En las primeras horas del 24 de febrero, los radares de defensa aérea ucranianos empezaron a sufrir graves interferencias en todas las bandas de frecuencia. Entretanto, los radares situados en el interior de Ucrania empezaron a ser acosados por vehículos aéreos no tripulados E95M que simulaban ser aviones rusos.
Cuando las defensas aéreas ucranianas se activaron /encendieron para entrar en combate, fueron atacadas. "Pensamos que se nos iba a negar todo el espectro electromagnético en torno a Kiev", señaló un especialista ucraniano en guerra electrónica (EW).
La oleada inicial de ataques con misiles balísticos y de crucero y los ataques electrónicos causaron suficientes trastornos como para que una incursión aerotransportada penetrara en las defensas ucranianas al norte de la capital y aterrizara en el aeródromo de Hostomel, donde los paracaidistas rusos esperaban establecer una cabeza aérea para trasladar rápidamente sus fuerzas a Kiev.
Mientras tanto, las fuerzas principales comenzaron a moverse hacia el sur desde Bielorrusia a lo largo de dos rutas principales de suministro flanqueadas por densos bosques y pantanos.
La VDV - las fuerzas aerotransportadas rusas - encabezó la invasión. En diciembre, las unidades especializadas de la VDV habían preparado su papel en la represión de la sociedad civil ucraniana junto con la 9ª Dirección del Quinto Servicio del Servicio Federal de Seguridad de Rusia (FSB).
Las unidades de asalto de la VDV recibieron el plan tres días antes de la invasión y empezaron a hablar con entusiasmo en previsión de su audaz operación. Los comandantes del VDV empezaron a discutir su objetivo principal en Hostomel en claro. Pero cuando aterrizaron se encontraron con la artillería ucraniana y un contraataque coordinado, siendo rápidamente expulsados del aeropuerto.
Mientras tanto, al norte, las unidades ucranianas llevaron a cabo una acción de retraso con un éxito considerable. Las tropas motorizadas y de la Rosgvardia habían recibido sus órdenes menos de 24 horas antes de la invasión.
Como consecuencia, no lucharon en una campaña metódica de avance y explotación por escalones sucesivos como dictaba su doctrina, ni contaron con el apoyo de suficiente artillería como se considera esencial. En lugar de ello, fueron empujados hacia delante a lo largo de dos rutas principales de reabastecimiento (MSR) hacia objetivos distantes sin reconocimiento ni protección en sus flancos.
La Rosgvardia, destinada a proporcionar seguridad en la retaguardia, a veces acabó avanzando por delante de las unidades de combate. La velocidad de algunas unidades blindadas les permitió adentrarse en los suburbios de Kiev sólo 48 horas después de iniciada la guerra, pero, como estaban a kilómetros de distancia del cuerpo principal de las fuerzas terrestres rusas, lo único que consiguieron fue su aislamiento y destrucción. Con poca oportunidad de prepararse, psicológica o prácticamente, muchas unidades rusas se quebraron cuando encontraron una resistencia seria.
A medida que la situación en Hostomel se deterioraba y el avance hacia el sur se estancaba, los comandantes rusos lanzaron más de sus reservas hacia adelante y empezaron a adelantar la artillería, obligando a los defensores ucranianos a ceder terreno. Pero, a medida que los rusos avanzaban, se enfrentaban a un nuevo reto.
Limitados por los pantanos y los bosques que estaban a sus flancos, se vieron reducidos en gran medida al uso de las carreteras. Mientras que el peso de los números, la artillería y el fuego de los cañones de 30 mm permitían a los rusos seguir avanzando, los ucranianos continuaron infligiendo un creciente desgaste y daño utilizando emboscadas antitanques para desbaratar los elementos rusos que intentaban avanzar.
A medida que los rusos avanzaban por las ciudades, los residentes locales empezaron a informar de sus movimientos, mientras que las fuerzas especiales ucranianas y los vehículos aéreos no tripulados (UAV) marcaban los blancos/objetivos para la artillería. Aunque los rusos contaban con una artillería más pesada, carecían de una buena visión/imagen de dónde estaban las dispersas posiciones ucranianas.
La densa congestión en las carreteras, por su parte, significaba que los cañones rusos estaban a menudo fuera del rango de distancia para alcanzar con fuego a las baterías ucranianas, incluso cuando los ucranianos estaban al alcance de las posiciones rusas más avanzadas.
El asesor principal del general Valerii Zaluzhnyi, comandante de las Fuerzas Armadas de Ucrania, señaló que "los misiles antitanque frenaron a los rusos, pero lo que los mató fue nuestra artillería. Eso fue lo que quebró a sus unidades".
Los rusos se encontraron con otro reto: el reabastecimiento. Sin acceso al transporte ferroviario ucraniano con el que están acostumbrados en Rusia a mover el equipo pesado ruso, y con las pocas carreteras disponibles atascadas por el tráfico, cada vez era más difícil hacer avanzar los suministros.
Los ataques a lo largo del avance también hicieron que los rusos no estuvieran dispuestos a introducir sistemas sensibles de EW (guerra electrónica) y de AA (defensa antiaérea) en Ucrania por si eran capturados.
Mientras estos sistemas estuvieran al otro lado de la frontera ucraniana, no podrían bloquear los soportes del EMS (Electro Magnetic Spectrum: entorno electromagnético) de los ucranianos sin cortar también el acceso a los elementos rusos de vanguardia. Esto resultaba muy problemático en un momento en el que los mandos rusos intentaban descifrar la confusión en la que estaban sumidas sus unidades de vanguardia.
Esto tuvo dos consecuencias: la supresión electrónica de los radares y las comunicaciones ucranianos se levantaron después de la primera semana, y los oficiales rusos de alto rango se vieron obligados por ello a dirigir desde el propio frente de batalla, donde, como todo el resto de los elementos del ejército ruso, se convirtieron en objetivos de los francotiradores y los ataques de artillería.
Los rusos siguieron avanzando, pero a un precio cada vez más alto, de modo que cuando aseguraron Hostomel y estuvieron en posición de lanzar un ataque sobre Kiev, estaba claro que carecían de la potencia de combate para tomar la ciudad con éxito.
En su lugar, los rusos se movieron para rodear la capital, pero al hacerlo se expusieron al alcance de más y más unidades de artillería ucranianas y más endebles a la profundidad de los ataques.
