Narcotrafico Nacional:
“…Del exterior llega al país una avalancha de estupefacientes, importados por un grupo de contrabandistas eficientes y bien organizados. La quinta parte de la población se torna drogadicta, epidemia que supera a cualquiera que se conozca desde la época de las grandes plagas. No sólo sucumben los pobres, sino también los potentados. El hampa ostenta con cinismo los dividendos del narcotráfico, a más de dominar muchos gobiernos regionales y aún amenazar la integridad del gobierno nacional. Ninguno de sus adversarios está a salvo de sus sicarios, ni siquiera el Jefe de Estado. Las instituciones del orden están en ruinas. El deterioro de los cimientos morales de la nación es ya más que peligroso…”
Por conocido que esto suene, no es una descripción de Colombia de 1995, o de Argentina 2023, sino la de China de 1838, en vísperas de la primera Guerra del Opio, cuando Gran Bretaña desembarcó tropas para obligar a China a ingerir el veneno que distribuían los mercaderes británicos. Así es como lo describe a sus superiores en el exterior, uno de los más importantes narcotraficantes británicos: “Mientras China siga siendo una nación de opiómanos, no hay el menor motivo para temer que se convierta en potencia militar de importancia alguna, ya que el vicio agota las energías y la vitalidad de la Nación”.
El optimismo cultural que acompañó a un posible desarrollo más o menos venturoso de nuestra América en los 50’ y en los 70’, templó la fibra moral de las naciones cuya herencia religiosa y cultural se refleja las creencias profundamente arraigadas, aun hoy, en el inconsciente colectivo.
Con la crisis social maniquea surgida desde la guerra fría (1947) y la de la deuda progresiva (1980), vino la desesperanza del desempleo en masa, la desnutrición crónica y la marginación: los ingredientes de un ambiente de pesimismo cultural, propicio al narcotráfico, al terrorismo y al caos de la desintegración socio-política.
Hoy, toda nuestra América Latina constituye el ámbito ideal para la propagación de lo que se denomina Crimen Organizado Transnacional y que en nuestro continente tiene un nombre: NARCOTERRORISMO.
En notas anteriores hemos definido a éste hecho y a ésta amenaza estratégica. Hoy nos adentraremos en su íntimo funcionamiento operativo, su modos de acción y las estrategias que instrumenta para la prosecución de sus fines.
Los grupos del crimen organizado transnacional son, de variadas formas, los que sacan más provecho de la globalización. Las empresas legítimas se ven todavía constreñidas por leyes y regulaciones extemporáneas de los países donde operan. Las organizaciones y redes del crimen transnacional consiguen, con ayuda de la corrupción, de la extorsión y de la intimidación, usar para su total beneficio a los mercados abiertos y a las
sociedades en decadencia.
Hay tres tipos básicos de corporaciones relacionadas con el crimen organizado:
Estructuras empresariales ilegales, como los carteles de las drogas;
Firmas legales que se involucran en el delito financiero, como los bancos que, de hecho, se especializan en facilitar el lavado de dinero y la evasión impositiva y
Empresas lícitas creadas, total o parcialmente, con dinero obtenido del crimen
organizado.
Las organizaciones criminales organizadas no sólo mantienen vínculos con algunas empresas legítimas y con algunos sectores del gobierno. A veces prosperan también con el terrorismo y la guerra civil. En unos 30 países, los grupos que participan en la rebelión armada contra el gobierno financian sus campañas terroristas, total o parcialmente, con ingresos generados por los impuestos que le cobran a la producción de drogas o
por su participación directa en el tráfico.
No es una coincidencia que las perturbaciones políticas de la década de los ’90, en Europa Sudoriental, estuvieran relacionadas con la ruta de los Balcanes por la que, en cada año, pasan a Europa toneladas de heroína. Y no es una coincidencia que Afganistán, Colombia y Birmania, los tres productores de drogas más importantes del mundo, sean al mismo tiempo el escenario de algunas de las guerras civiles más prolongadas de los últimos 50 años.
