EL MILAGRO DE EMPEL
La devoción mariana de la Infantería española, circustancial a la nación española y tradicional en sus ejércitos, se concretó en este periodo en las advocaciones del Rosario y la Purísima Concepción. La Infantería embarcada en Lepanto había combatido con el rosario al cuello; el Sumo Pontífice había instituido la fiesta de Nuestra Señora del Rosario para conmemorar la victoria y los tercios se habían acogido a su patronazgo. Andando el tiempo, las Reales Ordenanzas de Carlos III harían de precepto el rezo del rosario por compañías.
En Flandes, quince años después de Lepanto, tres tercios viejos de infantería española, aislados y cercados por la flota rebelde en el dique de Empel frente a la isla de Bomel, escaparon a la destrucción de un modo que los católicos no vacilaron en calificar de Milagro, y los historiadores protestantes de "desafortunada concurrencia de circunstancias insólitas. El llamado "Milagro de Empel" propagó en la Infantería española la devoción a la Purísima que tres siglos después tomaría rango oficial al declararla Patrona del Arma una Real Orden Circular de la Reina Regente doña Maria Cristina de Habsburgo.
El escenario
Hay que recordar que los Países Bajos ocupan las tierras bajas e inundables de las desembocaduras de los grandes ríos Escalda, Mosa, Rhin y Ems, entre el Paso de Calais y las islas de Frisia, donde a lo largo de la Edad Media se habian formado en torno a prósperas ciudades mercantiles una veintena de pequeños estados. Carlos V, que había heredado una docena de ellos (el llamado "Círculo Borgoñón") adquirió otros seis más por diversos medios para englobar en una sola entidad politica la región más próspera de Europa. A Carlos, nacido y criado en Flandes y Brabante, le gustaba retornar a la que consideraba , y sin duda era, su patria y clave de su múltiple corona. El día de su abdicación, precisamente en Bruselas, Carlos dejó los Paises Bajos a su primogénito Felipe; y la situación política de los Países Bajos, nunca exenta de sobresaltos ( en 1488 la ciudad de Brujas había hecho prisionero al Emperador Maximiliano; y en 1540, el propio Carlos había tenido que reprimir severamente la rebelión de su ciudad natal ) empeoró bajo Felipe II.
A diferencia de su padre, Felipe había nacido y se había criado en España, su lengua materna era portuguesa, y desde 1559 hasta su muerte no pisó los Paises Bajos. En una amarga expiación histórica, los flamencos se vieron gobernados por extranjeros como lo habían estado por flamencos los castellanos de las Comunidades. El descontento alentado por los enemigos de Felipe estaba encabezado por una nobleza que se sentía relegada desde la muerte del Emperador y de la que el Rey desconfiaba.
Pero la causa fundamental que enfrentó al Rey con parte de sus súbditos fue la escisión religiosa que dividió Europa en bandos irreconciliables. Felipe prefería perder todo antes que gobernar sobre herejes, y se sentía obligado a defender las vidas y conciencias de sus súbditos católicos. Con parecida determinación, los rebeldes se oponían al establecimiento de la Inquisición y al gobierno por extranjeros.
El choque de estas dos tenaces voluntades produjo la larga y sangrienta guerra conocida fuera de España como "Guerra de los ochenta años", y en España como "Guerras de Flandes".
Felipe había dejado en Bruselas de Gobernadora a su hermana Margarita, Duquesa de Parma, hija natural del Emperador. En agosto de 1566, Margarita afrontó una rebelión y rogó a su hermano que viniera personalmente pero que no trajera más españoles. Obligado por las circunstancias, Felipe hizo justamente lo contrario y envió 10.000 hombres al mando del Duque de Alba", con instrucciones secretas que le daban atribuciones superiores a las de la propia Gobernadora. Margarita, que había logrado apaciguar la rebelión antes de la llegada del Duque, renunció. Alba hizo ejecutar a 400 rebeldes, y en los siete años siguientes, con fuerzas siempre crecientes pero siempre en inferioridad de medios, no sólo no extinguió la rebelión sino que consolidó la voluntad de resistencia.
Felipe destituyó al Duque y lo sustituyó en 1573 por su amigo personal Luis de Requesens, a cuya muerte, cuatro años más tarde, el Rey nombró a su hermano Don Juan de Austria. Cuando al cabo de un año Alejandro Farnesio, sobrino del rey, llegó a Bruselas, la situación era insostenible. El ejército multinacional del Rey con casi ochenta mil veteranos no parecía tener posibilidades de victoria frente a los rebeldes; la rebelión se extendía a las provincias católicas y los Países Bajos estaban esquilmados por diez crueles años de guerra.