El hecho de que los militares rusos se hayan embarcado en un mal plan que han ejecutado también mal no debe eclipsar la intensidad de los combates librados por los ucranianos. Los militares ucranianos habían llegado a la conclusión de que su centro de gravedad era la capital del país y habían priorizado su defensa con sus sistemas de artillería, las defensas antiaéreas, las armas antitanque y las reservas. Incluso para esto se habían visto obligados a reforzar la orilla occidental del río Dnipro a expensas de la orilla oriental.
Mientras tanto, las tropas de Donbás y Mariúpol recibieron la orden de ganar tiempo, pero se encontraron con una escasez de municiones clave. En el sur, los ucranianos sabían que eran vulnerables. Como señaló un planificador ucraniano de alto nivel antes de la invasión, "simplemente no tenemos nada allí para detenerlos”.
Los defensores de Mariúpol superaron con creces las expectativas del Estado Mayor ucraniano en cuanto a su resistencia, negándose a rendirse o a evacuar, y luchando desesperadamente para conseguir suministros de munición y alimentos en la zona. Finalmente, los rusos aislaron la defensa y, desde entonces, han llevado a cabo un bombardeo sistemático que ha devastado vastas franjas del entorno urbano.
En todo el noreste de Ucrania los combates fueron intensos. Las unidades ucranianas que se quedaron atrás lucharon con determinación, pero finalmente fueron expulsadas de las ciudades ocupadas. Los bombardeos infligieron grandes bajas a las unidades ucranianas, mientras que el volumen de fuego de los cañones de 30 mm resultó devastador en los combates cuerpo a cuerpo.
Como señaló un oficial general ucraniano, "el equipo ruso funciona tan eficazmente como nos temíamos, pero se empleó de forma incompetente". Varios de los miembros más experimentados de las fuerzas especiales ucranianas murieron o resultaron heridos en los combates. Mientras estas unidades galvanizaban la defensa de los puntos fuertes urbanos, o se infiltraban hacia el norte para atacar los convoyes logísticos rusos, a veces los ucranianos tenían que confiar en la gran masa de voluntarios movilizados para frenar el avance ruso.
Finalmente, el Kremlin se dio cuenta de que empujar más fuerzas hacia el sur no conduciría a ningún progreso. Mientras siguieran avanzando por los mismos MSR (rutas principales de reabastecimiento) sufrirían mucho daño de la artillería ucraniana. Tampoco las unidades existentes rusas tenían la potencia de combate necesaria para irrumpir en la capital ucraniana.
Las unidades rusas que se retiraron de Kiev por el eje de Bielorrusia se vieron sometidas a un bombardeo constante cuando la artillería ucraniana los siguió en su retirada hacia el norte.
Ucrania rechazó el asalto a Kiev con su gobierno aún en posesión de la capital, pero con un ejército maltrecho y cansado que se enfrenta a una posición que se deteriora lentamente en el sur.
El anuncio de la reorientación de las operaciones rusas hacia Donbás dejó perplejos a varios analistas occidentales por la brecha existente entre las aspiraciones de Rusia y sus capacidades.
Algunos analistas - entre ellos uno de los autores de este informe - asumieron que la intención inicial de anunciar el éxito militar para el 9 de mayo obligó a Rusia a lanzar esta ofensiva antes de tiempo, y hubo un consenso general entre los observadores occidentales de que los militares rusos carecían de la potencia de fuego y de combate en la región para ejecutar la operación.
Mientras tanto, sin embargo, era evidente que el pensamiento en el Kremlin había evolucionado.
El nombramiento de un único comandante militar para las operaciones en Ucrania a principios de abril - el general Alexander Dvornikov - supuso la afirmación de la primacía del Ministerio de Defensa en la planificación, arrebatando la dirección de la guerra al FSB ruso.
Los militares rusos parecen haber llegado a la conclusión de que necesitaban tiempo, y que la toma del sur requeriría, en cualquier caso, más tropas en verano, que empezaron a reunir. Por tanto, el 9 de mayo parece haber pasado de ser una fecha límite a un punto de inflexión para galvanizar una movilización más amplia.
A pesar de la necesidad de acumular fuerzas suficientes para el objetivo revisado de Rusia en Donbás, el retraso también planteaba riesgos.
A medida que la ayuda occidental se intensificaba y empezaba a llegar a Ucrania, cuanto más se retrasara la ofensiva, más difícil sería la lucha para los rusos. Para agravar esta amenaza, los limitados empujes ucranianos corrían el riesgo de no deteriorar los avances rusos en torno a Kharkiv, a menos que gastaran los cada vez más limitados suministros de munición de artillería en el frente para rechazar los ataques.
Rusia ha tratado de inmovilizar las defensas aéreas ucranianas en todo el país continuando con los ataques de misiles balísticos y de crucero sobre las ciudades, pero - no queriendo ver cómo se deterioraba progresivamente su posición - Rusia ha tenido que iniciar la operación.
Sin embargo, la operación en Donbás no puede ser decisiva. Rusia puede apoderarse de Donbás, pero Ucrania no puede aceptar un alto el fuego en estos términos, ya que esto permitiría una consolidación de las ganancias rusas que ofrecen a Rusia la oportunidad de anexarse Ucrania, pedazo a pedazo.
Para Ucrania, mientras tanto, su objetivo es liberar sus territorios perdidos, una operación que sólo puede llevarse a cabo si la ofensiva rusa se ve reducida. Por lo tanto, la cuestión de la campaña en el Donbás no es dónde termina exactamente la línea del frente a finales de mayo, sino cómo esto establece las condiciones para las siguientes rondas de operaciones durante el verano.
Para los ucranianos, está la cuestión de la reconstitución y de evitar el agotamiento de sus unidades de combate. Para los rusos, está el reto de asegurar que haya suficientes unidades en reserva. Por tanto, ambos países se están preparando para una lucha más prolongada.
En Rusia, esta preparación se ha traducido en un cambio constante de la retórica, que ha ido allanando el camino para la continuación de la lucha.
Movilización para una lucha ideológica
Uno de los aspectos más curiosos de la "operación especial" rusa en Ucrania fue el escaso esfuerzo que el Kremlin dedicó a preparar a su propia población para lo que estaba a punto de emprender. La justificación de la operación se hizo de forma repentina, en el transcurso de unos 10 días.
En esto se asemejó a la anexión de Crimea, a pesar de ser un esfuerzo mucho mayor, lo que sugiere que el gobierno ruso deseaba presentarla a la opinión pública rusa como un hecho consumado.
