El pase a retiro del jefe de la brigada aérea del Palomar parece un paliativo frente a la crítica situación que sufre la Fuerza Aérea.
Los tres hechos que golpearon a la fuerza de mejor performance en la guerra de Malvinas hablan por sí solos:
robo de fusiles FAL del grupo de Guerra Electrónico y ahora sustracción de municiones y rotura de un avión presidencial. Los expertos dicen que los robos, además de alguna eventual complicidad criminal,
demuestran u n quiebre en el control de la seguridad de sus instalaciones ,
algo así como un pecado para cualquier militar.
En el mundo de los militares y las fuerzas de seguridad se sabe que es irrelevante que una munición robada esté vencida.
Se puede usar igual aunque con menos rendimiento.
La pregunta es por qué tenía esta brigada tanta munición de 22 milímetros si el arma de puño de la fuerza es la pistola de 9 milímetros.
La respuesta puede ser que se use para entrenamiento. Pero en este caso ¿por qué no se hicieron los ejercicios para gastarla? El hecho evidencia varias falencias. Por un lado, el ex ministro de Defensa radical Horacio Jaunarena
estimó que el Ejército tiene municiones para soportar una guerra sólo entre “8 y 12 horas”, aunque el actual ministro Arturo Puricelli afirmó que desde el 2003 a la fecha Fabricaciones Militares produjo 11 millones de municiones.
De todos modos, la munición no alcanzaría en una hipotética guerra pero el problema real de hoy es la falta de personal para hacer guardias en todas las instalaciones militares.
La fundación de estudios militares de Jaunarena maneja un número de peso:
el Ejército necesita 100 mil soldados voluntarios para ocupar todos los puestos de su “orgánica” pero tiene solo 17 mil. Y en la Fuerza Aérea y la Armada pasa algo parecido.
Por otro lado, a la falta de personal, s e suma la carencia de aviones de combate para entrenar lo que aumenta el desánimo. En los últimos dos años, por lo menos, 50 pilotos de combate -el alma de la fuerza- se fueron a volar aviones comerciales a Aerolíneas, Austral o Lan.
Para colmo, la Junta de Calificaciones había propuesto para ascender a brigadier en primer término, al comodoro Gerardo Issac, el piloto más condecorado de Malvinas y el que participó del ataque al portaaviones británico Invencible. Pero la ex ministra de Defensa Nilda Garré lo bochó sin razones a la vista lo que aumentó la desazón en la fuerza. Isaac, indignado, pidió su inmediato pase a retiro.
El caso de Isaac es solo un ejemplo de una política de ascensos de Garré cuestionada por la oposición. Por esta razón, el kirchnerismo tuvo que conseguir quórum propio para ascender a general de brigada al Milani, el favorito de Garré que llegó a la vicejefatura del Ejército pero retiene a la vez, algo totalmente inusual, la jefatura de Inteligencia.
Quizás ese descontento sea el mar del fondo por el cual alguien dentro de la Fuerza Aérea rompió adrede o accidentalmente pero no avisó el ala del avión presidencial T02. Puricelli puede ahora encontrar las respuestas
Una fuerza desanimada y con pocos recursos