El día del Conscripto Naval se conmemora en Honor a estos dos valientes. Honor y Gloria para ellos.
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Historias del conscripto Anacleto Bernardi y del Cabo Juan Santoro
El vigesimoquinto viaje de la fragata Sarmiento se inició el 29 de mayo de 1927. Cuando se encontraba en pleno viaje de instrucción, al arribar al puerto de Génova, el comandante del buque escuela, capitán de fragata Honorio Acevedo, decidió enviar a Buenos Aires al conscripto Anacleto Bernardi y al cabo principal Juan Santoro, ante el agravamiento de la pulmonía que habían contraído durante el viaje. Se decidió que embarcaran en el trasatlántico “Principessa Mafalda”, el cual zarparía en breve con destino a la capital argentina.
Tanto el personal de la fragata Sarmiento como los pasajeros del buque desconocían que este navío se encontraba con problemas en su estructura, lo cual había motivado reparaciones de último momento y la demora de casi seis horas para abandonar la dársena italiana.
Los arreglos realizados al Principessa Mafalda no fueron suficientes. Cerca de la costa del estado brasileño de Bahía se hizo evidente que el buque no llegaría a destino. Notificados de esa situación, Bernardi y Santoro se presentaron ante el capitán del “Principessa Mafalda” Simón Gulí y ofrecieron su colaboración, aún en el estado de convalecencia por la enfermedad que los aquejaba.
Mientras se preparaban los primeros botes, ambos procuraron tranquilizar al pasaje, recorriendo el interior de la nave, embarcando gente, arriando botes y negándose a ocupar lugar en ellos por su condición de marinos.
El conscripto Bernardi se portó heroicamente salvando muchas vidas. En su último minuto en el barco, cuando la alternativa era arrojarse al mar o hundirse con aquella mole herida de muerte, vio que un anciano vacilaba sobre la cubierta y le entregó su propio cinturón de corcho. Después, Bernardi sufrió un espantoso fin.
El buque tardó menos de 3 minutos en hundirse. Bernardi, Santoro y otras 9 personas quedaron agarrados a una escala de desembarco durante media hora. Abajo, esperaban los tiburones... Estaban a 300 metros del barco “Mosella” e intentaron llegar hasta este a nado, única y última perspectiva de sobrevivir. Sólo llegan Santoro –extraordinario nadador y de una resistencia física increíble- y el conde italiano Vicario Giúdici. Los restantes, incluido el héroe de 20 años, el conscripto que quería la vida y renunció a vivir por cumplir con su deber, eran abatidos por los tiburones, en una muerte horrible. A ese héroe de verdad, la Patria lo evoca con emoción y gratitud.
La Armada, en homenaje a este héroe argentino instituyó, en 1976, el día 25 de octubre como “Día del Conscripto Naval”, descubriendo un busto del mismo en la Base Naval de Puerto Belgrano. La entonces Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires impuso el nombre de Conscripto Bernardi a un pasaje que llega hasta la Avenida Juan B. Justo en el barrio de Vélez Sarsfield, entre Floresta y Villa Luro. Otro busto recuerda al conscripto naval Bernardi en la Avenida Comodoro Py al 2500 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Juan Santoro continuó su carreara naval y llegó hasta el grado de Suboficial Principal. El domingo 23 de octubre de 1977 –dos días antes del cincuentenario del célebre naufragio- falleció en Buenos Aires. Una semana después del hundimiento, un enviado del diario argentino “La Nación” lo había entrevistado en Montevideo: "Un día antes –dijo el cabo Santoro- se dijo a proa y a popa que el buque hacía agua. Pocos momentos después se hizo un simulacro de salvamento. Y llegó el naufragio. Cuatro golpes formidables, un mazazo gigantesco en que parecía que habían tomado parte todos los elementos. Se quebró el árbol de una de las hélices y ésta se vino hacia atrás, en tanto que el trípode giraba hacia la derecha, abriendo un rumbo en la popa". Más adelante, contó Santoro: "Mi primer pensamiento en ese momento fue salvarme. Pero me acordé que era marino argentino y me presenté al comandante poniéndome a sus órdenes. Me puse a salvar a las mujeres y a los niños. A la hora y media se hundió el buque. Alternativamente, nadaba y me aferré a la borda de una lancha, hasta llegar al 'Mosella’".
Y termina el conmovedor reportaje: "Pedí una lancha para ir en busca Bernardi, a quien había visto hacer prodigios de valor a bordo y luego en el agua. Se accedió a mi pedido y lo busqué, pero inútilmente".
Ambos fueron condecorados por el gobierno argentino y el gobierno italiano.