Sin luna de miel: el caos y el desconcierto marcan la era Trump
En un mes en el poder suma traspiés y críticas; empiezan a surgir resistencias en el Congreso
Rafael Mathus RuizPARA LA NACION
DOMINGO 19 DE FEBRERO DE 2017
WASHINGTON.- El día después de su primera conferencia de prensa en solitario,
Donald Trump fue tapa de The New York Post, uno de los diarios amarillistas de esa ciudad, vestido como un director de circo, látigo en mano. "El espectáculo más salvaje en la Tierra", tituló anteayer el periódico.
Fue una síntesis de las primeras semanas del magnate republicano en la Casa Blanca, la antítesis de una luna de miel, durante las cuales, a diferencia de sus antecesores más cercanos, Trump mostró dificultades para desplegar e imponer su agenda, revestida con el sello "Estados Unidos primero"
"Es claro que va a ser un ejercicio sólo de los republicanos", anticipó esta semana el líder del partido en el Senado, Mitch McConnell, cuando le preguntaron, en una conferencia de prensa, cómo pensaban sacar leyes. "No esperamos ninguna cooperación de los demócratas", sentenció.
El presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Paul Ryan, trabaja a contra reloj para terminar de pulir dos proyectos de ley: uno para desterrar y reemplazar el Obamacare, la reforma de salud del ex presidente, y otro para bajar impuestos.
Ambos proyectos ya encontraron resistencias. Los demócratas en el Senado juraron hacer todo lo posible para salvar la ley más emblemática de Obama. Pero, más peligroso aún para el plan de Ryan, varios congresistas republicanos se toparon con contribuyentes furiosos en sus ciudades.
Un caso: Jasson Chaffetz, de Utah, un estado republicano, fue abucheado en una de las clásicas reuniones
town hall, donde los legisladores responden preguntas de la gente.
El hecho no pasó desapercibido en Washington: esas mismas imágenes y esos mismos encuentros dieron inicio, en 2009, al movimiento ultraconservador Tea Party que mancó la agenda de Obama. El Obamacare les permitió a unos 20 millones de personas acceder a servicios médicos, que en Estados Unidos son muy caros.
Otro plan resistido: Ryan quiere financiar el recorte prometido por Trump en el impuesto a las ganancias con un "impuesto fronterizo", un eufemismo para eludir hablar de una tarifa a las importaciones. Esa iniciativa también divide a la Casa Blanca de Trump, donde despierta rechazos y apoyos.
Tom Cotton, un joven senador republicano de Arkansas, uno de los pocos legisladores que se subieron al escenario de la convención republicana de Cleveland que ungió a Trump como candidato, deshilachó ese impuesto esta semana en el piso del Senado.
"Un impuesto a las importaciones es un impuesto a los trabajadores. ¿Por qué querríamos hacer que las cosas que compran en la cadena Walmart sean más caras?", preguntó Cotton.
Luego, en una crítica menos prosaica, dijo que el plan tenía una lógica orwelliana. "Algunas ideas son tan estúpidas que sólo un intelectual podría creerlas. Ésta es una teoría envuelta en la especulación dentro de una conjetura. Nadie sabe con certeza qué va a pasar", disparó.
Tras las dificultades que encontró en la justicia, Trump está trabajando en una versión "simplificada" de su decreto de restricciones migratorias, según anticipó el secretario de Seguridad Nacional, John Kelly.
La orden ejecutiva de Trump buscó prohibir el ingreso a suelo norteamericano de personas procedentes de siete naciones predominantemente musulmanas.
Al hablar durante un panel sobre la lucha contra el terrorismo en el marco de la Conferencia de Seguridad en Munich, Kelly dijo ayer que el gobierno se sorprendió cuando los tribunales bloquearon la implementación de la orden ejecutiva, por lo que ahora "el presidente está contemplando liberar una versión más ajustada y más simplificada" de la prohibición a viajeros de otros países.
Desconfianza
La imprevisibilidad, la incertidumbre y las confrontraciones, marcas registradas de Trump, empezaron a erosionar la confianza -que ya era baja- de un Congreso republicano ansioso por conseguir resultados, donde ya se respira cierta exasperación por los tropiezos del nuevo gobierno.
La forzada renuncia del jefe del Consejo de Seguridad Nacional, Michael Flynn -sin reemplazante aún- y la conferencia de prensa donde un Trump desatado dejó atónito al país, sólo profundizaron el malestar.
El senador de Arizona John McCain, un histórico del partido y una de las voces críticas de Trump en el Senado, se quejó esta semana de la "disfuncionalidad" del gobierno. David Joyce, congresista de Ohio, fue tajante al hacer un balance de las primeras semanas: "No estamos haciendo un montón de cosas", dijo.
Pero, como sucedió desde que lanzó su corta carrera política, Trump todavía cuenta con el respaldo de su gente.
En su corta presidencia, el magnate ya logró profundizar la polarización del país. Sólo cuatro de cada diez norteamericanos respaldan su gestión, según el Centro Pew, un registro históricamente bajo para un presidente que recién empieza a gobernar.
Pero, entre los republicanos, Trump cuenta con un apoyo del 84%, superior al que tenían al inicio de sus gobiernos sus antecesores republicanos, Ronald Reagan, George H. W. Bush y George W. Bush.
David Boaz, director del Instituto Cato, un centro de estudios libertario de Washington, dijo que Trump necesita un nuevo jefe de Gabinete, alguien experimentado que ponga orden y haga el trabajo que Reince Priebus -que parece en la cuerda floja- no ha logrado hacer.
"Parece que al presidente le gusta ser la única fuente de poder", dijo Boaz. Al hablar de lo que viene, anticipó: "Veo más caos, más tuiteo que agite a la gente, y una investigación sobre los vínculos de Trump con Rusia, que será una enorme distracción"
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