Sebastian
Colaborador
@kuzmlive
Este artículo lo he compartido recientemente en Telegram, considero que es de interés publicarlo también en esta plataforma. Se cumplen dos años de intervención rusa en escenario ucraniano, aunque las tropas rusas comenzaron a ingresar en territorio republicano el 21 de febrero
La guerra civil ucraniana realmente comenzó el 14 de abril de 2014, cuando el recientemente formado gobierno surgido tras el golpe de Estado del Maidan declaró una operación antiterrorista para sofocar la rebelión en el este de Ucrania. Pronto se cumplirá una década de aquello.
El fracaso de planificación inicial de intervención rusa en 2022, aunque se consiguieron ciertos resultados estratégicos, se debe a motivos políticos. La sensación es que el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas rusas solamente tenía planificación estratégica en la dirección sur.
Aunque las consecutivas reformas del Ministerio de Defensa han dañado a las Fuerzas Armadas rusas haciendo que sean inapropiadas para campañas prolongadas de combates de alta intensidad como los que estamos viendo, el Estado Mayor estuvo evidentemente limitado en la ejecución.
Es inexplicable el no ataque a puntos de localización permanente de tropas o minimización de daños sobre infraestructura civil. Se permitió a las tropas ucranianas acudir de manera organizada. La voladura de embalses del Dnieper habría dificultado gravemente la logística enemiga.
Podemos entender la decisión política: el objetivo inicial, desde mi punto de consideración, era provocar rápidamente una situación de amenaza en la que las autoridades ucranianas aceptasen las demandas (imposición de paz mediante fuerza) sin derramamiento innecesario de sangre.
Una planificación estratégica para una campaña larga estaba ausente. Muchos que intentan vender una guerra territorial siguen sin explicar la ausencia de administraciones públicas preparadas para imponer en territorios conquistados (comenzaron a improvisarse en verano de 2022).
Las autoridades rusas no entendieron durante mucho tiempo que el golpe de Estado de 2014 pretendía instrumentalizar Ucrania. Han pretendido resolver el conflicto mediante los Acuerdos de Minsk, permitiendo a las Fuerzas Armadas ucranianas prepararse para una guerra inevitable.
El mismo comandante en jefe de las Fuerzas Armadas ucranianas declaró públicamente en el mes de agosto de 2021 que el Ejército Ucraniano debe prepararse activamente para comenzar a ejecutar operaciones militares ofensivas contra los llamados territorios ocupados (Crimea/Donbas).
A finales de 2021, las Fuerzas Armadas ucranianas estaban preparadas para el enfrentamiento y comenzaron a recibir toneladas de armamento occidental. En octubre de 2021, se produce la toma del asentamiento republicano de Staromarievka (Donetsk) por parte de las tropas ucranianas.
Semanas más tarde, se produce el primer empleo de un dron de combate de fabricación turca Bayraktar para ejecutar un ataque sobre posiciones de la Milicia Popular de Donetsk. Este hecho desequilibrará la balanza al no tener Milicias Populares capacidad para tomar contramedidas.
Los intercambios artilleros incrementaron exponencialmente, al igual que las muertes en ambos lados. Se subestimó la voluntad de resistencia de las tropas ucranianas. No podemos negar que se esperaba un golpe militar rápido, aunque la teoría de los tres días sea propaganda.
También se cometió el error de pensar que los países occidentales permitirían una victoria sin coste, cuando tanto la finalidad del golpe de Estado de 2014 como los posteriores miles de millones invertidos podrían haber dado indicios de lo contrario. Error de inteligencia.
Rusia, como siempre realiza en supuestos en los que planificación inicial fracasa si atendemos a analogía histórica, intentó salir de la guerra de la mejor manera posible mediante un acuerdo de paz. Las Negociaciones de Estambul fueron precisamente un movimiento en este sentido.
Negociaciones de Estambul estuvieron a punto de dar resultado en forma de acuerdo si no fuese por intromisión occidental (hecho constatado por propias autoridades ucranianas). La visita de Johnson a Kiev fue un momento clave. El asesinato del negociador ucraniano Kiriyev también.
El fracaso de dichas negociaciones en Estambul, sumado a la falta de una planificación estratégica a largo plazo del Estado Mayor que he mencionado anteriormente en este mismo hilo, supusieron una degradación paulatina de unas Fuerzas Armadas rusas sin objetivo concreto.
Los factores de movilización masiva de los reservistas ucranianos (aprovechando doctrina soviética) e incremento de los suministros de armamento occidentales no tardaron en surtir efecto en el campo de batalla. Las contraofensivas ucranianas de verano fueron el resultado visible.
Este es el momento en el cual las autoridades ucranianas, sintiéndose victoriosas tanto por los resultados logrados sobre el terreno como por el creciente apoyo occidental, cometieron su error estratégico de no negociar un acuerdo desde su posición de fuerza. Ese era el momento.
