Gracias, Daishi!
Ahora uno de los capítulos más criticos respecto al mayo de 1940. Texto importante, pero dolorosamente cruel respecto a los dos tipos de batalla que dieron los bandos contendientes...
14ª Parte:
El desplome del IX Ejército.
En el Mosa, al norte de Sedán, la situación no ha dejado de ser extraña en toda la jornada del 14. Las columnas blindadas lanzadas por todos los caminos de las Árdenas alcanzan el río en momentos variables, según la importancia de los obstáculos que han encontrado. Como Rommel el día anterior, cada división ataca al llegar, donde puede, como puede, echando los hombres al agua en canoas neumáticas, en tablas, en haces de paja, incluso a nado.
Hay varias zonas todavía tranquilas, sobre todo el sector de la 6ª D.I. francésa, en posición a ambos lados del Fumay. En otros lugares, los ataques alemánes son perforaciones estrechas y brutales, pasos a viva fuerza después de bombardeos aéreos abrumadores. En el sector de la 5ª D.I.M., el Mosa es atravesado en Yvoir por la 5ª
Panzer.
En el sector de la 22ª D.I., la cruza la 6ª
Panzer en Chooz, cerca de Givet. El mando francés imaginaba un intento de forzarlo en forma de una gran operación "montada". Pero el enemigo no ha respetado los precedentes de 1918. El frente se derrumba bajo una serie de golpes improvisados.
En su cabeza de puente, Rommel ha reanudado el combate desde el amanecer. Pero no ha logrado hacer pasar a la orilla izquierda más que una quincena de tanques, y lo más que puede hacer para empezar es entablar escaramuzas en la hondonada de Houx, esperando la lenta llegada de refuerzos. Por suerte para él, las reacciones francesas son débiles y descosidas. Al llegar al campo de batalla, tras una noche de marcha agotadora, varias unidades se dejan dispersar sin resistencia. Enviadas para realizar el contraataque cuya orden se ha reiterado la víspera, dos compañías de H-35 no encuentran, una vez más, a la infantería a que deberían acompañar. Los tanques francéses se repliegan, y siempre guardas de caminos, se disponen en cordón defensivo a lo largo del camino de Philippeville a Dinant.
La presión de Rommel se acentúa completamente a medida que le van llegando nuevos medios. El coronel Von Bismarck, jefe del 7º Regimiento de Fusileros, toma Onhaye. El coronel Rothenburg, jefe del 25º Reg.
Panzer, llega a su refuerzo. Rommel ha montado en un Pz K III, al que un tiro directo, partido de un saliente del bosque, hace caer a un barranco: él sale del tanque en cuatro patas, con la mejilla herida por un ramalazo, como un general del Imperio escapando de su caballo muerto debajo de él. En ese mismo momento, una carga de la
Luftwaffe barre la ruta de Dinant a Philippeville, atestada de atalajes de artillería; los caballos rompen sus correas, y mezclándose con los caballos de un regimiento de caballería, galopan por todas partes, locos de terror. Y sin embargo, se forma una amenaza contra el emprendedor Rommel: acude la 1ª división acorazada francésa...
Por la noche, una órden preparatoria le ha dado la alerta: prepararse para un cambio de misión y para intervenir en ayuda del IX Ejército. A mediodía, la órden preparatoria se ha convertido en órden de ejecución. Punto de dirección: Florennes, con la consigna de rechazar hasta el Mosa a los medios blindados enemigos que lo han franqueado. La distancia no es excesiva: 30 Km. Si Bruneau fuera un verdadero general de tanques, subiría a uno de sus B-1 y lanzaría a su división directamente a la pelea. La batalla todavía está en equilibrio inestable. ¿Quién sabe el vuelco material y psicológico que podría producir la súbita aparición de 200 mastodontes de acero?
Pero Bruneau no es Rommel. Bruneau es un general de la
escuela francésa para quien un contraataque "
se monta", en un encuadre de mando
claro y
rígido. Bruneau busca al general Martin, jefe del 11º Cuerpo, para ponerse a sus órdenes; luego busca un teléfono para pedir al general Corap que modifíque las órdenes del general Martin; luego busca otra vez al general Martin, al que no se puede encontrar, habiéndose trasladado su mando a Florennes. Durante ese tiempo, sus batallones de tanques llegan a la base de partida, completos en material y en moral. Pero la gasolina está baja en los depósitos ¡y nadie sabe en dónde se encuentran los camiones-cisterna!
Nadie llegará a saberlo nunca, a pesar de las investigaciones que se hicieron después de la guerra.
Nadie llegará a comprender nunca cómo la mejor división acorazada de Francia se lanzó adelante sin que a su jefe se le ocurriera hacer que la siguiera su carburante.
Para comprenderlo, hay que penetrar otra vez en ideas que cuatro días de
Blitzkrieg no han bastado a disipar: frente contínuo, retaguardias organizadas, circulación libre, margen de tiempo...
