Pelea de perros con F-86F
En junio de 1971, el programa de instrucción anual del Grupo 1 de Caza de la IV Brigada Aérea de El Plumerillo (Mendoza) contemplaba la práctica de combate de uno contra uno que, desde ya, implicaba el dominio absoluto del avión. En una mañana diáfana de inverno, enmarcada con el fondo de los Andes nevados, despegó una sección de aviones F-86F. Al frente, el capitán Carlos G. Velasco; en el ángulo del ala izquierda formaba el numeral, alférez Carlos Arnau que acumulaba sólo 30 horas de vuelo en Sabre.
El tema comenzó con una apertura y un cruzamiento de frente. Producido el cruce, cada uno por su derecha como establecía el manual, ambos pilotos cambiaron velocidad por altura y con distintas maniobras intentaron ganar la posición de tiro. El capitán, más experto, poco a poco fue alcanzando la cola del numeral, mientras lentamente perdían altura. En un momento dado, el aguerrido numeral, volteó la cabeza atrás y comprobó que su jefe se encontraba a punto de conquistar el cono de disparo en la retaguardia. Cerró, entonces, con más bríos el viraje. La pérdida y el violento tirabuzón invertido se produjeron de inmediato. Infructuosamente procuró sacarlo. A cien metros, en la vertical del techo plateado de un galpón, decidió eyectarse. Largó la cabina y, cuando iba a continuar el procedimiento, sintió que el Sabre se estabilizaba. Dócilmente, y tan bajo que levantó una polvareda junto al galpón, lo sacó del invertido y lo niveló.
Descapotado, sintiendo el aire en la cara como un piloto de la Primera Guerra, se dirigió al aterrizaje mientras, de reojos, controlaba los gatillos del asiento que estaban listos para disparar los cartuchos de eyección. El brigadier Arnau, recuerda que nunca en su vida hizo un aterrizaje con tanta “vaselina” como en ese día por temor a finalizar el tema de combate cayendo en paracaídas.
http://oscarluisaranda.com/2015/04/17/pelea-de-perros-con-f-86f/
En junio de 1971, el programa de instrucción anual del Grupo 1 de Caza de la IV Brigada Aérea de El Plumerillo (Mendoza) contemplaba la práctica de combate de uno contra uno que, desde ya, implicaba el dominio absoluto del avión. En una mañana diáfana de inverno, enmarcada con el fondo de los Andes nevados, despegó una sección de aviones F-86F. Al frente, el capitán Carlos G. Velasco; en el ángulo del ala izquierda formaba el numeral, alférez Carlos Arnau que acumulaba sólo 30 horas de vuelo en Sabre.
El tema comenzó con una apertura y un cruzamiento de frente. Producido el cruce, cada uno por su derecha como establecía el manual, ambos pilotos cambiaron velocidad por altura y con distintas maniobras intentaron ganar la posición de tiro. El capitán, más experto, poco a poco fue alcanzando la cola del numeral, mientras lentamente perdían altura. En un momento dado, el aguerrido numeral, volteó la cabeza atrás y comprobó que su jefe se encontraba a punto de conquistar el cono de disparo en la retaguardia. Cerró, entonces, con más bríos el viraje. La pérdida y el violento tirabuzón invertido se produjeron de inmediato. Infructuosamente procuró sacarlo. A cien metros, en la vertical del techo plateado de un galpón, decidió eyectarse. Largó la cabina y, cuando iba a continuar el procedimiento, sintió que el Sabre se estabilizaba. Dócilmente, y tan bajo que levantó una polvareda junto al galpón, lo sacó del invertido y lo niveló.
Descapotado, sintiendo el aire en la cara como un piloto de la Primera Guerra, se dirigió al aterrizaje mientras, de reojos, controlaba los gatillos del asiento que estaban listos para disparar los cartuchos de eyección. El brigadier Arnau, recuerda que nunca en su vida hizo un aterrizaje con tanta “vaselina” como en ese día por temor a finalizar el tema de combate cayendo en paracaídas.
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