El gobierno ruso no podía tomar la decisión de retroceder a falta de acuerdo conveniente, debemos entender que Ucrania es un problema existencial. Una AntiRusia en forma de Ucrania de facto miembro de la OTAN en sus fronteras es intolerable independientemente del color político.
Rusia no tenía otra salida que adaptarse, como también suele suceder si atendemos a la analogía histórica. El decreto de movilización de septiembre de 2022, acompañado de integración federal de territorios controlados, es un incremento de apuesta por parte de autoridades rusas.
Tengamos en cuenta que es justo en este momento cuando comienzan las campañas masivas de bombardeos sobre infraestructura crítica ucraniana (que dudo que estén tan relacionadas con el atentado del Puente de Crimea). La guerra de desgaste como opción para lograr los resultados.
La industria militar incrementa su producción. Se tienen contactos con países aliados para suministro de armamento. Debemos hacer mención especial a todos aquellos soldados movilizados, enviados a finales de septiembre, que frenaron heroicamente el avance ucraniano sobre Lugansk.
Como he escrito anteriormente, autoridades ucranianas cometieron el error estratégico de no negociar una salida desde una posición de fuerza tras contraofensivas de verano de 2022. Habían conseguido eliminar la amenaza sobre Jarkov. Recuperaron el control de la capital de Jerson.
Los países occidentales también han fracasado porque carecen de una planificación estratégica de apoyo a un aliado como Ucrania a largo plazo, contaban con que Rusia renunciaría a sus pretensiones debido a las pérdidas económicas y a la sensibilidad por las bajas humanas. Error.
Los planificadores occidentales apostaron por organizar una operación que sentase a Moscú sobre la mesa de negociaciones desde una posición aún más debilitada. Una planificación que he bautizado desde el primer momento como operación militar ofensiva de la última oportunidad.
El objetivo era obtener control de fuego sobre corredor de Crimea que, simultáneamente con un ataque sobre el Puente de Crimea, provocase una crisis humanitaria crítica. Esto debía obligar a Moscú a rechazar sus pretensiones, pero podría haber provocado una escalada inimaginable.
La ofensiva de Zaporozhia de verano 2023, atrasada por la Batalla de Bajmut (cuyas consecuencias he explicado detalladamente en numerosas publicaciones) resultó en un fracaso absoluto. Un fracaso estratégico de que podemos atribuir directamente a los planificadores occidentales.
Rusia ha recuperado tanto iniciativa estratégica sobre el terreno como posición de fuerza de cara a unas negociaciones futuras. Las pretensiones serán mucho mayores que en marzo o septiembre de 2022. Esto es un hecho que llevo pronosticando desde el principio de la intervención.
Este artículo lo he compartido recientemente en Telegram, considero que es de interés publicarlo también en esta plataforma. Se cumplen dos años de intervención rusa en escenario ucraniano, aunque las tropas rusas comenzaron a ingresar en territorio republicano el 21 de febrero
La guerra civil ucraniana realmente comenzó el 14 de abril de 2014, cuando el recientemente formado gobierno surgido tras el golpe de Estado del Maidan declaró una operación antiterrorista para sofocar la rebelión en el este de Ucrania. Pronto se cumplirá una década de aquello.
El fracaso de planificación inicial de intervención rusa en 2022, aunque se consiguieron ciertos resultados estratégicos, se debe a motivos políticos. La sensación es que el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas rusas solamente tenía planificación estratégica en la dirección sur.
Aunque las consecutivas reformas del Ministerio de Defensa han dañado a las Fuerzas Armadas rusas haciendo que sean inapropiadas para campañas prolongadas de combates de alta intensidad como los que estamos viendo, el Estado Mayor estuvo evidentemente limitado en la ejecución.
Es inexplicable el no ataque a puntos de localización permanente de tropas o minimización de daños sobre infraestructura civil. Se permitió a las tropas ucranianas acudir de manera organizada. La voladura de embalses del Dnieper habría dificultado gravemente la logística enemiga.
Podemos entender la decisión política: el objetivo inicial, desde mi punto de consideración, era provocar rápidamente una situación de amenaza en la que las autoridades ucranianas aceptasen las demandas (imposición de paz mediante fuerza) sin derramamiento innecesario de sangre.
Una planificación estratégica para una campaña larga estaba ausente. Muchos que intentan vender una guerra territorial siguen sin explicar la ausencia de administraciones públicas preparadas para imponer en territorios conquistados (comenzaron a improvisarse en verano de 2022).
Las autoridades rusas no entendieron durante mucho tiempo que el golpe de Estado de 2014 pretendía instrumentalizar Ucrania. Han pretendido resolver el conflicto mediante los Acuerdos de Minsk, permitiendo a las Fuerzas Armadas ucranianas prepararse para una guerra inevitable.
El mismo comandante en jefe de las Fuerzas Armadas ucranianas declaró públicamente en el mes de agosto de 2021 que el Ejército Ucraniano debe prepararse activamente para comenzar a ejecutar operaciones militares ofensivas contra los llamados territorios ocupados (Crimea/Donbas).
