Colimba y Nación
por Martín Rodríguez
_y Federico Scigliano
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CORRE
LIMPIA
BARRE
El 11 de diciembre de 1901 -o sea, hace bocha de tiempo- el Congreso de la Nación sancionó la Ley 4.031: el Servicio Militar Obligatorio. El presidente en ejercicio aquel año era el General Julio Argentino Roca. Así como tanto actos de gobierno llevados a cabo por los hombres de aquella tan maltratada generación -la del ´80- ésta fue una medida propicia de un proyecto que obsesionó a la dirigencia política de fin de siglo: la conformación de un Estado Moderno. A ésta se le pueden sumar otras mieles del progreso como la Ley 1.420 de Educación Pública; Laica y Gratuita. Desde su puesta en ejercicio, el Servicio Militar Obligatorio sometió a los Colimbas (contracción de Corre-Limpia-Barre) a la jurisdicción del Ejército, donde eran víctimas de todo tipo de vejaciones. Estas situaciones de abuso tienden a reproducirse allá donde existe una autoridad y un escalafón jerárquico y adquieren
un nivel de gravedad intolerable cuando nos encontramos con en caso tan aberrante como el del conscripto Carrasco, asesinado allá por el año 1994 mientras cumplía con sus obligaciones para con el Estado Mayor Conjunto. Por otro lado y sin intención de defender a la institución, el Servicio Militar Obligatorio sirvió durante 93 años de cuello de embudo mediante el cual el Estado pudo someter a generaciones y generaciones de hombres a intromisiones tan odiosas para el individuo como revisaciones médicas; tratamientos odontológicos, ortopédicos u oculares y provisión de vacunas, sin mencionar que hasta algunos aprendían a leer y escribir durante su servicio bajo bandera. El 31 de Agosto de 1994 y aprovechando escándalo suscitado por el Carrasco Gate, se terminódecretando el fin del Servicio Militar Obligatorio en medio de un plan político y económico que tendía a la desfinanciación y por qué no, desintegración de aquel Estado Moderno que tanto obsesionó a los hombres del ´80.Como podemos ver, los liberales
de 1990 eran verdaderos talibanes del liberalismo si los comparamos con los tibios de 1880. A esta altura, aquéllos lectores que no son de indignación fácil
se habrán dado cuenta de que el cronista fue uno de los beneficiarios de este decreto, ya que sólo puede hablar así alguien que no tuvo que hacer la Colimba..
opinión por Manuel Carboni
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NI A PALOS Domingo 23 de agosto de 2009
LAS ANÉCDOTAS DE COLIMBA COMPONEN UN GÉNERO DENTRO DE LA ORALIDAD
ARGENTINA. A 15 AÑOS DE LA EXTINCIÓN DEL SERVICIO MILITAR OBLIGATORIO
LAS USAMOS DE DISPARADOR PARA PENSAR LA COMPLEJA RELACIÓN ENTRE EL ESTADO Y LA JUVENTUD.
Para zafar de la colimba me aproveché de que de chico tomaba medicamentos, le pregunté a mi vieja cuáles eran y los exageramos. Me hacía el perdido, repetía las cosas dos veces, pero muy sutilmente.
Estaba de novio y no quería saber nada. Aparte yo era flaco, un mes antes de la revisación casi ni comí. Pesaba 47 kilos con 1,76 de altura, usaba arito (en esa época era terrible usar arito), barbudo y medio lento para hablar, y no sé si me fumé alguno antes de entrar. Los milicos me miraban con asquito. El médico gritó: “¡Bájense los pantalones, se sacan el calzoncillo, se dan vuelta y abren el libro, pero en la pagina del medio!”. Había que mostrar el ****, pasaba el milico y te lo observaba rigurosamente.
Si lo tenías medio agrandado te ponían O.A.D (orificio anal dilatado) y si eras
medio afeminado, pero con el culo cerrado te ponían “débil sentimental”.
… La colimba es (o fue) muchas cosas. Una de ellas tiene que ver con la historia oral: cuántos relatos se construyeron alrededor de esa experiencia, cuántas anécdotas graciosas, cuántas historias trágicas, cuánto dolor y amor, amistad y traiciones, entre un grupo de argentinos de todas las clases y rincones, y de la misma promoción, que convivían durante largo tiempo bajo bandera. Sin dudas era una experiencia maldita, de frontera. La colimba compone un género de la oralidad argentina, esa charla de hombres, ese tipo de charlas donde las mujeres o los hijos dicen: “Uh, ya empezó a hablar de nuevo de la Colimba”. Y sí, para millones de argentinos fue una experiencia única, donde se tallaron amistades de toda la vida, y brutal, en contacto con eso que estaba atrás de los símbolos escolásticos de lo que se llamaba Nación: la pesadilla de una Argentina militar.
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La colimba venía después de la escuela, había que sacarse el guardapolvo y poner el cuerpo a tierra. Después de la niñez y ese territorio tembloroso de la pubertad y adolescencia, el país se ofrecía como milicia para hombres que estaban verdes, lampiños…y que debían construir una relación marcial con la patria. Estamos a exactos 15 años de su trágica extinción. Eran los tiempos “mejores” de la era Menem, todavía no hacían estragos los efectos de la convertibilidad y el fin del Servicio Militar Obligatorio, lejos de inscribirse en una virtual agenda liberalprogresista, era el hijo de la muerte de un conscripto. El soldado Carrasco es el último soldado muerto por la democracia. Su sangre derramada, simbólicamente, fue y es el alivio de millones que no tenían ninguna gana de ir a un cuartel a pasar una temporada de forreadas militares. Uno de estos cronistas recuerda mientras esto escribe la sensación de laminamiento espiritual –la memoria de la sensación en el cuerpo es algo que se lleva para siempre- cuando la voz metálica de la radio que transmitía el sorteo dijo 823, un número que aseguraba un año de vida castrense.
Y sin embargo, con el respeto por todos los muertos y maltratados en la larga experiencia de ese servicio patrio, es necesario, creemos, mirar en retrospectiva crítica aquella “Institución”, de la que cantaba Charly, en sus años felices, “si ellos son la patria/ yo soy extranjero”. …
Quisiéramos compartir un párrafo que en un blog amigo (Artepolítica.com) se leyó, hace más de un año. Es un texto de alguien sacado en el medio del brote de la 125 que, sin embargo, manifiesta cierto síntoma respecto
de lo que en ese momento y todavía hoy, aparece en ese limbo de lo indecible.
Nuestro amigo escribía: “Lo que falta en la Argentina es un pensamiento de integración social, coercitivo, que piense la experiencia del sujeto del mañana: el hijo del ex combatiente de la clase obrera, hoy incorporado a “cualquier trabajo”, cuya idea del tiempo, del espacio y de la patria
está destruida. Que vuelva el servicio militar obligatorio. Que el hijo de un Alsogaray y un reverendo Espósito, hijo de nadie, hijo del Pueblo, convivan en un campamento en la cordillera un año, compartan el frío, bajo bandera. A ver si se dejan de romper las pelotas con los mensajitos de texto, los mails, los viernes a la noche, etc y por un rato le tienen un poco de miedo al mismo
monstruo y aprenden un oficio.
http://www.niapalos.com/anteriores/niapalos19web/niapalos19web.pdf
páginas 5 a 8
TODA LA NOTA son periodista independientes.-
Saludos