Los actores
Aunque suelen denominarse " españoles " a los ejércitos del Rey en los Países Bajos, y " holandeses " a sus adversarios, tales denominaciones, ciertamente explicables, no se ajustan rigurosamente a los hechos. El Rey era "medio flamenco" ( lo mismo que tres de sus cinco Gobernadores hasta ese momento ), y los españoles sólo constituían del 7 al 16 por 100 de los efectivos de su ejército. Por otra parte, sus adversarios ( "los Estados" o "los rebeldes" en la terminología de la época ) eran asimismo multinacionales en mandos y tropa. No había frontera fija y prácticamente cada uno de los estados y ciudades tenía dividida su población por el enfrentamiento religioso de una guerra a la vez religiosa, civil y europea.
En 1579 los siete estados del norte (Güeldres, Holanda, Zelanda, Utrecht, Frisia, Overijssel y Groninga) firmaron la Unión de Utrecht, y dos años después levantaron Acta de Abjuración de su juramento de fidelidad a Felipe II.
Con ello los contendientes quedaron mejor definidos pero la adhesión de las poblaciones continuó fluctuando en la terrible alternativa entre la opresión religiosa y la brutalidad y exacciones de los ejércitos.
Farnesio, que tenía tanta habilidad política como militar, y que gozaba de la confianza ilimitada de sus hombres, enderezó progresivamente la situación y supo separar de los rebeldes a las provincias mayoritariamente católicas.
Cuando recuperó Amberes en el verano de 1585, se sintió en condiciones de acudir a las " islas de Gelanda y Holanda " cuyas poblaciones católicas oprimidas por los rebeldes protestantes le pedían auxilio. Farnesio licenció buena parte de su ejército y envió el resto al norte, al mando del Conde de Mansfelt.
Entretanto llegó un tercio de españoles en respuesta a la petición de refuerzos hecha por Farnesio durante el sitio; se trataba de un tercio formado cinco años antes para las jornadas de Portugal y las Terceras al mando del Maestre de Campo Don Francisco de Arias Bobadilla, ilustre soldado con más de veinte años de servicío.
El Tercio de Bobadilla se incorporó al ejército de Mansfelt que se dirigía al límite de la zona controlada por los rebeldes, al norte de Brabante y Güeldres. Mansfelt llegó a la orilla meridional del Mosa, donde hizo acuartelar el grueso, y mandó a Bobadilla que ocupara la isla de Bommel. Esta isla " el Bommelwaard " tiene unos 25 kilómetros de este a oeste, 9 de anchura máxima de norte a sur, y está formada por los ríos Mosa y Vaal, que se aproximan mucho al Este de la isla, y están comunicados por brazos de unión en ambos extremos de la isla. La comarca es baja, fértil y bien trabajada, y en ella existían tres plazas fuertes en poder de los rebeldes.
Bobadilla pasó el Mosa, que no es excesivamente ancho en esta parte, con su propio Tercio además de los Tercios de Mondragón e Iñiguez, una compañía de arcabuceros españoles a caballo y seis piezas de artillería. Eran en total 61 banderas ( Compañías ) con más de cuatro mil españoles, " combatientes expertos, flor del ejército español ", la mayor parte de la Infanteria española de Mansfelt, y la única por tanto que tenia Farnesio.
Las primeras decisiones
La decisión de ocupar la isla de Bommel era discutible y desde luego fue ridiculizada por el enemigo, que vio una excelente oportunidad de desquite, ya que la isla está totalmente protegida por diques y es fácilmente inundable. A Felipe, Conde de Holac, General de las tropas de los Estados en Holanda, Zelanda y Bommel, le " pareció buena esta ocasión para vengarse con una memorable derrota de la mejor parte del ejército católico ", y a los rebeldes " les creció un ánimo extraordinario de anegarlos y deshacerlos y quitar de aquella vez el yugo español que tenían sobre sus hombros ".
Holac armó " con muy buena infantería cien naves, de quillas chatas las más ", y arrimándose a los diques de la isla los cortó en diversos lugares. La previsora vigilancia de Bobadilla impidió que cortaran los situados directamente frente al empuje de la corriente, en cuyo caso la inundación hubiera barrido la isla. Los españoles, que estaban alojados en la zona de los pueblos de Dril, Rosan, Herwaardefl y Hurwenen en la parte oriental de la isla apenas tuvieron tiempo de subir a refugiarse en los diques. La situación era insostenible y Bobadilla dio la orden de retirada.
"La inundación echó el río sobre casi toda la isla con tanta presteza que apenas tuvo tiempo Bobadilta para llevar tras el Mosa al lugar de Empel y a otros de la vecindad las tropas, artillería y vituallas. Pero ni aquí les dejó Libres la corriente del río, porque si bien los españoles habían tomado los puntos más altos,... el campo desde la isla Bomel a Boldu que era algo más bajo (y) facilmente llamó a sí las aguas ... y menos unos altos a (los) que habían subido los soldados, el otro campo del río parecía un mar hinchado ".
Por la tarde la flota rebelde descargó el fuego de su artillería, arcabuces y mosquetes sobre los españoles que se apiñaban en el dique del Mosa y sólo al anochecer temprano, dada la estación y la latitud, pero con creciente de luna logró alejarlos Bobadilla con el fuego de sus piezas.
