Maldita guerra
ARTICULOS / 16 de Enero de 2006
El historiador brasileño Francisco Doratioto ayuda a deshacer algunos mitos del conflicto que enfrentó a paraguayos con argentinos, brasileños y uruguayos.
Un senador proclamó en Río: “La maldita guerra nos atrasará medio siglo”. El Marqués de Caxias le escribió a otro prominente militar brasileño, Joaquim Luís Osório: “Esta maldita guerra nos ha arruinado”.
Maldecir la prolongada marcha contra Francisco Solano López se hizo hábito, en el Imperio y en la Argentina.
El historiador brasileño Francisco Doratioto eligió la imprecación —
Maldita Guerra— para titular una nueva historia de aquella campaña: 636 páginas, fruto de trabajosas investigaciones que insumieron 15 años.
El trabajo no conformará a quienes esperen el relato de una epopeya libertadora.
Tampoco a quienes quieran probar que la Triple Alianza fue armada por Inglaterra para liquidar el “modelo paraguayo de desarrollo autónomo”.
Doratioto ayuda a deshacer mitos.
Mito N° 1. “Solano López quería saciar su sed de riquezas y de sangre”. Solano López fue ambicioso y feroz; pero no
sólo eso. Con su país aprisionado entre dos gigantes, procuraba un “espacio vital” (Mato Grosso, Misiones, el Gran Chaco) y un puerto marítimo (Montevideo). Cuando invadió el Mato Grosso y Corrientes, hizo dos apuestas: 1) Conflictos internos e intereses nacionales contrapuestos impedirían la alianza brasileño-argentina, facilitando así la expansión paraguaya. 2) Caudillos argentinos, resentidos con Buenos Aires y Río, ayudarían al ejército paraguayo a tomar Uruguay, ocupado entonces por Brasil. Solano López repondría entonces a los blancos en el poder, y lograría acceso permanente al puerto montevideano.
Mito N° 2. “Paraguay fue el agredido”. Solano López comenzó a preparar una fuerza ofensiva cuando era Ministro de Guerra de su padre, Carlos Antonio López. Hacia 1860, Paraguay tenían 77.000 efectivos militares, contra 18.000 de Brasil, 6.000 de la Argentina y 3.000 de Uruguay.
Mito N° 3. “La Triple Alianza fue un mero instrumento de Inglaterra”. La Corona y los comerciantes británicos apoyaban todo cuanto favoreciera sus intereses. Sin embargo, algunas alegaciones revisionistas carecen de fundamento:
- “Inglaterra quería el algodón del Chaco porque la Guerra de Secesión norteamericana había dejado a su industria textil sin materia prima”. Cuando se formó la Triple Alianza, la Guerra de Secesión ya había terminado. Además, los molinos ingleses ya habían sustituido el algodón norteamericano por el egipcio.
- “Inglatera necesitaba el mercado paraguayo para colocar manufacturas”. Solano López cerró, en vida de su padre, un duradero trato con la Blyth & Co. de Londres, que proveyó armas, entrenó a jóvenes paraguayos y mandó 250 técnicos a Asunción; entre ellos, William K. Whytehead, ingeniero jefe del país; y Thompson, ingeniero jefe del ejército. Las obras públicas las hacían los ingleses, convertidos, a la vez, en grandes proveedores: antes de la Guerra, 65% de las importaciones paraguayas eran manufacturas británicas.
- “Los aliados eran títeres de los ingleses”. Brasil había roto, en 1863, relaciones con el Reino Unido. Fue a raíz del bloqueo británico de la bahía de Guanabara y la captura de cinco naves brasileñas.
- “Inglaterra impulsó la guerra”. Los británicos querían evitar la guerra, perjudicial para el comercio. En 1867, el Secretario de la embajada en Buenos Aires, G.F. Gould, llegó a un acuerdo con Solano López: se sellaría la paz y las disputas (Mato Grosso, Misiones, Chaco) se someterían a arbitraje. Los aliados dijeron “no”.
