Martín Antonio Balza
Los duelos de artillería
Dominando con su estruendo el campo de Batalla, el fuego de la artillería fue una constante en la guerra de las Malvinas. El enemigo la empleó en forma masiva: tanto el tiro naval como el de las piezas de campaña abrieron el camino de los británicos. Del lado argentino y pese a la inferioridad del número de piezas y del alcance de las mismas, se los mantuvo a raya mientras fue posible. Uno de los jefes de unidad, el entonces teniente coronel Martín Antonio Balza –quien comandó el Grupo de Artillería 3, regimiento oriundo de Paso de los Libres, Corrientes- es quien relata los hechos que siguen.
Los ingleses desembarcaron en las islas tres grupos de artillería, lo que pasa es que el número de piezas con que contaban oscilaba entre 54 y 60, porque cada grupo de artillería tiene tres baterías de tiro y cada una de esas baterías tiene seis piezas. La cuenta de 54 piezas, pero después constatamos que algunas las tenían armadas con ocho piezas, por lo que pueden haber llegado a 60.
Los duelos de artillería fueron intensos, intensos y muy prolongados. Tratábamos de neutralizarlos, es decir, de que sus bocas de fuego estén inactivas, lo que dependía únicamente de la cantidad de fuego que les hacíamos llegar.
Nuestra preparación y nuestro estado anímico, que fuimos poniendo a prueba en los días previos a las acciones más importantes, fueron fundamentales y significativos. Esa preparación anímica por supuesto que la tenían todos los cuadros, pero la habíamos logrado de forma particular con nuestros soldados. Y para ello no descuidábamos ningún detalle, por pequeño que pareciera.
La cuenta regresiva
Los ataques comenzaron a incrementar su intensidad a partir de los primeros días de junio. De los ingleses recibíamos fuego de artillería, de morteros y de sus aviones. Inicialmente habíamos participado en acciones de apoyo a nuestras tropas comando, las que, en repetidas oportunidades, incursionaron en la profundidad del dispositivo enemigo. Ese apoyo de nuestra artillería fue hecho –afortunadamente- en forma muy coordinada, ya que era sumamente riesgoso para los comandos. Ellos mismos pedían, para poder entrar más aún en las filas enemigas, que realizáramos el fuego muy cerca de ellos. Esto, indudablemente, nos ponía más nerviosos a nosotros que a los mismos comandos, que además estaban en contacto con los servicios especiales británicos.
El fuego contra baterías inglesas y contra sus tropas lo comenzó a hacer una de mis baterías que estaba sensiblemente orientada hacia el oeste. Como respuesta fue recibiendo, de manera cada vez más intensa, un graneado de fuego enemigo que la obligó a realizar diferentes cambios de posición hacia retaguardia.
A partir de ese momento comenzó también una dramática cuenta regresiva para nosotros; éramos conscientes de que cada disparo que hacíamos no era repuesto. Teníamos todavía una cantidad considerable de municiones, pero disminuía. Una de mis subunidades, que fue la que tomó contacto primeramente con el enemigo, en uno de esos cambios de posición, ya estaba aproximadamente a cuatro kilómetros al oeste del ex cuartel de los Royal Marines, es decir Moody Brook, a unos 9 kilómetros de Puerto Argentino.
El almirante Otero comentó después que había observado que un intenso fuego inglés prácticamente había aplastado el accionar de esa subunidad y, temiendo lo peor, pidió con urgencia dos ambulancias para mandarlas allí. Sin embargo, su sorpresa fue grande cuando, al disiparse la polvareda y el humo de los disparos británicos, ve como hormiguitas que salían, ocupaban sus puestos, contestaba el fuego y volvían rápidamente a sus pozos. Nuevamente la respuesta inglesa y nuevamente a salir apurados los argentinos a contestar el fuego, y a sus pozos. Esto se sucedió por espacio de casi 30 minutos. Cuando me lo comunicaron concurrí al lugar y acababa de cesar el fuego inglés, ya que mediante el uso de helicópteros habían desplazado esa batería a otra posición. Dios había estado de nuevo con nosotros. Casi no hubo bajas, pero fue un milagro, porque cajas de repuestos que estaban a un metro del refugio del personal habían sido destrozadas por los impactos. Esta acción mereció una felicitación por parte del jefe de la agrupación Ejército Puerto Argentino y del almirante Otero. Mucho mérito tuvo allí el teniente 1º Tessey.
Cambio de Posición
En el monte Longdon yo pierdo un observador adelantado, el teniente Ramos. En el último enlace radioeléctrico que realizó conmigo me dijo que el monte estaba totalmente rodeado y que iba a tratar de localizar y pedir fuego propio. Era de noche y prácticamente era muy difícil individualizar al enemigo. Simultáneamente, mientras rodean monte Longdon, los ingleses tratan de neutralizar la posición nuestra. Nos sobrevolaban helicópteros a poca distancia y eran los que indudablemente reglaban el fuego de los barcos. Finalmente nuestras posiciones caen. En su último enlace el teniente Ramos me dice que está completamente rodeado y que no puede dirigir el tiro, que va a intentar replegarse.
Poco después su auxiliar, que si logró replegarse, me dijo que el teniente, herido en una rodilla, había muerto combatiendo, con una ametralladora que había logrado tomar.
Aquella noche, la noche del 11, nos disparaba simultáneamente la artillería naval y la artillería de campaña. Se hizo un intenso fuego de iluminación, tanto que el teniente Ramos, durante su último enlace, antes de morir, me decía:
-Esto es un infierno. Hay granadas de iluminación nuestras y de los ingleses. Se escuchaban gritos desaforados por todos lados.
