Rescatan vidas por $ 7.848
La Fuerza Aérea cuenta solo con 13 rescatistas que saltan al agua por vocación
A Nicolás Correa le sonó el celular a las 2 de la madrugada del jueves. No estaba de guardia, pero igualmente se levantó y se presentó minutos más tarde en el Centro de Coordinación de Rescate de Carrasco. Es uno de los 13 rescatistas de la Fuerza Aérea Uruguaya. “Me gusta tirarme al agua. Es vocacional. Es adrenalínico”, explica minutos antes de subirse como observador a un vuelo que pretende encontrar rastros del avión desaparecido en la noche del miércoles. Desde que lo llamaron, no ha regresado a su casa.
“Si llamás a cualquier rescatista a cualquier hora, viene, aunque no esté de guardia”, cuenta en la pista de aterrizaje con el arnés sobre el hombro en la tarde del viernes. “Arriesgamos la vida por los otros, pero nos gusta”, agrega mientras sobrevuela el Río de la Plata en busca del avión perdido, en un vuelo del que también toma parte El Observador.
Habla en plural, como su compañero Gustavo Alonso y como el teniente Fabricio Ruiz, integrantes de la sección de Operaciones y Entrenamiento de Rescate del Grupo Nº5 Helicópteros de la Fuerza Aérea. Son un grupo pequeño y orgulloso. Son los únicos uruguayos capacitados para realizar rescates de emergencia sobre el agua. Saben nadar, bucear, tirarse en paracaídas y realizar primeros auxilios. El equipo está conformado por tres oficiales y 10 subalternos. El mayor tiene 40 años y el menor 24. Los subalternos, entre los que se encuentran Correa y Alonso, trabajan siete horas diarias en la base 1 de la Fuerza Aérea y cobran $7.848 líquidos por mes.
La mayoría tiene otro trabajo. Correa, como muchos de sus compañeros, es guardia de seguridad. Tiene 27 años. Ingresó a la Sección de rescate en 2005, cuando hizo el curso de seis meses junto a Alonso. Alonso, además de ser rescatista, hace “changas” en el puerto. “Voy a casa de noche a saludar”, bromea. Tiene 30 años, cuatro hijos y su esposa está embarazada. Cuando lo cuenta, sonríe, y aclara que “cerró la fábrica”.
Filipinos, pescadores, niños
El 29 de junio de 2010, Correa buceó en las aguas del Río de la Plata, de donde rescató al cuerpo del abogado Daniel Ferrere, que falleció luego de que el helicóptero en el que viajaba hacia Buenos Aires cayera al agua. El año pasado, rescató a 24 congoleños de una aldea sitiada por rebeldes. Dos de los trece rescatistas viajan a ese país. Se rotan cada seis meses.
“A veces hago cosas sin pensar y después me doy cuenta que estoy regalado”, reconoce el militar. Pero mientras lo relata, recuerda y celebra la adrenalina del momento. De todas maneras, se queja de que a veces la persona a la que se le salva la vida “no dice ni gracias”. Entonces, ¿dónde está la recompensa? “Llego a casa y me acuesto con mi hijo sabiendo que cumplí con mi deber o salvé una vida”, afirma. El sábado 5 de mayo, rescató de un pesquero de bandera panameña a un filipino de 29 años que presentaba quemaduras en piernas y brazos. “Si no te gusta, no podés hacerlo. Entré a la Fuerza Aérea por esto”, insiste.
Alonso cuenta entre sus rescates, uno realizado en 2005. “Siete adultos y un niño estaban prendidos a un mástil frente a Colonia. Uno quiso llegar nadando hasta los gomones y se ahogó. Pero pude salvar al resto”, recuerda.
Los tres rescatistas, además de destacar la unión y la solidaridad del grupo, participaron de casos exitosos. El 16 de julio de 2011, Ruiz registró con la cámara filmadora de su casco cómo rescató a seis mayores y tres menores que quedaron atrapados por la crecida en Río Negro. El lema del grupo es “Para que otros puedan vivir”. Sin embargo, Correa confiesa que, en su caso, la cuestión va más lejos, o más cerca: “No podría vivir haciendo otra cosa”.
Voluntarios
El primer curso de rescatista de la Fuerza Aérea comenzó el 6 de junio de 2000 y tuvo como referencia los cursos impartidos en Estados Unidos. Hasta ese momento, eran los bomberos los encargados de realizar rescates. Pero la preparación no era específica ni adecuada para ciertos casos. Según Ruiz, tiraban la linga al agua y los náufragos tenían que agarrarla. Hoy es el rescatista el que establece contacto con la víctima en el agua y luego la traslada hasta el helicóptero. En estos 12 años, la instrucción se ha perfeccionado. Hoy además del curso básico de seis meses, los rescatistas realizan otros complementarios para paracaidistas, buceadores y paramédicos. Sobran dedos de las manos y los pies para contar a los uruguayos que, como Correa, Alonso y Ruiz, se animan a lucir la insignia de rescatista sobre el hombro. Ruiz, de 28 años, dijo a El Observador que desde hace dos años no hay voluntarios inscriptos para recibir el curso de rescatista. Además del bajo sueldo y el alto riesgo, la exigencia del curso es otro obstáculo. “Entrenamos en aguas heladas, porque ahí es donde después tenemos que trabajar”, explica Alonso
el observador
No llegan a U$S 400,00 al mes
La Fuerza Aérea cuenta solo con 13 rescatistas que saltan al agua por vocación
A Nicolás Correa le sonó el celular a las 2 de la madrugada del jueves. No estaba de guardia, pero igualmente se levantó y se presentó minutos más tarde en el Centro de Coordinación de Rescate de Carrasco. Es uno de los 13 rescatistas de la Fuerza Aérea Uruguaya. “Me gusta tirarme al agua. Es vocacional. Es adrenalínico”, explica minutos antes de subirse como observador a un vuelo que pretende encontrar rastros del avión desaparecido en la noche del miércoles. Desde que lo llamaron, no ha regresado a su casa.
