La derrota en la guerra hispanoamericana de 1898 significó la pérdida de nuestras últimas colonias en Ultramar: Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
El cónsul norteamericano pidió a Washington la presencia en La Habana de buques de guerra, en defensa de los intereses de sus conciudadanos. El acorazado Maine fondeó en el puerto de la capital y el 15 de febrero una explosión produjo su hundimiento, resultando muertos 266 tripulantes. Los americanos acusaron a los españoles. Una comisión americana destinada a investigar el suceso, declaró que una explosión exterior había provocado la catástrofe. La tensión diplomática crecía.
Los Estados Unidos querían controlar Cuba, entre otras causas, por la posición estratégica que la Isla ocupaba frente al golfo de México y estaban dispuestos a comprarla o a luchar por ella. Pero iban, hipócritamente, a justificar su intervención militar alegando razones humanitarias; querían evitar los sufrimientos del pueblo cubano. El 11 de abril, el senado y la cámara de representantes de los Estados Unidos, acuerdan que Cuba es libre e independiente y que si España no renuncia inmediatamente a su soberanía, queda autorizado el Presidente de los EEUU a utilizar todas las fuerzas militares y navales para llevar a efecto lo acordado. El 21 de abril se rompen las relaciones diplomáticas. El 25, los EEUU declaran la guerra a España y comienza el bloqueo de la Isla.
La escuadra del almirante Cervera, que se encontraba en Cabo Verde, recibe la orden de dirigirse a las Antillas, a pesar de que éste había manifestado insistentemente que era imposible derrotar a la flota yanqui, dada la manifiesta superioridad de la misma y que sería más conveniente que su escuadra se dedicara a la protección de las islas Canarias y de la Península ante un previsible ataque de los norteamericanos.
Una vez recibida la orden de zarpar, Cervera escribe al ministro de Marina, "Con la conciencia tranquila voy al sacrificio, sin explicarme ese voto unánime de los generales de Marina, que significa la desaprobación y censura de mis opiniones, lo cual implica la necesidad de que cualquiera de ellos me hubiese relevado". No era sólo Cervera el que tenía esa pesimista impresión. Villaamil, capitán de navío que mandaba la escuadrilla de torpederos, telegrafió a su amigo Sagasta: "Ante la trascendencia que tendrá para la Patria el destino dado a esta escuadra, creo conveniente conozca usted por el amigo que no teme censuras, que si bien como militares están todos dispuestos a morir honrosamente cumpliendo sus deberes, creo indubitable que el sacrificio de este núcleo de fuerzas navales será tan seguro como estéril y contraproducente para el término de la guerra, si no se toman en consideración las repetidas observaciones hechas por su almirante al ministro de Marina".
El ejército español tenía sus fuerzas diseminadas por toda la Isla, aunque en La Habana se encontraba el grueso de las mismas por su importancia estratégica. El 19 de mayo llegó la escuadra de Cervera a Santiago de Cuba, ciudad situada en la parte oriental de la Isla, donde el ejército mambí era más fuerte y controlaba el territorio.
El ataque del ejército estadounidense a Cuba fue encomendado a Nelson A. Miles, General en Jefe del Ejército. Se eligió Tampa como lugar del que partiría el cuerpo expedicionario, denominado Quinto Cuerpo de Ejército. Allí en medio de una caótica y deficiente organización, se concentraron y embarcaron 18.000 hombres y el material de guerra necesario. El 14 de junio, la flota ponía rumbo a Las Antillas. La orden recibida era tomar Santiago en el menor tiempo posible, reembarcar y poner rumbo a Banes y esperar instrucciones.
La flota se encontró frente a Santiago el día 20. El general Shafter, que tenía el mando del Quinto, se entrevistó con el almirante Sampson, jefe de la escuadra que bloqueaba la bahía de Santiago, y con Calixto García. Fue el jefe cubano quien expuso su plan para tomar la ciudad, siendo aceptado por los americanos. Este consistía en desembarcar en Daiquiri y atacar por el este mientras los mambises cercaban el resto del perímetro de la ciudad.
