LA HISTORIA NOS OBLIGA http://www.lanacion.com.ar/1915697-la-historia-nos-obliga
Héctor Hernán Ruiz Moreno MIÉRCOLES 06 DE JULIO DE 2016
Como si hubiera entrado en una amnesia y una oscuridad absolutas, la clase dirigente argentina parece haberse negado a rescatar de su actual situación a una institución de la república y de nuestra historia que en todos los países del planeta ocupa un lugar trascendente: las Fuerzas Armadas de la Nación.
La génesis del porqué de la negación y del silencio no forma parte de esta reflexión. El aporte debe constituir un paso positivo y constructivo en esta nueva etapa que se inicia en la Argentina, llena de esperanza y motivación para todos. Sabemos que no va a ser fácil y que la cultura del pasado tratará de hacer lo indecible para perdurar.
La República Argentina no puede integrarse al mundo en plenitud sin que todas sus instituciones se encuentren fortalecidas, o al menos en ese camino.
Las Fuerzas Armadas de la Nación han desaparecido como institución eficaz. Sólo queda una formalidad, un nombre sin contenido. Observen la realidad de nuestros vecinos y del mundo y luego hagan una mirada introspectiva. Quienes eventualmente interpreten que este artículo posee una visión sesgada o interesada, política o ideológicamente, se equivocan mucho. Este artículo pretende movilizar una responsabilidad del Estado para con el país, desde hace muchos años olvidada.
Nuestro mar, nuestras vastas costas, nuestro gran territorio y los cielos que nos cubren requieren gente profesional, plena de valores, capacitada y con recursos suficientes para proteger nuestras riquezas y nuestra paz. Más de una vez se ha escuchado aquello de que no existen ya "hipótesis de conflicto". Esto no es cierto, y su sola mención significa una peligrosa "confusión de Estado". Lo que no existe, quizás, es la figura del enemigo tradicional, por ahora, pero hay muchas otras formas de conflicto que constituyen tremendas realidades. Nuestra obligación es plantear ahora una situación que debe ser atendida, ya que se trata de un deber del Estado para garantizar la defensa del país y la seguridad de sus ciudadanos.
No hay seguridad ciudadana posible (ni interna ni externa) si las fuerzas del orden no pueden recomponer la tranquilidad pública y las Fuerzas Armadas no pueden disuadir a todo aquel que pretenda alterar nuestra paz. Y los hay, pues somos una nación codiciada por la inmensa cantidad de riqueza con la que Dios nos ha bendecido.
Lo primero que debe hacer el Estado es devolver la dignidad a las Fuerzas Armadas, sacándolas del ostracismo y otorgándoles el lugar que les corresponde en esta nueva Argentina, con el rol que los desafíos del mundo demandan. Esto no cuesta dinero, por lo menos no debería. La segunda acción que debe emprender el Estado es dimensionar estas fuerzas en función de objetivos claros, que deben ser trazados como política de largo plazo. Tampoco esto significa erogación alguna. Tercero y último, el Estado deberá gestionar los recursos materiales suficientes como para que esta institución pueda cumplir integralmente su cometido. Hoy, con la apertura al mundo que se ha logrado, muchos países nos acompañarán en una política de Estado que no puede esperar un día más, permitiendo iniciar el adiestramiento de nuestras fuerzas con recursos modernos, que hoy no existen.
Resulta inviable que haya generales sin tropas, almirantes sin buques y brigadieres sin aviones. No son funcionarios públicos de escritorio, pero hoy lo parecen, abarrotados en sus dependencias sin otra actividad que una burocracia sin sentido y muy costosa.
La defensa nacional debe ser una política de Estado, observada en el espejo del mundo, y particularmente en el vasto ámbito territorial americano. Hay mucho por decir, pero este pequeño aporte debería poder contribuir, como un paso a la república en construcción, y un llamado de atención ciudadano de alguien que también quiere que la Argentina se ponga definitivamente de pie y para siempre, pero con todas sus instituciones. Nuestra historia nos obliga y el Bicentenario debería ser un punto de inflexión.
Abogado