Gran Bretaña planeó retirarse de la Antártida a mediados de los 50
Documentos desclasificados por el Archivo Nacional británico revelaron que en la década del 50 el Reino Unido consideró cerrar todas su bases en la Antártida, no sólo por los altos costos que implicaba su mantenimiento, sino también debido a los firmes reclamos de Argentina y Chile sobre ese territorio. Los planes fueron finalmente desechados.
Los documentos conocidos ayer, y difundidos por la agencia Reuters fueron liberados bajo una norma que conserva algunos datos gubernamentales sensibles bajo llave durante 50 años por razones de seguridad nacional.
Las desclasificaciones se producen justo en momentos en que el Reino Unido y otros países trabajan para presentar, antes de mayo de 2009, un pedido para extender sus reclamos sobre el fondo marino que rodea a la Antártida -lo que produjo críticas conjuntas de Argentina y Chile-, y también el de la plataforma continental que rodea a Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, desantando por otra parte la protesta argentina, incluso del ex presidente Néstor Kirchner. Según reveló en octubre el diario The Guardian para el caso antártico el reclamo es de un millón de kilómetros más.
"Es posible que el secretario de Relaciones Exteriores pueda recomendar a sus colegas de gabinete que el Reino Unido debiera retirarse de las Dependencias de Islas Malvinas (Malvinas)" se lee en un documento de marzo de 1957 al Lord Presidente. Por entonces, se conocía como "Dependencias de las Islas Malvinas (Malvinas)" a la península antártica, que también reclaman Argentina y Chile. La sugerencia de cerrar las bases en el continente blanco fue analizada por el Gobierno británico el 14 de marzo de 1957 y rechazada, según informó ayer Reuters.
"La conclusión alcanzada fue que sería poco sólido considerar hacer cualquier cambio en el estatus en el sector del Reino Unido" dijo otra nota británica que quería mantener su influencia en la Antártida, luego de que Estados Unidos y la Unión Soviética incrementaran sus actividades en el área, y enfrentaran disputas territoriales con Argentina y Chile.
El informe indica que Gran Bretaña estaba gastando -según Reuters- 160.000 libras esterlinas anuales al año 1957 por mantener sus 10 bases antárticas. Se necesitaba además un rompehielos que habría costado entre 3 y 4 millones de libras, para mantener el ritmo de las actividades de su principal rival, Argentina.
Sin embargo, al sospechar que la región pudiese tener una vasta riqueza mineral, los británicos también quisieron proteger los beneficios económicos que podría representar ese territorio.
"Como un estado industrial, no podemos darnos el lujo de ser indiferentes a la existencia de una posible reserva de nuevos minerales vitales" indica uno de los documentos. El plan B británico fue proponer dejar todo el continente helado bajo alguna forma de control internacional.
Esto se convirtió dos años después en el Tratado Antártico de 1959, que prohibió toda explotación de petróleo, gas y minerales que no fueran para estudios científicos. Argentina, Australia, Chile, Francia, Gran Bretaña, Nueva Zelandia y Noruega -todos cercanos a la Antártica o con vínculos históricos- hicieron reclamos antes de que el tratado comenzara a regir-. Moscú y Washington no hicieron reclamos, pero se reservaron el derecho de hacerlo.
Documentos desclasificados por el Archivo Nacional británico revelaron que en la década del 50 el Reino Unido consideró cerrar todas su bases en la Antártida, no sólo por los altos costos que implicaba su mantenimiento, sino también debido a los firmes reclamos de Argentina y Chile sobre ese territorio. Los planes fueron finalmente desechados.
Los documentos conocidos ayer, y difundidos por la agencia Reuters fueron liberados bajo una norma que conserva algunos datos gubernamentales sensibles bajo llave durante 50 años por razones de seguridad nacional.
Las desclasificaciones se producen justo en momentos en que el Reino Unido y otros países trabajan para presentar, antes de mayo de 2009, un pedido para extender sus reclamos sobre el fondo marino que rodea a la Antártida -lo que produjo críticas conjuntas de Argentina y Chile-, y también el de la plataforma continental que rodea a Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, desantando por otra parte la protesta argentina, incluso del ex presidente Néstor Kirchner. Según reveló en octubre el diario The Guardian para el caso antártico el reclamo es de un millón de kilómetros más.
"Es posible que el secretario de Relaciones Exteriores pueda recomendar a sus colegas de gabinete que el Reino Unido debiera retirarse de las Dependencias de Islas Malvinas (Malvinas)" se lee en un documento de marzo de 1957 al Lord Presidente. Por entonces, se conocía como "Dependencias de las Islas Malvinas (Malvinas)" a la península antártica, que también reclaman Argentina y Chile. La sugerencia de cerrar las bases en el continente blanco fue analizada por el Gobierno británico el 14 de marzo de 1957 y rechazada, según informó ayer Reuters.
"La conclusión alcanzada fue que sería poco sólido considerar hacer cualquier cambio en el estatus en el sector del Reino Unido" dijo otra nota británica que quería mantener su influencia en la Antártida, luego de que Estados Unidos y la Unión Soviética incrementaran sus actividades en el área, y enfrentaran disputas territoriales con Argentina y Chile.
El informe indica que Gran Bretaña estaba gastando -según Reuters- 160.000 libras esterlinas anuales al año 1957 por mantener sus 10 bases antárticas. Se necesitaba además un rompehielos que habría costado entre 3 y 4 millones de libras, para mantener el ritmo de las actividades de su principal rival, Argentina.
Sin embargo, al sospechar que la región pudiese tener una vasta riqueza mineral, los británicos también quisieron proteger los beneficios económicos que podría representar ese territorio.
"Como un estado industrial, no podemos darnos el lujo de ser indiferentes a la existencia de una posible reserva de nuevos minerales vitales" indica uno de los documentos. El plan B británico fue proponer dejar todo el continente helado bajo alguna forma de control internacional.
Esto se convirtió dos años después en el Tratado Antártico de 1959, que prohibió toda explotación de petróleo, gas y minerales que no fueran para estudios científicos. Argentina, Australia, Chile, Francia, Gran Bretaña, Nueva Zelandia y Noruega -todos cercanos a la Antártica o con vínculos históricos- hicieron reclamos antes de que el tratado comenzara a regir-. Moscú y Washington no hicieron reclamos, pero se reservaron el derecho de hacerlo.