El gran número de actores, las inmensas sumas de dinero, el necesario sigilo de la clandestinidad y las dimensiones internacionales del mercado: todo ello, obliga a los criminales transnacionales a combinar, a lo largo de toda la transacción, una serie de bienes y servicios de naturaleza económica, política y militar. Para que éstos actores puedan desenvolverse, tres servicios fundamentales tienen que estar disponibles: el capital, la violencia y la no actuación de las autoridades y órganos jurisdiccionales del Estado. El Crimen Organizado Transnacional posee, consecuentemente, un carácter multivalente. Más allá de la mera y axial acción económica, se desempeña también necesariamente en los campos político y de seguridad. Por ende, es una agresión estratégica de primer orden, debiendo ser prevista y planificada por su esencia en el área de la Política de Defensa Nacional. Pero nuestra Legislación de Defensa y Seguridad le dan categoría policial, de delito común. Estas leyes prohíben el planeamiento al negar la Inteligencia Estratégica de las FFAA ante una agresión estratégica al Estado. Y hoy se las envía a Rosario porque las demás fuerzas policiales fueron lógicamente desbordadas y contaminadas. Es como si Einsenwoher hubiese enviado a Normandía un batallón a la vez. Gravísimo error, todo es espasmódico y táctico, no hay plan, no hay liderazgo. Y la palabra Seguridad Nacional está prohibida ideológicamente. Y eso es lo que necesita Argentina UNA ESTRATEGIA DE SEGURIDAD NACIONAL, que incorpore a TODA LA FUERZA DEL ESTADO, doctrinas que existen en la mayoría de los países avanzados del mundo. Si no sabemos, no podemos o no queremos, por lo menos copiemos los ejemplos exitosos.
Nuestro país desde la sanción de esas dos leyes ha dividió la Defensa y la Seguridad en interna y externa, sin entender los tiempos que corren, donde la globalización borró de un plumazo la fronteras físicas y hoy el mundo es una gran aldea común donde los países serios tratan de hacer acuerdos regionales de Defensa y Seguridad ante las amenazas transnacionales. Sólo es una cuestión de sentido común. Pero en nuestro País es exactamente al revés. Y hoy lo pagamos con sangre en las calles.
El poder de la mafia se extiende cada vez más, a través de su desleal competencia, de manera creciente. Incluye pingues ingresos, armas ilegales, el asesinato, la violencia física y todo el repertorio de acciones imaginables, en función de sus fines. La crisis del monopolio estatal de la violencia y su exceso de “liberalidad”, llamada “Política de Derechos Humanos”, obra como multiplicador del poder de los mafiosos y les posibilita “readaptar” el sentido del repertorio de acciones heroicas, que constituyó “el legajo del hombre de honor” hace treinta años.
A manera de hipótesis, que en muchos casos ya son hechos, es posible pensar que las estrategias de búsqueda de legitimidad de los empresarios criminales, buscan y logran la incapacidad local de reacción de Estado, que obstaculice la actividad criminal. En la actualidad los grupos mafiosos consideran más eficiente, para neutralizar la acción del Estado, buscar la aceptación de la clase dirigente política-corporativa y el acceso a las redes de poder que el apoyo popular directo, como lo hicieran los terroristas revolucionarios en décadas recientes.
Otra estrategia mucho más directa e igualmente presente en todos los segmentos del mercado ilegal, es el soborno ocasional o regular de miembros o unidades enteras de autoridades políticas, militares, policiales, judiciales o burocráticas. La corrupción no debe ser considerada como exclusiva de los mercados ilegales. Sin embargo, en los mercados ilegales, la corrupción ocupa un lugar central, que usualmente no ocupa en los mercados legales.
ASÍ LAS COSAS, DESDE LA PERSPECTIVA DEL ESTADO LA CORRUPCION DE SUS FUNCIONARIOS SE ASEMEJA MUCHO A UNA HIDRA DE MIL CABEZAS, O A UN “BALANCE GENERAL DE COMPORTAMIENTO ILEGAL”.
La estrategia más eficaz y confiable de las organizaciones criminales (y probablemente la más corrosiva, en lo que a la legitimidad del Estado se refiere) es mantener varios funcionarios estatales en PUESTOS CLAVES, en una lista regular de pagos, es decir, establecer verdaderas “redes de infiltración e información”. Los círculos sociales, políticos y económicos, que giran en torno al poder a través de las relaciones de amistad o sobornos, pueden posibilitar a los empresarios narcotraficantes
accesos de alto nivel, para inhibir a los organismos de la seguridad y de la justicia. Se trata de una estrategia que, en ocasiones, puede ser más eficaz que la mera compra e infiltración de las autoridades superiores con responsabilidades políticas.
Los grupos del crimen transnacional controlan miles de millones de dólares en activos. Su enorme poderío económico facilita la corrupción nacional e internacional.
