. Ese uno más era de cuatro patas. Se llamaba Fumo. Era una perra siberiana de cuatro años de edad, que a mi me acompañó en una campaña en la Antártida. De alguna forma ella era una perra de multipropósitos, tanto podía guiar un trineo como hacer acciones militares. Una vuelta reparamos un explosivo plástico de tiempo, se lo pusimos en el hocico y allá fue. Ella estaba entrenada para eso, dejar el paquete y salir. Los gringos se dieron cuenta que no era un regalito y yo calculo que la deben haber matado en ese momento, no creo que haya volado en una explosión. Ella también es una heroína de Malvinas. Hoy en el Círculo de Infantería de Marina tiene un pedestal, la ascendieron a cabo segundo.
Nosotros, ya cuando la cosa se puso más fiera, teníamos tres puntos de combate. Los paracaidistas, la Guardia Galesa y un grupo de Gurkhas, que nos tocaron a nosotros. Robacio me pidió que ponga un observador de artillería. Lo mando a un muchachito que recién había salido de la Escuela de Infantería, y justamente lo mando a él porque como buen recién salido de la Escuela de Infantería, como a mí también me pasó, iba a cantar las coordenadas y donde tenía que apuntar la artillería nuestra. Y así lo hizo, hasta que desgraciadamente hicieron una intersección de radio y le pusieron un proyectil de mortero. Ese chico hoy está vivo, le faltan las dos piernas, trabajando en el edificio Libertad. Cuando yo veo la explosión, le digo a mi segundo: "A Enrique le dieron un morterazo, quedate a cargo que yo salto a mi posición". Para eso ya estábamos a tiro de fusil, que son 60 o 70 metros. Bajo y cuando llego me encuentro con el suboficial muerto y a él con una pierna desgarrada y con la otra que había desaparecido, y a los gritos. Trato de atenderlo lo mejor posible, me lo pongo a mis espaldas y entró a subir por el cañadón, pero cuando estoy por la mitad, se habían infiltrado un grupo de la Guardia Galesa. Eran tres y uno me salta con un sable bayoneta, cuando yo lo veo a lo único que atiné fue a levantar la mano y disparar. Yo venía con mi pistola en la mano porque a mi me estaban tirando y mis compañeros me estaban cubriendo. Cuando ven que me lleva por delante, porque me llevó por delante, mis compañeros hacen lo que se llama fuego nutrido, o sea adonde estaban, ahí tiraron. Por supuesto, se tuvieron que replegar. Bajaron compañeros míos y pudimos llegar a nuestra posición.
A este chico lo mando para Puerto Argentino, que por supuesto no llegó porque se encontró con una parte de gente que ya iba para Puerto Argentino para reunirse y ahí se da cuenta el cabo Ferrero que Argentina había claudicado. Cuando vuelve nos da la novedad y yo le doy la novedad a Robacio, que estaba al costado nuestro en lo que era el centro del campo de batalla, y mi dice "no puede ser, si los venimos cagando a palos". Lo que sí era cierto. Los habíamos hecho retroceder cuatro o cinco veces. Le llegan las novedades que Argentina había claudicado y dijo "no puede ser que nosotros nos rindamos" y seguimos peleando hasta que se acabó la última munición. Para esto, empezamos a hacer un repliegue escalonado, junto con gente del glorioso "C" de Infantería de Ejército, que se portaron una maravilla.
CONTINUA.......