China no quiere el envío de militares para asesorar a los rebeldes libios
El portavoz del Ministerio de Exteriores chino, Hong Lei, ha afirmado que Beijing se opone a cualquier medida que vaya más allá de lo estipulado por la resolución 1973 de la ONU.
El rol de la OTAN que no aceptan ni China ni Rusia.
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). El portavoz del Ministerio de Exteriores chino, Hong Lei, ha señalado que el Gobierno de su país no apoya el envío de militares a Libia para asesorar a los rebeldes en su lucha contra las tropas del líder libio, Muamar Gadafi. Hong ha afirmado que Pekín se opone a cualquier medida que vaya más allá de lo estipulado por la resolución 1973 de la ONU, informa Europapress.
Hong no ha querido acusar de manera directa a Reino Unido de violar la resolución del Consejo de Seguridad, pero ha sido claro en cuanto al malestar que ha provocado en el Gobierno chino la decisión del primer ministro británico, David Cameron, de enviar a cerca de una decena de oficiales a Libia para ayudar a los rebeldes a mejorar sus capacidades militares.
"China considera que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas tiene la responsabilidad principal de proteger la paz y la seguridad internacional, y todas las partes deberían atenerse de manera estricta a las resoluciones de la ONU en el manejo de los diversos asuntos", ha señalado Hong en la página web del Ministerio de Exteriores chino en respuesta a una pregunta sobre dicha decisión por parte del Gobierno británico. "China se opone a cualquier acción que sobrepase la resolución (1973) del Consejo de Seguridad", ha agregado.
De esta manera, China se une a Rusia en su postura de oposición a la decisión de Londres. Ambos países son miembros permanentes del Consejo de Seguridad y podrían haber usado su posición para vetar la resolución que autorizaba la imposición de una zona de exclusión aérea contra las tropas de Gadafi pero optaron por abstenerse en la votación (ver notas relacionadas), no sin haber mostrado su disconformidad desde entonces con algunas decisiones tomadas por USA, Gran Bretaña y Francia.
La principal preocupación de Beijing parece ser que Libia podría dividirse en 2 Estados, un anatema para la visión tradicional china sobre la primacía de la soberanía a la hora de resolver crisis de seguridad.
Con el conflicto en Libia a riesgo de estancarse, las potencias occidentales están buscando formas de potenciar a los rebeldes, cuyas campañas militares han sido desorganizadas. El secretario de Asuntos Exteriores británico, William Hague, dijo el martes (19/04) que la decisión de enviar asesores militares era compatible con la resolución de la ONU para proteger a los civiles.
Los líderes de USA, Gran Bretaña y Francia prometieron la semana pasada continuar la campaña militar hasta que Gadafi deje el poder.
Clave para entender la negativa de China
Para mejor entender la negativa de China, resulta de gran utilidad el análisis del rechazo innato de Rusia a la OTAN -encargada de la operación Odisea al Amanecer en Libia- realizado por la Fundación Lord Byron de Estudios de los Balcanes, que le es aplicable por analogía.
“La incursión contra los serbios marcó un cambio decisivo en la mutación de la OTAN como una fuerza supranacional basada en la doctrina de la "intervención humanitaria". Su zona de operaciones se convirtió en ilimitada, su "mandato", autogenerado y, como resaltó el Dr. Trifkovic en un reciente panel de expertos en la materia, su razón de ser continua siendo intrínsecamente rusofobia, como siempre.
Rusia nunca va a entrar en la OTAN como miembro de pleno derecho. La integración institucional es posible si Rusia dejase de existir como un actor autónomo capaz de articular sus intereses nacionales, cosa que afortunadamente no va a pasar (a pesar de que la amenaza fue real en tiempos del expresidente Boris Yeltsin), o si la OTAN dejase de ser inherentemente una institución antirrusa, en cuyo caso perdería su subyacente razón de ser.
Rusia no debe firmar ningún tratado de seguridad con la OTAN, porque lo que está contenido en la Carta de las Naciones Unidas y en diversos tratados bilaterales de Rusia con USA y otros miembros de la OTAN ya es suficiente. Un nuevo tratado sería entonces superfluo, o frívolo, o más probablemente ambas cosas. Le concedería a la alianza un innecesario contrato de arrendamiento por vida al permitir a los entusiastas de “la OTAN por siempre” a fingir que es más de lo que es o debería ser.
No son necesarias ni útiles adicionales comisiones de coordinación o dirección, grupos de trabajo, misiones o proyectos conjuntos. Si ha de haber un "cambio de paradigma" en las relaciones de Rusia con la OTAN, este deberá iniciarse desde Washington y Bruselas, con el anuncio de que las membresías de Ucrania y Georgia son permanente "ad acta".