Ha llegado la noche. Bruneau sigue buscando a Martin, siempre inencontrable. Los tanquistas, siempre confiados, velan o duermen al pie de sus tanques bien enmarcados en bosquecillos. Flavion, Corenne, Florennes son grandes halos rojizos. Algunos jefes de unidades consiguen llenar el dopósito encontrando gasolina civil, con desprecio de los sagrados reglamentos para los cuales los tanques sólo marchan con gasolina de aviación. "
Lo que ven, es lo que hay muchachos". Pero los oficiales enviados en busca de las cisternas vuelven desesperados, ¡o no vuelven!...
Y sin embargo, a las 5 de la mañana, se acaba de dar cuenta otra vez al general que su división está intacta, con un solo tanque fuera de servicio por averías. A todo esto,
Rommel ha pasado, Rommel ha vencido presentando el flanco a 7.000 hombres selectos y a 5.000 toneladas de acero completamente inútiles. ¡Los francéses no saben si volarse la tapa de los sesos o aplaudirlo!
Mientras que la 1ª D.C.R., espera, el IX Ejército se derrumba. La Batalla del Mosa espera su desenlace. A las 19 hs, los nervios del jefe del 11º Cuerpo han cedido. Las noticias que le llegan son terribles: ¡las brechas se han ensanchado en todas partes! La 18ª D.I. se disocia. La 22ª huye, precedida por su jefe. Las retaguardias toman aspecto de derrota: armores de artillería, ambulancias, elementos aislados de parque, vuelven la espalda al este. El general Martin ve un solo medio de salvar a su cuerpo de ejército: poner tierra por medio. Ordena un repliegue sobre la línea Florennes-Philippeville-Marienbourg. Y cuando tantas otras órdenes no llegan jamás a sus destinatarios, ésa vuela.
Fatal error. La única probabilidad de salvar algo del 11º Cuerpo era pegar al suelo las tropas, algunas de las cuales se batían con valor. La orden de retirada deshace todos los nudos que todavía aguantaban. Como el día anterior en Sedán las 55ª y 71ª D.I., las 18ª y 22ª
dejan de existir. Ni un solo elemento se detendrá en la posición de repliegue, un simple camino, ordenada por Martin.
El jefe de la 18ª D.I buscará en vano un jirón de su división, luego proseguirá su vana búsqueda por todos los caminos del derrumbamiento, y finalmente, tomará partido de volver a París para dar cuenta al ministro de que, ¡partidos a la guerra 15.000 hombres, ha quedado él solo!
Otros generales juzgarán más juicioso hacerse matar: Bouffet, jefe del 2º C.E.; Thierry d' Argenlieu, hermano del futuro monje-almirante; Augereau, jefe de las fuerzas aéreas del ejército. Éste, destruido su último avión, irá a reunirse a los combatientes, y caerá, fusil en mano, defendiendo la alcaldía de Catelet.
En Vervins, cuartel general del IX Ejército, la orden de retirada del 11º Cuerpo provoca una viva sorpresa y una violenta cólera. La cólera y la sorpresa suben de tono elevándose al nivel de grupos de ejércitos. Corap sostiene por teléfono con Billotte una curiosa conversación en que responde de manera soldadesca al reproche de haber perdido la línea del Mosa. Al día siguiente, será reemplazado a la cabeza de su ejército por el general Giraud. Luego, con una injusticia a la que las circunstancias ofrecen alguna excusa, será tomado como chivo expiatorio del desastre por Paul Reynaud.
Tras haber acusado a Martin, Corap y Billotte le imitan. El 15, a las 2:30 hs de la mañana, todo el IX Ejército recibe orden de despegue para reestablecerse en la línea Marcinelle (arrabal de Charleroi), Clerfontaine, Marienbourg, Rocroi, Signy-l' Abbaye. Se luchará allí con la última desición, sin ánimo de retroceder en modo alguno.
¡Vanas palabras sonoras! Para tropas tan trastornadas, es mucho más difícil retirarse en orden que morir en su sitio. Todo se disocia y se deshace. La 5ª D.I.M. sube a sus camiones y vuelve a Francia. La 1ª D.C.R., clavada al suelo por falta de gasolina, es destruida poco a poco.
La 61ª D.I. se pulveriza. La 4ª D.I.N.A. rehace en sentido inverso la marcha forzada del día anterior y se derrumba de fatiga. Philippeville y Clerfontaine no hacen más que un simulacro de resistencia. Rommel ataca a las dos localidades y se apodera de ellas él mismo. En Philippeville, hace reunir a unos oficiales francéses que acaban de rendirse, pero les vuelve la espalda cuando le piden permiso para conservar a sus ordenanzas y recuperar sus cantinas de servicio. A veces se entabla un combate contra tanques o antitanques, pero se termina rápidamente aniquilando los islotes de resistencia.