La falta de preparación del entorno informativo parecía alentar a los ucranianos. Se iniciaron protestas en Moscú, San Petersburgo y más allá. En las dos primeras semanas del conflicto, mientras el esfuerzo bélico ruso empezaba a desmoronarse, el gobierno ucraniano mantuvo cientos de miles de conexiones en los medios sociales rusos, distribuyendo información sobre la guerra a franjas enteras de la población rusa.
Esta oportunidad duró poco. El gobierno ruso actuó rápidamente para cerrar los medios de comunicación independientes, amenazando con una sentencia de 15 años de prisión a cualquiera que compartiera narrativas no oficiales sobre el conflicto y cerró el acceso a los medios sociales no rusos. Los resultados fueron muy efectivos.
Aunque la gente en Rusia puede acceder a fuentes de información externas mediante el uso de VPNs, las medidas significaron que sólo aquellos que buscaran activamente la información la encontrarían. Esto redujo radicalmente el número de personas con acceso a medios de comunicación no controlados por Rusia y también el número de personas que debían ser vigiladas por el FSB. Dada la estrecha vigilancia y la amenaza de encarcelamiento, estas medidas también redujeron la circulación interna de la información a solo los círculos de confianza entre personas afines.
Los ucranianos informaban de que sus familias en Rusia negaban que se estuviera llevando a cabo ninguna operación militar en Ucrania, probablemente un reflejo tanto de la amenaza estatal de detención a los inconformistas como del impacto de la propaganda estatal.
Los funcionarios ucranianos se dieron cuenta de que la amplitud de su acceso a las audiencias rusas se había multiplicado por diez, pero que después de las medidas represivas y de censura del Kremlin, una vez en la esfera informativa rusa, sus mensajes solían quedarse en el destinatario en lugar de distribuirse más ampliamente.
Una vez asegurado el entorno informativo, el gobierno ruso se enfrentó a un punto de decisión. Todavía no había articulado claramente un caso para la guerra. De hecho, el debate público sobre la guerra estaba prohibido. Podía reducir la escala de su ambición y así preparar a la población para aceptar la desescalada.
Pero en lugar de ello, se decidió no sólo continuar con la narrativa de una lucha contra el nazismo en Ucrania, sino ampliar el alcance de la ambición a una confrontación de sistemas.
El examen de los documentos internos del gobierno ruso de mediados de marzo muestra que la decisión de movilizar ideológicamente a la opinión pública rusa para la guerra a través del uso de un lenguaje cada vez más radicalizado no fue una respuesta nacionalista a los acontecimientos, sino que fue dirigida de forma centralizada y acompañada de medidas prácticas y organizativas para poner a Rusia en pie de guerra.
El 24 de marzo, por ejemplo, el gobernador de Bryansk, Alexander Bogomaz, emitió instrucciones a todas las autoridades locales declarando que "las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa, a pesar de las importantes pérdidas humanas, siguen restaurando el orden en Ucrania, repitiendo la hazaña de los Héroes de la Gran Guerra Patria".
Ordenó que las autoridades locales se prepararan para "realizar sesiones informativas en los centros educativos sobre el procedimiento de actuación de los estudiantes, así como de los empleados en caso de bombardeo de artillería o ataques aéreos" y que las autoridades locales debían "llevar a cabo, junto con las organizaciones patrióticas, los trabajos preparatorios para la formación de destacamentos públicos de defensa local". También se ordenó a las empresas que prepararan defensas antitanque, junto con una serie de medidas adicionales. Lo más importante era que los funcionarios debían informar sobre las medidas que estaban tomando y que serían responsables de su aplicación.
En aquel momento no había ninguna amenaza de incursiones ucranianas en Rusia. Por lo tanto, estas órdenes muestran cómo se estaba cultivando la sensación de una amenaza territorial para el país para justificar la guerra.
La comparación directa entre la guerra en Ucrania y la Gran Guerra Patria en las instrucciones oficiales internas es importante porque precedió a una transición en el mensaje que impregnaba los medios de comunicación rusos y los anuncios oficiales públicos, pasando de presentar la guerra en Ucrania como una lucha limitada por Donbás a una lucha sistémica con la OTAN en la que Ucrania era simplemente el campo de batalla militar.
Esta transición en la retórica se desarrolló irónicamente justo cuando los objetivos reales de los militares rusos sobre el terreno se reducían.
El 3 de abril, el Patriarca Kirill pronunció un sermón en la catedral de las Fuerzas Armadas rusas en el que dijo que: "Hemos roto la espalda del fascismo una vez; lo haremos de nuevo".
El 4 de abril, Timofei Sergeitsev escribía en RIA Novosti que:
“La desnazificación es un conjunto de medidas dirigidas a la población nazificada (de Ucrania), que técnicamente no puede ser sometida a un castigo directo como los criminales de guerra... una parte significativa de las masas del pueblo... son nazis pasivos... La desnazificación es inevitablemente, también la des-ucranización: un rechazo al aumento artificial de la auto-identificación étnica (ucraniana) de la población”.
De repente, enmarcar la "operación especial" como una guerra era aceptable, y la televisión rusa se ha visto inundada de declaraciones que instaban a la escalada como parte de una lucha existencial.
Un ejemplo típico es el de Vyacheslav Nikonov, jefe adjunto de la Duma Estatal, que declaró el 18 de abril que "se trata de un choque metafísico entre las fuerzas del bien y del mal...”
La letra "Z", que no pertenece al alfabeto cirílico y que fue utilizada por los tanques rusos para marcar a las fuerzas amigas en un eje de la ofensiva inicial, ha sido presentada en los medios de comunicación rusos como una representación de los 77 años de la Gran Guerra Patriótica.
Por supuesto, la victoria en la Gran Guerra Patriótica no se produjo mediante un acuerdo negociado. El Kremlin, que ha vuelto a calificar al gobierno ucraniano de nazi, está haciendo poco para justificar un estado final que no implique la toma de Kiev. La narrativa parece estar no sólo sentando las bases para explicar por qué las pérdidas en Ucrania están justificadas, sino también para preparar a la población para más sacrificios por venir.
La narrativa rusa para consumo interno es que los reveses militares de Rusia son producto de la instrumentalización de los nazis por parte de la OTAN como medio para doblegar a Rusia. Esta narrativa también tiene una dimensión internacional.
El 18 de marzo, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, declaró que "lo que los estadounidenses quieren es un mundo unipolar que no sería como una aldea global, sino como una aldea estadounidense... Ahora tendremos que confiar sólo en nosotros mismos y en nuestros aliados que se queden con nosotros... No estamos cerrando la puerta a Occidente, sino que ellos lo están haciendo".