En ese sector del monte Longdon estaba operando una compañía de gurkhas.
La batería, que estaba muy cerca de allí, prácticamente llegó a quedar en la primera línea y entonces iniciamos un cambio de posición que nos llevó casi todo el día 12; se reintegra al grupo que estaba al sur de Puerto Argentino. Ese cambio de posición fue muy difícil porque se hizo bajo un continuo fuego enemigo y pieza por pieza, ya que de los tres vehículos que teníamos, el enemigo nos había destruido dos. Finalmente quedó tirado la última pieza y posteriormente también pudimos replegar.
Mientras realizábamos esto, los grupos de artillería 4 y 3 trataban de favorecer nuestro repliegue haciendo fuego contra la artillería inglesa.
Desde el sector en que nos habíamos instalado vimos claramente helicópteros que se aproximaban a nosotros transportando piezas de artillería. Abrimos fuego contra ellos y logramos derribar a uno, obligando esto al enemigo a desplazar la pieza a otro lugar.
Con las primeras luces del día 13 ya el enemigo ha dominado las colinas próximas a Puerto Argentino y centraliza todo su accionar sobre un sector defendido por el BIM 5 y por el Regimiento de Infantería 7. Ese combate dura todo el día 13 y la noche del 13 al 14. Fue el combate más intenso.
El grupo de artillería aerotransportado 4, que estaba más hacia el oeste que yo, llegó prácticamente a tomar contacto visual con el enemigo. Combatieron hasta que no tuvieron más munición y las piezas quedaron prácticamente enterradas, inoperables. Nosotros en nuestro sector contábamos con un piso algo más firme.
En una de las brevísimas pausas que hacían los ingleses en sus ataques, nos sobrevuela un avión Sea Harrier, a unos 100 metros de altura. No dispara sobre nosotros, sino que lo hace sobre una batería compuesta por los dos cañones de 155 mm que yo tenía ubicada a unos dos kilómetros de allí, y que operaban en forma diferente a los cañones de 105 mm. El Sea Harrier le descargó todos los cohetes que tenía y todo el mundo gritó que le habían dado a los 155. Trato de comunicarme con el teniente 1º que tenía esa pieza y era imposible, no podía comunicarme. Se había cortado las líneas o habían muerto todos. Finalmente el teniente 1º logra comunicarse en forma radioeléctrica y me dice:
-Tengo un suboficial y cinco soldados heridos, pero todos leves. Continúo con mi misión. Era el teniente 1º Dafunchio.
Es indudable para que el enemigo arriesgue en vuelo rasante un Sea Harrier era porque estos cañones estaban causándole serios problemas. Cuando finalizó el conflicto bélico, el general Moore manifestó que en varias oportunidades se le había pegado a su comando con estos cañones y preguntó con qué radares habíamos detectado su comando. Le respondimos entonces que no teníamos radares capaces de localizar un puesto de comando, que simplemente se había hecho en base a apreciaciones de inteligencia, de acuerdo a los datos de observadores de primera línea y de los observadores aéreos.
La noche del 13 al 14 de junio se tiró prácticamente sin interrupción. Ahí se tiró hasta que los cañones y los obuses no resistieron más. Se disparó en apoyo del combate final del BIM 5 y del Regimiento de Infantería 7, y de una fracción de un escuadrón de Caballería Blindada 10, que esa noche, al mando del capitán Soloaga, realizó un contraataque.
A tiro limpio
Se disparó sin solución de continuidad. Con la desesperación propia de quien siente que debe continuar apoyando, que no hay reposición y que la munición se agota. Que llegan muchas misiones de fuego y que no pueden ser cumplidas en su totalidad porque en esos momentos sólo nos quedaban dos baterías disponibles.
En un contraataque que había realizado el mayor Jaimet, a cargo de una compañía del Regimiento de Infantería 6, bajo una presión de fuego constante del enemigo, tomo contacto radial con él y le pregunto –no recuerdo ahora cuál era el indicativo radial:
-¿Cómo andan las cosas? –pregunté
-Esto es un quilombo, mi teniente coronel, pero les estamos dando duro –respondió, y realmente la situación que estaban viviendo en esos momentos era sumamente difícil.
Con el capitán de fragata Robacio tuvimos un contacto radial en la noche del 13 al 14.
Con su regimiento, el BIM 5, gastamos finalmente toda la munición que nos quedaba. Esa noche mi indicativo era Martín, y sus palabras fueron las siguientes:
-¡Dale Martín, dale! ¡Dale que los estás haciendo mierd@! ¡Dale! ¡Misma Alza, misma alza!
Posteriormente, y para apreciar todo esto, durante el mes que estuve en el campo de prisioneros tuve oportunidad de conversar con oficiales y suboficiales ingleses, quienes destacaron la fuerte resistencia que habían encontrado. Si hubo ese accionar, esa oposición intensa durante tantos días, eso permite suponer que todas las tropas, en forma integrada y dentro de cada fracción y sin distinción de jerarquía, desde el soldado hasta el jefe, han combatido. Han combatido superando todos los inconvenientes; la rigurosidad del clima, las privaciones propias del bloqueo primero y del cerco después. Y lo hicieron con eficiencia profesional hasta el último momento, según declaraciones del enemigo. Y que si combatieron hasta el último momento en forma por demás eficiente, ocasionándoles pérdidas superiores a las que ellos mismos declaran, ello significa que cada uno de los soldados, cada uno de los suboficiales y cada uno de los jefes que estaban en puestos de combate luchó como correspondía.
Un abrazo
Saludos!