Derruido dijo:
Podemos o no estar de acuerdo con el autor del artículo, pero la realidad es innegable.
¿Es posible, todavía, emular a Brasil?
Por Mariano GrondonaDomingo 2 de diciembre de 2007 | Publicado en la Edición impresa Noticias de Opinión:
En 1964, un golpe militar desplazó en Brasil a un demagogo de poca monta, el presidente Goulart, y lanzó un espectacular proceso de desarrollo económico al que se llamó "el milagro brasileño", con tasas de diez por ciento de crecimiento anual que durarían una década.
Por ese entonces, la Argentina tenía un ingreso por habitante tanto más alto que Brasil, que las cifras de producción global de ambos países eran similares pese al enorme peso geográfico y demográfico de nuestro vecino. Si uno consulta la bibliografía de la época, encontrará abundantes alusiones al liderazgo latinoamericano que legítimamente pretendía la Argentina en estrecha competencia con Brasil, porque nuestra ventaja cualitativa compensaba por entonces nuestra desventaja cuantitativa.
El golpe de 1964 conmovió estas presunciones. Al crecer al 10 por ciento anual durante los años 60, Brasil se nos empezaba a escapar. Esta imagen de la escapada de Brasil provocó algo muy parecido al pánico entre los dirigentes políticos y militares de la Argentina de la época, lo que favoreció el golpe militar del general Onganía en 1966 detrás de una meta claramente expresada y ampliamente compartida: mantener a toda costa la paridad con Brasil.
Si los militares brasileños estaban empujando a su país al salto económico que necesitaba, ¿por qué no podrían hacerlo sus pares argentinos? Esta idea se divulgó por entonces en la Argentina como antes lo había hecho en Brasil. El general Castello Branco desde Brasilia en 1964 y el general Onganía desde Buenos Aires dos años más tarde parecían destinados a corporizarla. .
Comparar a Ongania con Castello Blanco es mas que payacesco. Mientras Castello Blanco empezo el Milagro Brasileño, Ongania nos saco la Estabilidad Economica que habia logrado Illia. Con Illia teniamos un 5-6 Por ciento de Crecimiento Sostenido, se mantenia el Petroleo en Manos del Estado, pero se alentaban las Inversiones Extranjeras. Con Ongania comenzo nuestro Derrumbe, empezo la Inflacion etc.
Encima, el petróleo
Ante estos recuerdos comunes a las dos naciones, las noticias que nos vienen de Brasil en estos días parecen de otra galaxia. La revista inglesa The Economist , después de resumir los datos centrales del formidable desarrollo brasileño actual y después de comprobar que, con el reciente descubrimiento del campo petrolífero de Tupi en aguas cercanas a Río de Janeiro, Brasil parece destinado a competir con los países árabes, remató su nota con esta exclamación: "¡Todo esto y encima el petróleo!".
Hacía décadas que los brasileños buscaban petróleo sin encontrarlo. Empeñados en lograr el autoabastecimiento energético, abrieron entonces la vía de los combustibles renovables como el etanol al mismo tiempo que los norteamericanos. Mientras esta iniciativa les permitía avanzar en dirección del autoabastecimiento, no confiaron en sus propias fuerzas para seguir buscando petróleo; llamaron en cambio a grandes empresas petrolíferas extranjeras como British Petroleum, que tenían los recursos y la tecnología para intentarlo. Al fin, cuando brotó el petróleo en cantidades que no habían imaginado, descubrieron que Dios es brasileño.
Pero Tupi no habría sido posible con el rechazo sistemático del capital extranjero que prevalece entre nosotros. Si nosotros expulsamos a los grandes capitales, que son los únicos capaces de perforar el mar, y si los brasileños procuran atraerlos, ¿es acaso sorprendente que el descubrimiento de la nueva cuenca haya ocurrido en Brasil y no en la Argentina? Brasil atrajo. La Argentina expulsó. Ellos, ahora, nadan en petróleo. Nosotros vamos a importarlo. ¿Quiénes han tenido razón entonces? ¿Los brasileños, guiados por un sentido práctico y un auténtico nacionalismo, o los argentinos, encandilados por un patrimonialismo que prefiere que el Gobierno maneje todo lo que hay junto con sus amigos, aunque ese "todo" sea bien "poco"? ¿Los brasileños, que se abren al mundo, o los argentinos, que, según la reciente encuesta de Latinobarómetro, son los latinoamericanos que menos confían en los Estados Unidos y en las fuerzas del mercado?
