Juego de espías en la embajada norcoreana asaltada en Madrid
Siete hombres entraron en la embajada de Corea del Norte con armas de fogueo. Maniataron, golpearon e interrogaron a los empleados y se llevaron varios ordenadores
ace dos años, un agente del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) recibió un correo de la CIA alertando sobre la figura de Kim Hyok Chol, entonces embajador de Corea del Norte en Madrid. Desde Estados Unidos sospechaban que Hyok era realmente un espía que podría tener información sobre las bases de misiles secretas y el programa militar del hermético régimen de
Kim Jong-un. Meses después, el Gobierno de
Mariano Rajoy expulsó de España al embajador norcoreano como respuesta a los ensayos nucleares y balísticos de Pyongyang. «Era necesario dar este paso porque esos programas son una seria amenaza para la paz y la seguridad internacional», explicó el ex ministro de Exteriores
Alfonso Dastis.
Hoy, 530 días después de la
expulsión de España de Kim Hyok Chol, el ex embajador se ha convertido en uno de los
personajes que han facilitado el encuentro de esta semana en Hanoi (Vietnam) entre
Donald Trump y
Kim Jong-un. «Tuvo que pasar una prueba de lealtad para convertirse en el hombre clave en las negociaciones», dijeron hace unos días fuentes surcoreanas. Pero justo antes del inicio de aquella cumbre, el foco internacional se alejó por momentos de Vietnam para poner su mirilla en Madrid.
Un grupo de siete hombres asiáticos había asaltado con armas («de fogueo», según la policía) la Embajada de Corea del Norte. Interrogaron y maniataron a los empleados y a un grupo de estudiantes de arquitectura norcoreanos que se encontraban allí de visita. Después, los ladrones se llevaron varios ordenadores y documentos.
Yu Sok So, el encargado de negocios de Corea del Norte en Madrid y que actualmente dirige la legación en la capital,
declaró a la policía que los asaltantes eran de Corea del Sur. Los agentes de la Comisaría General de Información que investigan el caso tienen claro que los asaltantes tenían todo bien planificado y sabían perfectamente lo que buscaban.
¿Se trata de un caso de espionaje político? ¿Fueron los surcoreanos, la CIA o agentes del departamento de seguridad de Pyongyang? ¿Kim Hyok Chol habría dejado-o olvidado- información delicada en los ordenadores de la Embajada? ¿Había un mapa con las bases militares secretas de Corea del Norte? «
Por ahora son todo suposiciones, es un tema muy delicado que hay que tratar con máxima cautela», advierten fuentes policiales.
Todo arranca el viernes 22 de febrero a las 17.57 horas. Un grupo de hombres trajeados, que llevan un pin con el rostro de Kim Jong-un, acceden a la embajada de Corea del Norte (en el número 43 de la calle Darío Aparicio, Aravaca, Madrid) por la parte posterior de la finca. Unas horas después, desde la calle Viñas del Pardo, próxima al edificio diplomático, el personal del Samur llama a la policía explicando que están atendiendo a una mujer, de origen coreano, que no habla español, con diversos traumatismos en extremidades. Ante la imposibilidad de entenderla, uno de los agentes (perteneciente al indicativo Zeta, los que patrullan por la capital) se acerca a preguntar a la Embajada.
«No pasa nada, todo está en orden», responde el hombre que abre la puerta, alto, tranquilo, con el pin en el traje.
Minutos después, la policía consigue entender a la mujer gracias a un teléfono móvil y al traductor de Google.
«Dentro de la embajada hay seis personas retenidas. He conseguido escapar tirándome desde la ventana del segundo piso», explica. A las 21.45 horas, salen de la embajada a gran velocidad, y con las luces apagadas, dos vehículos, un Audi y una furgoneta Mercedes. El conductor de la furgoneta era el supuesto empleado norcoreano que había abierto antes la puerta al policía. Pasadas las 22.00, salen del edificio un grupo de nueve personas pidiendo auxilio.
«Hemos sido víctimas de una salto con armas de fuego», confiesan. Un hombre, Yun Sok So, que se identifica como representante de la embajada, asegura que los atracadores eran de Corea del Sur. Entonces, varios agentes se desplazan hasta la puerta de la embajada surcoreana (calle González Amigo) y montan un perímetro de seguridad, identificando a cada persona que entra y sale del edificio.
«No sabemos nada ni podemos decir nada más. Nos enteramos del asalto por la prensa. Aquí la policía no ha venido», niega la mujer de la embajada de Corea del Sur que atiende por teléfono a
Crónica.
