En la sección "Imágenes anteriores al Conflicto" hablaban de lo bien conceptuados que estaban los Jefes del Grupo 5, para mi es importante destacar la actitud del entonces Viececomodoro Manuel Mariel, teniendo el mismo grado que Dubourg y Zini según creo fue el piloto de combate de mayor rango que participo en una misión de ataque, les dejo su relato
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CAPITULO XXXVI
MUMA
No solo los Oficiales de poca graduación combatieron en el aire, sino que muchos Oficiales Jefes nos dieron su ejemplo, saliendo al frente de una Escuadrilla para cumplir misiones de combate.
Relata: Vicecomodoro Manuel Mariel (Piloto de A-4B Skyhawk)
Día: 24 de Mayo de 1982.
Ruta: Base en el continente - sur de la Gran Malvina - sur de la Isla Soledad - noroeste de Puerto Argentino y el blanco: buques en la bahía San Carlos.
Hora de ataque: 11:00 hs.
Escuadrilla "Nene": Vicecomodoro Mariel; Teniente Roca y Primer Teniente
Pipi Sanchez.
Escuadrilla "Chispa ": Primer Teniente B., Alférez
Marcelo Moroniy Teniente
Luis Tucu Cervera.
La primera Escuadrilla despegó en hora, la mía dos minutos más tarde.
El cielo estaba cubierto de nubes pero con techos altos. Los reabastecedores volaban justo en donde se cortaba la nubosidad. Los visualizamos y realizamos el acercamiento en total silencio de radio. El encuentro y enganche se hizo sin ningún error.
A la hora prevista desacoplamos y pusimos rumbo a las islas.
Hicimos el control de armamento, el Jefe de la escuadrilla "Chispa" en el momento en que activaba su panel) de armamento apretó el pulsador de bombas, cayendo las mismas al mar, yo que venía con mi Escuadrilla algo más atrás, vi perfectamente cómo explotaban al chocar contralas olas. Continuó volando 2 o 3 minutos más y luego se volvió. Como sus numerales quedaron solos se vinieron conmigo, formando una Escuadrilla de cinco aviones.
Iniciamos el descenso cuando aún no teníamos las islas a la vista y procedimos a escalonar'.
Notificamos el punto 1 al "Rayo" (retransmisor en vuelo).
Continuamos en vuelo rasante sobre el agua, con la costa a la vista. En las islas había una ligera bruma, la que al ir (nosotros) volando en contra del sol desdibujaba los detalles del terreno, tan es así que, en cierto momento, mientras buscábamos algún piquete de radar, confundimos un islote con una fragata. Allí se rompió el silencio de radio, pues dije:
—¡Atentos, buque al frente"!...Luego descubrí mi error.
El 1er Teniente Sánchez ("Delfín") quedó sin comunicaciones al romperse su equipo de radio.
Cada tanto me hacía señas indicándome que estábamos desviados del rumbo.
Llegamos al punto 2 e hicimos viraje hacia el noreste, pasando cerca de Darwin. Seguimos volando, cruzando tierra, islotes, peñascos, islas y mar.
Instintivamente cada vez volábamos más bajo, dejando la cadena de sierras de la Isla Soledad por el Este.
Llegamos al punto 3, desde donde vimos Puerto Argentino.(Estábamos al oeste del mismo, sobre tierra).
Controlábamos la tierra y el cielo buscando algún probable enemigo.
Pusimos rumbo final de ataque. Se cumplió el tiempo y el blanco no apareció, pensé que mi equipo de navegación y con él la misión habían fallado. Cuando la incertidumbre y la duda se adueñaron de mi moral, al pasar sobre una elevación, encontré la Bahía frente a mí, repleta de buques. En primer término había un buque de desembarco grande, color gris de flanco y, un poco a la derecha y casi enfrentada, una fragata.
En el momento de visualización rompí nuevamente el silencio de radio para decirles:
—"¡¡Ahí están!!..."
Nadie me contestó nada.
Pensé que nos estábamos metiendo en la boca del lobo.
A la derecha y más atrás había no menos de nueve buques.
Desde que las vimos hasta el ataque no pasaron más de 30 segundos.
En un primer momento quise atacar la fragata, pero de inmediato cambié al buque grande porque estaba más próximo y presentaba mayor superficie.
En esa pequeña duda perdí un segundo y el Teniente Roca quedó algo adelante mío.
Comenzó a penetrar en mis oídos la cadencia algo lenta y apagada de los cañonazos que nos tiraban.
