Malvinas: Rolando Spizuoco imágenes, sensaciones…desde Adentro
Participó como Sargento Primero del Regimiento de Infantería Mecanizado 7mo. “Coronel Conde”, de La Plata. Vivió la tremenda noche del 11 de junio en combate.
Hoy vive en Dolores donde formó familia y es padre de un niño de 2 años. Los siguientes son fragmentos de charla con un militar por vocación, un Veterano de Guerra, un hombre que no ha brindado notas a los medios sobre Malvinas, pero que en lo más profundo de su ser sabe que en esas tierras australes
vivirá su memoria, la de miles de oficiales y soldados.
“Nunca he dado una entrevista ni quise hablar de esto. Una vez ya en Dolores, en una cena, alguien me preguntó sobre Malvinas e hizo un par de comentarios sobre un amigo que había estado allá. Le dije que cada cual vivió la guerra según sus ojos, las conveniencias; porque uno ve a 50 metros a la redonda y nada más. A lo demás lo contás porque escuchaste, te lo contaron”.
“Yo fui un pibe de barrio como ustedes, como cualquiera. Cuando llego a San Miguel donde vive mi hermano, sigo siendo el “Cachito” de aquella época. Y un día me hice militar, un poco porque emulaba a mi viejo que fue un fenómeno. Siempre creí que era un ángel disfrazado de tipo que vino a hacer de mi viejo. Por eso lloré tanto su pérdida. Él era la adoración de mi vieja, le escribió poemas hasta el día en que se murió. Ella tuvo una larga enfermedad de Alzheimer, no quise que nadie la viera, decidí cremarla, porque es el entierro de las reinas”.
“Cuando hice la carrera de militar siempre traté de ser el mejor, de responder a códigos de ética, de palabra. Un día decidí irme, después de Malvinas, porque estaba asqueado y tenía profundas disidencias con las líneas políticas que bajaban desde arriba. Incluso escribí un artículo para un libro que fue una pretensión “Malvinas con M de muerte”, con el escritor Mario Romano de Cipoletti, que nunca se terminó. Escribí un capítulo llamado “De escuelas y maestros”, donde entre otras cosas decía que nunca acepté ni entendí ni cómo se podían regalar chicos porque ni los cachorros de razas o especies se regalan. Cuando me fui de baja era un paria por partida doble. Por un lado despreciado o puesto en duda por mi propia tropa, y por otro un paria en la sociedad civil por ser ex militar. Ante esa emergencia no querés opinar ni hablar, porque no tenés ganas de discutir estupideces. Lo que no puedo comprender es la ignominia de la
ignorancia arrogante (…) Hay un artículo en Clarín de los intelectuales aceptando el derecho de la auto-determinación de los “kelpers”. La contestación de “Pacho” O’Donell es brillante, breve y muy taxativa. Yo la apoyo y agrego además que los “kelpers” son piratas, ellos fueron los que invadieron primero los derechos argentinos. Y respecto a los intelectuales, los llamo como los llamaba Perón, Cipayos, siempre al servicio de los intereses extranjeros, nunca de los argentinos”.
“Los veteranos continentales, unos impresentables que pretenden gozar de un beneficio que no les corresponde. Cuando se hizo la Ley de los Combatientes en Argentina, tuve el privilegio junto al Mayor Caruso Salvador, segundo jefe del Regimiento 7, de asesorar a senadores Frageiro y Sotula en la Ley de la provincia. Y disentimos profundamente con ellos porque en esa época, cuando la Ley salió, dijeron que Veteranos de Guerra eran solo los soldados conscriptos. Nos pareció una aberración porque sin entrar a discutir ningún beneficio, hablábamos de la condición de Veteranos de Guerra. Y habíamos combatido, y algunos condecorados. Hubo oficiales y soldados de un valor inenarrable, muertos y vivos. Éramos todos Veteranos. Después surgió lo de los beneficios, y políticamente se hizo nada más que para los soldados. Menem re sancionó la ley para Sub Oficiales y Oficiales que se hayan ido de baja por propia decisión. Hay que reconocerle también
a Alfonsín, porque hasta esa época estábamos sujetos a un contrato malévolo como el de los gauchos que se llevaban a los fortines en vez de cómo oficiales del Ejército. Tenías que cumplir un contrato de 3 años y no podías irte por ningún motivo. Alfonsín dijo “el que se quiere ir se va”. Era justo el reconocimiento a esa gente. Fueron los gobiernos posteriores los que llenaron de vanas promesas con lo de la indemnización histórica, como el de los Kirchner”.