- “Solano López luchó solo, contra la Triple Alianza y las grandes potencias mundiales”. Estados Unidos simpatizaba con Solano López. En 1866, el Departamento de Estado propuso a los aliados, sin éxito, un armisticio o el arbitraje del Presidente Andrew Johnson. El embajador estadounidense M.M. MacMahon trabó amistad con Solano López y lo acompañó en parte de la guerra. Cuando el paraguayo murió, MacMahon alabó en el New York Times a aquél “verdadero caballero”, “académico” y “valiente”.
Mito N° 4. “El gobierno argentino fue el más belicoso e intransigente”. Pedro II sospechaba del Presidente Bartolomé Mitre, a quien juzgaba demasiado conciliador.
Durante la guerra, Mitre mantuvo, en Yataytí-Corá, una conferencia de cinco horas con Solano López. Quedó —según confió a su vicepresidente— “bien impresionado” por aquél hombre, que defendía sus posiciones en forma “digna y conveniente”.
Tras el encuentro, Pedro II dijo: “Tengo mucho miedo a la diplomacia de Mitre”.
Mito N° 5. “La Guerra del Paraguay fue una aventura unitaria, resistida por los federales”. Juan Manuel de Rosas nunca reconoció al Paraguay (independiente desde 1842), e hizo falta el advenimiento de Justo José de Urquiza para que se firmara el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación: un acuerdo que dejó en suspenso, por seis años, las disputas limítrofes.
Es cierto que algunos federales —partidarios de la fragmentación del país—procuraban el cobijo de Solano López. Éste, sin embargo, tenía más claridad que algunos caudillos: “La integridad territorial de la Argentina es una condición para el equilibrio regional; sin ella, Brasil se tornaría hegemónico”.
En cuanto al unitario Sarmiento, fue crítico implacable de la Triple Alianza, y aguardaba la intervención de los Estados Unidos, con la esperanza de que —al llegar la paz— Brasil no se quedara “con todo”.
Vidas Paralelas
Las comparaciones son discutibles. No obstante —como lo descubrió Plutarco— son útiles al historiador. En las siguientes, no hay Alejandros ni Césares. El método, de todos modos, sirve:
Solano López y Galtieri. Solano López creyó que Paraguay podía enfrentar con éxito a una potencia (regional). Confió en el “factor sorpresa”, que le permitiría una ganancia inicial; y en la “ventaja defensiva” que —en un territorio casi inaccesible— le bastaría para consolidar aquella ganancia. Pensó, además, que la otra potencia (regional) no estaba en condiciones de entrar en la guerra. Su planteo inicial pudo no ser errado, pero se volvió suicida cuando las dos potencias se aliaron.
La Triple Alianza y el Mercosur. Según Doratioto, tanto el Partido Conservador de Brasil como la “política tradicional” argentina promovían el desacuerdo crónico entre ambos países. Entre 1862 y 1868, una coincidencia favoreció el entendimiento. En Brasil, llegó al poder el Partido Liberal, pro argentino. Aquí triunfó Mitre, para quien “la Argentina y el Brasil debían establecer una política de cooperación, ejerciendo una hegemonía compartida”.
Mitre y Bush. Cuando comenzó la guerra contra el “monstruo” paraguayo, Mitre prometió: “En 24 horas [estaremos] en los cuarteles, en 15 días en Corrientes, en 3 meses en Asunción”. El 1° de mayo de 1868, Mitre justificó ante el Congreso una decisión que, a esa altura, era harto cuestionada: “Esta guerra que no buscamos, que no deseábamos, era inevitable debido a la naturaleza del poder despótico e irresponsable del gobierno del Paraguay, que constituía una amenaza perpetua [...] debido a la concentración de elementos militares en su territorio”.
http://www.terragno.org.ar/vernota.php?id_nota=672