Socavan gobiernos y la transición a la democracia de las sociedades que devienen del socialismo o del autoritarismo. Minan los intentos de los países en desarrollo y en transición para desarrollar democracias y convertirse en economías de mercado libre. Ninguna forma de gobierno es inmune al desarrollo de las organizaciones criminales transnacionales, ningún sistema legal es capaz de controlar totalmente el crecimiento de ese crimen y ningún sistema económico o financiero está seguro frente a la tentación de obtener ganancias a niveles muy superiores a los que son posibles con las actividades legales. Las consecuencias son aun más devastadoras en las sociedades en transición, donde el pueblo trata de establecer la democracia, la autodeterminación y el imperio del derecho. El crimen organizado ha penetrado en Argentina desde hace décadas, desde el nivel municipal hasta el federal, a través del financiamiento de campañas políticas y la elección de sus miembros como parlamentarios. Los grupos criminales han designado funcionarios de gobierno. En algunos casos, han suplantado al Estado al proporcionar la protección, el empleo y los servicios sociales que ya no pueden obtenerse del nuevo gobierno que lucha por sobrevivir.
Los costos del crimen organizado son impresionantes. La corrupción y la penetración del crimen organizado en el sistema político, impiden la aprobación de las nuevas leyes necesarias para las trasformaciones democráticas y el mercado libre. Una autoridad impositiva corrupta y los vínculos del personal del gobierno con el crimen organizado, privan al Estado de los ingresos que necesita. Cantidades substanciales de ciudadanos han perdido la fe en la integridad y capacidad del proceso legal y en la capacidad de sus gobiernos para cumplir con sus obligaciones básicas, tales como el pago de salarios, de beneficios jubilatorios, del cuidado de la salud o la seguridad pública.
Pero el costo inaceptable de esta presente agresión estratégica generalizada, es la degradación y destrucción de la identidad cultural de las generaciones jóvenes, que ven cegado su futuro y truncadas sus esperanzas de progreso. Debemos recuperar moralmente a nuestra sociedad y sus instituciones. Hemos perdido sucesivas generaciones de jóvenes en los últimos treinta años. En los 70’, embarcados en la borrachera ideológica que destruyó a muchos hogares de clase media en la locura subversiva y que ha dejado profundas secuelas sociales e institucionales, cuya incomprensión hoy impide la rehabilitación plena del Estado-Nación. En los ‘80 pos Malvinas, hasta hoy, los jóvenes fueron pasto de las drogas.
Como en EEUU, con la guerra de Vietnam, se creó entre nosotros un ambiente de desesperanza moral que hizo grave daño entre los jóvenes. Progresivamente también, se desintegró el sentido de orgullo nacional, de disciplina social y de confianza en el progreso
futuro de la Argentina. No vislumbrar esta realidad, es negarnos a nosotros mismos la posibilidad de entenderla como ventana de oportunidad para alcanzar el desarrollo sostenido de nuestro país y, por ende, de toda la región, que en definitiva es la única herramienta que nos permitirá destruir, o por lo menos contener al flagelo estratégico más complejo del siglo que comienza.
Hoy más que nunca toman fuerza y vigor las palabras de José Ingenieros, dirigidas a la juventud, pronunciadas a finales del siglo XIX: “Avergüénzate, joven, de torcer tu camino cediendo a tentaciones indignas. Si eres artesano evita enlodazarte recibiendo cosa alguna que no sea en compensación de tus méritos; si eres poeta, no manches la túnica de tu musa cantando en la mesa donde se embriagan los cortesanos; si eres sembrador, no pidas la protección de ningún amo y espera la espiga lustrosa que el encantamiento de tus manos rompe el vientre de la tierra; si eres sabio, no mientas; si eres maestro, no engañes. Pensador o filósofo, no tuerces tu doctrina ante los poderosos que la pagarían sobradamente; por tu propia grandeza debes medir tu responsabilidad y ante la estirpe entera tendrás que rendir cuenta de tus actos. Sea cual fuere tu habitual menester –hormiga, ruiseñor o león-, trabaja, canta o ruge con entereza y sin desvío: vibre en ti una partícula de tu pueblo.”
*Dr. Jorge Corrado. Director del Instituto de Estudios Estratégicos de Buenos Aires.
Profesor Titular de Ciencia Política, Estrategia y Geopolítica de la Universidad Católica
de La Plata.
