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<blockquote data-quote="Bípedo" data-source="post: 1425749" data-attributes="member: 11354"><p>Aquí les dejo sólo unas líneas para agradecer la enorme cordialidad de Biguá, Marcelo Siri y personal de la Escuela de Suboficiales de la Fuerza Aérea Argentina durante mi visita del día de hoy.</p><p></p><p></p><p>Amén de la calurosa bienvenida y del exhaustivo tour por las instalaciones, quiero sobre todo resaltar el trabajo de esta dupla y de todo el grupo de suboficiales y aspirantes que contribuyen, mucho más allá de sus deberes, para alcanzar los logros que orgullosos presentan en la recreación y restauración de aeronaves de nuestra FAA. Impresiona hasta la emoción que con las chapas y tornillos que rastrean y reúnen en sus incansables excursiones de recolección de “chatarra” logren revivir aquellas naves que nos han llenado de orgullo.</p><p></p><p></p><p>Leo y escucho muchos comentarios planteando las deficiencias, que las hay y muchas, como en todo, pero uno tiene que estar parado en ese hangar para ser testigo de como, sin un centavo de presupuesto, buscando pinturas ya vencidas porque es lo que hay, estirando su ingenio, construyendo faltantes a mano como se pueda y con mucho tesón, logran arrancar del olvido las alas que cubrieron de gloria a nuestra bandera. Sin duda, con sólo una visita al Amarc y con apenas un millón de dólares, se logran restaurar Skyhawks en condiciones de vuelo y con los colores perfectos. ¡Gracias por hacerlo! Sin embargo, estos están hechos con lo que se tiene a mano, rezagos y chatarra olvidada, imperfectos en sus detalles, pero nacidos al mismo calor humano de la hornada que parió a nuestros héroes de Malvinas, tanto aquellos que dejaron el cuero en las islas, como de aquellos de dejaron su alma detrás de cada herramienta, manguera y espoleta que los ponía a volar listos para combatir, sin saber si los volverían a ver.</p><p></p><p>Hoy no fui tanto testigo privilegiado de los aviones recreados o recuperados, sino del amor por la Fuerza Aérea Argentina, del heroísmo del esfuerzo más allá del deber en tiempo de paz, de la pobreza digna que permite avanzar con mucho ingenio y poco material para que las generaciones actuales y futuras puedan ver y palpar el material de la Fuerza que salta desde la bruma del pasado y del olvido para recordarnos de qué están hechos los hijos de esta tierra.</p><p></p><p></p><p>Nota aparte merecieron los instantes de estar sentado en las cabinas del Camberra y del Skyhawk. Demoré un poco en entrar debido al ritual que me exige pedir primero permiso a aquellos que entraron a la inmortalidad cabalgando estas nobles bestias aladas. Ya sentado, imaginaba el horizonte plomizo del Atlántico, los fogonazos que iluminaban sus cabinas, las estelas de los misiles que los buscaban tratando de detenerlos, y el borrón fugaz de los buques que fueron sus presas. En esas estrechas cabinas ingresaron en la gloria, al igual que los silenciosos y casi anónimos técnicos que les daban una última palmada al que partía esperando saludarlos al regresar, personal de tierra en cuyas retinas guardan para siempre la última imagen de aquellos que continúan volando ya en la historia.</p><p></p><p></p><p>Mi más grande respeto y admiración para todos aquellos miembros de la Fuerza Aérea Argentina, sin olvidar a sus abnegadas familias, que desde los albores de nuestra aviación, pasando por Malvinas y hasta la actualidad, tanto durante la paz como en la guerra, con su sacrificio personal, esfuerzo, conocimiento e hidalguía, les demostraron a propios y a ajenos la madera con la que están hechos.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Bípedo, post: 1425749, member: 11354"] Aquí les dejo sólo unas líneas para agradecer la enorme cordialidad de Biguá, Marcelo Siri y personal de la Escuela de Suboficiales de la Fuerza Aérea Argentina durante mi visita del día de hoy. Amén de la calurosa bienvenida y del exhaustivo tour por las instalaciones, quiero sobre todo resaltar el trabajo de esta dupla y de todo el grupo de suboficiales y aspirantes que contribuyen, mucho más allá de sus deberes, para alcanzar los logros que orgullosos presentan en la recreación y restauración de aeronaves de nuestra FAA. Impresiona hasta la emoción que con las chapas y tornillos que rastrean y reúnen en sus incansables excursiones de recolección de “chatarra” logren revivir aquellas naves que nos han llenado de orgullo. Leo y escucho muchos comentarios planteando las deficiencias, que las hay y muchas, como en todo, pero uno tiene que estar parado en ese hangar para ser testigo de como, sin un centavo de presupuesto, buscando pinturas ya vencidas porque es lo que hay, estirando su ingenio, construyendo faltantes a mano como se pueda y con mucho tesón, logran arrancar del olvido las alas que cubrieron de gloria a nuestra bandera. Sin duda, con sólo una visita al Amarc y con apenas un millón de dólares, se logran restaurar Skyhawks en condiciones de vuelo y con los colores perfectos. ¡Gracias por hacerlo! Sin embargo, estos están hechos con lo que se tiene a mano, rezagos y chatarra olvidada, imperfectos en sus detalles, pero nacidos al mismo calor humano de la hornada que parió a nuestros héroes de Malvinas, tanto aquellos que dejaron el cuero en las islas, como de aquellos de dejaron su alma detrás de cada herramienta, manguera y espoleta que los ponía a volar listos para combatir, sin saber si los volverían a ver. Hoy no fui tanto testigo privilegiado de los aviones recreados o recuperados, sino del amor por la Fuerza Aérea Argentina, del heroísmo del esfuerzo más allá del deber en tiempo de paz, de la pobreza digna que permite avanzar con mucho ingenio y poco material para que las generaciones actuales y futuras puedan ver y palpar el material de la Fuerza que salta desde la bruma del pasado y del olvido para recordarnos de qué están hechos los hijos de esta tierra. Nota aparte merecieron los instantes de estar sentado en las cabinas del Camberra y del Skyhawk. Demoré un poco en entrar debido al ritual que me exige pedir primero permiso a aquellos que entraron a la inmortalidad cabalgando estas nobles bestias aladas. Ya sentado, imaginaba el horizonte plomizo del Atlántico, los fogonazos que iluminaban sus cabinas, las estelas de los misiles que los buscaban tratando de detenerlos, y el borrón fugaz de los buques que fueron sus presas. En esas estrechas cabinas ingresaron en la gloria, al igual que los silenciosos y casi anónimos técnicos que les daban una última palmada al que partía esperando saludarlos al regresar, personal de tierra en cuyas retinas guardan para siempre la última imagen de aquellos que continúan volando ya en la historia. Mi más grande respeto y admiración para todos aquellos miembros de la Fuerza Aérea Argentina, sin olvidar a sus abnegadas familias, que desde los albores de nuestra aviación, pasando por Malvinas y hasta la actualidad, tanto durante la paz como en la guerra, con su sacrificio personal, esfuerzo, conocimiento e hidalguía, les demostraron a propios y a ajenos la madera con la que están hechos. [/QUOTE]
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