El encargado diplomático norcoreano, Yun Sok So, insistió a los agentes varias veces que los atracadores eran de Corea del Sur, que
les habían atado las manos, cubierto la cabeza con bolsas de plástico y golpeado. «Pero no quiso presentar denuncia. Sólo lo hizo la mujer que se escapó por la ventana (que tenía una herida en la cabeza). No sabemos mucho más porque
la policía está llevando la investigación muy herméticamente», cuentan desde el Ministerio del Interior.
Mientras el Samur atiende a los norcoreanos que estuvieron secuestrados en la embajada (presentan magulladuras, contusiones y uno de ellos tiene un cuadro de ansiedad), la policía localiza, a nueve kilómetros de allí, la furgoneta Mercedes en la que escaparon los asaltantes, aparcada en la entrada de un párking en el número 57 de la calle Galileo, con el motor en marcha y las puertas abiertas. En Pozuelo de Alarcón, un coche patrulla encuentra un Toyota aparcado en una plaza de minusválidos que habría salido también de la Embajada conducido por alguno de los asaltantes.
La Policía Científica ha estado estos días tomando huellas en los coches. El tercer vehículo, el Audi, aún no se ha encontrado.
«No quiero hablar del tema», dice en un mal español
Chol Hak Kim, uno de los estudiantes de Arquitectura que fue retenido dentro de la sede diplomática. «Nosotros llevamos dos años estudiando en la Universidad de Nebrija y muchas veces nos invitan a la Embajada», añade.
Fueron cinco estudiantes norcoreanos los que se encontraban el día del asalto en el edificio. Todos ellos viven en una residencia en el barrio madrileño de El Plantío. «No sabemos nada», repite
Myong Nam Jong, otro de los estudiantes. «No voy a contestar», sentencia
Song Jin, uno de los empleados de la legación diplomática, que se niega a responder ante la pregunta de por qué no han querido presentar denuncia. El silencio es absoluto entre los norcoreanos.
«Es todo muy extraño. Pero está claro que los ladrones fueron buscando una documentación concreta que estaba allí. Y es mucha casualidad que esto ocurra justo en la semana en la que hay una reunión entre Trump y Kim Jong-un organizada por el ex embajador norcoreano en España... Hay varias vías abiertas, pero decir algo más es especular demasiado», dice con prudencia una fuente de Inteligencia de España.
Tanto el CNI -
cuya sede se encuentra a menos de cuatro kilómetros de la Embajada norcoreana- como la Brigada Provincial de Información de la Policía Nacional están trabajando conjuntamente para resolver el caso. Al cierre de este reportaje, el viernes, una semana después del robo del equipo informático, aún no se había identificado a los autores (¿surcoreanos?). La noticia del asalto la adelantó el miércoles
El Confidencial, que también desveló que la Audiencia Nacional ha empezado a rastrear los móviles de los empleados de la legación para intentar recrear lo sucedido.
«SABÍAN LO QUE BUSCABAN»
Fuera de las declaraciones oficiales, muchas voces apuntan a que todo está relacionado con la información que podría haber dejado el ex embajador Kim Hyok Chol -u olvidado al ser expulsado- en el edificio diplomático.
Corea del Norte abrió la embajada en octubre de 2013, alquilando un chalet de casi 1.000 m2, en una exclusiva zona, que estuvo a la venta por 3,7 millones de euros (en la ficha del Idealista se describe como un chalet con tres plantas, varios dormitorios, piscina, gimnasio y un amplio jardín).
Kim Hyok Chol, ex embajador norcoreano en España, junto al rey Juan Carlso durante la toma de posesión de su cargo en 2013
«Está claro que los asaltantes sabían lo que buscaban, pero no creo que Hyok haya tenido nunca acceso a la información sobre los misiles y cabezas nucleares ni que pueda estar en un ordenador de Madrid», opina
Ramón Pacheco, investigador experto en Corea del Norte y profesor de Relaciones Internacionales en el King's College de Londres.
«Dentro del régimen norcoreano no creo que haya más de 10 personas que sepan algo sobre dónde están las bases con misiles», sentencia.
La cumbre del miércoles entre Trump y Kim Jong-un fue un fracaso precisamente por ese tema.
Según el presidente de Estados Unidos, el fracaso se debe a que Corea del Norte exigió que les quitaran todas las sanciones internacionales que tienen a cambio de desmantelar uncentro nuclear. Pero desde Pyongyang desmienten esa versión sin precisar lo ocurrido realmente en las negociaciones, salvo que ellos solamente pidieron un levantamiento parcial de las sanciones. Mientras, el foco vuelve a ponerse en Madrid para resolver el misterioso juego de espías en la Embajada norcoreana. A tan sólo cuatro kilómetros del CNI.
https://www.elmundo.es/cronica/2019/03/04/5c795458fc6c83c20d8b46a8.html