El Exodo Jujeño, cuadro de pintor anónimo de mediados del siglo XX. (Museo Histórico Provincial de Jujuy)
En 1812 se producen dos singulares hechos que marcan a la historia militar mundial, dos hechos que provocan la derrota de dos ejercitos invasores poderosos, uno, el exodo del pueblo ruso ante el avance de las tropas napoleonicas, inmortalizado en una obra de Tchaikovsky "1812", el otro, sucede en nuestro país, y marca el principio del fin del dominio realista en estas tierras, derrotados por tropas mal armadas y escasas, al mando de un abogado, el Dr. Manuel del Sagrado Corazón de Jesus Belgrano, conocido en nuestros libros de historia como el General Belgrano, creador de la Enseña Patria. Dicho acontecimiento es el llamado Exodo Jujeño, un acontecimiento épico protagonizado por el glorioso y valiente pueblo jujeño. Próximo a cumplir dos siglos, vale la pena recordar los acontecimientos:
En el mes de mayo de 1812, el general Manuel Belgrano, al mando del Ejército del Norte, estableció su cuartel general en la ciudad de Jujuy, ubicada en la desembocadura meridional de la Quebrada de Humahuaca, ruta principal de las invasiones desde el norte. Enterado del avance del numeroso ejército realista, Belgrano reclamó al gobierno de Buenos Aires refuerzos para la resistencia; pero no obtuvo mayores auxilios, debido a que las autoridades del Primer Triunvirato estaban abocadas principalmente a vencer a los realistas fortificados en Montevideo.
Manuel Belgrano hace bendecir la Bandera de Argentina.
Por entonces llegaban hasta la zona las fuerzas patrióticas derrotadas en la batalla de Huaqui. Eran alrededor de 800 soldados, sin armas, afectados por el paludismo y completamente desmoralizados. Belgrano debía reorganizarlos, rearmarlos, restablecer la disciplina y dar ánimos a la población. Para ello se volvió riguroso e inflexible con sus subordinados. Para aumentar el fervor patriótico de la población hace bendecir la bandera de Argentina en la catedral, ignorando aún que la misma había sido rechazada por el Primer Triunvirato (ya que el uso de una bandera propia era un claro signo de independentismo, pero aún no se deseaba abandonar la máscara de Fernando VII), lo cual motivó quejas de los mismos.
En lugar de enviar refuerzos para atender al Frente Norte, el Triunvirato, a través de su ministro Rivadavia, y seguramente por iniciativa suya, ordenó la retirada del Ejército del Norte hasta la ciudad de Córdoba.
El gobierno consideraba imposible resistir al ejército de Pío Tristán, que avanzaba desde el Alto Perú, después de haber recibido refuerzos en Suipacha, que elevaban su dotación a 4.000 hombres. La intención del directorio era retroceder hasta Córdoba, donde a las tropas de Belgrano se unirían fuerzas procedentes de la región rioplatense. Ni siquiera el llamado a las armas de todos los ciudadanos entre 16 y 35 años, y la formación un cuerpo irregular de caballería, los Patriotas Decididos a las órdenes de Eustoquio Díaz Vélez, permitían a Belgrano oponer cabalmente resistencia sin aquellas.
El ejército español se presentó con cerca de 3.000 soldados, comandados por Pío Tristán. Como respuesta, el 29 de julio Belgrano dictó un bando que disponía la retirada:
Desde que puse el pie en vuestro suelo para hacerme cargo de vuestra defensa, en que se halla interesado el Excelentísimo Gobierno de las Provincias Unidas de la República del Río de la Plata, os he hablado con verdad. Siguiendo con ella os manifiesto que las armas de Abascal al mando de Goyeneche se acercan a Suipacha; y lo peor es que son llamados por los desnaturalizados que viven entre nosotros y que no pierden arbitrios para que nuestros sagrados derechos de libertad, propiedad y seguridad sean ultrajados y volváis a la esclavitud. Llegó, pues, la época en que manifestéis vuestro heroísmo y de que vengáis a reuniros al Ejército de mi mando, si como aseguráis queréis ser libres (...)La orden especificaba que la retirada debía dejar sólo campo raso frente al enemigo, de modo de no facilitarle casa, alimento, ganado, mercancías ni cosa alguna que le fuera utilizable. Los cultivos fueron cosechados o quemados, las casas destruidas, y los productos comerciales enviados a Tucumán. El rigor de la medida debió respaldarse con la amenaza de fusilar a quienes no cumplieran la orden.
La población acató sin mayores actos de coacción la medida a partir de los primeros días de agosto, demorándose algo más los vecinos pudientes, que requirieron de Belgrano carretas para transportar sus bienes.