“Estoy de acuerdo con el CECIM (Centro de Combatientes Islas Malvinas) cuando tiran la bronca incluso contra soldados de la Fundación Malvinas, porque esto está todo dividido, porque se le dio pensión de guerra graciable a Nicolás Casanzeux, periodista. Qué alguien me explique en función de qué, si le pagó un medio como a cualquier periodista de guerra que va a cubrir guerras mucho más largas y cruentas que esta. No empuñó un fusil. Nadie sabe explicar cómo obtuvo ese privilegio, que le dieron también a los Curas, contra los que no tengo nada, eran tipos como el Padre Fernández que iban a repartir un Rosario en medio de bombardeos, pero era su función consagrada. No tenían por qué ser privilegiados con una pensión graciable que era para quienes habían combatido”.
“Si este gobierno piensa darle pensiones a estos señores que se llaman “Continentales”, cometería no solo un grave error, sino que se burlaría del todo el pueblo de la República. Porque con el mismo criterio la gente de Usuahia o que vivió del paralelo 42 para abajo y estuvo sometida durante todo el conflicto a un bombardeo, o penetración continental, tendría el mismo derecho a cobrar pensiones. Este fue el único Ejército del mundo que llevó 11 mil hombres, murieron 646, se suicidaron más de mil… y cada vez hay más Veteranos. Y habría que preguntarle al Sr. Aníbal Fernández cómo es que se logró”.
“La noche del 11 de junio fue un infierno muy particular, un pandemónium donde llovía plomo de todos lados, del mar, del aire, de las líneas enemigas. Nosotros hacíamos la defensa de un sector de London, y con el Sargento Primero López y los soldados que estaban con nosotros escuchamos los gritos desgarradores de un cabo nuestro (que hoy es de esos fantasmas, recuerdos que uno cree que no lo asaltan más y sin embargo lo asaltan) que había sido herido con un proyectil de fósforo en la boca del estómago. Pedía que lo fuéramos a buscar. Cuando López decía que fuéramos a buscarlo le dije que no, porque arriesgábamos la vida de 15 tipos por uno solo. Obviamente murió. La primera vez que regresé como civil al Regimiento, entramos al Casino de Sub Oficiales, estaban las fotos de todos nuestros caídos, y la del Cabo en primer lugar. Me quedé mirándolo con una sensación de culpabilidad que hasta el día de hoy me asalta. Hoy miro a este
privilegio bendito de 2 años que Dios me regaló (N.d.R. se refiere a su bebé), con una piba excelente que ni sé si me merezco, y digo… si Dios me dio esto es porque algo bueno habré tenido y hecho. Y a su vez me pregunto: ¿por qué yo no, por qué yo quedé vivo? Y es algo que creo que asalta a todos los veteranos más allá de su cargo y condición: ¿Por qué yo no?
“Ni por un segundo hago defensa de los Generales grises de la derrota. Lo que digo es que cuando esto se analiza, por respeto a la sangre y la carne que hay en Malvinas, muerta y enterrada, hay que separar claramente la politiquería barata y la responsabilidad histórica de los Menéndez y los Galtieri… de los que fueron a combatir, y mucho más de los soldados. Porque yo dentro de todo tenía la obligación de cumplir. El Estado y el Ejército me habían pagado durante años para que llegado ese momento tuviera que ir a poner lo que había que poner. Ellos no, ellos eran soldados”.