“Si llamás a cualquier rescatista a cualquier hora, viene, aunque no esté de guardia”, cuenta en la pista de aterrizaje con el arnés sobre el hombro en la tarde del viernes. “Arriesgamos la vida por los otros, pero nos gusta”, agrega mientras sobrevuela el Río de la Plata en busca del avión perdido, en un vuelo del que también toma parte El Observador.
Habla en plural, como su compañero Gustavo Alonso y como el teniente Fabricio Ruiz, integrantes de la sección de Operaciones y Entrenamiento de Rescate del Grupo Nº5 Helicópteros de la Fuerza Aérea. Son un grupo pequeño y orgulloso. Son los únicos uruguayos capacitados para realizar rescates de emergencia sobre el agua. Saben nadar, bucear, tirarse en paracaídas y realizar primeros auxilios. El equipo está conformado por tres oficiales y 10 subalternos. El mayor tiene 40 años y el menor 24. Los subalternos, entre los que se encuentran Correa y Alonso, trabajan siete horas diarias en la base 1 de la Fuerza Aérea y cobran $7.848 líquidos por mes.
La mayoría tiene otro trabajo. Correa, como muchos de sus compañeros, es guardia de seguridad. Tiene 27 años. Ingresó a la Sección de rescate en 2005, cuando hizo el curso de seis meses junto a Alonso. Alonso, además de ser rescatista, hace “changas” en el puerto. “Voy a casa de noche a saludar”, bromea. Tiene 30 años, cuatro hijos y su esposa está embarazada. Cuando lo cuenta, sonríe, y aclara que “cerró la fábrica”.
Filipinos, pescadores, niños
El 29 de junio de 2010, Correa buceó en las aguas del Río de la Plata, de donde rescató al cuerpo del abogado Daniel Ferrere, que falleció luego de que el helicóptero en el que viajaba hacia Buenos Aires cayera al agua. El año pasado, rescató a 24 congoleños de una aldea sitiada por rebeldes. Dos de los trece rescatistas viajan a ese país. Se rotan cada seis meses.
“A veces hago cosas sin pensar y después me doy cuenta que estoy regalado”, reconoce el militar. Pero mientras lo relata, recuerda y celebra la adrenalina del momento. De todas maneras, se queja de que a veces la persona a la que se le salva la vida “no dice ni gracias”. Entonces, ¿dónde está la recompensa? “Llego a casa y me acuesto con mi hijo sabiendo que cumplí con mi deber o salvé una vida”, afirma. El sábado 5 de mayo, rescató de un pesquero de bandera panameña a un filipino de 29 años que presentaba quemaduras en piernas y brazos. “Si no te gusta, no podés hacerlo. Entré a la Fuerza Aérea por esto”, insiste.
Alonso cuenta entre sus rescates, uno realizado en 2005. “Siete adultos y un niño estaban prendidos a un mástil frente a Colonia. Uno quiso llegar nadando hasta los gomones y se ahogó. Pero pude salvar al resto”, recuerda.
Los tres rescatistas, además de destacar la unión y la solidaridad del grupo, participaron de casos exitosos. El 16 de julio de 2011, Ruiz registró con la cámara filmadora de su casco cómo rescató a seis mayores y tres menores que quedaron atrapados por la crecida en Río Negro. El lema del grupo es “Para que otros puedan vivir”. Sin embargo, Correa confiesa que, en su caso, la cuestión va más lejos, o más cerca: “No podría vivir haciendo otra cosa”.
Voluntarios
El primer curso de rescatista de la Fuerza Aérea comenzó el 6 de junio de 2000 y tuvo como referencia los cursos impartidos en Estados Unidos. Hasta ese momento, eran los bomberos los encargados de realizar rescates. Pero la preparación no era específica ni adecuada para ciertos casos. Según Ruiz, tiraban la linga al agua y los náufragos tenían que agarrarla. Hoy es el rescatista el que establece contacto con la víctima en el agua y luego la traslada hasta el helicóptero. En estos 12 años, la instrucción se ha perfeccionado. Hoy además del curso básico de seis meses, los rescatistas realizan otros complementarios para paracaidistas, buceadores y paramédicos. Sobran dedos de las manos y los pies para contar a los uruguayos que, como Correa, Alonso y Ruiz, se animan a lucir la insignia de rescatista sobre el hombro. Ruiz, de 28 años, dijo a El Observador que desde hace dos años no hay voluntarios inscriptos para recibir el curso de rescatista. Además del bajo sueldo y el alto riesgo, la exigencia del curso es otro obstáculo. “Entrenamos en aguas heladas, porque ahí es donde después tenemos que trabajar”, explica Alonso
el observador
No llegan a U$S 400,00 al mes