Al día siguiente, Martes 3 de diciembre, antes de amanecer Bobadilla terminó de pasar el Mosa con su retaguar dia. Cuando se hizo de día ante su vista sólo se extendían aguas en los siete kilómetros entre el dique y Bolduque. Los campos estaban anegados a excepción de algunas isletas que se habían formado en los lugares más altos. Los contradiques que corrían desde el dique de la orilla hasta el interior presentaban múltiples cortaduras, y una flota enemiga de cien barcos impedía proseguir la navegación hasta Bolduque a través de los campos anegados. La vanguardia de Bobadilla, que al mando del capitán Antonio de Pazos se había adelantado hacia Unguen, cerca de Bolduque, donde los tercios habían dejado sus bagajes, tuvo que retroceder perseguida por cuatro galeotas, y acogerse a un castillejo situado en una isleta junto a la iglesia de Empel, que estaba guarnecido por una escuadra de italianos.
Bobadilla se dispuso a fortificarse. Mandó hacer un fuerte alrededor de la iglesia de Empel, lo guarneció con dos capitanes y doscientos soldados para asegurar el paso del Mosa, y distribuyó los tercios en torno con orden de atrincherarse para ponerse a cubierto. Al llegar la noche mandó al Capitán Bartolomé Torralva, acompañado de un soldado flamenco " fiel, muy católico y amigo de españoles " que fuera en una barquilla con un mensaje para las autoridades de Bolduque, con ruego de que sacaran la artillería de la ciudad hasta el borde de lo anegado a fin de desalojar de allí a la flota rebelde.
En 1571, el obispo había acudido a Bruselas para tratar de librar a la ciudad de la guarnición española, que sólo fue sustituida por otra alemana tras la Pacificación de Gante de 1576. Sin embargo, este mismo año de 1585, sus habitantes habían arrojado por las murallas a los hombres de Holac que en audaz golpe de mano habían conseguido sorprender la guardia de las puertas e internarse en la ciudad.
Esta era la ciudad a la que acudía a pedir ayuda el capitán Torralva, quien no sólo llevaba mensajes para Bolduque, sino que también era podador de pliegos para Mansfelt, que estaba en Harpen, a seis leguas de allí. Bobadilla le informaba de su situación, le pedía pronto socorro; y adjuntaba asimismo un pliego para Farnesio en Bruselas.
En vísperas del acontecimiento
El miércoles 4 de diciembre, los españoles ocuparon dos isletas cercanas a la parte del dique que ocupaba el tercio de Iñiguez, que Bobadilla guarneció y puso al mando de sendos capitanes: en una de ellas asentó una pieza que contribuyó eficazmente a mantener a distancia la flota.
Mansfelt, que habia recibido el aviso de Bobadilla, se trasladó a Bolduque y desde allí envió al alférez Francisco de Zambrana, natural de Linares, con el mensaje de que en un par de dias tendría embarcaciones para atacar a los rebeldes; que Bobadilla " procurase entretenerse lo mejor que pudiese" a lo que éste replicó, a través de Zambrana, que aunque estaba escaso de bastimentos y municiones ( ya que los sitiados tenían todavía carne de vacas y caballos, pero carecían de pan y leña que escaseaba en el dique ); Mansfelt no deberia apresurarse hasta estar seguro del éxito. Cuando aparecieran las embarcaciones de Mansfelt, Bobadilla estaría preparado para cooperar al ataque con nueve " pleytas " ( barcazas ), con infantería embarcada para cerrar con ellas simultáneamente contra los buques rebeldes.
Esa noche,que hay que suponer clara pues se acercaba el plenilunio, cuando volvió Zambrana con la respuesta de Mansfelt, la flota rebelde ocupaba todo el horizonte entre Bolduque y Empel; a Zambrana le había costado encontrar marineros que quisieran llevarle. Bobadilla resolvió la dificultad con diez escudos para cada marinero y la promesa de otros tantos a cada viaje. Como apostilla Alonso Vázquez, que fue testigo presencial.
"no hay remedio más eficaz que el dinero, pues sin él no hay que esperar buenos sucesos en tas pretensiones, particularmente en las de guerra"
La mañana del jueves 5 de diciembre, Bobadilla ordenó a los Sargentos Mayores de los tercios que aprestaran las " pleytas " que habían de cooperar al ataque de Mansfelt. En cada una irían dos capitanes, diez piqueros, diez mosqueteros y diez arcabuceros. Esta composición reflejaba la de los tercios, y permitía contar con fuego de gran alcance ( mosquetes ), fuego próximo ( arcabuceros ), y picas para el combate inmediato. Como preparación espiritual, los designados " confesaron y comulgaron como siempre que han de pelear lo acostumbra la nación española ", y quedaron alertados a la espera del ataque de Mansfelt.