ROSARIO, CIUDAD FALLIDA. ARGENTINA, ESTADO FALLIDO
Por Dr. Jorge Corrado.“…Del exterior llega al país una avalancha de estupefacientes, importados por un grupo de contrabandistas eficientes y bien organizados. La quinta parte de la población se torna drogadicta, epidemia que supera a cualquiera que se conozca desde la época de las grandes plagas. No sólo sucumben los pobres, sino también los potentados. El hampa ostenta con cinismo los dividendos del narcotráfico, a más de dominar muchos gobiernos regionales y aún amenazar la integridad del gobierno nacional. Ninguno de sus adversarios está a salvo de sus sicarios, ni siquiera el Jefe de Estado. Las instituciones del orden están en ruinas. El deterioro de los cimientos morales de la nación es ya más que peligroso…”
Por conocido que esto suene, no es una descripción de Colombia de 1995, o de Argentina 2023, sino la de China de 1838, en vísperas de la primera Guerra del Opio, cuando Gran Bretaña desembarcó tropas para obligar a China a ingerir el veneno que distribuían los mercaderes británicos. Así es como lo describe a sus superiores en el exterior, uno de los más importantes narcotraficantes británicos: “Mientras China siga siendo una nación de opiómanos, no hay el menor motivo para temer que se convierta en potencia militar de importancia alguna, ya que el vicio agota las energías y la vitalidad de la Nación”.
El optimismo cultural que acompañó a un posible desarrollo más o menos venturoso de nuestra América en los 50’ y en los 70’, templó la fibra moral de las naciones cuya herencia religiosa y cultural se refleja las creencias profundamente arraigadas, aun hoy, en el inconsciente colectivo.
Con la crisis social maniquea surgida desde la guerra fría (1947) y la de la deuda progresiva (1980), vino la desesperanza del desempleo en masa, la desnutrición crónica y la marginación: los ingredientes de un ambiente de pesimismo cultural, propicio al narcotráfico, al terrorismo y al caos de la desintegración socio-política.
Hoy, toda nuestra América Latina constituye el ámbito ideal para la propagación de lo que se denomina Crimen Organizado Transnacional y que en nuestro continente tiene un nombre: NARCOTERRORISMO.
En notas anteriores hemos definido a éste hecho y a ésta amenaza estratégica. Hoy nos adentraremos en su íntimo funcionamiento operativo, su modos de acción y las estrategias que instrumenta para la prosecución de sus fines.
Los grupos del crimen organizado transnacional son, de variadas formas, los que sacan más provecho de la globalización. Las empresas legítimas se ven todavía constreñidas por leyes y regulaciones extemporáneas de los países donde operan. Las organizaciones y redes del crimen transnacional consiguen, con ayuda de la corrupción, de la extorsión y de la intimidación, usar para su total beneficio a los mercados abiertos y a las
sociedades en decadencia.
Hay tres tipos básicos de corporaciones relacionadas con el crimen organizado:
Estructuras empresariales ilegales, como los carteles de las drogas;
Firmas legales que se involucran en el delito financiero, como los bancos que, de hecho, se especializan en facilitar el lavado de dinero y la evasión impositiva y
Empresas lícitas creadas, total o parcialmente, con dinero obtenido del crimen
organizado.
Las organizaciones criminales organizadas no sólo mantienen vínculos con algunas empresas legítimas y con algunos sectores del gobierno. A veces prosperan también con el terrorismo y la guerra civil. En unos 30 países, los grupos que participan en la rebelión armada contra el gobierno financian sus campañas terroristas, total o parcialmente, con ingresos generados por los impuestos que le cobran a la producción de drogas o
por su participación directa en el tráfico.
No es una coincidencia que las perturbaciones políticas de la década de los ’90, en Europa Sudoriental, estuvieran relacionadas con la ruta de los Balcanes por la que, en cada año, pasan a Europa toneladas de heroína. Y no es una coincidencia que Afganistán, Colombia y Birmania, los tres productores de drogas más importantes del mundo, sean al mismo tiempo el escenario de algunas de las guerras civiles más prolongadas de los últimos 50 años.
