Aqui un poema extraido del "Romancero de la Guerra del Atlántico Sur".
de Miguel Angel Ferreyra Liendo.
Editorial ARPON, Agosto 1984.
Romance del Mayor Luis Alberto Puga.
Fue a las cinco de la tarde.
Misión cumplida tras una
fiera incursión de combate
contra las naves intrusas;
Violenta “caza de perros”
busca el inglés en la altura
para vengar el castigo
que una argentina patrulla
de cazadores de guerra
les ha pegado con furia.
Una patota de herejes
en escuadrilla de agujas
eran los Harriers ingleses
con los misiles de ayuda
de sus canallas aliados,
los yanquis.
Fue el veinticuatro de mayo
cuando Luis Alberto Puga,
líder de escuadra de caza
volando sobre la espuma
disparado como un rayo,
fue derribado en su fuga
por mortíferos impactos
de electrónicas astucias.
Allí comenzó el milagro
para Luis Alberto Puga
que se eyectó en increíbles
circunstancias. Nadie duda
que la muerte le acechaba
a cada instante segura.
Eyección y amerizaje
fueron más contra natura;
olas heladas, cuchillas
de afiladísimas puntas,
vio Luis la costa a distancia:
una raya en la penumbra.
Nadó casi a la deriva
durante ocho horas. La luna
enristraba ya sus cuernos
de negro toro; y agudas
las estrellas titilaban
de la Cruz del Sur en puntas.
Semiinconsciente nadaba,
nadaba pidiendo ayuda
a María Auxiliadora
que vino presta y segura
hasta dejarlo en la costa.
¡Oh Virgen que como nunca
fuiste aliada de un guerrero
que vivió tal aventura!
Entrada estaba la noche;
la obscuridad es profunda.
Extenuado y arrastrándose
dejó el agua el Mayor Puga.
Besó la tierra argentina,
que argentina es esa turba,
por la cual hubiera dado
toda su sangre hasta la última,
como tantos camaradas
que volaron por la ruta
que conduce a las estrellas.
Caminó entre la negrura
de esa tierra que besara;
más allí también lo buscan
puñales de hielo y frío.
Fueron cinco horas, penurias:
la sed, el hambre y el sueño
durante larga andadura,
hasta que a la madrugada,
sin saber si sueña… escucha:
-¡Alto! ¿Quién vive? – y responde:
-La Patria aquí, con Luis Puga,
Mayor de la Fuerza Aérea,
a quien de muerte segura
salvó la Virgen María –
Así gritó a la patrulla.
- ¡Viva la Patria! – vocearon
- los infantes a voz una.
Aquel día veinticinco
era de Mayo. La bruma
se disipaba. Al naciente,
sobre glaciares, obscuras
sombras se desvanecían
por el sol puestas en fuga.
¡Qué 25 de Mayo para la historia futura!.-
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Y otra obra del mismo Romancero.
Romance de la Bandera de Guerra del Regimiento de Infantería 4 de Monte Caseros Corrientes
Cuando por Puerto Argentino
y todas sus adyacencias
flotaban los humazones
y olor a pólvora negra;
cuando apenas se acallaban
los ayes de las trincheras,
y en los aires no silbaban
los proyectiles de guerra,
cuando ya por agotada
la munición, se ordena
destruir armas y equipos
para que a nadie sirvieran;
cuando sus bocas los Sofma
tremendas al fin silencian,
llorando todos de bronca
no la derrota, impotencia;
cuando las voces de mando
a oírse en inglés empiezan,
y los kelpers cual rebaños
de ovejas salen afuera;
cuando en los mástiles se alzan
sábanas blancas que fuerzan
a parlamento y entrega
de cualquier arma de guerra;
entonces llegó jadeante
escondiendo la Bandera
del Regimiento de Infantes
Cuatro, un sargento en carrera.
Jamás corrió como entonces
escurriéndose en la niebla
el Sargento Mario Ponce,
correntino por más señas.
Al fin llegó a su destino;
un cuarto donde lo esperan
otros hombres que meditan
cómo salvar la Bandera.
Allí se entera… y no quiere
ni escuchar lo que le cuentan.
-¿Cómo es posible salvarla
de un inglés como presea,
arrojándola a las brasas
de la turba en una hoguera?
¡Por Dios, que quiero que me incendien
envuelto yo todo en ella!
¿No han muerto acaso argentinos
por izarla al tope de éstas Islas? ¿A qué hemos venido?
¿No hemos nacido en la tierra
de Corrientes, cuya fama
es haber amamantado
hombres que son una fiera?
¡Yo no soporto la quemen…
quiero incendiarme con ella!
-Sargento Ponce: aquí viene
el Capitán Farinella!
-Gracias a Dios, porque llega
en esta instancia suprema.
Impuesto fue el Capitán
de lo que allí discutieran;
hombre de mando, al instante
tomó y besó la Bandera.
Quitóse la ropa arriba
de la cintura y envuelta
quedó su espalda y su pecho
de armadura tan esbelta.
¡Jamás hubo un Capitán
que ante sus hombres luciera
mejor que un abanderado
en uniforme de fiesta!
El Capitán de inmediato
pensó en una estratagema:
con un médico tramaron
que un soldado la escondiera
bajo un yeso simulando
traumatismo de cadera;
más no hubo tiempo para eso;
que los ingleses arrecian
y eran todos puro nervio
por sabotaje y peleas.
Entonces fue cuando el Padre
Vicente Martínez ruega
a sus amigos la honra
de ser soldado estafeta.
Instante previo al embarque
el Capitán Farinella
le entrega un bolso arruinado
que anduvo entre las trincheras.
-Padre: aquí la Patria vuelve
hecha jirones su enseña
pero está ilesa en el alma
de los que van o se quedan;
llévela ahora hasta el Continente,
como reliquia de Guerra.
-Capitán, quede tranquilo,
que si vine a estar en vela
sin armas en la batalla
asistiendo a los que mueran,
hoy no vuelvo capellán
ni prisionero de guerra;
antes habrán de matarme
que quitarme esta Bandera.
¡Juro por Dios y la Patria
que sabré ser una fiera!
¡Deme, por Dios, su pistola
para ser buen centinela!
Así dijo aquel guerrero
que ya no era el que viniera.
La noche estaba cerrada
entre espantajos de niebla.
Martínez encolumnóse
hacia el Yeguín, y en la espera
va ocultando entre ornamentos
el moño, cuja y Bandera.
Cuando llega a embarcarse,
junto al pie de la escalera
hay ingleses que requisan
a ciertos hombres que muestran
una tremenda amargura
y no saber contenerla.
Martínez vuelve a ser cura
y les dice que allí lleva
medicinas para el alma…
de heridos, muertos, cualquiera
fuera quien necesitara
de sus servicios en guerra…
No durmió el cura Martínez,
sino veló el centinela,
acompañado en la noche
por escuadrones de estrellas,
hasta que en tierra argentina
arrodillóse en la arena,
y entre gruesos lagrimones
besó aquella su Bandera.
20 de Junio de 1984. Día de la Bandera.
TRabajando de Preceptora en una escuela Secundaria de Corrientes, llevé adelante un proyecto con esta serie de poemas y otros más, y unas obras de teatro que, espero, hayan cuanto menos despertado mínimamente el interés de mis alumnos por la historia gloriosa de su tierra.
Saludos.