PagoPorà
Colaborador
Extractos del libro de Graham Bound
Un poco exagerado Don Bound dándole un tinte casi épico a actividades de los kelpers.
El cómo los Fal.... Islanders (habitantes de las islas Malvinas) fueron a la guerra en 1982 para expulsar de su tierra al invasor argentino con valentía, ingenio y ayuda práctica vital prestada a las fuerzas británicas ha sido revelado por primera vez.
Ellos afrontaron peligros, deportación y encarcelamiento a la vez que ejecutaron labores de espionaje y sabotaje en contra de las fuerzas argentinas, así como llevaron a cabo propaganda psicológica, transmitieron información de inteligencia via radio, transportaron municiones y heridos, guiaron el avance de tropas aerotransportadas y combatieron en la línea del frente. Mujeres y hombres por igual estuvieron a la vanguardia de los llamados "fighting farmers" (campesinos luchadores).
Su asombrosa historia de resistencia frente a la ocupación fue plasmada en el libro Fal.....Islanders at War escrito por uno de los suyos, Graham Bound, periodista y editor fundador del periódico The Penguin News. Se trata de una obra fascinante que narra en vívidos, dramáticos, gráficos y verídicos detalles de acciones osadas y arrojadas basadas en recuentos de testigos oculares hasta la fecha sorprendentemente desconocidos para el resto del mundo. Constituye el complemento a un vacío dentro de un compendio bibliográfico de más de 200 volúmenes escritos sobre la guerra de las Malvinas/Malvinas.
Dos hombres que portaron y usaron armas en la feroz batalla cuerpo a cuerpo en Mount Longdon - el jefe de policía Terry Peck y el mecánico aeronáutico Vernon Steen - recibieron medallas por su valentía y una mujer que organizó una cadena de suministro de municiones y evacuación de heridos, Trudi Morrison (hoy Trudi McPhee) fue elogiada por recios oficiales paracaidistas y recibió una distinción de honor militar de parte del Task Force Commander in Chief (Comandante en Jefe de la Fuerza de Tareas británica). Héroes todos ellos, resulta sorprendente que muchos de ellos no hayan recibido medallas. Esta es su historia.
Combatiente en la línea del frente - nombre clave 'Rubber Duck'
Algunas de las más atrevidas aventuras fueron las aquellas protagonizadas por Terry Peck, descrito como "un cuarentón valiente e indómito". Terry Peck poseía la fuerza, determinación y valor para llevar a cabo su misión. "Se convirtió en leyenda entre los paracaidistas como un hombre de valía y arrojo". En las primeras etapas (de la ocupación extranjera), caminaba por los alrededores con una cámara fotográfica oculta dentro de un tubo de desagüe, tomando fotografías de objetivos militares que luego entregaba a los oficiales de inteligencia británicos para su estudio. "La gente del lugar lo observaba extrañada y los argentinos debieron haber asumido que era práctica común de los habitantes de las islas pasearse por las calles con un tubo de plomería en la mano". Descubierto y a punto de ser arrestado por la inteligencia militar argentina, huyó a Stanley en motocicleta. Evitó su captura en diferentes oportunidades ocultándose en una letrina con llave o haciéndose pasar por gasfitero al paso. Se mantuvo fuera de atención durante 10 gélidos días en Geordie's Valley, el cual conocía por sus incursiones de pesca. Cuando por fin arribó a Brookfield Farm, propiedad de Trudi Morrison, cubierto de barro de pies a cabeza, ella insistió en que tomase un baño y pasándole un objeto le dijo "olvidó su pato de goma (rubber duck)" Así nació el nombre clave que lo acompañaría junto con su nueva identificación falsa en la cual se hizo llamar "Jerry Packer". El ranchero Neil Watson lo ayudó a ubicar armamento enterrado por los Marines británicos justo antes de la rendición en una playa de Long Island. Armado con un fusil, municiones y algunas granadas, Terry Peck partió en motocicleta al encuentro de las fuerzas de avanzada británicas, guiado desde Salvador hasta San Carlos por Saul Pitaluga, de 14 años. Logró proveer a los británicos de información valiosa y mapas de las posiciones argentinas y guió a las patrullas de avanzada, lideradas por el Mayor Pat Butler, por delante de la fuerza principal para unirse a la batalla por Mount Longdon.
Terry Peck recuerda: "fue casi irreal. Nos acercamos tanto como nos fuese posible sin llamar su atención, tan solo a unas decenas de metros. Las noches estrelladas me ponen tenso". La ferocidad y brutalidad del combate lo sobrecogieron. "El olor, la masacre, fue irreal. Habían cuerpos por todas partes". Después de la guerra, Terry Peck regresó a casa en Stanley y "volvió a ser un ciudadano pacífico y obediente de la ley". Dice: "desde mi sala de estar puedo sentarme y observar Mount Longdon. Algunos días, el sol refleja sobre la cruz de metal".
El calmo mecánico aeronáutico
Vernon Steen, un oficial no-comisionado (NCO) en la Falk... Islands Defence Force (Fuerza de Defensa de las islas Falk...) compuesta por voluntarios se unió a Terry Peck como guía en misiones de reconocimiento en Mount Longdon por delante del grupo en el cual Ian McKay fue muerto en combate, recibiendo la condecoración póstuma Victoria Cross. Lograron llegar a la primera hilera de trincheras enemigas, capturando soldados argentinos aún dormidos en sus bolsas de campaña. Vernon Steen es usualmente descrito como "un hombre modesto y tímido quien no suele hablar sobre esa noche en Mount Longdon". Pero luchó hombro a hombro junto a los 'Paras' (Regimiento de Paracaidistas) mientras las balas volaban y custodió equipo mientras la unidad del Sargento McKay "tomó por asalto ese nido de ametralladoras y entró en las páginas de la historia".
