Descifraron pistas del programa atómico nazi
Detectives nucleares precisaron hasta donde llego la ciencia alemana, a partir del aná¡lisis de un cubo de uranio.
José Manuel Abad
El País, de Madrid
Karlsruhe (Alemania). El 24 de abril de 1945, los miembros de la misión Alsos entraron a la ciudad alemana de Haigerloch, que ya estaba bajo dominio francés.
La misión Alsos formaba parte del Proyecto Manhattan, el plan secreto liderado por Estados Unidos para crear una bomba atómica antes que los alemanes.
Su objetivo: descubrir si los nazis les habían pisado los talones en la carrera por el arma que su país utilizaría cuatro meses después contra Japón.
Los miembros de Alsos tomaron prisioneros en sus casas a muchos científicos, pero uno de ellos, Werner Heisenberg, premio Nobel de Física en 1932 por la creación de la mecánica cuántica, había conseguido escapar de la ciudad dos días antes.
Heisenberg era un científico valorado en la Alemania nazi. Trabajaba para crear un reactor nuclear con apoyo del ejército. Pero en 1942 los militares le pidieron que desarrollara un arma nuclear en nueve meses.
Heisenberg reconociá que no era capaz de hacerlo y perdiá el apoyo que tenía.
En una Berlín asediada, decidía marcharse a Haigerloch para seguir trabajando en su reactor. Le pidió a un colega más aventajado en la carrera nuclear, Kurt Diebner, que le facilitara cubos de uranio que había conseguido fabricar.
Pero la derrota alemana hizo imposible que concretara su proyecto. Ayudado por otros científicos, Heisenberg enterró los cubos de uranio, subió a su bicicleta y recorrió 250 kilómetros hasta la ciudad de Garmisch-Partenkirchen, en la frontera con Austria.
Allí se refugió con unos familiares para zafar de una detención que al final resultó inevitable. Una versión de aquellos hechos afirma que en su huida llevó consigo un curioso recuerdo de los días de laboratorio: unos cuantos de los 664 cubos de uranio del reactor que construyó.
Hasta ahora no se había podido confirmar que los llevara consigo. A principios de los años 60 unos niños encontraron un cubo de metal en la orilla de un río no muy lejos de Garmisch-Partenkirchen.
De mano en mano. El cubo pasó por manos privadas y públicas hasta que en 2002 llegó a los científicos del Instituto de Elementos Transuránicos (ITU) de Karlsruhe (Alemania), un centro de investigación de la Comisión Europea reconocido por albergar a algunos de los mejores detectives nucleares de Europa.
Detectives nucleares es la denominación coloquial que asumen con naturalidad los forenses nucleares de este centro de investigación, capaces de hacer hablar a apenas unos miligramos de material radiactivo para que revelen su origen, su fecha de procesamiento y algunos otros datos que matizan científicamente la narración oficial de la historia.
El uranio, como todos los elementos radiactivos, es inestable. Sus átomos van desintegrándose gradualmente. Ese proceso y el período de tiempo necesario para que la mitad de los núcleos de un elemento se desintegre es suficientemente conocido: se denomina semi vida y permite datar su edad. Sin embargo, se trata de un proceso en parte aleatorio y las cifras se logran por una aproximación estadística.
Además, los isótopos (variantes con diferente número de neutrones de un mismo elemento químico) que componen el uranio natural tienen una semi vida muy larga.
Por ejemplo, el isótopo de uranio 234U, presente en el 0,0055 por ciento del uranio natural, tiene una semi vida de 245.500 años.
Con un tiempo tan largo y una cantidad de muestra tan ínfima, parece difícil precisar una fecha concreta. Sin embargo, científicos del ITU, bajo la dirección de Klaus Mayer, acaban de afirmar que el uranio del cubo se procesó por última vez a finales de 1943. Es decir, poco antes de que, según el relato histórico, llegara a manos de Heisenberg.
Empleando simultáneamente dos técnicas, los detectives nucleares lograron la primera prueba experimental de la actividad nuclear de la Alemania nazi. Y consiguieron precisar hasta dónde había llegado la ciencia nuclear alemana.
Conclusiones. Los fragmentos revelaron la presencia de impurezas de parafina, una de las sustancias moderadoras que permiten que los neutrones tengan una probabilidad mayor de interactuar con el uranio y desencadenen así la esperada reacción nuclear.
La parafina era la sustancia moderadora favorita de Heisenberg.
Además, se hallaron trazas de calcio, que se usaba para convertir el óxido de uranio en el metal de las cápsulas.
Así determinaron que aquel uranio se extrajo de la mina checa de Joachimsthal (actual Jachymov).
Para saberlo usaron unas bases de datos muy completas. En el ITU se dispone de bases de prácticamente todos los lugares en el mundo donde se extrae o se procesa el uranio, con excepción de ciertas zonas de Asia Central.
Heisenberg murió en 1976. Siempre negó, esgrimiendo motivos morales, que su investigación apuntara al desarrollo de una bomba atómica.
Para lograrla, hay que enriquecer el uranio aún más que para su uso en reactores.
Ahora, los investigadores del ITU comprobaron que en los cubos de uranio no había arrancado el proceso de fisión. Sus dispositivos no eran los adecuados para una reacción de fisión retroalimentada, dicen estos particulares detectives.
En otras palabras, el reactor de Heisenberg fracasó. Y si no era capaz de conseguir uranio lo suficientemente enriquecido para poner en marcha su reactor, mucho menos lo era para fabricar una bomba atómica. Los científicos de Hitler no les habían pisado los talones a los norteamericanos.
Fuente: www.lavoz.com.ar