El general cubano Castillo Dunay tomó Daiquiri, cuya guarnición se retiró sin presentar combate; el Quinto Cuerpo desembarcó bajo la protección de los mambises el 22 de junio. Al día siguiente, tras tomar Siboney, la división del general Lawton se encontró con las tropas españoles que estaban parapetadas en las alturas de las Guásimas. Estas eran las fuerzas que habían abandonado Siboney y que el general Linares, Gobernador de Santiago, había reforzado con 1.500 hombres bajo el mando del general Rubín.
Shafter había dispuesto que la división de Lawton ocupase la vanguardia, la de Kent se situase en las proximidades de Siboney y la de Wheeler en Daiquiri. El día 24 Wheeler decide, por su cuenta, atacar las Guásimas; ordenó a la brigada de Young avanzar pero el fuego de los españoles la frenó. Wheeler pidió refuerzos a Lawton, pero el general Rubín, obedeciendo órdenes, replegó sus fuerzas hacia Santiago. Como consecuencia, los americanos tomaron Las Guásimas, Sevilla y La Redonda; Santiago quedaba más cerca.
Cuando el mando americano se enteró de que el coronel Escario se dirigía con una columna a reforzar la ciudad, decidió atacar inmediatamente. El día 1 de julio fue el elegido para lanzar el asalto. Al amanecer de dicho día el ejército expedicionario había ocupado posiciones al lado este de Santiago.El eje del ataque estaría definido por el camino que desde Sevilla conduce a la ciudad, atravesando una densa manigua hasta las proximidades de Las Lomas de San Juan.
Cercana a estas se encontraba en un promontorio el núcleo defensivo de El Caney. Shafter pensó que era necesario tomar ambas posiciones, con el fin de evitar sorpresas. En función de este plan, los norteamericanos situaron sus unidades de la siguiente forma: frente a Aguadores, la brigada de Duffield, frente a las Lomas de San Juan, las divisiones de Kent y Wheeler, y al este de El Caney, la división de Lawton.
El general Linares, que tenía bajo su mando cerca de 10.000 hombres, organizó su primera línea defensiva. En el Caney, el general Vara de Rey con 527 hombres, en Aguadores 1.000, en San Juan 360 y una sección de artillería y en el fuerte Canosa 140.
Los americanos pretendían tomar El Caney en dos horas con la división de Lawton , mientras que las divisiones de Kent y Wheeler desplegaban ante las Lomas de San Juan. Una vez tomado El Caney, Lawton se incorporaría al flanco derecho para efectuar el asalto a San Juan con el Quinto Cuerpo al completo.
A primera hora de la mañana, la división de Lawton avanzaba desplegada hacia El Caney. Pensando que el pánico iba a hacer huir a los españoles, pronto descubrieron que estos no eran muy propensos a las carreras, y que estaban dispuestos a poner toda la tenacidad del mundo en la defensa de su posición. Allí, no sólo se encontraba el valiente Vara de Rey, le acompañaban un puñado de guerrilleros soldados de nuestra Infantería, que dieron ejemplo de bravura y coraje.
Las primeras oleadas de asaltantes fueron detenidas por las descargas cerradas y rasantes que los defensores realizaron con sus mausers. La artillería americana dirige su fuego contra El Viso, pequeño fortín de piedra, punto clave de la defensa. A las nueve horas Lawton detiene el ataque, ante las dificultades que sus hombres encuentran para ganar un palmo de terreno y solicita se incorpore la brigada de reserva; sumando de esta forma más de 6.000 los hombres bajo su mando.
Al mediodía El Caney resistía. El imponente despliegue americano no había impresionado a sus defensores. La artillería se situó a un kilómetro de El Viso y sus fuegos empezaron a hacer mella en el fortín. Lawton recibe orden de abandonar el ataque para incorporarse al asalto de san Juan pero desobedece y continúa su lucha particular. Ahora la artillería barría eficazmente las trincheras españolas y ordena un nuevo asalto contra El Viso, que fue tomado a las cinco de la tarde. Desde allí se podía batir el pueblo y sus defensas, de forma que la resistencia era ya de todo punto imposible.
