Moscow is waging a “hybrid war” on the West and shaping the “new world order” is at stake, a top NATO general says
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La OTAN se enfrenta a Rusia por el nuevo orden mundial, afirma el general de alto rango
El enfrentamiento actual ya es más grande que una simple “Guerra Fría 2.0”, afirma el general de la OTAN Christian Badia
NATO’s member states must know its call to supply Kiev with medium-range missiles will result in war with Russia
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Esto significa guerra con la OTAN: ¿Llegarán los misiles Tomahawk estadounidenses a Ucrania?
La Asamblea Parlamentaria de la OTAN debe saber que su petición de suministrar a Kiev misiles de mediano alcance provocaría una guerra directa con Rusia
La resolución de la Asamblea Parlamentaria de la OTAN del miércoles que pide que se suministren a Ucrania misiles de alcance medio (definidos por el ahora extinto Tratado INF como aquellos con alcances entre 1.000 y 5.500 kilómetros) es un avance significativo, aunque no una decisión final del bloque ni de ningún gobierno nacional.
Si se toma esa decisión, las opciones para suministrar estos misiles a Ucrania siguen siendo limitadas. El único sistema de misiles de alcance medio disponible en Occidente es el Tomahawk, de fabricación estadounidense, un arma que ya se ha utilizado en varios conflictos mundiales.
En la actualidad, los únicos sistemas de lanzamiento terrestres capaces de disparar estos misiles son el Mk 70 y el MRC Typhon, ambos basados en el sistema de lanzamiento embarcado Mk 41, con solo pequeñas diferencias operativas entre ellos.
Pero ¿se transferirán estos sistemas a Ucrania? Es necesario analizar con atención cuál es el objetivo probable de la administración Biden. El objetivo no puede ser poner fin decisivamente a la guerra en Ucrania, ya que el arsenal existente de Tomahawks es insuficiente para lograr ese objetivo.
Incluso con unas pocas docenas de Tomahawks potencialmente transferidos a Kiev, tal acción conduciría a una escalada significativa, probablemente provocando una fuerte respuesta de Rusia, posiblemente llevando a Estados Unidos y la OTAN a una confrontación directa con Moscú, especialmente dada la inevitable participación de personal militar estadounidense en el despliegue de estas armas.
Algunos expertos especulan que esta medida es parte de una estrategia más amplia de la administración Biden para
“complicar las cosas tanto como sea posible” en un esfuerzo por hacer que cualquier futura conversación de paz, particularmente aquellas bajo una posible administración Trump, sea más difícil de llevar a cabo.
Como alternativa, Washington podría considerar la posibilidad de proporcionar misiles JASSM-ER lanzados desde el aire, que tienen un alcance de unos 1.000 kilómetros y pueden desplegarse desde aviones de combate F-16. Sin embargo, esto tampoco haría mucho por cambiar el equilibrio del conflicto. El número de JASSM-ER disponibles sería demasiado pequeño para llevar a una victoria ucraniana, y su uso volvería a correr el riesgo de intensificar el conflicto, con consecuencias impredecibles. Además, una transferencia de ese tipo sería imposible sin el continuo apoyo técnico de Estados Unidos.
¿Comprenden los dirigentes de la OTAN los riesgos de tales acciones? Seguramente deben hacerlo. ¿Por qué entonces impulsar una resolución de ese tipo? La Asamblea Parlamentaria de la OTAN, aunque influyente, es una de las ramas menos poderosas de la alianza. No obstante, sus acciones parecen seguir la dirección más amplia establecida por los dirigentes de la OTAN, a menudo sin tener en cuenta todo el peso de las consecuencias estratégicas.
The breakdown of confidential Russia-NATO diplomacy increases the risk of catastrophe
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Fyodor Lukyanov: ¿Qué probabilidad hay de un intercambio nuclear en Ucrania?
El colapso de la diplomacia privada Rusia-OTAN aumenta los riesgos de un acontecimiento terrible
Durante la Guerra Fría, se fue desarrollando gradualmente un sistema de comunicación que garantizaba no sólo la paridad militar sino también el entendimiento mutuo. Se trataba de una combinación de herramientas de comunicación públicas y privadas, con énfasis en la interacción política discreta y los intercambios departamentales entre los encargados de adoptar decisiones. Si bien este sistema no era perfecto, contribuía a evitar malentendidos y a gestionar las tensiones.
Hoy la situación ha cambiado. La comunicación confidencial, que en su día era un elemento crucial para la disuasión nuclear, ha desaparecido casi por completo. En su lugar, todas las señales se transmiten públicamente, basándose en declaraciones abiertas y filtraciones a los medios de comunicación.
Este cambio dificulta la comprensión correcta de estos mensajes y la falta de confianza no hace más que complicar aún más la situación. En Occidente, las filtraciones y las declaraciones contradictorias crean un panorama turbio. En cambio, Rusia ha optado por ser lo más directa y oficial posible, con el objetivo de evitar la ambigüedad en su posición.
Sin embargo, no se sabe con certeza si este enfoque es eficaz. La disuasión depende de la credibilidad de las amenazas. La parte contraria debe creer que se cumplirán si es necesario. Sin embargo, ahora que este enfoque está en boca de todos, los responsables de las decisiones se enfrentan a desafíos adicionales. La opinión pública moldea las políticas de maneras que pueden limitar el margen de maniobra. En consecuencia, el riesgo es que los líderes se sientan obligados a actuar en función de sus amenazas, no necesariamente porque quieran hacerlo, sino para demostrar que son creíbles.
La decisión de convertir este conflicto en una cuestión de política pública, en ausencia de una comunicación segura por canales secundarios, ha hecho que la disuasión sea más frágil. En lugar de simplemente señalar sus intenciones, ambas partes enfrentan ahora una mayor presión para actuar. Esta dinámica aumenta el peligro de una escalada accidental, ya que los líderes pueden sentirse obligados a cumplir sus amenazas para mantener la credibilidad.
El desmoronamiento de la diplomacia privada y el aumento de las amenazas públicas han hecho que el equilibrio nuclear sea más precario que nunca. Si continúa la trayectoria actual, el riesgo de escalada no hará más que aumentar y la estabilidad que existió durante la Guerra Fría puede parecer un recuerdo lejano.