Una alianza necesaria y exitosa durante la Guerra Fría, la OTAN es hoy obsoleta y dañina.
Ya no ofrece seguridad colectiva de alcance geográfico limitado (Europa) en contra de un poder potencialmente depredador (la Unión Soviética). Se ha transformado en un vehículo a escala global para el logro de los objetivos e intereses estadounidenses. Si Rusia es complaciente, no haría más que cementar y perpetuar una nueva misión inventada por USA como autoproclamada promotora de la democracia, protectora de los derechos humanos, guardiana contra la inestabilidad, etc. El resultado fue la guerra aérea de Bill Clinton contra los serbios, que marcó un cambio decisivo en la mutación de la OTAN como una fuerza de seguridad supranacional basada en la doctrina de la "intervención humanitaria." El fiel guardián de las puertas de 1949 se había convertido en un vigilante itinerante 5 décadas más tarde.
Desde el colapso de la Unión Soviética en 1991, Rusia ha estado tratando de articular sus objetivos y definir sus políticas en términos de sus intereses nacionales "tradicionales". La vieja política soviética de doble vía (tener relaciones "normales" con USA, por un lado, mientras se la buscaba subvertir, por otra parte) dio paso a ingenuos intentos de Yeltsin y su ministro de Asuntos Exteriores Andrei Kozyrev de forjar una "asociación" con USA.
Por el contrario, la década de 1990 presenció el comienzo del intento de USA para hacer valer su condición como la única "hiperpotencia". La justificación de este proyecto fue ideológico, y las consecuencias fueron tan revolucionarias como algo inventado por Grigory Zinoviev y Trotsky Lev en su apogeo. USA aprobó su propio enfoque de doble vía. Cuando el acuerdo con Gorbachov era necesario para la reunificación alemana, el presidente George Bush padre le hizo una promesa firme de que la OTAN no se movería hacia el este. Años más tarde, sin embargo, en vez de declarar victoria y la disolución de la alianza, el gobierno de Clinton la rediseñó como un mecanismo de intervención abierta extra-zona. en un momento en que todas las razones para su existencia habían desaparecido.
Después de la guerra contra Serbia, el área de operaciones de la OTAN no conoció límites, su "mandato" totalmente auto-generado.
Washington acepta que la OTAN no enfrenta "ninguna amenaza inminente de ataque", pero afirma que una OTAN mayor sería "más capaz de prevenir los conflictos que surjan en primer lugar", lo que es un disparate peligroso.
La amenaza a la seguridad de Europa no viene de Rusia o de una nueva inestabilidad en los Balcanes. La verdadera amenaza a la seguridad de Europa viene del Islam, del aluvión de inmigrantes del Tercer Mundo, del colapso de las tasas de natalidad. Los tres se deben a la decrepitud moral y la degeneración cultural, no a una escasez de soldados y armamento. Las estructuras de la OTAN no pueden hacer nada para aliviar estos problemas, ya que son culturales, morales y espirituales.
Al mismo tiempo, la OTAN fuerza a USA a asumir la responsabilidad -por lo menos nominal- de mantener un gran número de fronteras en disputa que se elaboraron, a menudo de manera arbitraria, por dictadores comunistas, diplomáticos de Versalles largamente muertos y una variedad de tiranos locales, todo lo que guarda poca relación con la etnicidad, geografía o historia de las zonas en cuestión.
La OTAN de hoy representa la extensión global de la Doctrina Brezhnev -que, para darle crédito, sólo se aplicaba a la "comunidad socialista"-, en contraposición al alcance potencialmente ilimitado de la Doctrina Clinton-Bush. La "comunidad socialista" se detuvo a orillas del Elba, pero esta "nueva OTAN" no se detiene en ninguna parte. Es el agente de dinamismo revolucionario con ambiciones globales, en nombre de las normas ideológicas de la "democracia, los derechos humanos y los mercados abiertos".
Ese dinamismo neurótico puede y debe ser resistido por la coalición emergente de potencias más débiles -entre ellos Rusia y China- que actúan en nombre de los esencialmente "conservadores" principios de soberanía estatal, interés nacional, y la reafirmación del derecho a definirse dentro de su propio ámbito de dominio geopolítico. La doctrina del intervencionismo global está condenada a producir una coalición contraria que la resista eficazmente.
El duopolio neoliberal-neoconservador sigue negándose a comprender este hecho. Rusia no debe hacer absolutamente nada para que retrase su ajuste con la realidad de las cosas.
urgente 24