Me gustaría hacer algunas puntualizaciones sobre el tema.
La superioridad numérica y tecnológica del Reino Unido le otorgó una rápida y eficiente superioridad naval. Al mismo tiempo EEUU y la OTAN dieron apoyo desde el espacio con los satélites (no se si esto nos suena ahora). En el enfrentamiento Harrier-Mirage, la capacidad misilística aire-aire Sidewinder fue clave para que Argentina perdiera la primacía aérea. El esquema de combate británico, que contemplaba un sistema de turnos de 6 horas en el frente, tuvo un éxito notable, en detrimento del atrincheramiento de los soldados argentinos que no tenían posibilidad de recambios ni de abastecimiento logístico.
“No Picnic”, diría Juliam Thompson, oficial de la Royal Navy, al describir el conflicto. A pesar de la enorme inferioridad militar, la fuerza aérea y naval argentina lograron unos éxitos incuestionables, burlando el bloqueo naval con más de 500 incursiones. Los efectos fueron devastadores: numerosos buques quedaron hundidos o seriamente averiados, tanto de combate como logísticos, y un 70 % de la fuerza británica vio reducida al mínimo o inutilizada su capacidad operativa.
El “Informe Rattenbach” evalúa que el principal desacierto fue estratégico. Hubo una falta de coordinación total entre las fuerzas aérea, terrestre y naval. Esto llevó a que cada rama combatiera su propia guerra. Sin embargo, se puede destacar una labor excepcional en el plano operativo y táctico, en donde con muy pocos recursos, se hizo frente a un enemigo inmensamente superior. La probada eficacia del uso de los misiles por la parte más débil ha sido de interés para su empleo en conflictos posteriores. Por su parte, analistas y oficiales británicos confirmaron que la Task Force estuvo a 72 horas de retirarse, ante la necesidad de recambiar las tropas y reequipar los dañados buques.