Herido el general Vara de Rey, entrega el mando al teniente coronel Puñet, que organiza la retirada. En ésta, fue alcanzado por u n disparo, allí quedó su cuerpo sobre el campo de batalla. Cuando fue encontrado por las tropas norteamericanas, le rindieron honores militares. Ya de noche, el teniente coronel Puñet llegó a Santiago con unos 60 hombres. Dos horas había calculado el soberbio Lawton que bastarían para tomar con sus 6.000 hombres una posición defendida por 527 españoles. Se equivocó, necesitó 12.El consiguió El Caney, los españoles la Gloria.
El capitán Wester, agregado militar de la Legación de Suecia y Noruega en Washington, testigo presencial de los hechos, escribió un relato de los mismos al final de la cual se puede leer:
"¡Después de esto, ni una palabra más se escuchaba en el campo americano sobre la cuestión de la inferioridad de la raza española!
Y esta lucha de El Caney ¿no aparecerá siempre ante todo el mundo como uno de los ejemplos más hermosos del valor humano y de la abnegación militar?
¿Quién haya tomado parte en ella no es digno de una honorífica recompensa?
¡Contemplad ese pueblo! Las casa están arruinadas por las granadas, las calles cubiertas de muertos y heridos. El general Vara de Rey está allá, muerto; sus ayudantes al laso suyo, muertos; en derredor multitud de oficiales y solados.
Todos han llenado su deber, desde el primero hasta el último.
¡Dichoso el país que es tan querido de sus hijos!
¡Dichosos los héroes que han sucumbido en un combate tan glorioso!
¡Con su sangre han escrito en la historia el nombre de El Caney, como uno de los más brillantes episodios guerreros, y con letras de oro deben inscribirse también en las banderas de las tropas que allí combatieron!".
Mientras se combatía en El Caney, las divisiones de Kent y Wheeler iniciaron su marcha para ocupar las posiciones de asalto. Avanzaron por el estrecho camino que conducía a Santiago. La división de Wheeler comenzó a vadear el río Aguadores y a desplegar en el flanco derecho, pero el vado se convirtió en un embudo y las tropas norteamericanas se fueron acumulando en el mismo produciéndose gran confusión.
Para intentar comprender lo que estaba ocurriendo, el mando americano ordenó izar un globo cautivo, de discreto color amarillo. Los españoles abrieron fuego contra el mismo y pronto comprendieron que el globo les indicaba la posición de las tropas enemigas, por lo tanto dirigieron sus descargas de fusil sobre la manigua. Nuestra sección de artillería con sus dos Krupp de 7,5 cm., tras derribar el globo, concentró su fuego sobre las tropas enemigas próximas al vado. Fueron los mambises los que adelantaron sus posiciones y vadearon el río estableciendo una línea de fuego a trescientos metros de las primeras posiciones españolas. Gracias a ellos, las dos divisiones americanas pudieron completar su despliegue.
Las fuerzas de Wheeler tomaron al asalto la loma de la Caldera que se encuentra frente a las de san Juan. El mismo se llevó a cabo bajo la protección del fuego artillero y de las ametralladoras Gatling. Los cañones españoles se quedaron sin munición, y aunque lentamente, aquella tropa abigarrada ascendía las colinas de forma imparable. Los defensores iniciaron una retirada ordenada, que fue protegida por los artilleros al mando de su capitán De Antonio; murieron todos.
Los americanos alcanzaron las cimas de San Juan. Todavía los españoles tuvieron fuerzas para lanzar un desesperado contraataque a cargo de nuestra infantería de marina, mandada por el capitán de navío Bustamante, pero fue rechazado.
El general Linares, herido en el combate, entregó el mando al general Toral. Al anochecer los españoles se encontraban parapetados en la última línea defensiva exterior.
Shafter ordenó la construcción de largas trincheras alrededor de Santiago.
El día 2 llega la columna del coronel Escario compuesta por 3000 hombres. Los mambises se apoderan de Cuabitas de cuya presa se abastecía de agua la ciudad. Sahfter pide la rendición y el general Toral contesta que no. El mismo día 2 el almirante Cervera recibe del general Blanco, General en Jefe, el siguiente telegrama: "En vista estado apurado y grave de esa plaza que me participa el general Toral, embarque V.E. con la mayor premura tropas desembarcadas de la escuadra y salga con ésta inmediatamente."