Siguiendo las órdenes de Belgrano, los habitantes de Jujuy, a los que se sumaron algunos refugiados procedentes de Tarija y Chichas, abandonaron sus hogares y arrasaron con todo lo que dejaban atrás, a fin que las fuerzas realistas no pudiesen aprovechar ninguno de sus bienes y dejándolos sin víveres para sus tropas.La orden de Belgrano fue terminante y precisa: no debería quedar nada que fuese de provecho para el adversario; ni casa ni alimentos ni un solo objeto de utilidad.
Todo fue quemado o transportado a lomo de mula, de caballo, de burro… hasta el último grano de la última cosecha.
El frío y la ventisca invernales acompañaron la caravana, reanimada sólo por aquellas palabras del general Belgrano, en su arenga del 25 de mayo frente a lo irremediable. En medio del viento blanco, la visión de aquella bandera que el “caudillo revolucionario”, como lo llamó el general realista Goyeneche, conservaba bien guardada en una de sus maletas (lejos de destruirla, como había dicho al gobierno de Buenos Aires que haría), ponía su calor reconfortante para proseguir sin desmayos la emigración heroica.
El ejército finalmente comenzó también su retirada el 23 de agosto en horas de la tarde; se arreó el ganado y se prendió fuego a las cosechas para desguarnecer al enemigo. Belgrano fue el último en dejar la ciudad deshabitada.
Los irregulares del coronel Díaz Vélez, encargados antes de observar la frontera noroeste para cuidar de los movimientos de Tristán, quedarían a la retaguardia. La marcha cubriría 50 km diarios, el quíntuple de lo recomendable, para buscar cobijo hacia el oeste.
El general Tristán envió sus avanzadas a hostilizar a los que se retiraban, dirigidos por el coronel Huici. Éste alcanzó a la columna sobre el río de las Piedras, entablándose el combate de Las Piedras. La rápida reacción de Díaz Vélez logró allí una victoria, cayendo en poder de los independentistas el mismo Huici.
El éxito obtenido en el combate de Las Piedras alentó a Belgrano a detener la marcha. Ya desde antes, Belgrano se había apercibido de que retirándose hasta Córdoba en espera de la ofensiva de los realistas, éstos podrían fácilmente esquivar las defensas en Córdoba y avanzar directamente sobre Buenos Aires.
De modo que, invitado por los tucumanos, y desobedeciendo las órdenes impartidas desde Buenos Aires de retirarse hasta la ciudad de Córdoba, se haría fuerte en San Miguel de Tucumán, donde hizo frente a Tristán.
Comunicó esta decisión al Triunvirato, pero Rivadavia le contestó ordenándolo nuevamente seguir viaje hacia Córdoba. Cuando esa orden llegó, Belgrano -junto con Díaz Vélez en su carácter de mayor general- ya habían derrotado a Tristán en la batalla homónima y habían obligado a las tropas realistas a retroceder hacia el norte. De ese modo, los independentistas recuperaron el control de esa región, control que se hizo completo con una segunda y más completa victoria en la batalla de Salta.
Por otro lado, la victoria de Tucumán causó la caída del Primer Triunvirato y su reemplazo por el Segundo, que apoyó más decididamente al Ejército del Norte sin descuidar a Montevideo.
El éxodo jujeño es recordado con gran estima por los habitantes de Jujuy, que cada 23 de agosto conmemoran el mismo. Se considera que la acción de los jujeños de 1812 constituyó un gran acto de heroísmo colectivo que permitió las derrotas posteriores de los españoles. En el año 2012 se celebrará el bicentenario del éxodo.
Hoy, 22 de agosto, me he sumado como espectador a la tradicional marcha evocativa del Exodo Jujeño, y he sido gratamente sorprendido por la cantidad de gente joven que se suma a la marcha de nuestros gauchos, una marcha en la que participan gauchos, mujeres y varones vestidos de época, carretas, diligencias y sulkys que recrean las penosas condiciones de la época. Incluso, arrean animales y las personas se lucen con sus ropas, en una conjunción entre pobres y ricos. Todo culmina con la tradicional quema de la "ciudad" (casitas realizadas en cañas, pajas, maderas) que se realiza en el lecho del rio Xibi Xibi que atraviesa nuestra ciudad de Oeste a Este.
Miles de ciudadanos hemos seguido con emoción, fervor y respeto esta recreación, desde las barandas de las avenidas costaneras que rodean al rio y desde los puentes que los cruzan.
Una reflexión final: Belgrano, que tipazo por Dios...!!!
En 30 minutos, voy a entonar el Himno con mis hijos...!!!
VIVA LA PATRIA...!!!