A finales de 2021, las Fuerzas Armadas ucranianas estaban preparadas para el enfrentamiento y comenzaron a recibir toneladas de armamento occidental. En octubre de 2021, se produce la toma del asentamiento republicano de Staromarievka (Donetsk) por parte de las tropas ucranianas.
Semanas más tarde, se produce el primer empleo de un dron de combate de fabricación turca Bayraktar para ejecutar un ataque sobre posiciones de la Milicia Popular de Donetsk. Este hecho desequilibrará la balanza al no tener Milicias Populares capacidad para tomar contramedidas.
Los intercambios artilleros incrementaron exponencialmente, al igual que las muertes en ambos lados. Se subestimó la voluntad de resistencia de las tropas ucranianas. No podemos negar que se esperaba un golpe militar rápido, aunque la teoría de los tres días sea propaganda.
También se cometió el error de pensar que los países occidentales permitirían una victoria sin coste, cuando tanto la finalidad del golpe de Estado de 2014 como los posteriores miles de millones invertidos podrían haber dado indicios de lo contrario. Error de inteligencia.
Rusia, como siempre realiza en supuestos en los que planificación inicial fracasa si atendemos a analogía histórica, intentó salir de la guerra de la mejor manera posible mediante un acuerdo de paz. Las Negociaciones de Estambul fueron precisamente un movimiento en este sentido.
Negociaciones de Estambul estuvieron a punto de dar resultado en forma de acuerdo si no fuese por intromisión occidental (hecho constatado por propias autoridades ucranianas). La visita de Johnson a Kiev fue un momento clave. El asesinato del negociador ucraniano Kiriyev también.
El fracaso de dichas negociaciones en Estambul, sumado a la falta de una planificación estratégica a largo plazo del Estado Mayor que he mencionado anteriormente en este mismo hilo, supusieron una degradación paulatina de unas Fuerzas Armadas rusas sin objetivo concreto.
Los factores de movilización masiva de los reservistas ucranianos (aprovechando doctrina soviética) e incremento de los suministros de armamento occidentales no tardaron en surtir efecto en el campo de batalla. Las contraofensivas ucranianas de verano fueron el resultado visible.
Este es el momento en el cual las autoridades ucranianas, sintiéndose victoriosas tanto por los resultados logrados sobre el terreno como por el creciente apoyo occidental, cometieron su error estratégico de no negociar un acuerdo desde su posición de fuerza. Ese era el momento.
El gobierno ruso no podía tomar la decisión de retroceder a falta de acuerdo conveniente, debemos entender que Ucrania es un problema existencial. Una AntiRusia en forma de Ucrania de facto miembro de la OTAN en sus fronteras es intolerable independientemente del color político.
Rusia no tenía otra salida que adaptarse, como también suele suceder si atendemos a la analogía histórica. El decreto de movilización de septiembre de 2022, acompañado de integración federal de territorios controlados, es un incremento de apuesta por parte de autoridades rusas.
Tengamos en cuenta que es justo en este momento cuando comienzan las campañas masivas de bombardeos sobre infraestructura crítica ucraniana (que dudo que estén tan relacionadas con el atentado del Puente de Crimea). La guerra de desgaste como opción para lograr los resultados.
La industria militar incrementa su producción. Se tienen contactos con países aliados para suministro de armamento. Debemos hacer mención especial a todos aquellos soldados movilizados, enviados a finales de septiembre, que frenaron heroicamente el avance ucraniano sobre Lugansk.
Como he escrito anteriormente, autoridades ucranianas cometieron el error estratégico de no negociar una salida desde una posición de fuerza tras contraofensivas de verano de 2022. Habían conseguido eliminar la amenaza sobre Jarkov. Recuperaron el control de la capital de Jerson.
Los países occidentales también han fracasado porque carecen de una planificación estratégica de apoyo a un aliado como Ucrania a largo plazo, contaban con que Rusia renunciaría a sus pretensiones debido a las pérdidas económicas y a la sensibilidad por las bajas humanas. Error.
Los planificadores occidentales apostaron por organizar una operación que sentase a Moscú sobre la mesa de negociaciones desde una posición aún más debilitada. Una planificación que he bautizado desde el primer momento como operación militar ofensiva de la última oportunidad.
El objetivo era obtener control de fuego sobre corredor de Crimea que, simultáneamente con un ataque sobre el Puente de Crimea, provocase una crisis humanitaria crítica. Esto debía obligar a Moscú a rechazar sus pretensiones, pero podría haber provocado una escalada inimaginable.
La ofensiva de Zaporozhia de verano 2023, atrasada por la Batalla de Bajmut (cuyas consecuencias he explicado detalladamente en numerosas publicaciones) resultó en un fracaso absoluto. Un fracaso estratégico de que podemos atribuir directamente a los planificadores occidentales.
Rusia ha recuperado tanto iniciativa estratégica sobre el terreno como posición de fuerza de cara a unas negociaciones futuras. Las pretensiones serán mucho mayores que en marzo o septiembre de 2022. Esto es un hecho que llevo pronosticando desde el principio de la intervención.