FÍN 1ª PARTE
El cónsul norteamericano pidió a Washington la presencia en La Habana de buques de guerra, en defensa de los intereses de sus conciudadanos. El acorazado Maine fondeó en el puerto de la capital y el 15 de febrero una explosión produjo su hundimiento, resultando muertos 266 tripulantes. Los americanos acusaron a los españoles. Una comisión americana destinada a investigar el suceso, declaró que una explosión exterior había provocado la catástrofe. La tensión diplomática crecía.
Los Estados Unidos querían controlar Cuba, entre otras causas, por la posición estratégica que la Isla ocupaba frente al golfo de México y estaban dispuestos a comprarla o a luchar por ella. Pero iban, hipócritamente, a justificar su intervención militar alegando razones humanitarias; querían evitar los sufrimientos del pueblo cubano. El 11 de abril, el senado y la cámara de representantes de los Estados Unidos, acuerdan que Cuba es libre e independiente y que si España no renuncia inmediatamente a su soberanía, queda autorizado el Presidente de los EEUU a utilizar todas las fuerzas militares y navales para llevar a efecto lo acordado. El 21 de abril se rompen las relaciones diplomáticas. El 25, los EEUU declaran la guerra a España y comienza el bloqueo de la Isla.
La escuadra del almirante Cervera, que se encontraba en Cabo Verde, recibe la orden de dirigirse a las Antillas, a pesar de que éste había manifestado insistentemente que era imposible derrotar a la flota yanqui, dada la manifiesta superioridad de la misma y que sería más conveniente que su escuadra se dedicara a la protección de las islas Canarias y de la Península ante un previsible ataque de los norteamericanos.
Una vez recibida la orden de zarpar, Cervera escribe al ministro de Marina, "Con la conciencia tranquila voy al sacrificio, sin explicarme ese voto unánime de los generales de Marina, que significa la desaprobación y censura de mis opiniones, lo cual implica la necesidad de que cualquiera de ellos me hubiese relevado". No era sólo Cervera el que tenía esa pesimista impresión. Villaamil, capitán de navío que mandaba la escuadrilla de torpederos, telegrafió a su amigo Sagasta: "Ante la trascendencia que tendrá para la Patria el destino dado a esta escuadra, creo conveniente conozca usted por el amigo que no teme censuras, que si bien como militares están todos dispuestos a morir honrosamente cumpliendo sus deberes, creo indubitable que el sacrificio de este núcleo de fuerzas navales será tan seguro como estéril y contraproducente para el término de la guerra, si no se toman en consideración las repetidas observaciones hechas por su almirante al ministro de Marina".
El ejército español tenía sus fuerzas diseminadas por toda la Isla, aunque en La Habana se encontraba el grueso de las mismas por su importancia estratégica. El 19 de mayo llegó la escuadra de Cervera a Santiago de Cuba, ciudad situada en la parte oriental de la Isla, donde el ejército mambí era más fuerte y controlaba el territorio.
El ataque del ejército estadounidense a Cuba fue encomendado a Nelson A. Miles, General en Jefe del Ejército. Se eligió Tampa como lugar del que partiría el cuerpo expedicionario, denominado Quinto Cuerpo de Ejército. Allí en medio de una caótica y deficiente organización, se concentraron y embarcaron 18.000 hombres y el material de guerra necesario. El 14 de junio, la flota ponía rumbo a Las Antillas. La orden recibida era tomar Santiago en el menor tiempo posible, reembarcar y poner rumbo a Banes y esperar instrucciones.
La flota se encontró frente a Santiago el día 20. El general Shafter, que tenía el mando del Quinto, se entrevistó con el almirante Sampson, jefe de la escuadra que bloqueaba la bahía de Santiago, y con Calixto García. Fue el jefe cubano quien expuso su plan para tomar la ciudad, siendo aceptado por los americanos. Este consistía en desembarcar en Daiquiri y atacar por el este mientras los mambises cercaban el resto del perímetro de la ciudad.