Este mensaje ha sido impulsado con fuerza por los diplomáticos rusos en todo el mundo, reforzado por la expansión de las operaciones de información a nivel internacional.
El objetivo no es convencer a los Estados no pertenecientes a la OTAN de que apoyen la guerra de Rusia en Ucrania. El objetivo es convencerlos de que, al igual que Estados Unidos ha instrumentalizado a Ucrania para socavar los intereses rusos, también seguirá esta política contra otros países que desobedezcan sus dictados.
Rusia está argumentando esencialmente que si los estados desean mantener la capacidad de una política exterior independiente en sus propias regiones, no deberían ayudar a restringir la capacidad de Rusia para perseguir sus intereses dentro de su esfera de influencia.
El acercamiento diplomático e informativo ruso a los Estados no pertenecientes a la OTAN tiene cierta tracción. Con el precio de los alimentos y la energía en alza, Rusia argumenta que las sanciones occidentales están imponiendo verdaderas penurias a muchos de los más pobres del mundo, demostrando cómo Occidente prioriza sus propios intereses a expensas de otros. Para gran parte de la población mundial Ucrania es un país poco conocido, muy lejano, y las operaciones de Rusia no suponen la sensación de amenaza inmediata que se ha percibido en toda la OTAN. Rusia no necesita que los Estados no pertenecientes a la OTAN apoyen su guerra. Sí los necesita para que le ayuden a eludir las sanciones occidentales.
Hasta ahora, los intentos de Rusia por ampliar su plantilla militar disponible se han basado en presionar a los reclutas para que firmen a continuación contratos de servicio y en reducir los requisitos para alistarse sin el servicio militar previo. Para que Rusia aumente significativamente sus efectivos, tendría que mantener en filas a su última ronda de reclutas y llamar a las reservas. Ambas cosas son políticamente controvertidas en Rusia.
Sin embargo, la narrativa propagandística y las iniciativas locales para conseguir apoyo parecen estar creando un entorno en el que el 9 de Mayo pueda utilizarse como punto de apoyo para movilizar una fuerza militar mucho mayor.
Parece cada vez más probable que, en lugar de utilizarlo para anunciar la “victoria”, el gobierno ruso utilice el 9 de Mayo como el día en el que la "operación militar especial" se transforma oficialmente en una "guerra".
El cambio hacia la movilización también apunta a la preparación de una lucha más larga. Tal vez la mejor demostración de esto es que, paralelamente a la transición en la retórica sobre la guerra, el gobierno ruso también se embarcó en un proceso de transición de su economía a una base de guerra para asegurar el suministro a largo plazo de armamento crítico.
Reponer el arsenal: el frente económico de Rusia
La guerra de Rusia en Ucrania ha hecho un amplio uso de misiles de crucero y balísticos para atacar objetivos de importancia militar, política y económica. Dado el bajo rendimiento de la Fuerza Aérea rusa, estas armas son vitales para el esfuerzo de guerra en curso. No se dispone de los arsenales exactos de estas armas, pero a medida que avanza la guerra, los funcionarios ucranianos han observado una degradación de los sistemas rusos de armas empleados para una serie de misiones, incluida la vuelta al uso de los viejos sistemas Grad-1 que habían sido dados de baja en el servicio.
Las evaluaciones de EEUU señalan que el ejército ruso parece estar agotando las armas guiadas de precisión. En lo que respecta a los sistemas de armas de prestigio, como el misil balístico de corto alcance Iskander-M, existe un límite de su uso a la proporción del arsenal que Rusia puede gastar contra Ucrania sin socavar sus planes de defensa contra la OTAN, China y otros.
Sin una cadena de suministro asegurada para fabricar más misiles, los rusos tienen que retener una gran proporción del arsenal, lo que limitaría su capacidad de golpear a Ucrania en los próximos meses.
Además aquí las industrias militares rusas se enfrentan a un problema, ya que las últimas armas de Rusia dependen en gran medida de componentes especializados críticos fabricados en el extranjero.
El misil de crucero 9M727 - disparado desde el Iskander-K- es un ejemplo de uno de los sistemas de armas más avanzados de Rusia, capaz de maniobrar a baja altura hacia un objetivo y atacar con considerable precisión.
Para lograrlo, el misil debe llevar un ordenador capaz de ingerir datos procedentes de diversos sensores inerciales y activos y de enlaces de mando y traducirlos en instrucciones para el automanejo de las superficies de control del misil.
Los autores de este artículo inspeccionaron físicamente uno de estos ordenadores recuperado de un 9M727 accidentado durante el trabajo de campo en abril.
Este ordenador tiene el tamaño aproximado de una hoja de papel A4 y se encuentra dentro de un escudo térmico capaz de soportar la presión al acelerar el misil y el calor que envuelve al sistema. El ordenador debe ser extraordinariamente robusto, sus componentes deben seguir funcionando aunque la estructura que lo rodea se deforme por los cambios de temperatura. Esto requiere materiales y componentes altamente especializados.
De los siete puntos de conexión que permiten mover los datos a través del escudo térmico, uno es de diseño de la época soviética y se fabrica en Rusia. Los seis restantes son productos de empresas estadounidenses. Los raíles que conectan las placas de circuitos a la carcasa del ordenador, que deben mantener la alineación de los componentes bajo inmensas fuerzas, son igualmente de fabricación estadounidense. Las propias placas de circuitos son de origen estadounidense.
El 9M727 no es el único que depende de componentes fabricados en el extranjero. La inspección técnica de armas y vehículos rusos, realizada por el Instituto Central de Investigación Científica de Armamento de las Fuerzas Armadas de Ucrania, revela que existe un patrón consistente en todos los principales sistemas de armas rusos capturados en el campo de batalla.
El cohete guiado 9M949 de 300 mm que constituye la columna vertebral de la artillería de precisión rusa como munición del sistema de cohetes de lanzamiento múltiple Tornado-S utiliza un giroscopio de fibra óptica de fabricación estadounidense para su navegación inercial.
El sistema ruso de defensa antiaérea TOR-M2 - uno de los sistemas de defensa aérea de corto alcance más potentes del mundo - se basa en un oscilador de diseño británico en el ordenador que controla el radar de la plataforma.
Este patrón es válido también para el Iskander-M, el misil de crucero Kalibr, el misil de crucero lanzado desde el aire Kh-101 y muchos otros. También es cierto para gran parte del equipo táctico del campo de batalla.