Ese mismo día, Bobadilla, acompañado de los capitanes más antiguos y expertos, pasó al castillejo de los italianos para estudiar la posibilidad de vadear lo anegado, que le pareció factible, tal como se le habla informado. Además, la inmovilidad de las naves holandesas hacia suponer que temían dar fondo y que estaban situadas sobre algún canal oculto por la inundación. El Capitán Melchor Martínez se ofreció voluntario para informar a Mansfelt de éste y otros extremos, y partió del castillejo en una barquilla con tres soldados españoles costeando la orilla meridional del dique por los campos anegados, presumiblemente en dirección este-oeste. Tres buques ligeros rebeldes salieron en su persecución, y aunque Melchor llegó al dique de enfrente antes que ellos no se atrevió a saltar a tierra ( por no saber si era tierra del rey o de los rebeldes ), y continuó aguas arriba del Mosa perseguido de cerca. Finalmente les dieron alcance y hubieron de desembarcar; los soldados que lo acompañaban lograron llegar hasta Mansfelt, pero el capitán resultó herido y fue capturado. Trasladado a un buque rebelde, fue bien atendido hasta que murió. Este fue el único enlace que supieron los rebeldes; los demás pasaron inadvertidos.
La captura de Melchor alentó la seguridad de los rebeldes en el éxito, y demostró a Bobadilla que no había posibilidad de vadeo ya que la flota rebelde se movía con libertad por los campos anegados. Las esperanzas de romper el cerco se reducían por tanto a que el doble ataque dispuesto por Mansfelt tuviera éxito, o a la conquista sucesiva de uno de los rosarios de isletas que unían Empel con Bolduque.
Prudentemente, Bobadilla no dejó de impulsar continuamente esta segunda posibilidad; hizo ocupar otra isleta frontera al castillejo y la guarneció con infantería al mando de dos capitanes, amén de dos piezas que alejarían los fuegos de la flota rebelde sobre los rasos del dique.
En la otra orilla mientras tanto, Juan del Aguila había conseguido llevar con sus hombres, ya que carecía de caballos, tres piezas de Bolduque al lugar de Horte, a medio camino entre Empel y Bolduque, y con ellas hacía nutrido fuego con la triple finalidad de castigar a la flota rebelde, alejarla de la isleta recién ocupada y tratar de evitar que los rebeldes ocupasen alguna de las isletas e impidieran así la salida de los cercados en saltos sucesivos. Al fuego de las piezas de Horte se sumaba el de la isleta recién ocupada.
Un mensaje de Mansfelt que había traído Zambrana alentó la esperanza de los cercados: el Conde comunicaba que ya tenía cincuenta barcas dos leguas aguas arriba del Mosa, y que antes de rayar el alba embarcaría el tercio de Juan del Aguila para atacar a la flota rebelde. En ese momento y tal como se había planeado, Bobadilla debería atacarla también con sus medios. Las señales para comenzar el ataque serian disparos de dos piezas de artillería y grandes fuegos y humos en la iglesia de Horte. En consecuencia, Bobadilla tomó disposiciones para que las pleytas estuvieran listas antes del amanecer, y sus dotaciones " con ánimo increíble " las señales esperadas de comienzo del ataque.
Sin embargo, los rebeldes, a pesar del fuego español, habían logrado ocupar las dos isletas más próximas a las de los sitiados, y trabajando febrilmente durante toda la noche tenían prácticamente terminado un fuerte. Para mayor seguridad habían apostado sus barcos enfrente, y su nave capitana estaba atravesada en la cortadura decisiva.
Cuando Mansfelt vio los fuertes al amanecer del viernes 6 de diciembre hizo que los batieran furiosamente durante dos horas desde el dique de Grave que estaba frente a ellos las piezas que los hombres de Juan del Aguila habían llevado trabajosamente allí: pero ni su fuego, ni el de las restantes piezas españolas evitó que los terminaran. Desde la otra orilla, los sitiados, que en vez de las señales de ataque vieron las isletas ocupadas y los fuertes enemigos recién construidos, " comenzaron a afligirse ". No era para menos: Estaban apiñados en islotes casi insuficientes para albergarlos, " veianse en muy gran turbación y trabajo, y el menor que pasaban era el frio, hambre y desnudez, que tanto les apretaba por estar al rigor del tiempo sin ningún reparo donde poder cubrirse ni valer de noche y día, y sobre unos diques yermos y solos, donde iban perdiendo ya las esperanzas de ser socorridos ".
Bobadilla envió a un alférez para que averiguara las causas de la suspensión del ataque, y por la noche llegó Zambrana con la noticia de "ue el enemigo habla incendiado las embarcaciones sin dejar ni una. A partir de este momento, la única posibilidad de escape imaginable, aunque descabellada, era ganar las cortaduras fortificadas por los rebeldes; es decir, atacar, desembarcar, y asaltar una y otra vez bajo el fuego de la flota y los fuertes rebeldes.