El general cubano Castillo Dunay tomó Daiquiri, cuya guarnición se retiró sin presentar combate; el Quinto Cuerpo desembarcó bajo la protección de los mambises el 22 de junio. Al día siguiente, tras tomar Siboney, la división del general Lawton se encontró con las tropas españoles que estaban parapetadas en las alturas de las Guásimas. Estas eran las fuerzas que habían abandonado Siboney y que el general Linares, Gobernador de Santiago, había reforzado con 1.500 hombres bajo el mando del general Rubín.
Shafter había dispuesto que la división de Lawton ocupase la vanguardia, la de Kent se situase en las proximidades de Siboney y la de Wheeler en Daiquiri. El día 24 Wheeler decide, por su cuenta, atacar las Guásimas; ordenó a la brigada de Young avanzar pero el fuego de los españoles la frenó. Wheeler pidió refuerzos a Lawton, pero el general Rubín, obedeciendo órdenes, replegó sus fuerzas hacia Santiago. Como consecuencia, los americanos tomaron Las Guásimas, Sevilla y La Redonda; Santiago quedaba más cerca.
Cuando el mando americano se enteró de que el coronel Escario se dirigía con una columna a reforzar la ciudad, decidió atacar inmediatamente. El día 1 de julio fue el elegido para lanzar el asalto. Al amanecer de dicho día el ejército expedicionario había ocupado posiciones al lado este de Santiago.El eje del ataque estaría definido por el camino que desde Sevilla conduce a la ciudad, atravesando una densa manigua hasta las proximidades de Las Lomas de San Juan.
Cercana a estas se encontraba en un promontorio el núcleo defensivo de El Caney. Shafter pensó que era necesario tomar ambas posiciones, con el fin de evitar sorpresas. En función de este plan, los norteamericanos situaron sus unidades de la siguiente forma: frente a Aguadores, la brigada de Duffield, frente a las Lomas de San Juan, las divisiones de Kent y Wheeler, y al este de El Caney, la división de Lawton.
El general Linares, que tenía bajo su mando cerca de 10.000 hombres, organizó su primera línea defensiva. En el Caney, el general Vara de Rey con 527 hombres, en Aguadores 1.000, en San Juan 360 y una sección de artillería y en el fuerte Canosa 140.
Los americanos pretendían tomar El Caney en dos horas con la división de Lawton , mientras que las divisiones de Kent y Wheeler desplegaban ante las Lomas de San Juan. Una vez tomado El Caney, Lawton se incorporaría al flanco derecho para efectuar el asalto a San Juan con el Quinto Cuerpo al completo.
A primera hora de la mañana, la división de Lawton avanzaba desplegada hacia El Caney. Pensando que el pánico iba a hacer huir a los españoles, pronto descubrieron que estos no eran muy propensos a las carreras, y que estaban dispuestos a poner toda la tenacidad del mundo en la defensa de su posición. Allí, no sólo se encontraba el valiente Vara de Rey, le acompañaban un puñado de guerrilleros soldados de nuestra Infantería, que dieron ejemplo de bravura y coraje.
Las primeras oleadas de asaltantes fueron detenidas por las descargas cerradas y rasantes que los defensores realizaron con sus mausers. La artillería americana dirige su fuego contra El Viso, pequeño fortín de piedra, punto clave de la defensa. A las nueve horas Lawton detiene el ataque, ante las dificultades que sus hombres encuentran para ganar un palmo de terreno y solicita se incorpore la brigada de reserva; sumando de esta forma más de 6.000 los hombres bajo su mando.
Al mediodía El Caney resistía. El imponente despliegue americano no había impresionado a sus defensores. La artillería se situó a un kilómetro de El Viso y sus fuegos empezaron a hacer mella en el fortín. Lawton recibe orden de abandonar el ataque para incorporarse al asalto de san Juan pero desobedece y continúa su lucha particular. Ahora la artillería barría eficazmente las trincheras españolas y ordena un nuevo asalto contra El Viso, que fue tomado a las cinco de la tarde. Desde allí se podía batir el pueblo y sus defensas, de forma que la resistencia era ya de todo punto imposible.