Sentí un sacudón fuerte en el avión, provocado por una esquirla que se incrustó en mi bombera. Vi desprenderse la bomba del "Loco" Roca que pegaba algo corta, sobre el agua, por lo que esperé una décima de segundo más, mientras apuntaba a la popa del buque.
Del transporte que atacamos salieron dos misiles que pasaron por debajo y muy cerca del avión que me precedía. En el agua, saltaban formando un camino, columnas de agua producto de sus disparos.
Tiré, pasé por arriba de su armazón en donde había un helicóptero y vi delante mío que no tenía ningún barco. Puse un viraje cerrado a la izquierda buscando el rasante y en ese momento vi pasar dos misiles delante de mi avión, aparentemente destinados al numeral 2.
Llegué a la sierra que está al sur de la Bahía. Desde sus faldas brotaban explosiones, pasé la pared de piedra y escuché que el "Chispa-2" Alférez Moroni decía:
—"¡Creo que me tocaron", pero mi avión vuela todavía!..."
Inmediatamente recordé que antes de salir en la misión, él mismo me había pedido hablar de algo muy importante en privado. Una vez que estuvimos solos me dijo que tenía que confesarme que estaba enamorado de una de mis hijas. Como tengo dos hijas adolescentes, María Fernanda y Claudia Beatriz y, debido a la gravedad de la situación, como deseo quizás póstumo, le pregunté cuál de las dos era la elegida.
—"Muma", me contestó. Era mi otra hija María Gabriela de solo dos años. Evidentemente no perdía en ningún momento el humor.
Pensando que si su avión se mantenía en vuelo debía alejarse de los misiles, le dije
—"Vamos, vamos, silencio de radio..."
Continuamos el rasante y pasamos el Estrecho. Vi a dos de los aviones de mis numerales, por lo que supe que por lo menos tres de nosotros estábamos volviendo con vida.
Cruzamos la Gran Malvina e iniciamos el ascenso.
Por la radio comencé a escuchar la angustiosa respiración de alguien a quien se le había quedado trabado el pulsador3, era impresionante, entre sus jadeos cada tanto se escuchaba un profundo suspiro. Pensé que podía ser yo, pero contuve el aliento y lo seguía escuchando. Esa portadora no me dejaba hablar con los otros pilotos, ni con el retransmisor.
Ascendí hasta 40.000 pies (aproximadamente 12.000 metros) y llegué al aterrizaje con 600 libras de combustible.
Sólo me enteré que regresábamos todos —lo que me produjo una gran alegría— cuando estuvimos al alcance del radar y pasamos a su frecuencia.
Ya en tierra el armero me trajo el seguro de la espoleta 4.(un cable de acero trenzado que los pilotos guardan como recuerdo, cuidadosamente, para después regalarlo a algún buen amigo, irremediablemente).
Formamos un grupo emocionado que se abrazaba en la plataforma de mecánicos, pilotos, y armeros.
Entre gritos, comentamos los pormenores del ataque, así me enteré que el "Loco" Roca y el "Tucu" Cervera atacaron el mismo barco que yo, y el "Delfín" Sánchez y el "Fibra" Moroni atacaron una barcaza de desembarco.
Sentí una gran alegría por haber vuelto vivo de la misión, pero aún más por haber tenido la oportunidad de haber entrado en combate, para lo cual me estuve preparando durante 16 años.
Pensé que todo lo aprendido no había sido en vano. Durante el combate y el tiempo que estuvimos en operaciones, aprendí a conocer a las personas tal cual son y a conocerme a mí mismo.
Estuve tranquilo en el momento de la prueba por haberlo esperado mucho. Aunque pensé mil cosas, recapacité sobre pormenores de toda una vida a los que quizás nunca les había dado importancia y en ese momento adquirían valor. Cosas que por rutinarias uno no ve su verdadera dimensión, como la familia y las cosas compartidas.
Creo que todos tenemos una misión en la vida, por supuesto que nadie va derrochando felicidad al combate, pero creo que uno prefiere morir por un ideal, antes que volver al aterrizaje sin tener una verdadera causa que lo justifique.
Todos los años, para el 24 de mayo, nos reunimos en mi casa, en barrio Olivos, buenos Aires, con los pilotos que participaron de esta misión, y cenamos, y brindamos (a veces alguna copa de más) y agradecemos a Dios.
Fuente: Halcones Sobre Malvinas, Com. Pablo Carballo, año 2004.
Un saludo