Puestos por primera vez a disposición de la 7ª
Panzer,
Stukas caen del cielo sobre el enemigo, y luego vuelven a subir aullando, seguidos por la detonación en serie de sus bombas. Inmensas columnas de polvo señalan la marcha de los blindados que atacan a 60 Km por hora en medio de un enemigo en desbandada. La batalla se ha vuelto una rebatiña.
La ignorancia del alto mando.
Lo más extraño es que ese 15 de mayo de derrota es un día de optimismo en los cuarteles generales francéses. El gabinete de Georges telefonéa al gabinete de Gamelin un informe de color rosa: "
No mucho de nuevo... Pequeñas infiltraciones en Mézières-Charleville... Taponamiento en Sedán... El ataque parece detenido... Todos los prisioneros señalan la fatiga de las tropas alemánas...".
En Vervins, donde está Corap, las noticias de la vanguardia son consideradas todavía como "
bastante tranquilizantes": los 2º y 11º C.E. se repliegan "
en buen orden" y se establecen sobre la línea de fijación. Una síntesis establecida al atardecer en La Ferté-sous-Jouarre exhala confianza: "
La jornada del 15 parece marcar un comienzo de calma. Nuestro frente roto se reestablece poco a poco...".
Para los espíritus militares francéses, un esfuerzo como el que ha hecho el enemigo desde el 10 de mayo, y un avance como el que ha realizado, tienen que ir seguidos por un tiempo de pausa para reorganizar las unidades, restablecer las comunicaciones, hacer seguir la artillería, etc. Los analistas de los cuarteles generales describren la batalla igual que Corneille describía a los hombres: como debería ser, y no como és.
En realidad, los sublimes niveles del mando no saben nada. Todos los testimonios lo prueban. "
Sufríamos - dice el subjefe del estado mayor del IX Ejército -
de una falta total de informaciones. El diario de marcha del ejército no menciona nada en la fecha del 15 de mayo". "
Día vacío..." informa uno de los oficiales de Gamelin en Vincennes.
En aquel alto lugar de la Francia militar, la perforación definitiva del frente sólo será conocida después del 16 de mayo a las 11 horas, veinticuatro horas después del suceso, y aún así, gracias a un oficial de la 2ª región que tomó la insólita iniciativa de telefonear al Cuartel General, desesperado, diciendo que "¡el enemigo llegaba por todas partes!".
Otra información llegada a Vincennes atribuye el enorme reflujo del ejército francés a una orden dada por un capitán de Foulonge, al que se busca para fusilar, y que no existe. Los grandes jefes y sus asistentes no tienen una idea concreta de la batalla ni de los elementos de información necesarios para dirigírla. Las comunicaciones son de una lentitud espantosa. Las decisiones se aplícan habitualmente a situaciones superadas.
El fallo del mando es total. Se ha organizado para una guerra de trincheras. Pues nisiquiera tiene la flexibilidad y la rapidez de los dos extremos de la guerra precedente, los años 14 y 18.
En Vervins, en la tarde del 15, Giraud reemplaza a Corap. Sus primeras órdenes son draconianas, pero dado al caso, inevitables: resistir sobre el terreno en todas partes, incluidos los puestos de mandos de los generales, que no deben ser evacuados bajo ningún pretexto.
Él mismo, jefe de ejército, piensa actuar a nivel de los grandes jefes de batallón, en que hay que llevar, según dice, una batalla como la que se desarrolla. Así lo hará, con su quepi bordado y su banderín al viento sobre el coche, hasta el momento en que, amenazado a punta de pistola, tendrá que rendirse como un "
maldito" cualquiera.
Pero en el consternado cuartel general, se propaga un rumor. El subjefe de estado mayor, Véron, lo transmite al nuevo jefe del IX Ejército: los blindados alemanes están en Montcornet; ¡Montcornet (Aisne), a 20 Km de Vervins, a medio camino entre el Mosa y el Oise en el camino de Laon y de París!
Giraud se irrita: "
¡Es Absurdo! ¡Es Imposible! ¡Es un rumor de quinta columna!".
Prohíbe que se hable de eso. ¡Ordena matar a esos bulistas derrotistas! Se lucha junto al Bar, a 15 Km de Sedán, en que, a las órdenes del general Touchon, acaba de entrar en línea un nuevo ejército, el VI. ¡Y le vienen a decir que los blindados alemánes están en Montcornet!...
Y si que lo están. Contenida un momento en la región de Monthermé, la 6ª
Panzer por fín ha perforado, metiéndose hasta la pequeña ciudad cuya toma marca el derrumbamiento definitivo del frente del Mosa. Guderian, viniendo de Sedán, llega un momento después, recibído en la plaza mayor por el que se le ha adelantado, el general Kempf. De las casas cercanas salen centenares de prisioneros estupefactos.
Saludos!!!