Un examen realizado por los laboratorios técnicos de la comunidad de inteligencia ucraniana de la familia de radios militares rusas Aqueduct (R-168-5UN-2, R-168-5UN-1 y R-168-5UT-2), que forman la columna vertebral de las comunicaciones tácticas del ejército ruso, por ejemplo, revela componentes electrónicos críticos fabricados en Estados Unidos, Alemania, Países Bajos, Corea del Sur y Japón. El patrón es universal.
Casi todo el material militar moderno de Rusia depende de complejos componentes electrónicos importados de Estados Unidos, el Reino Unido, Alemania, los Países Bajos, Japón, Israel, China y otros países. En algunos casos, estos componentes son de electrónica civil de doble uso que puede adquirirse comercialmente. Sin embargo, en muchos otros casos se trata de piezas de tecnologías militares o especializadas para las que hay un pequeño número de proveedores regulados.
Antes de la invasión rusa a Ucrania, los funcionarios occidentales habían hecho hincapié en el alcance de las sanciones que se impondrían en un intento de disuadir a Rusia mediante la amenaza de un castigo. Esto fracasó por dos razones.
En primer lugar, las valoraciones táctico-operativas rusas sobre la correlación de fuerzas en Ucrania, combinadas con las malas valoraciones de los servicios rusos de inteligencia sobre la voluntad de resistencia de Ucrania, hicieron que el gobierno ruso confiara en que la guerra sería corta, de modo que las sanciones supondrían una amenaza económica pero no militar.
En segundo lugar, los funcionarios rusos confiaban en que el impacto económico sería manejable. Esta última suposición era más sólida que la primera.
Alemania, por ejemplo, era y seguirá siendo durante al menos los próximos tres años dependiente del gas ruso. No hay un proveedor alternativo viable a corto plazo dada la infraestructura disponible. La diversificación del suministro es posible, pero será lenta, mientras que la reducción del consumo de gas durante el verano afectará negativamente a la industria alemana. Si Alemania corta la compra del gas entrará en una profunda recesión. El riesgo es que el impacto económico del precio del petróleo se combine con el aumento de los costos de la calefacción en otoño pondrán a prueba la determinación alemana y europea, de apoyar a Ucrania.
Mientras Rusia siga exportando gas a Europa, tendrá un suministro fiable de grandes cantidades de divisas. Los precios del gas tienden a estar vinculados al precio del petróleo, y Rusia también confiaba en que la guerra aumentaría significativamente el precio del petróleo.
El elevado precio del petróleo refleja, en primer lugar, el aumento de la demanda a medida que los viajes y la industria se aceleran al disminuir la pandemia de coronavirus. A esto se suma la importante incertidumbre en el mercado sobre el suministro ruso. Esto último es un problema que los rusos pueden agravar.
Además, durante años los precios del petróleo han caído a menudo por debajo de los 60 dólares por barril, lo que ha planteado importantes problemas financieros en todo Oriente Medio y ha limitado el rendimiento de las inversiones de los productores de esquisto (fracking) en los Estados Unidos.
El actual precio elevado del petróleo ofrece una oportunidad a estos Estados para equilibrar sus cuentas, y a los inversores en esquisto (fracking) para obtener un rendimiento de su inversión.
Por lo tanto, los intentos de Occidente de ampliar la oferta (la extracción) para reducir el precio del petróleo están siendo resistidos activamente por las empresas petroleras occidentales y por los petro-estados del Golfo y África, lo que sugiere que los precios de la energía seguirán siendo altos durante el próximo año, cubriendo el período crítico de la guerra.
Si Occidente trata de ejercer presión, reforzará la idea rusa de que Occidente está dispuesto a infligir daño económico a los países no pertenecientes a la OTAN para apoyar sus propios intereses. Por lo tanto, Rusia confía en que los altos precios del petróleo y las exportaciones de gas aseguradas mantendrán viva su economía durante los próximos dos años mientras se produce la transición a un nuevo aislamiento del país.
Rusia también espera mantener la oferta de exportar reactores nucleares de ROSATOM a Estados no pertenecientes a la OTAN como medio de demostrar que el mantenimiento de los lazos económicos con Rusia también ofrece una vía para eludir los elevados precios de la energía provocados - en la narrativa de Moscú - por la hostilidad occidental.
El desarrollo de la energía nuclear en países como Nigeria probablemente llevará más tiempo de lo que persiste la dinámica actual del mercado energético, pero las condiciones actuales pueden establecer el contexto político para una cooperación rusa más prolongada.
Sin embargo, la perspectiva de una guerra larga plantea a Rusia una serie de retos mucho más amplios que la guerra corta que había previsto.
Dado que las municiones y armas competitivas de Rusia dependen de las importaciones y que las sanciones están a punto de llegar, la administración presidencial rusa creó a mediados de marzo un comité interdepartamental para estudiar los equipos de defensa rusos con el fin de determinar lo que podría producirse en el país, lo que podría obtenerse de los países "amigos" (definidos como aquellos que no cumplen o son menos vigilantes en la aplicación de las sanciones estadounidenses) y, por último, el desarrollo de medios encubiertos para obtener componentes críticos. Este comité está supervisado por el viceministro de Defensa ruso Aleksei Krivoruchko. Lo que siguió fue una serie de medidas legales para facilitar la consecución de estos objetivos.
El 17 de marzo, el ministro de Defensa ruso, Sergei Shoigu y el ministro de Comercio e Industria, Denis Manturov, firmaron una normativa que agilizaba la aceptación de materiales en la producción militar, al tiempo que trasladaba la carga del riesgo a los contratistas que suministraban los componentes.
El 30 de marzo, el primer ministro ruso, Mikhail Mishustin, anunció que Rusia aceptaría importaciones paralelas, permitiendo que el material se traiga a Rusia sin el permiso del dueño de la propiedad intelectual relevante.
Las informaciones aparecidas en los medios de comunicación occidentales sobre solicitudes rusas de material militar chino se refieren a dos cosas: munición y, sobre todo, componentes micro-electrónicos necesarios para seguir fabricando armas complejas.
Aunque será posible fabricar algunos componentes en Rusia - aunque con mayor costo y potencialmente con menor fiabilidad - muchos componentes de las complejas armas rusas no podrán ser sustituidos.
Por ejemplo, el Instituto de Radioingeniería y Electrónica de la Academia Rusa de Ciencias realizó un examen de las arquitecturas de comunicaciones de los vehículos militares rusos, incluido el avión de transporte Il-76. Sólo en el conjunto de comunicaciones de esta aeronave identificó 80 componentes que no podían ser sustituidos por piezas fabricadas en Rusia. Existe, por tanto, un imperativo estratégico para que Rusia asegure sus cadenas de suministro.
