EL RENACIMIENTO DEL ROMPEHIELOS
Capítulo 3: De vuelta al mar
Es otro “Irízar”. Conserva su fisonomía, con esa torre de 42 metros de alto, pero por dentro se convirtió en uno de los rompehielos con mayores capacidades en el mundo. De ser un buque logístico en el que se podían realizar tareas de investigación, pasó a ser un buque para la ciencia, con capacidades logísticas.
Del viejo rompehielos quedó sólo el casco, la destrucción durante el incendio fue de un 80 % y su reconstrucción y modernización fue una tarea compleja que se desarrolló en el astillero Tandanor, en Dársena Norte. Allí llegó a remolque en agosto de 2008. Las reparaciones significativas comenzaron a fines de 2009.
Se sustituyeron unas 600 toneladas de chapa de acero; se renovó la planta propulsora y de generación eléctrica; se cambiaron los equipos de navegación, gobierno, comunicaciones y seguridad por equipos modernos con las últimas tecnologías; se automatizaron procesos para el tratado de desechos y aguas sucias; y se lo dotó de un sistema nuevo de detección de incendios.
También se renovaron los servicios de emergencias; se ampliaron las áreas de laboratorios, que pasaron de tener unos 70 metros cuadrados a más de 400; y se incrementó su habitabilidad: de 250 tripulantes ahora puede albergar a más de 300, para eso se fabricaron en el astillero unos 4.000 m2 de cielorraso y 12.000 metros de mamparas que separan los diferentes ambientes, muebles de camarotes, oficinas, laboratorios y demás espacios internos. Fue como llenar un edificio de 7 u 8 pisos.
Se aumentó la potencia del navío en un 20 %. Medio kilómetro de cable se instaló por día durante una semana para una sola cubierta del “Irízar”. Se reemplazó su bodega especial para transporte de cargas peligrosas, se duplicó su capacidad de transporte de combustible antártico GOA; se acondicionaron cocinas, panaderías y 9 cámaras frigoríficas más otras 2 en la cubierta para los víveres. Y, sobre todo, cumple con las certificaciones medioambientales vigentes.
Además, se incorporó tecnología de última generación, se incrementó en un 600 % la cantidad de espacio dedicado sólo a la investigación científica, contando con 13 laboratorios, y se potenciaron sus capacidades médicas a bordo con un Departamento de Sanidad que parece un mini hospital y ocupa 2 plantas del buque. En la cubierta 2 están los consultorios de odontología y clínica médica, una sala de internación y el laboratorio de bioquímica. Y en la cubierta 3 está el quirófano y la terapia intensiva. Equipado con dos camas de terapia intensiva con toda la movilidad completa, dos respiradores, un desfibrilador con marcapaso externo, una cama para pacientes con fractura o movilidad reducida y cuatro camas para internación general. El quirófano tiene una sala de anestesia, un electrobisturí, un calentador de paciente –que es una especie de caloventor– y equipo de rayos.
El contexto antártico requiere de especialidades y enfoques particulares para la asistencia sanitaria. Y las necesidades de sanidad en el rompehielos están vinculadas a “estabilizar del paciente y brindarle la mejor opción terapéutica”, explicó el Jefe de Sanidad del buque, Capitán de Corbeta Jorge Facundo Ledesma, médico cirujano.
“Si el paciente tiene una patología que no es grave, uno lo puede mantener a bordo y hacer la asistencia básica. Para un paciente que tenga un requerimiento de alta complejidad tiene que ser evacuado vía aérea al continente”, agregó.
El equipo de Sanidad está integrado por una bioquímica, una odontóloga y un enfermero con capacitación en terapia intensiva. Una vez que el rompehielos cumpla sus funciones operativas, se incorporarán un anestesiólogo y un enfermero con capacidad en anestesia, y un terapista o cardiólogo.
En tanto que, la sala de máquinas, donde se originó el incendio del 2007, es toda nueva.
Fue un desafío para la industria naval argentina. Primero hubo que entrar el rompehielos al astillero tras quitarle miles de toneladas de chatarra de su interior y luego se lo llevó de nuevo al agua para terminar los trabajos.
El “Irízar” empezó a probar el agua y ya ansiaba volver al mar.
El 4 de julio de 2017 a las 15.45 el “Irízar” zarpó del astillero Tandanor con su dotación de 113 militares y 80 profesionales para hacer pruebas a mar abierto. Llegó a Puerto Belgrano, donde en el Arsenal Naval entró en dique seco para el carenado de su casco, la limpieza de las hélices y los arreglos de las aletas estabilizadoras de rolido y de ejes.
“Las pruebas fueron exitosas y con ellas se logró la puesta a punto de los sistemas y equipos”, afirmó el Comandante del buque, Capitán de Fragata Maximiliano Mangiaterra.
Acorde a este incremento se adecuaron todos los sistemas auxiliares necesarios incluyendo la climatización, cámaras frigoríficas, cocina, destiladores de agua potable, plantas de tratamientos de residuos y sistema de descongelamiento de la pista de aterrizaje, además de adquirirse 4 lanchas de abandono, grúas de 16 toneladas y 6 balsas salvavidas.
Identidad. Como en la paradoja de Teseo en la Antigua Grecia, si a un barco le cambian todas sus viejas cuadernas por nuevas, ¿sigue siendo el mismo barco o es otro completamente nuevo? Otras formas de filosofar tienen una perspectiva distinta: si el propósito original sigue vivo, si la idea de quienes lo idearon persiste, si la finalidad es la originaria, entonces es el mismo.
Créditos: Gaceta Marinera Digital