La devoción mariana de la Infantería española, circustancial a la nación española y tradicional en sus ejércitos, se concretó en este periodo en las advocaciones del Rosario y la Purísima Concepción. La Infantería embarcada en Lepanto había combatido con el rosario al cuello; el Sumo Pontífice había instituido la fiesta de Nuestra Señora del Rosario para conmemorar la victoria y los tercios se habían acogido a su patronazgo. Andando el tiempo, las Reales Ordenanzas de Carlos III harían de precepto el rezo del rosario por compañías.
En Flandes, quince años después de Lepanto, tres tercios viejos de infantería española, aislados y cercados por la flota rebelde en el dique de Empel frente a la isla de Bomel, escaparon a la destrucción de un modo que los católicos no vacilaron en calificar de Milagro, y los historiadores protestantes de "desafortunada concurrencia de circunstancias insólitas. El llamado "Milagro de Empel" propagó en la Infantería española la devoción a la Purísima que tres siglos después tomaría rango oficial al declararla Patrona del Arma una Real Orden Circular de la Reina Regente doña Maria Cristina de Habsburgo.
El escenario
Hay que recordar que los Países Bajos ocupan las tierras bajas e inundables de las desembocaduras de los grandes ríos Escalda, Mosa, Rhin y Ems, entre el Paso de Calais y las islas de Frisia, donde a lo largo de la Edad Media se habian formado en torno a prósperas ciudades mercantiles una veintena de pequeños estados. Carlos V, que había heredado una docena de ellos (el llamado "Círculo Borgoñón") adquirió otros seis más por diversos medios para englobar en una sola entidad politica la región más próspera de Europa. A Carlos, nacido y criado en Flandes y Brabante, le gustaba retornar a la que consideraba , y sin duda era, su patria y clave de su múltiple corona. El día de su abdicación, precisamente en Bruselas, Carlos dejó los Paises Bajos a su primogénito Felipe; y la situación política de los Países Bajos, nunca exenta de sobresaltos ( en 1488 la ciudad de Brujas había hecho prisionero al Emperador Maximiliano; y en 1540, el propio Carlos había tenido que reprimir severamente la rebelión de su ciudad natal ) empeoró bajo Felipe II.
A diferencia de su padre, Felipe había nacido y se había criado en España, su lengua materna era portuguesa, y desde 1559 hasta su muerte no pisó los Paises Bajos. En una amarga expiación histórica, los flamencos se vieron gobernados por extranjeros como lo habían estado por flamencos los castellanos de las Comunidades. El descontento alentado por los enemigos de Felipe estaba encabezado por una nobleza que se sentía relegada desde la muerte del Emperador y de la que el Rey desconfiaba.
Pero la causa fundamental que enfrentó al Rey con parte de sus súbditos fue la escisión religiosa que dividió Europa en bandos irreconciliables. Felipe prefería perder todo antes que gobernar sobre herejes, y se sentía obligado a defender las vidas y conciencias de sus súbditos católicos. Con parecida determinación, los rebeldes se oponían al establecimiento de la Inquisición y al gobierno por extranjeros.
El choque de estas dos tenaces voluntades produjo la larga y sangrienta guerra conocida fuera de España como "Guerra de los ochenta años", y en España como "Guerras de Flandes".
Felipe había dejado en Bruselas de Gobernadora a su hermana Margarita, Duquesa de Parma, hija natural del Emperador. En agosto de 1566, Margarita afrontó una rebelión y rogó a su hermano que viniera personalmente pero que no trajera más españoles. Obligado por las circunstancias, Felipe hizo justamente lo contrario y envió 10.000 hombres al mando del Duque de Alba", con instrucciones secretas que le daban atribuciones superiores a las de la propia Gobernadora. Margarita, que había logrado apaciguar la rebelión antes de la llegada del Duque, renunció. Alba hizo ejecutar a 400 rebeldes, y en los siete años siguientes, con fuerzas siempre crecientes pero siempre en inferioridad de medios, no sólo no extinguió la rebelión sino que consolidó la voluntad de resistencia.
Felipe destituyó al Duque y lo sustituyó en 1573 por su amigo personal Luis de Requesens, a cuya muerte, cuatro años más tarde, el Rey nombró a su hermano Don Juan de Austria. Cuando al cabo de un año Alejandro Farnesio, sobrino del rey, llegó a Bruselas, la situación era insostenible. El ejército multinacional del Rey con casi ochenta mil veteranos no parecía tener posibilidades de victoria frente a los rebeldes; la rebelión se extendía a las provincias católicas y los Países Bajos estaban esquilmados por diez crueles años de guerra.
