Extraigo esta nota de hoy que publiqué en el thread de Relaciones Internacionales y Geopolítica
Triple Frontera: reacomodo geopolítico
Clarín
Después de mucho tiempo puede producirse un alineamiento notable en torno al devenir geopolítico de la Triple Frontera (TF): las administraciones de Donald Trump, Mauricio Macri, Michel Temer y Horacio Cartes, unidas por sus principios ideológicos, parecen inclinadas a coincidir en cuanto a que el terrorismo constituye un grave peligro un América del Sur.
De acuerdo a documentos y pronunciamientos oficiales de la época,
para Estados Unidos la importancia de la TF como zona propicia para el “extremismo islámico” es anterior a los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Ese evento puso a la TF en la mira de Washington; tanto que, como lo narra en el libro War and Decision, el ex subsecretario de Defensa Douglas Feith,
el entonces secretario de Defensa Donald Rumsfeld contempló un ataque de retaliación contra Al Qaeda en América del Sur, en la Triple Frontera, a pesar de que los ataques no se hubieran preparado ahí ni se hubieran perpetrado por las denominadas “células dormidas”.
A su vez, el 10 de octubre de 2001, en una audiencia en el Subcomité del Hemisferio Occidental del Comité de Relaciones Internacionales de la Cámara de Representantes, el presidente del Subcomité, Cass Ballenger (Republicano, Carolina del Norte) aseveró: “También nos enfocaremos en el terrorismo en América Latina y cómo se relaciona con la guerra contra las drogas…Ambos comparten una relación simbiótica”.
El informe sobre Patterns of Global Terrorism en 2001 del Departamento de Estado también le dedicó una sección extensa a la TF, superior a los breves tres párrafos de 2000.
En 2002 y en buena medida para evitar ser identificados como un problema de seguridad para Estados Unidos, aumentar la confianza entre las partes, procurar una colaboración equilibrada, preservar márgenes de autonomía y mantener a distancia a Washington dado el valor estratégico del Acuífero Guaraní, se acordó el esquema 3 (Argentina, Brasil y Paraguay) más 1 (Estados Unidos) en torno a la Triple Frontera destinado a intercambiar información de inteligencia. Los gobiernos de Duhalde, Kirchner y Fernández de Kirchner fueron meticulosos en el cumplimiento del acuerdo.
Así, en una entrevista al diario Perfil (23/11/14), el coronel Joseph Napoli, quien fuera por años la máxima autoridad militar de la Embajada de EE.UU. en Buenos Aires, afirmó:
“La relación entre la Triple Frontera y la amenaza del terrorismo no es tan fuerte como creíamos en 2001”.
Como explica R. Guy Emerson en una investigación de 2010 sobre el terrorismo en la región,
los llamados gobiernos progresistas mostraron su “hostilidad hacia la lógica de la ‘guerra contra el terror’” impulsada por Washington. Pero la “marea rosada” en el Cono Sur languideció y ahora es el tiempo del
“reflujo neoliberal”, mientras en Estados Unidos el reformismo acotado de Obama fue sustituido por la restauración retrógrada de Trump.
En ese contexto, se dibuja una novedad en la dinámica geopolítica en torno a la Triple Frontera. El Comando Sur, que estuvo encabezado entre 2012-16 por el General John Kelly, hoy Jefe de Gabinete de Trump, y que actualmente está bajo el mando del
Almirante Kurt Tidd, ha encontrado en los TTTN (Transnational and Transregional Threat Networks) que entrelazan distintos ilícitos, actores y geografías en los que se conjugan criminales y terroristas, una fuente de influencia corporativa y asignación presupuestaria.
Mientras tanto, un Departamento de Estado mermado en incidencia y recursos, se ha convertido en el endeble brazo diplomático de una agenda temática hiper-militarizada. A su vez, el Departamento de Justicia exacerbó su obsesión prohibicionista a favor de la guerra anti-narcóticos, adentro y afuera. Y desde el Congreso legisladores como Marco Rubio, Ilena Ros-Lehtinen y Jeanne Shaheen, entre otros, insisten en la
expansión extremista en Latinoamérica. En ese sentido, y en relación con América Latina, volvió a ganar espacio el discurso sobre la amenaza terrorista, a pesar de ser la única región del mundo que no ha padecido atentados del terrorismo global desde 2001.
En consecuencia,
la posición de la Argentina, Brasil y Paraguay respecto a la TF y a Estados Unidos pasa a ser muy relevante. En el caso de Paraguay es el gobierno de Israel el que ha incrementado su asistencia en materia anti-terrorista.
En el caso de la Argentina, es el Ministerio de Seguridad el encargado de darle un papel mayor a la DEA en la llamada task force para la provincia de Misiones. Brasil constituye un caso peculiar. En 2017 invitó a Estados Unidos a participar en ejercicios militares en “otra” triple frontera: la de Brasil, Colombia y Perú.
Pero parece renuente a facilitar un rol más influyente de Washington en la frontera compartida con la Argentina y Paraguay. Es en ese marco que se deben ubicar las referencias a un “liderazgo” argentino que invocan en Washington y Buenos Aires las autoridades estadounidenses. En una reciente nota en Clarín (7/2/18)
“Bullrich señaló que Estados Unidos busca que Argentina…extienda su visión sobre la peligrosidad del grupo (Hezbollah) a otros países de la zona como Brasil”.
En breve, la pieza faltante para un giro geopolítico trascendental respecto a la Triple Frontera es Brasil. Y el papel de tramitador de los objetivos estadounidenses en esa zona parece ser la Argentina a través de su Ministerio de Seguridad ante el elocuente silencio de la Cancillería.
Juan Gabriel Tokatlian es profesor plenario de la Universidad Torcuato Di Tella.