Irán planea sobre la visita del rey Salmán a Washington
La cita con Obama es trascendental para el futuro de la región del golfo Pérsico
Ángeles Espinosa Dubái
5 SEP 2015 - 19:12 CEST
La visita de tres días a Estados Unidos que hoy inicia el rey Salmán de Arabia Saudí no es una más en las siete décadas de
relaciones entre ambos países. Por más que los portavoces oficiosos del reino insistan en que “los dos aliados siempre han mantenido estos intercambios”, el momento en que se produce la convierte en una cita clave tanto para la relación bilateral como para
el futuro inmediato de los estados ribereños del golfo Pérsico. El previsible ascenso regional de Irán tras
el acuerdo nuclear alcanzado en julio condiciona todos los temas de discusión, desde Siria a Yemen, pasando por la cooperación antiterrorista.
Se trata del primer viaje a Washington del monarca, quien desde
su llegada al trono el pasado enero ha dado un
importante giro a la política seguida por su medio hermano y predecesor, el rey Abdalá. Además, hace apenas tres meses, Salmán hizo un desplante al presidente norteamericano, Barack Obama, al no acudir a la cumbre que éste había organizado en Camp David para explicar las negociaciones con Irán a los gobernantes de las
petromonarquías árabes. Su ausencia se interpretó entonces como
un gesto de descontento con ese proceso.
“Han cambiado muchas cosas desde entonces y el rey viaja ahora con un mayor peso político”, asegura el analista político saudí Hussein Shobokshi, quien cita como factores la detención de Ahmed al Mughasil (a quien las autoridades saudíes atribuyen
el atentado contra un alojamiento para militares estadounidenses en Al Jobar, en 1996, y a quien vinculan con Irán a través del Hezbolá saudí) o el desarrollo de la guerra en Yemen. “Además, ha habido el acuerdo nuclear entre Irán y Occidente”, añade.
Significativamente, el viaje se produce en vísperas de que el Congreso vote sobre ese pacto que los responsables saudíes han aceptado en público, pero sobre el que albergan enormes recelos. “Los saudíes son realistas y no hay muchos que piensen que vaya a necesitarse el veto [presidencial] porque la Casa Blanca ya casi tiene el número de votos requeridos. No obstante, los saudíes van a hacer lo que necesitan hacer: advertir sobre lo peligroso del acuerdo. Irán ya era peligroso antes del acuerdo, tras el acuerdo es muy peligroso”, advierte Shobokshi, haciéndose eco de una opinión muy extendida en el reino.
El mensaje es que el apoyo saudí tiene condiciones. No es la perspectiva de un Irán nuclear lo que más preocupa al rey, sino su rehabilitación internacional con el eventual levantamiento de las sanciones y regreso al mercado de petróleo, que le facilitará fondos para aumentar su influencia. De ahí que busque la ayuda de EE. UU. para combatir lo que ve como
interferencias de Teherán en la región, desde su respaldo a Bachar el Asad en Siria hasta la utilización de grupos armados como el Hezbolá libanés o los Huthi yemeníes que Riad considera meros peones iraníes. Entre las peticiones concretas se barajen más ayuda a la oposición siria (tal vez con la creación de zonas seguras dentro del país) y una mayor implicación en su controvertida intervención en Yemen.
“En los últimos meses, Arabia Saudí ha demostrado que es capaz de liderar con éxito una coalición árabe en Yemen, enviando el mensaje de que no va a permanecer de brazos cruzados sino que está dispuesto actuar”, señala Theodore Karasik, un analista de seguridad especializado en el Golfo.
No todo el mundo comparte esa opinión, pero la “doctrina Salmán”, como la han bautizado los medios saudíes, se traduce en una actuación más contundente en los asuntos regionales. Por eso el monarca también busca el respaldo de Washington a su proyecto de una fuerza de reacción rápida de las monarquías de la península Arábiga y mayor apoyo militar, incluido un posible escudo antimisiles del que se habría hablado en la cumbre de mayo.
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/09/03/actualidad/1441266548_240327.html