Los actores
Aunque suelen denominarse " españoles " a los ejércitos del Rey en los Países Bajos, y " holandeses " a sus adversarios, tales denominaciones, ciertamente explicables, no se ajustan rigurosamente a los hechos. El Rey era "medio flamenco" ( lo mismo que tres de sus cinco Gobernadores hasta ese momento ), y los españoles sólo constituían del 7 al 16 por 100 de los efectivos de su ejército. Por otra parte, sus adversarios ( "los Estados" o "los rebeldes" en la terminología de la época ) eran asimismo multinacionales en mandos y tropa. No había frontera fija y prácticamente cada uno de los estados y ciudades tenía dividida su población por el enfrentamiento religioso de una guerra a la vez religiosa, civil y europea.
En 1579 los siete estados del norte (Güeldres, Holanda, Zelanda, Utrecht, Frisia, Overijssel y Groninga) firmaron la Unión de Utrecht, y dos años después levantaron Acta de Abjuración de su juramento de fidelidad a Felipe II.
Con ello los contendientes quedaron mejor definidos pero la adhesión de las poblaciones continuó fluctuando en la terrible alternativa entre la opresión religiosa y la brutalidad y exacciones de los ejércitos.
Farnesio, que tenía tanta habilidad política como militar, y que gozaba de la confianza ilimitada de sus hombres, enderezó progresivamente la situación y supo separar de los rebeldes a las provincias mayoritariamente católicas.
Cuando recuperó Amberes en el verano de 1585, se sintió en condiciones de acudir a las " islas de Gelanda y Holanda " cuyas poblaciones católicas oprimidas por los rebeldes protestantes le pedían auxilio. Farnesio licenció buena parte de su ejército y envió el resto al norte, al mando del Conde de Mansfelt.
Entretanto llegó un tercio de españoles en respuesta a la petición de refuerzos hecha por Farnesio durante el sitio; se trataba de un tercio formado cinco años antes para las jornadas de Portugal y las Terceras al mando del Maestre de Campo Don Francisco de Arias Bobadilla, ilustre soldado con más de veinte años de servicío.
El Tercio de Bobadilla se incorporó al ejército de Mansfelt que se dirigía al límite de la zona controlada por los rebeldes, al norte de Brabante y Güeldres. Mansfelt llegó a la orilla meridional del Mosa, donde hizo acuartelar el grueso, y mandó a Bobadilla que ocupara la isla de Bommel. Esta isla " el Bommelwaard " tiene unos 25 kilómetros de este a oeste, 9 de anchura máxima de norte a sur, y está formada por los ríos Mosa y Vaal, que se aproximan mucho al Este de la isla, y están comunicados por brazos de unión en ambos extremos de la isla. La comarca es baja, fértil y bien trabajada, y en ella existían tres plazas fuertes en poder de los rebeldes.
Bobadilla pasó el Mosa, que no es excesivamente ancho en esta parte, con su propio Tercio además de los Tercios de Mondragón e Iñiguez, una compañía de arcabuceros españoles a caballo y seis piezas de artillería. Eran en total 61 banderas ( Compañías ) con más de cuatro mil españoles, " combatientes expertos, flor del ejército español ", la mayor parte de la Infanteria española de Mansfelt, y la única por tanto que tenia Farnesio.
Las primeras decisiones
La decisión de ocupar la isla de Bommel era discutible y desde luego fue ridiculizada por el enemigo, que vio una excelente oportunidad de desquite, ya que la isla está totalmente protegida por diques y es fácilmente inundable. A Felipe, Conde de Holac, General de las tropas de los Estados en Holanda, Zelanda y Bommel, le " pareció buena esta ocasión para vengarse con una memorable derrota de la mejor parte del ejército católico ", y a los rebeldes " les creció un ánimo extraordinario de anegarlos y deshacerlos y quitar de aquella vez el yugo español que tenían sobre sus hombros ".
Holac armó " con muy buena infantería cien naves, de quillas chatas las más ", y arrimándose a los diques de la isla los cortó en diversos lugares. La previsora vigilancia de Bobadilla impidió que cortaran los situados directamente frente al empuje de la corriente, en cuyo caso la inundación hubiera barrido la isla. Los españoles, que estaban alojados en la zona de los pueblos de Dril, Rosan, Herwaardefl y Hurwenen en la parte oriental de la isla apenas tuvieron tiempo de subir a refugiarse en los diques. La situación era insostenible y Bobadilla dio la orden de retirada.
"La inundación echó el río sobre casi toda la isla con tanta presteza que apenas tuvo tiempo Bobadilta para llevar tras el Mosa al lugar de Empel y a otros de la vecindad las tropas, artillería y vituallas. Pero ni aquí les dejó Libres la corriente del río, porque si bien los españoles habían tomado los puntos más altos,... el campo desde la isla Bomel a Boldu que era algo más bajo (y) facilmente llamó a sí las aguas ... y menos unos altos a (los) que habían subido los soldados, el otro campo del río parecía un mar hinchado ".
Por la tarde la flota rebelde descargó el fuego de su artillería, arcabuces y mosquetes sobre los españoles que se apiñaban en el dique del Mosa y sólo al anochecer temprano, dada la estación y la latitud, pero con creciente de luna logró alejarlos Bobadilla con el fuego de sus piezas.