El gran número de actores, las inmensas sumas de dinero, el necesario sigilo de la clandestinidad y las dimensiones internacionales del mercado: todo ello, obliga a los criminales transnacionales a combinar, a lo largo de toda la transacción, una serie de bienes y servicios de naturaleza económica, política y militar. Para que éstos actores puedan desenvolverse, tres servicios fundamentales tienen que estar disponibles: el capital, la violencia y la no actuación de las autoridades y órganos jurisdiccionales del Estado. El Crimen Organizado Transnacional posee, consecuentemente, un carácter multivalente. Más allá de la mera y axial acción económica, se desempeña también necesariamente en los campos político y de seguridad. Por ende, es una agresión estratégica de primer orden, debiendo ser prevista y planificada por su esencia en el área de la Política de Defensa Nacional. Pero nuestra Legislación de Defensa y Seguridad le dan categoría policial, de delito común. Estas leyes prohíben el planeamiento al negar la Inteligencia Estratégica de las FFAA ante una agresión estratégica al Estado. Y hoy se las envía a Rosario porque las demás fuerzas policiales fueron lógicamente desbordadas y contaminadas. Es como si Einsenwoher hubiese enviado a Normandía un batallón a la vez. Gravísimo error, todo es espasmódico y táctico, no hay plan, no hay liderazgo. Y la palabra Seguridad Nacional está prohibida ideológicamente. Y eso es lo que necesita Argentina UNA ESTRATEGIA DE SEGURIDAD NACIONAL, que incorpore a TODA LA FUERZA DEL ESTADO, doctrinas que existen en la mayoría de los países avanzados del mundo. Si no sabemos, no podemos o no queremos, por lo menos copiemos los ejemplos exitosos.
Nuestro país desde la sanción de esas dos leyes ha dividió la Defensa y la Seguridad en interna y externa, sin entender los tiempos que corren, donde la globalización borró de un plumazo la fronteras físicas y hoy el mundo es una gran aldea común donde los países serios tratan de hacer acuerdos regionales de Defensa y Seguridad ante las amenazas transnacionales. Sólo es una cuestión de sentido común. Pero en nuestro País es exactamente al revés. Y hoy lo pagamos con sangre en las calles.
El poder de la mafia se extiende cada vez más, a través de su desleal competencia, de manera creciente. Incluye pingues ingresos, armas ilegales, el asesinato, la violencia física y todo el repertorio de acciones imaginables, en función de sus fines. La crisis del monopolio estatal de la violencia y su exceso de “liberalidad”, llamada “Política de Derechos Humanos”, obra como multiplicador del poder de los mafiosos y les posibilita “readaptar” el sentido del repertorio de acciones heroicas, que constituyó “el legajo del hombre de honor” hace treinta años.
A manera de hipótesis, que en muchos casos ya son hechos, es posible pensar que las estrategias de búsqueda de legitimidad de los empresarios criminales, buscan y logran la incapacidad local de reacción de Estado, que obstaculice la actividad criminal. En la actualidad los grupos mafiosos consideran más eficiente, para neutralizar la acción del Estado, buscar la aceptación de la clase dirigente política-corporativa y el acceso a las redes de poder que el apoyo popular directo, como lo hicieran los terroristas revolucionarios en décadas recientes.
Otra estrategia mucho más directa e igualmente presente en todos los segmentos del mercado ilegal, es el soborno ocasional o regular de miembros o unidades enteras de autoridades políticas, militares, policiales, judiciales o burocráticas. La corrupción no debe ser considerada como exclusiva de los mercados ilegales. Sin embargo, en los mercados ilegales, la corrupción ocupa un lugar central, que usualmente no ocupa en los mercados legales.
ASÍ LAS COSAS, DESDE LA PERSPECTIVA DEL ESTADO LA CORRUPCION DE SUS FUNCIONARIOS SE ASEMEJA MUCHO A UNA HIDRA DE MIL CABEZAS, O A UN “BALANCE GENERAL DE COMPORTAMIENTO ILEGAL”.
La estrategia más eficaz y confiable de las organizaciones criminales (y probablemente la más corrosiva, en lo que a la legitimidad del Estado se refiere) es mantener varios funcionarios estatales en PUESTOS CLAVES, en una lista regular de pagos, es decir, establecer verdaderas “redes de infiltración e información”. Los círculos sociales, políticos y económicos, que giran en torno al poder a través de las relaciones de amistad o sobornos, pueden posibilitar a los empresarios narcotraficantes
accesos de alto nivel, para inhibir a los organismos de la seguridad y de la justicia. Se trata de una estrategia que, en ocasiones, puede ser más eficaz que la mera compra e infiltración de las autoridades superiores con responsabilidades políticas.
Los grupos del crimen transnacional controlan miles de millones de dólares en activos. Su enorme poderío económico facilita la corrupción nacional e internacional.