En la Unión Soviética, la tarea de obtener tecnología occidental para la industria soviética era gestionada por la Dirección-T de la Primera Dirección General del KGB. Vladimir Putin, cuando estaba destinado en Dresde, fue responsable de parte de esta labor dirigida a las empresas de Alemania Occidental.
De hecho, el acceso a las tecnologías occidentales y el levantamiento de las sanciones a su exportación a Rusia fue una de las principales prioridades del primer ministro soviético Mijaíl Gorbachov en su política económica a finales de los años ochenta. El éxito de Gorbachov ha facilitado mucho la adquisición de estos sistemas por parte de Rusia, pero también, en consecuencia, está mucho más expuesta a sanciones y trastornos. Por ello, los servicios especiales rusos se esfuerzan por reconstruir las cadenas de suministro encubiertas para seguir obteniendo componentes críticos para las industrias de defensa rusas.
Ciertamente, es razonable suponer que Occidente tendrá algunas dificultades para restringir el acceso a algunos componentes sensibles del armamento ruso. Aunque las armas rusas están llenas de componentes de fabricación occidental, no está claro que las empresas que las fabrican supieran que el ejército ruso es el usuario final. Muchos componentes son tecnologías de doble uso. Mientras tanto, Rusia ha establecido mecanismos para blanquear estos artículos a través de terceros países.
Por lo tanto, restringir el acceso significa probablemente impedir la exportación a países como la India de productos que en algunos casos se utilizan con fines civiles. Desgraciadamente, esto reforzaría el argumento ruso de que Occidente está dispuesto a infligir daño económico en todo el mundo para castigar a Rusia y, con ello, reducir el cumplimiento de las sanciones occidentales.
Rusia también está dispuesta a utilizar el chantaje para mantener abiertos estos canales. Por ejemplo, muchos de los componentes informáticos de los misiles rusos de crucero y balísticos se compran aparentemente para el uso civil en el programa espacial ruso.
Esto explica, por tanto, que Dmitri Rogozin - director de la agencia espacial rusa ROSCOSMOS - advirtiera que las sanciones contra su organización podrían llevar a que los satélites e incluso que la Estación Espacial Internacional se desorbitara y causara daños fuera de Rusia. ROSCOSMOS había sido un medio para que Rusia obtuviera tecnologías de doble uso para el ejército. Este canal está ahora cada vez más restringido. Pero hay muchos otros.
Además, hay una miríada de empresas con sede en todo el mundo, incluyendo la República Checa, Serbia, Armenia, Kazajstán, Turquía, India y China, que asumirán riesgos considerables para satisfacer las necesidades de suministro de Rusia.
Restringir estas rutas de suministro sin alienar a los gobiernos de estos países será una aguja política delicada de enhebrar.
Es probable que se requiera una orientación sistemática de los servicios especiales rusos encargados de orquestar estas operaciones de la cadena de suministro.
Ampliación del frente: el FSB en Moldavia
Los servicios especiales rusos han sufrido mucho en la guerra de Ucrania. En particular, la credibilidad del Quinto Servicio del FSB - responsable de las actividades de inteligencia dirigidas a las antiguas repúblicas soviéticas - se ha visto empañada por las malas evaluaciones de la determinación ucraniana y el colapso de sus redes en el país tras el inicio de las hostilidades. El FSB estaba gestionando penetraciones a gran escala en el gobierno ucraniano antes de la invasión.
Antes del conflicto, la agencia de contrainteligencia nacional de Ucrania, el SBU, estaba limitada en lo que podía hacer para contrarrestar estas actividades, ya que no quería fracturar la política interna ucraniana si apuntaba contra los partidos políticos ucranianos prorusos financiados por el Kremlin, ni confiaba en poder asegurarse el enjuiciamiento de los responsables a través de un sistema judicial muy poco comprometido.
En cuanto las fuerzas rusas cruzaron la frontera y se declaró la ley marcial, las cosas se simplificaron. En una serie de redadas, el SBU cerró rápidamente los elementos más peligrosos de las redes rusas en suelo ucraniano. Muchos de los potenciales colaboradores de Rusia quedaron libres, ya que el escaso rendimiento de las armas rusas hizo que su entusiasmo por cooperar con el bando perdedor se viera gravemente reducido. Muchos se llevaron su dinero y cortaron las comunicaciones con sus antiguos responsables y controlantes.
El juego de culpas entre el FSB y los militares rusos ha sido intenso. Los militares no fueron la agencia líder en la planificación de las operaciones en Ucrania y alegan que se vieron obligados a implementar una operación mal concebida y basada en una inteligencia deficiente. El FSB argumenta que el fracaso de las unidades de combate rusas, cuyas capacidades fueron exageradas por el Estado Mayor, ha desbaratado una estrategia viable. No obstante, el Quinto Servicio del FSB se afana en demostrar sus éxitos.
Cuando el presidente Putin expuso sus razones para invadir Ucrania en un discurso televisado, describió cómo la Unión Soviética se había roto por "un documento verdaderamente fatal, la llamada política étnica del partido comunista en condiciones modernas".
Putin describió cómo, al dar poder a las naciones y nacionalidades constituyentes de la URSS: "es ahora cuando los radicales y los nacionalistas, incluidos y principalmente los de Ucrania, se atribuyen el mérito de haber conseguido la independencia. Como podemos ver, esto es absolutamente erróneo. La desintegración de nuestro país unido fue provocada por los errores históricos y estratégicos de los dirigentes bolcheviques y de la dirección del Partido Comunista de la Unión Soviética, errores cometidos en diferentes momentos en la construcción del Estado y en las políticas económicas y étnicas".
Como insinuó aquí Putin, la consecuencia de este error - que su política en Ucrania pretendía corregir - no se limitó a Ucrania, sino que también abarcó a Bielorrusia, Moldavia y los Estados bálticos.
La situación en los países bálticos es ligeramente diferente debido a su pertenencia a la OTAN. Pero la creciente influencia occidental que Putin describió como una amenaza en Ucrania y que le llevó a actuar era igualmente cierta en Moldavia. El año anterior, Rusia había logrado someter a Bielorrusia. Pero la situación en Moldavia, desde el punto de vista de Moscú, se estaba deteriorando.