Al día siguiente, Martes 3 de diciembre, antes de amanecer Bobadilla terminó de pasar el Mosa con su retaguar dia. Cuando se hizo de día ante su vista sólo se extendían aguas en los siete kilómetros entre el dique y Bolduque. Los campos estaban anegados a excepción de algunas isletas que se habían formado en los lugares más altos. Los contradiques que corrían desde el dique de la orilla hasta el interior presentaban múltiples cortaduras, y una flota enemiga de cien barcos impedía proseguir la navegación hasta Bolduque a través de los campos anegados. La vanguardia de Bobadilla, que al mando del capitán Antonio de Pazos se había adelantado hacia Unguen, cerca de Bolduque, donde los tercios habían dejado sus bagajes, tuvo que retroceder perseguida por cuatro galeotas, y acogerse a un castillejo situado en una isleta junto a la iglesia de Empel, que estaba guarnecido por una escuadra de italianos.
Bobadilla se dispuso a fortificarse. Mandó hacer un fuerte alrededor de la iglesia de Empel, lo guarneció con dos capitanes y doscientos soldados para asegurar el paso del Mosa, y distribuyó los tercios en torno con orden de atrincherarse para ponerse a cubierto. Al llegar la noche mandó al Capitán Bartolomé Torralva, acompañado de un soldado flamenco " fiel, muy católico y amigo de españoles " que fuera en una barquilla con un mensaje para las autoridades de Bolduque, con ruego de que sacaran la artillería de la ciudad hasta el borde de lo anegado a fin de desalojar de allí a la flota rebelde.
En 1571, el obispo había acudido a Bruselas para tratar de librar a la ciudad de la guarnición española, que sólo fue sustituida por otra alemana tras la Pacificación de Gante de 1576. Sin embargo, este mismo año de 1585, sus habitantes habían arrojado por las murallas a los hombres de Holac que en audaz golpe de mano habían conseguido sorprender la guardia de las puertas e internarse en la ciudad.
Esta era la ciudad a la que acudía a pedir ayuda el capitán Torralva, quien no sólo llevaba mensajes para Bolduque, sino que también era podador de pliegos para Mansfelt, que estaba en Harpen, a seis leguas de allí. Bobadilla le informaba de su situación, le pedía pronto socorro; y adjuntaba asimismo un pliego para Farnesio en Bruselas.
En vísperas del acontecimiento
El miércoles 4 de diciembre, los españoles ocuparon dos isletas cercanas a la parte del dique que ocupaba el tercio de Iñiguez, que Bobadilla guarneció y puso al mando de sendos capitanes: en una de ellas asentó una pieza que contribuyó eficazmente a mantener a distancia la flota.
Mansfelt, que habia recibido el aviso de Bobadilla, se trasladó a Bolduque y desde allí envió al alférez Francisco de Zambrana, natural de Linares, con el mensaje de que en un par de dias tendría embarcaciones para atacar a los rebeldes; que Bobadilla " procurase entretenerse lo mejor que pudiese" a lo que éste replicó, a través de Zambrana, que aunque estaba escaso de bastimentos y municiones ( ya que los sitiados tenían todavía carne de vacas y caballos, pero carecían de pan y leña que escaseaba en el dique ); Mansfelt no deberia apresurarse hasta estar seguro del éxito. Cuando aparecieran las embarcaciones de Mansfelt, Bobadilla estaría preparado para cooperar al ataque con nueve " pleytas " ( barcazas ), con infantería embarcada para cerrar con ellas simultáneamente contra los buques rebeldes.
Esa noche,que hay que suponer clara pues se acercaba el plenilunio, cuando volvió Zambrana con la respuesta de Mansfelt, la flota rebelde ocupaba todo el horizonte entre Bolduque y Empel; a Zambrana le había costado encontrar marineros que quisieran llevarle. Bobadilla resolvió la dificultad con diez escudos para cada marinero y la promesa de otros tantos a cada viaje. Como apostilla Alonso Vázquez, que fue testigo presencial.
"no hay remedio más eficaz que el dinero, pues sin él no hay que esperar buenos sucesos en tas pretensiones, particularmente en las de guerra"
La mañana del jueves 5 de diciembre, Bobadilla ordenó a los Sargentos Mayores de los tercios que aprestaran las " pleytas " que habían de cooperar al ataque de Mansfelt. En cada una irían dos capitanes, diez piqueros, diez mosqueteros y diez arcabuceros. Esta composición reflejaba la de los tercios, y permitía contar con fuego de gran alcance ( mosquetes ), fuego próximo ( arcabuceros ), y picas para el combate inmediato. Como preparación espiritual, los designados " confesaron y comulgaron como siempre que han de pelear lo acostumbra la nación española ", y quedaron alertados a la espera del ataque de Mansfelt.
