Mensaje del Jefe del Estado Mayor General del Ejército con motivo de celebrarse el Día del Arma de Infantería
En el día en que conmemoramos el aniversario de la infantería del Ejército Argentino, saludo a todos sus hombres y mujeres.
Hoy, en los cuarteles del histórico Regimiento de Patricios, constituye para mí un genuino orgullo transmitirles el reconocimiento a todos los camaradas de esta arma.
Heredera de la infantería española, famosa por sus gloriosos tercios, la historia de la infantería argentina es la historia de nuestro Ejército contada en primera persona. Más de doscientos años jalonan su vida, y este regimiento, testigo fiel de toda la gesta, da cuenta en sus blasones de tamaña epopeya.
La infantería es también la que canalizó el espíritu de milicia del ciudadano que tomó las armas en las invasiones inglesas para defender lo que era suyo y, al hacerlo, fue el embrión del ejército fundacional de la nacionalidad argentina.
Desde Buenos Aires hasta las desoladas tierras malvinenses, al firme paso del infante, se fue asentando la patria, se ganó la libertad, se construyó la república, se ocupó el territorio y se defendió su independencia y soberanía.
Aportando siempre en combate su don más preciado: el hombre; derrochando coraje y soportando todo tipo de sacrificios y privaciones, fue “la punta que se mella, que penetra, que choca y que se estrella en el rudo trajín de la pelea”.
Fueron los infantes protagonistas indiscutidos en las luchas por la independencia. Suipacha, Tucumán, Salta, Chacabuco, la Vuelta de Obligado testimonian su bravura y abnegación.
Hicieron patria en los fortines, y exhibieron su fuerza arrolladora en los esteros para marchar a todos los confines donde trepidó la batalla. Y en la helada turba malvinense combatieron con firme determinación ofrendando su sangre generosa por la heroica defensa de nuestras tierras irredentas.
El bronce, una vez más, dio eternidad en el recuerdo a los nuevos héroes que lucharon ejemplarmente. Su gloria trascendió las fronteras, y hoy, junto con los arquetipos emblemáticos del espíritu del arma, son quienes impregnan a la infantería de su mística y quienes le otorgan su impronta profesional, para convertirla en sinónimo de temple y carácter.
Su pasado está presente y su presente, ávido de futuro.
Los conflictos contemporáneos, sin desaprovechar un cúmulo importante de adelantos tecnológicos, han revalorizado la vigencia del arma, en el profundo convencimiento de que la batalla del futuro será la batalla del infante por excelencia.
Transitando ya el siglo XXI, observo a una infantería que se encuentra abocada a su preparación, en pos de lo cual prioriza el perfeccionamiento educativo de sus cuadros y el tan necesario y postergado reequipamiento de sus unidades.
Con satisfacción, puedo decir que ya ingresaron al país los primeros equipos de Gore-Tex y cascos de Kevlar con los que queremos empezar a mejorar el equipamiento individual de la infantería. Otros proyectos, como la modernización del radar Rasit, los simuladores de duelo de fracciones y de tiro curvo, la modernización del Fal y el sistema integrado táctico “SITEA”, contribuirán a incrementar la eficiencia operacional de las unidades del arma.
Es por eso que el adecuado equipamiento del combatiente individual, el completamiento de las organizaciones, el mejoramiento de la capacidad en defensa antitanque, el incremento de la eficiencia en el combate nocturno y el pleno desarrollo de técnicas propias de infantería ligera y pesada son objetivos básicos que deben infundir confianza y entusiasmo.
Hay un solo espíritu en la infantería y nace de estos patricios; es el hombre el que da valor a la organización en cualquier ambiente en que combate.
Montañeses, paracaidistas, mecanizados, comandos o montaraces, varía sólo la forma en que llegan al objetivo, pero, en la línea, en el momento del asalto, son lo mismo: puro coraje y valentía, amor a la patria, a la gloria y profundo compromiso con la nación.
Señores, no eludamos las responsabilidades y enfrentemos los desafíos con entusiasmo y profesionalismo; no queda más espacio para visiones distorsivas, pesimistas o apocalípticas; tampoco para el voluntarismo. Que nuestro trabajo se asiente sobre ideales que realcen el espíritu de sacrificio, la vocación de servicio y el valor en combate.
Tengamos confianza y miremos el futuro con optimismo. Como ha sucedido a lo largo de nuestra bicentenaria historia, vamos a superar los retos que se nos presenten. La confianza es sinónimo de fortaleza. Todos los problemas admiten una o varias soluciones; la búsqueda de la mejor de esas soluciones tiene relación directa con nuestra capacidad y predisposición para enfrentarlos.
En este lugar confluyen distintas generaciones convocadas por esta celebración: los infantes de hoy, vibrantes, impetuosos, deseosos de avanzar, y los de ayer, heroicos y reflexivos, con la sabiduría propia que dan los años de servicio, que deben marcar el rumbo de los jóvenes con objetividad y prudencia. Entre todos, conformamos el Ejército de hoy. Un Ejército consustanciado con la sociedad a la que pertenece y a la que sirve. Un Ejército que encuentra en el amor a la patria la fuente y el motor para cumplir con la responsabilidad que el Estado le ha encomendado.
Compartimos su alegría y los comprometemos a aportar toda su capacidad y esfuerzo, para el éxito del arma y del Ejército todo.
Finalmente, deseo rendir homenaje a los veteranos de guerra de la infantería. Su recuerdo está presente en quienes hoy visten los mismos uniformes de aquellos valientes cuya memoria honramos.
Hago llegar mi saludo y reconocimiento a todos los integrantes del arma, en actividad y en situación de retiro, a sus familias, que con alegría y estoicismo los acompañan en las buenas y en las malas haciendo más llevadera la rudeza de la vida militar, a las esposas de los camaradas que están en nuestra memoria, a los reservistas y a los jefes, oficiales, suboficiales y soldados, que, en el servicio cotidiano de los cuarteles, en el exterior y en la Antártida, se esfuerzan en la heroicidad del día a día, en la dificultad de ser tenaces y constantes para que nuestro Ejército sea el eficiente brazo armado de la nación.
Que su santa patrona, la Inmaculada Concepción, los bendiga y los guíe para el bien del Ejército y la grandeza de la nación.
Infantes:
Pobre de aquel Ejército que ignora a su infantería porque en esencia se está negando a sí mismo.
Infantería levántate y avanza que el Ejército avanzará contigo “dudar es detenerse, detenerse es morir”.
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