Mientras la 9ª Dirección del Departamento de Información Operativa del Quinto Servicio del FSB se preparaba para la ocupación de Ucrania a partir de julio de 2021, la 11ª Unidad del Departamento de Información Operativa, responsable de Moldavia, evaluaba los planes para la siguiente ronda de operaciones bajo la dirección del general de división Dmitry Milyutin.
En noviembre de 2020, el objetivo estratégico del FSB en Moldavia era lograr el "pleno restablecimiento de la asociación estratégica entre Moldavia y la Federación Rusa". Esta ambición se vio alterada en diciembre de 2020, cuando la política pro-europea Maia Sandu sustituyó al viejo aliado ruso Igor Dodon como presidente de Moldavia. Al principio, el FSB lo consideró un revés, pero cuando las elecciones parlamentarias de 2021 en Moldavia también supusieron un debilitamiento de los partidos rusófilos, la sospecha se apoderó de ellos.
Al igual que en Ucrania, el FSB realizó durante más de una década extensas encuestas sociales sobre la sociedad moldava, llevadas a cabo por consultores, por encargo de oficiales de inteligencia no declarados en el país. Sus conclusiones sobre los motivos del deterioro de la influencia rusa en Moldavia eran siniestras.
Una evaluación de la trayectoria política de Moldavia elaborada para la 11ª Unidad del Departamento de Información Operativa en septiembre de 2021 afirmaba que "la totalidad de los datos disponibles sobre Moldavia muestran que las fuerzas prorusas deberían prepararse para estar en la oposición durante algún tiempo ... la derrota de Igor Dodon en las elecciones presidenciales no fue un episodio accidental, sino el resultado de una crisis sistémica de las fuerzas prorusas con el telón de fondo del desarrollo exitoso del proyecto europeísta de Maia Sandu".
El informe advertía de que los aliados de Rusia en Moldavia no se recuperarían políticamente sin una reestructuración de los partidos prorusos y que, si Rusia no fomentaba activamente este desarrollo, "es posible que a Rusia no le quede ningún socio autoritario y capaz en Moldavia, sino sólo forasteros desunidos incapaces de luchar seriamente por el poder".
La alteración de la influencia política rusa en Moldavia se atribuyó a los votos de la diáspora moldava en Europa, y el FSB temía que fuera producto de una actividad extranjera maligna. El informe señalaba que "en algún momento, el europeísmo moldavo y/o sus comisarios se dedicaron a movilizar al electorado de la Euro diáspora moldava... El proyecto se puso en marcha, con éxito, con el apoyo activo de consultores occidentales y, muy probablemente, de los círculos políticos de los países de la Unión Europea que aceptaron a los inmigrantes de Moldavia". El FSB contemplaba, por tanto, un bloque hostil que no era probable que cambiara su alineación política ni que fuera susceptible de influencia política.
Durante el invierno, otras encuestas sociales sugirieron que había una oportunidad en Moldavia para presentar una alternativa. Un informe analítico proporcionado al FSB a principios de febrero de 2022 señalaba que se había producido "un fuerte descenso en el nivel de simpatía y aprobación de las autoridades, provocado por la caída del nivel de vida que se produjo entre octubre y diciembre de 2021. Los encuestados de los grupos de discusión hablaron mucho y de forma emotiva sobre el aumento de los precios y las tarifas, que ha incrementado drásticamente el número de ciudadanos y familias pobres y muy pobres".
Para entonces, la operación rusa en Ucrania era inminente y el campo en Moldavia parecía maduro para la posterior desestabilización, aunque las alternativas políticas dentro de la política moldava se consideraran inviables. Bajo la dirección del Comité de Cooperación Transfronteriza de Dmitry Kozak, que había cohesionado las operaciones rusas en Bielorrusia y Ucrania, la administración presidencial rusa se puso a planificar una intervención en Moldavia tras el sometimiento de Ucrania.
Los reveses de Rusia en Ucrania han planteado al gobierno ruso un serio dilema sobre qué hacer en Moldavia. Rusia tiene una brigada de efectivos en la región separatista de Transnistria, que han estado pintado símbolos de la invasión (Z, V, etc.) en sus vehículos para intentar inmovilizar a las fuerzas ucranianas en el sur.
Junto con las brigadas locales de Transnistria, estas fuerzas mixtas también suponen una amenaza para el gobierno moldavo en caso de desestabilización política del país. Pero sin un puente terrestre hacia Moldavia a través de Ucrania, los rusos tendrían dificultades para reforzar estas unidades. Por lo tanto, en un momento en que los militares rusos están desesperados por alejar a las fuerzas ucranianas de Donbás, tienen unidades fijas contra Moldavia que les costará utilizar.
La posibilidad de una ocupación militar de Moldavia en un futuro inmediato parece remota, y a medida que pasa el tiempo Rusia teme el deterioro de su posición política. Al mismo tiempo, aunque una victoria rusa en Ucrania sigue siendo parte de la política rusa, quemar la posición de Rusia en Moldavia parecería contrario a los objetivos más amplios del Kremlin.
Al FSB le preocupa que los adversarios occidentales aprovechen la fijación de Rusia en Ucrania para debilitar la posición rusa en Moldavia.
En este sentido, la decisión adoptada el 7 de abril por el gobierno de Maia Sandu de prohibir la exhibición de la Cinta de San Jorge - junto con los símbolos militares rusos - ante el boicot de la oposición ha sido interpretada en Moscú como una señal de que el gobierno moldavo se está moviendo en contra de la influencia rusa en el país.
Por lo tanto, con el telón de fondo de las teorías conspirativas sobre la manipulación política occidental, el Quinto Servicio del FSB se encuentra con la pregunta de qué puede hacer para revertir la situación en Moldavia.
El debate actual en el seno del FSB es si hay que desestabilizar Moldavia para inmovilizar a las fuerzas ucranianas en la frontera sur, para contrarrestar el creciente sentimiento proeuropeo en el país y para demostrar a Occidente que el apoyo a Ucrania tiene consecuencias más amplias, incluso en los Balcanes.
Tras la prohibición de los símbolos militares rusos, los servicios de inteligencia ucranianos empezaron a recibir informes de que el general de división Dmitry Milyutin, del Quinto Servicio del FSB, estaba discutiendo la organización de un movimiento de protesta en Moldavia que utilizaría intencionadamente los símbolos prohibidos de forma masiva, animando a las autoridades a multar y a arrestar a un gran número de manifestantes pobres, y creando una base para las acusaciones de que el gobierno estaba reprimiendo la libertad de expresión y la actividad política.