Socavan gobiernos y la transición a la democracia de las sociedades que devienen del socialismo o del autoritarismo. Minan los intentos de los países en desarrollo y en transición para desarrollar democracias y convertirse en economías de mercado libre. Ninguna forma de gobierno es inmune al desarrollo de las organizaciones criminales transnacionales, ningún sistema legal es capaz de controlar totalmente el crecimiento de ese crimen y ningún sistema económico o financiero está seguro frente a la tentación de obtener ganancias a niveles muy superiores a los que son posibles con las actividades legales. Las consecuencias son aun más devastadoras en las sociedades en transición, donde el pueblo trata de establecer la democracia, la autodeterminación y el imperio del derecho. El crimen organizado ha penetrado en Argentina desde hace décadas, desde el nivel municipal hasta el federal, a través del financiamiento de campañas políticas y la elección de sus miembros como parlamentarios. Los grupos criminales han designado funcionarios de gobierno. En algunos casos, han suplantado al Estado al proporcionar la protección, el empleo y los servicios sociales que ya no pueden obtenerse del nuevo gobierno que lucha por sobrevivir.
Los costos del crimen organizado son impresionantes. La corrupción y la penetración del crimen organizado en el sistema político, impiden la aprobación de las nuevas leyes necesarias para las trasformaciones democráticas y el mercado libre. Una autoridad impositiva corrupta y los vínculos del personal del gobierno con el crimen organizado, privan al Estado de los ingresos que necesita. Cantidades substanciales de ciudadanos han perdido la fe en la integridad y capacidad del proceso legal y en la capacidad de sus gobiernos para cumplir con sus obligaciones básicas, tales como el pago de salarios, de beneficios jubilatorios, del cuidado de la salud o la seguridad pública.
Pero el costo inaceptable de esta presente agresión estratégica generalizada, es la degradación y destrucción de la identidad cultural de las generaciones jóvenes, que ven cegado su futuro y truncadas sus esperanzas de progreso. Debemos recuperar moralmente a nuestra sociedad y sus instituciones. Hemos perdido sucesivas generaciones de jóvenes en los últimos treinta años. En los 70’, embarcados en la borrachera ideológica que destruyó a muchos hogares de clase media en la locura subversiva y que ha dejado profundas secuelas sociales e institucionales, cuya incomprensión hoy impide la rehabilitación plena del Estado-Nación. En los ‘80 pos Malvinas, hasta hoy, los jóvenes fueron pasto de las drogas.
Como en EEUU, con la guerra de Vietnam, se creó entre nosotros un ambiente de desesperanza moral que hizo grave daño entre los jóvenes. Progresivamente también, se desintegró el sentido de orgullo nacional, de disciplina social y de confianza en el progreso
futuro de la Argentina. No vislumbrar esta realidad, es negarnos a nosotros mismos la posibilidad de entenderla como ventana de oportunidad para alcanzar el desarrollo sostenido de nuestro país y, por ende, de toda la región, que en definitiva es la única herramienta que nos permitirá destruir, o por lo menos contener al flagelo estratégico más complejo del siglo que comienza.
Hoy más que nunca toman fuerza y vigor las palabras de José Ingenieros, dirigidas a la juventud, pronunciadas a finales del siglo XIX: “Avergüénzate, joven, de torcer tu camino cediendo a tentaciones indignas. Si eres artesano evita enlodazarte recibiendo cosa alguna que no sea en compensación de tus méritos; si eres poeta, no manches la túnica de tu musa cantando en la mesa donde se embriagan los cortesanos; si eres sembrador, no pidas la protección de ningún amo y espera la espiga lustrosa que el encantamiento de tus manos rompe el vientre de la tierra; si eres sabio, no mientas; si eres maestro, no engañes. Pensador o filósofo, no tuerces tu doctrina ante los poderosos que la pagarían sobradamente; por tu propia grandeza debes medir tu responsabilidad y ante la estirpe entera tendrás que rendir cuenta de tus actos. Sea cual fuere tu habitual menester –hormiga, ruiseñor o león-, trabaja, canta o ruge con entereza y sin desvío: vibre en ti una partícula de tu pueblo.”
*Dr. Jorge Corrado. Director del Instituto de Estudios Estratégicos de Buenos Aires.
Profesor Titular de Ciencia Política, Estrategia y Geopolítica de la Universidad Católica
de La Plata.
ROSARIO, CIUDAD FALLIDA. ARGENTINA, ESTADO FALLIDO – Prisionero en Argentina
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