Herido el general Vara de Rey, entrega el mando al teniente coronel Puñet, que organiza la retirada. En ésta, fue alcanzado por u n disparo, allí quedó su cuerpo sobre el campo de batalla. Cuando fue encontrado por las tropas norteamericanas, le rindieron honores militares. Ya de noche, el teniente coronel Puñet llegó a Santiago con unos 60 hombres. Dos horas había calculado el soberbio Lawton que bastarían para tomar con sus 6.000 hombres una posición defendida por 527 españoles. Se equivocó, necesitó 12.El consiguió El Caney, los españoles la Gloria.
El capitán Wester, agregado militar de la Legación de Suecia y Noruega en Washington, testigo presencial de los hechos, escribió un relato de los mismos al final de la cual se puede leer:
"¡Después de esto, ni una palabra más se escuchaba en el campo americano sobre la cuestión de la inferioridad de la raza española!
Y esta lucha de El Caney ¿no aparecerá siempre ante todo el mundo como uno de los ejemplos más hermosos del valor humano y de la abnegación militar?
¿Quién haya tomado parte en ella no es digno de una honorífica recompensa?
¡Contemplad ese pueblo! Las casa están arruinadas por las granadas, las calles cubiertas de muertos y heridos. El general Vara de Rey está allá, muerto; sus ayudantes al laso suyo, muertos; en derredor multitud de oficiales y solados.
Todos han llenado su deber, desde el primero hasta el último.
¡Dichoso el país que es tan querido de sus hijos!
¡Dichosos los héroes que han sucumbido en un combate tan glorioso!
¡Con su sangre han escrito en la historia el nombre de El Caney, como uno de los más brillantes episodios guerreros, y con letras de oro deben inscribirse también en las banderas de las tropas que allí combatieron!".
Mientras se combatía en El Caney, las divisiones de Kent y Wheeler iniciaron su marcha para ocupar las posiciones de asalto. Avanzaron por el estrecho camino que conducía a Santiago. La división de Wheeler comenzó a vadear el río Aguadores y a desplegar en el flanco derecho, pero el vado se convirtió en un embudo y las tropas norteamericanas se fueron acumulando en el mismo produciéndose gran confusión.
Para intentar comprender lo que estaba ocurriendo, el mando americano ordenó izar un globo cautivo, de discreto color amarillo. Los españoles abrieron fuego contra el mismo y pronto comprendieron que el globo les indicaba la posición de las tropas enemigas, por lo tanto dirigieron sus descargas de fusil sobre la manigua. Nuestra sección de artillería con sus dos Krupp de 7,5 cm., tras derribar el globo, concentró su fuego sobre las tropas enemigas próximas al vado. Fueron los mambises los que adelantaron sus posiciones y vadearon el río estableciendo una línea de fuego a trescientos metros de las primeras posiciones españolas. Gracias a ellos, las dos divisiones americanas pudieron completar su despliegue.
Las fuerzas de Wheeler tomaron al asalto la loma de la Caldera que se encuentra frente a las de san Juan. El mismo se llevó a cabo bajo la protección del fuego artillero y de las ametralladoras Gatling. Los cañones españoles se quedaron sin munición, y aunque lentamente, aquella tropa abigarrada ascendía las colinas de forma imparable. Los defensores iniciaron una retirada ordenada, que fue protegida por los artilleros al mando de su capitán De Antonio; murieron todos.
Los americanos alcanzaron las cimas de San Juan. Todavía los españoles tuvieron fuerzas para lanzar un desesperado contraataque a cargo de nuestra infantería de marina, mandada por el capitán de navío Bustamante, pero fue rechazado.
El general Linares, herido en el combate, entregó el mando al general Toral. Al anochecer los españoles se encontraban parapetados en la última línea defensiva exterior.
Shafter ordenó la construcción de largas trincheras alrededor de Santiago.
El día 2 llega la columna del coronel Escario compuesta por 3000 hombres. Los mambises se apoderan de Cuabitas de cuya presa se abastecía de agua la ciudad. Sahfter pide la rendición y el general Toral contesta que no. El mismo día 2 el almirante Cervera recibe del general Blanco, General en Jefe, el siguiente telegrama: "En vista estado apurado y grave de esa plaza que me participa el general Toral, embarque V.E. con la mayor premura tropas desembarcadas de la escuadra y salga con ésta inmediatamente."
FÍN 1ª PARTE