Desde entonces, estas protestas han empezado a materializarse. La intención es llevarlas a un punto álgido el 9 de Mayo, con el argumento de que la presidenta Maia Sandu está impidiendo que el país celebre su propio papel en la Gran Guerra Patria. Si se puede establecer un proceso de protesta y represión, de provocación y respuesta, se espera fomentar la crisis política. Esto puede tener éxito o no; depende de cómo se comporten las autoridades moldavas. Trágicamente, al igual que en Ucrania, la percepción de una influencia decreciente parece estar empujando a los rusos a asumir mayores riesgos.
Las actividades del FSB en Moldavia ponen de manifiesto cómo las ambiciones del gobierno ruso para su proyecto imperial más amplio aún no han disminuido, incluso cuando sus esperanzas de una rápida victoria en Ucrania se disipan. E incluso si Rusia pierde la ofensiva en Donbás, está explorando activamente vías de desestabilización y la ampliación del frente para proteger y ampliar los costes económicos y políticos sobre Occidente.
Conclusiones
La euforia inicial por el hecho de que Ucrania haya resistido la embestida del ejército ruso ha provocado en algunas partes de Europa la creencia de que la victoria ucraniana está ya asegurada, o de que una Rusia agotada podría acudir pronto a la mesa de negociaciones. La victoria ucraniana es posible, pero exigirá una dura lucha durante algún tiempo.
Después de haber hecho poco para establecer una narrativa sobre la guerra, el gobierno ruso tuvo la oportunidad de sentar las bases para la desescalada a mediados de marzo. Tomó la decisión deliberada de intensificar su retórica y movilizar ideológicamente a su sociedad. Al prohibir la disidencia y responsabilizar a los funcionarios locales de la organización de la movilización patriótica, el gobierno ruso está en proceso de radicalizar a la sociedad rusa. Por tanto, aunque el coste de la vida en Rusia aumente, la intención de Moscú es prolongar la lucha.
A corto plazo, esto significa una gran ofensiva en Donbás. A medio plazo, existe la intención de llevar a cabo una ofensiva de verano para acabar con Ucrania.
Dado que el gobierno ruso aún no ha reducido sus ambiciones más amplias - como lo demuestran sus designios sobre Moldavia -, es fundamental que la OTAN siga firmemente decidida no sólo a apoyar a Ucrania para que mantenga Donbás, sino a prepararse para una nueva ofensiva posterior.
Al mismo tiempo, un conflicto prolongado supone un peligro para Occidente. A medida que Europa entre en el verano, los altos costos de la energía perjudicarán a las empresas, aunque habrá un retraso entre esto y la pérdida de puestos de trabajo. Para el otoño, existe el riesgo de que la recesión coincida con el enfriamiento de las temperaturas mientras los ciudadanos luchan por calentar sus hogares.
En este contexto, el apoyo a Ucrania puede marchitarse, el compromiso con la desinformación rusa puede aumentar y los esfuerzos diplomáticos de Rusia para eludir las sanciones pueden ganar fuerza gracias a la desunión de Occidente.
Limitar la capacidad de Rusia para prolongar los combates más allá del verano podría ser posible reduciendo su acceso al armamento moderno. Para conseguirlo, los países occidentales deben realizar una evaluación exhaustiva de los lugares en los que sus empresas suministran a Rusia, a sabiendas o sin querer, y cortar esos canales.
El corte de estos canales no alterará el volumen de las municiones almacenadas físicamente por Rusia para las operaciones del verano. Pero las expectativas menguadas de fabricación futura condicionarán tanto la cantidad de existencias que puedan gastarse en Ucrania como la confianza del Kremlin en las implicaciones de seguridad a largo plazo de la continuación de la guerra.
La reducción de la dependencia del gas ruso debe ser también un objetivo a medio plazo de la política europea, aunque no tenga un efecto inmediato.
Al mismo tiempo, la OTAN debe implicarse más en la lucha por la información más allá de sus fronteras; los esfuerzos occidentales por gestionar su propia crisis energética corren el riesgo de ser percibidos como una imposición de costos a los mismos estados cuya cooperación será fundamental para lograr el aislamiento militar y político de Rusia.
Aunque Rusia se ha visto claramente debilitada por sus reveses en el campo de batalla en Ucrania, la combinación de sus ambiciones imperiales y su importante poder coercitivo entraña el riesgo de desestabilización en otros lugares.
Moldavia es el ejemplo más destacado, pero a medida que el conflicto se prolonga, las operaciones rusas podrían suponer una amenaza en Serbia y otros países. Los esfuerzos coordinados para reducir la influencia maligna de Rusia en estos Estados - y en otros - serán fundamentales para contener la crisis en Ucrania. Más crisis, con el riesgo de más trastornos económicos, serán políticamente difíciles de soportar.
Por último, la decisión rusa de redoblar la apuesta es una apuesta de alto riesgo. Si Rusia se moviliza y acaba superando la resistencia ucraniana, la OTAN se enfrentará a un Estado agresivo, aislado y militarizado.
Si Rusia pierde, el presidente Putin habrá empezado a radicalizar a la población en pos de unas políticas que le costará aplicar. No derrotar al Estado ucraniano después de compararlo implacablemente con el régimen nazi puede tener graves consecuencias para Putin y quienes le rodean. Enmarcar un conflicto como existencial y perderlo debe necesariamente poner en duda la idoneidad de un líder entre las élites políticas rusas.
Por lo tanto, los Estados de la OTAN tienen que considerar cómo gestionar las vías de escalada que siguen si Rusia no sólo es derrotada en Donbás, sino que encuentra que sus tropas recién movilizadas y mal entrenadas, con pocas reservas de municiones de precisión, no pueden lograr una victoria en el verano.
La muerte del proyecto político de Putin es plausible, pero ya ha infligido un daño inmenso a nivel internacional y corre el riesgo de hacer mucho más.
AUTORES
Jack Watling es investigador principal de guerra terrestre en RUSI.
Nick Reynolds es analista de investigación de guerra terrestre en RUSI.
INSTITUTO
El Royal United Services Institute (RUSI) es el grupo de reflexión sobre defensa y seguridad más antiguo del mundo y el principal del Reino Unido. Su misión es informar, influir y mejorar el debate público sobre un mundo más seguro y estable. RUSI es un instituto dirigido a la investigación, que produce un análisis independiente, práctico e innovador para abordar los complejos desafíos actuales.
Desde su fundación en 1831, RUSI ha confiado en sus miembros para mantener sus actividades. Junto con los ingresos procedentes de la investigación, las publicaciones y las conferencias, RUSI ha mantenido su independencia política durante 191 años.