Ese mismo día, Bobadilla, acompañado de los capitanes más antiguos y expertos, pasó al castillejo de los italianos para estudiar la posibilidad de vadear lo anegado, que le pareció factible, tal como se le habla informado. Además, la inmovilidad de las naves holandesas hacia suponer que temían dar fondo y que estaban situadas sobre algún canal oculto por la inundación. El Capitán Melchor Martínez se ofreció voluntario para informar a Mansfelt de éste y otros extremos, y partió del castillejo en una barquilla con tres soldados españoles costeando la orilla meridional del dique por los campos anegados, presumiblemente en dirección este-oeste. Tres buques ligeros rebeldes salieron en su persecución, y aunque Melchor llegó al dique de enfrente antes que ellos no se atrevió a saltar a tierra ( por no saber si era tierra del rey o de los rebeldes ), y continuó aguas arriba del Mosa perseguido de cerca. Finalmente les dieron alcance y hubieron de desembarcar; los soldados que lo acompañaban lograron llegar hasta Mansfelt, pero el capitán resultó herido y fue capturado. Trasladado a un buque rebelde, fue bien atendido hasta que murió. Este fue el único enlace que supieron los rebeldes; los demás pasaron inadvertidos.
La captura de Melchor alentó la seguridad de los rebeldes en el éxito, y demostró a Bobadilla que no había posibilidad de vadeo ya que la flota rebelde se movía con libertad por los campos anegados. Las esperanzas de romper el cerco se reducían por tanto a que el doble ataque dispuesto por Mansfelt tuviera éxito, o a la conquista sucesiva de uno de los rosarios de isletas que unían Empel con Bolduque.
Prudentemente, Bobadilla no dejó de impulsar continuamente esta segunda posibilidad; hizo ocupar otra isleta frontera al castillejo y la guarneció con infantería al mando de dos capitanes, amén de dos piezas que alejarían los fuegos de la flota rebelde sobre los rasos del dique.
En la otra orilla mientras tanto, Juan del Aguila había conseguido llevar con sus hombres, ya que carecía de caballos, tres piezas de Bolduque al lugar de Horte, a medio camino entre Empel y Bolduque, y con ellas hacía nutrido fuego con la triple finalidad de castigar a la flota rebelde, alejarla de la isleta recién ocupada y tratar de evitar que los rebeldes ocupasen alguna de las isletas e impidieran así la salida de los cercados en saltos sucesivos. Al fuego de las piezas de Horte se sumaba el de la isleta recién ocupada.
Un mensaje de Mansfelt que había traído Zambrana alentó la esperanza de los cercados: el Conde comunicaba que ya tenía cincuenta barcas dos leguas aguas arriba del Mosa, y que antes de rayar el alba embarcaría el tercio de Juan del Aguila para atacar a la flota rebelde. En ese momento y tal como se había planeado, Bobadilla debería atacarla también con sus medios. Las señales para comenzar el ataque serian disparos de dos piezas de artillería y grandes fuegos y humos en la iglesia de Horte. En consecuencia, Bobadilla tomó disposiciones para que las pleytas estuvieran listas antes del amanecer, y sus dotaciones " con ánimo increíble " las señales esperadas de comienzo del ataque.
Sin embargo, los rebeldes, a pesar del fuego español, habían logrado ocupar las dos isletas más próximas a las de los sitiados, y trabajando febrilmente durante toda la noche tenían prácticamente terminado un fuerte. Para mayor seguridad habían apostado sus barcos enfrente, y su nave capitana estaba atravesada en la cortadura decisiva.
Cuando Mansfelt vio los fuertes al amanecer del viernes 6 de diciembre hizo que los batieran furiosamente durante dos horas desde el dique de Grave que estaba frente a ellos las piezas que los hombres de Juan del Aguila habían llevado trabajosamente allí: pero ni su fuego, ni el de las restantes piezas españolas evitó que los terminaran. Desde la otra orilla, los sitiados, que en vez de las señales de ataque vieron las isletas ocupadas y los fuertes enemigos recién construidos, " comenzaron a afligirse ". No era para menos: Estaban apiñados en islotes casi insuficientes para albergarlos, " veianse en muy gran turbación y trabajo, y el menor que pasaban era el frio, hambre y desnudez, que tanto les apretaba por estar al rigor del tiempo sin ningún reparo donde poder cubrirse ni valer de noche y día, y sobre unos diques yermos y solos, donde iban perdiendo ya las esperanzas de ser socorridos ".
Bobadilla envió a un alférez para que averiguara las causas de la suspensión del ataque, y por la noche llegó Zambrana con la noticia de "ue el enemigo habla incendiado las embarcaciones sin dejar ni una. A partir de este momento, la única posibilidad de escape imaginable, aunque descabellada, era ganar las cortaduras fortificadas por los rebeldes; es decir, atacar, desembarcar, y asaltar una y otra vez bajo el fuego de la flota y los fuertes rebeldes.