Brasil se nos escapa cada vez más lejos. Recibe capitales en abundancia. Descubre tanto petróleo como tiene Venezuela. Ya no nos aventaja sólo cuantitativamente, sino también cualitativamente. El pánico de los años sesenta se ha concretado.
Negar, imitar, emular
¿Qué hacer frente a esta comparación tan lamentable como innegable? Una alternativa es ignorarla viviendo satisfechos en medio del monopolio estatal que manejan el Gobierno y sus amigos mientras al pueblo se lo distrae con ráfagas de consumismo. Ignorar asimismo que, si hasta los años 60 la Argentina aventajaba a Brasil, ello no había resultado de una preferencia divina, sino del talento y el esfuerzo extraordinarios de varias generaciones argentinas a partir de las de 1853 y 1880. Finalmente, también podríamos envidiar al gigante brasileño como hemos envidiado al gigante norteamericano, diciéndonos que sus diplomas son falaces, producto de la explotación y no del mérito.
O podemos, al revés, reconocer que nos han sacado una enorme ventaja por sus propios aciertos y por nuestros propios errores. ¿Qué tiene hoy Brasil que no tenemos nosotros? Tiene a su favor una inmensa corriente de inversiones internacionales. Tiene a su favor el escorzo de un sistema bipartidista, con el Partido de los Trabajadores, de Lula, y el Partido Socialdemócrata, de Cardoso, sin que ninguno de sus dos presidentes haya pretendido un tercer período consecutivo como Chávez, Morales y Correa, y potencialmente los Kirchner; prefirieron en cambio la permanencia de las instituciones a la fugacidad del personalismo. Tiene Itamaraty, que administra los objetivos internacionales de largo plazo. Tiene fuerzas armadas respetadas y poderosas, cada vez más "armadas" porque sólo este año aumentarán sus gastos en un 50 por ciento. No tiene Montoneros ni represores en una guerra infinita. Tiene políticas de Estado más allá de las variaciones de sus gobiernos. No padece la brusca sucesión de facciones antagónicas en el poder. Es, en suma, una nación.
Estas características explican por qué Brasil se nos ha alejado. La ausencia de ellas explica por qué nosotros nos hemos quedado. Pero si no queremos acudir a la refutación engañosa de la envidia, tenemos que saber que a Brasil, todavía, nos es posible emularlo. El verbo "emular" proviene de la raíz latina im- , del cual también deriva "imitar". Pero "emular" apunta más lejos. Así lo consigna el Diccionario de la Lengua Española cuando define "emular" de esta manera: "Imitar las acciones de otro procurando igualarlas e incluso excederlas".
Todavía nos es posible emular a Brasil porque su actual superioridad no es un destino fatal, sino apenas una importante ventaja a lo largo de una carrera secular, todavía inconclusa. Para la generación de nuestros padres era ofensivo que nos compararan con Brasil. Mi generación ha visto, en cambio, cómo se nos escapaba Brasil. Corresponderá a la próxima generación imitar al Brasil de hoy para superarlo otra vez, acaso, en el futuro. La carrera entre las dos naciones principales de América del Sur no ha terminado. Es una maratón que las estimula. Cuando Brasil era imperio, la Argentina no era nada. Para la Argentina de la generación del ochenta, nuestro adelanto sobre Brasil era aparentemente insuperable. Mi generación asistió al adelantamiento de Brasil. La animosa carrera entre la Argentina y Brasil duró y durará siglos. Para mantenernos en ella, lo primero que tendremos que hacer los argentinos de hoy es imitar a Brasil cual si él fuera nuestro mañana.[/QUOTE]