En Mayo pasado, un helicóptero británico Lynx AH.Mk7 fue derribado sobre Basra (Irak) por un arma antitanque del tipo RPG (Rocket propelled Grenada) provocando la muerte de sus cinco ocupantes. Durante éste mes un enorme CH-53E Stallion israelí también fue derribado por un armamento similar sumándose a las más de dos docenas de helicópteros derribados en Irak y Afganistán por armamento “no convencional”. Así armas de menos de 500 dólares han demostrado que pueden provocar el derribo de aeronaves muy costosas e incluso ampliamente equipadas con sistemas defensivos, tal como sucede en los Apache o en los Chinoox MH-47.
Los resultados del conflicto Israel/El Líbano dejaron en claro que los últimos misiles antiaéreos portátiles (MANPADS) como los SA-16 y SA-18 son inmunes a los señuelos infrarrojos (flares) ya que operan en dos bandas de adquisición y “no se dejan engañar” por una de mayor intensidad que es la que representan los flares. Así los sistemas de detección de misiles (Missile Warning Receiver ó Missile Warning Aprouch) junto con los dispersadotes de flare, se han convertido en dos elementos esenciales y básicos para cualquier helicóptero, aunque no son efectivos contra los lanzagranadas ni contra el fuego ligero. Los equipos más avanzados que utilizan rayo UV/láser para confundir a las guias IR de los misiles, en éste caso no sirven ya que las RPG como la munición ligera no dispone de sistema de guiado.
En EEUU, Raytheon recibió un contrato por 70 millones de dólares para el programa Quick Kill de defensa anti-proyectil. Básicamente se trata de un radar de apertura sintética de 4 antenas destinada a vehículos terrestres pero de una posible aplicación en los helicópteros. El gran tema que devela a los ingenieros es que la detección de un proyectil está garantizada, pero no así la respuesta. Los cálculos iniciales indican que en el supuesto caso del lanzamiento de una granada propulsada (RPG) desde 200 metros, sólo hay 20 milisegundos para localizar la amenaza y calcular un curso de interceptación.
La gran incógnita es con qué combatir una munición de ésta naturaleza, donde los señuelos no sirven ya que no hay sistemas de guiado, sino una simple trayectoria balística. Se ha establecido que electrónicamente se puede detonar o hacer reaccionar las espoletas de éstas armas, pero aún así los mejores resultados obtenidos han provocado el estallido a tan sólo 10 metros del vehículo. Quizás un tanque de combate pueda sobrevivir a la proyección de fragmentos, pero no un helicóptero.
Lo cierto es que hoy y por mucho tiempo más, ningún helicóptero tiene protección alguna contra armamento convencional no guiado (RPG o fuego de armas ligeras) y así lo han entendido varios fabricantes de equipos antimisil. Los flares no son el antídoto, y para que se instalen sistemas de energía dirigida (láser o micro-ondas) pasarán muchos años, mientras tanto el talón de Aquiles de los helicópteros será su incapacidad para afrontar armas de tecnología primitiva, de muy bajo consto y sin ningún equipamiento electrónico. Así podrán detectar un tanque de combate en plena oscuridad a más de 20 km, pero no podrán defenderse de una simple munición de 7.62mm o de un lanzagranadas. No siempre lo más avanzado es lo más efectivo.
Los resultados del conflicto Israel/El Líbano dejaron en claro que los últimos misiles antiaéreos portátiles (MANPADS) como los SA-16 y SA-18 son inmunes a los señuelos infrarrojos (flares) ya que operan en dos bandas de adquisición y “no se dejan engañar” por una de mayor intensidad que es la que representan los flares. Así los sistemas de detección de misiles (Missile Warning Receiver ó Missile Warning Aprouch) junto con los dispersadotes de flare, se han convertido en dos elementos esenciales y básicos para cualquier helicóptero, aunque no son efectivos contra los lanzagranadas ni contra el fuego ligero. Los equipos más avanzados que utilizan rayo UV/láser para confundir a las guias IR de los misiles, en éste caso no sirven ya que las RPG como la munición ligera no dispone de sistema de guiado.
En EEUU, Raytheon recibió un contrato por 70 millones de dólares para el programa Quick Kill de defensa anti-proyectil. Básicamente se trata de un radar de apertura sintética de 4 antenas destinada a vehículos terrestres pero de una posible aplicación en los helicópteros. El gran tema que devela a los ingenieros es que la detección de un proyectil está garantizada, pero no así la respuesta. Los cálculos iniciales indican que en el supuesto caso del lanzamiento de una granada propulsada (RPG) desde 200 metros, sólo hay 20 milisegundos para localizar la amenaza y calcular un curso de interceptación.
La gran incógnita es con qué combatir una munición de ésta naturaleza, donde los señuelos no sirven ya que no hay sistemas de guiado, sino una simple trayectoria balística. Se ha establecido que electrónicamente se puede detonar o hacer reaccionar las espoletas de éstas armas, pero aún así los mejores resultados obtenidos han provocado el estallido a tan sólo 10 metros del vehículo. Quizás un tanque de combate pueda sobrevivir a la proyección de fragmentos, pero no un helicóptero.
Lo cierto es que hoy y por mucho tiempo más, ningún helicóptero tiene protección alguna contra armamento convencional no guiado (RPG o fuego de armas ligeras) y así lo han entendido varios fabricantes de equipos antimisil. Los flares no son el antídoto, y para que se instalen sistemas de energía dirigida (láser o micro-ondas) pasarán muchos años, mientras tanto el talón de Aquiles de los helicópteros será su incapacidad para afrontar armas de tecnología primitiva, de muy bajo consto y sin ningún equipamiento electrónico. Así podrán detectar un tanque de combate en plena oscuridad a más de 20 km, pero no podrán defenderse de una simple munición de 7.62mm o de un lanzagranadas. No siempre lo más avanzado es lo más efectivo.