El Mayor Butler rindió sus respetos: "Vernon Steen hizo con coraje lo que se le pidió que hiciera". Luego de la rendición, retornó en silencio a Stanley y procedió a reconstruir el Falk... Air Service, cuyas aeronaves los argentinos se habían encargado de destruir.
'La indiscutible lider femenina' de los fighting farmers
A fin de sobrellevar el reto de trasladar municiones y pertrechos a través de las montañas, Terry Peck sugirió el aprovechamiento de los tractores, remolques y habilidades al volante a campo traviesa de los Islanders a fin de mantener funcionando la línea de suministros. Se contactó con radio con Trudi Morrison: "aquí Rubber Duck, ¿puedes conseguirnos cuantos vehículos y conductores puedas y encontrarnos donde los Heathman (Tony y Ailsa Heathman en Estancia Farm proveían refugio y alimento para el batallón de 600 'Paras')? Trudi respondió: "no hay forma de que yo me pierda esto. Estoy haciendo mi parte por mi país".
Como la "líder incuestionable", logró armar un convoy de vehículos obtenidos de todos los ranchos y granjas de la zona, ella conduciendo una camioneta todoterreno junto a su compañero Roddy McKay "quien manejaba un viejo e increíblemente ruidoso tractor de orugas". Desde Johnson Harbour llegaron Bruce May y Claude Molkenbuhr; desde Rincon Grande, Keith Whitney; desde Port Louis, Trevor Browning y Andres Short; desde Green Patch, Raymond Newman, Pat Whitney, Maurice Davis, Terry Betts, Mike Carey y Peter Gilding, a quienes se les unieron Patrick "Pappy" Minto y su hermano Ally y Terence Phillips, de Mount Kent.
"La variopinta caravana ingresó al campamento de los 'Paras' en Estancia... el Mayor Roger Patton desarrolló un profundo respeto hacia su manera de encontrar y optimizar recursos, su determinación y valor, de Trudi en particular". Recuerda: "no sé cómo nos las habríamos tenido que arreglar sin ellos. Trudi era el centro. Se requería de alguien con capacidad de entender la situación y ella asumió el reto como responsabilidad propia". Mientras asistiía a una de las sesiones para recibir instrucciones junto a los militares, un oficial dijo: "tal era su personalidad que a veces resultaba difícil determinar quién impartía órdenes a quién".
Ella asignó las labores a los equipos de vehículos quienes, sometidos a privaciones de sueño, movilizaron alrededor de 300 paracaidistas, raciones, municiones y agua a través de parajes sin caminos, aún a veces conduciendo bajo lluvia hacia su emplazamiento táctico en Mount Estancia, transportando suministros las 24 horas y dentro del alcance de la artillería de campaña argentina, morteros y en ocasiones, ataques aéreos. Y también evacuaron a soldados terriblemente heridos para ser extraidos por helicóptero en Caleta Trullo (Teal Inlet).
Terry Peck recuerda: "nunca vi a nadie conducir de esa forma. No creo que nadie pudiese hacerlo mejor. Se trataba sencillamente de un grupo extraordinario de personas... para ellos nunca era suficiente la ayuda que podían brindar". El Mayor Pat Butler dijo: "siento simpatía y respeto absolutos hacia ellos".
El reconocimiento hacia Trudi Morrison otorgado por el Comandante en Jefe, Almirante Sir John Fieldhouse, dice lo siguiente: "El 11 de junio, la señora Trudi Morrison condujo un vehículo todoterreno en apoyo de la operación llevada a cabo por el 3er Batallón del Regimiento de Paracaidistas a fin de asegurar la posición de Mount Longdon. Viajando a través del terreno más difícil, sin luces, condujo uno de los tres vehículos que llegaron exitosamente a la línea de ataque... Aún, en momentos, bajo fuego de artillería, la sra. Morrison se mantuvo decidida a continuar, demostrando tremenda firmeza bajo difíciles y poco familiares circunstancias".
El radioaficionado heróico
Reg Silvey, el guardafaros de Cabo San Felipe (Cape Pembroke) y antiguo experto radial de la British Antarctic Survey, satisfizo su pasatiempo como radioaficionado al transmitir información de inteligencia al Reino Unido bajo gran riesgo durante la ocupación desde su casita de piedra, desafiando una prohibición argentina sobre el uso de radios y burlando camionetas equipadas para detectar fuentes de transmisiones radiales que habían fracasado en encontrarle.
Su indicativo en las islas, "Victor Papa Eight", fue captado por el radioaficionado Bob North, en Rotherham, Yorkshire (Reino Unido). Silvey engañó a las fuerzas de ocupación entregándoles un radiotransmisor contrabandeado que llegó a sus manos por obra de George Betts, capitán del buque de suministros Monsumen, desmantelando su reconocible antena (hito en el paisaje), adaptando un ingenioso y sencillo sustituto - su manguera acanalada de acero inoxidable extendida a lo largo de su jardín - y obteniendo ilegalmente una advertencia firmada por el Gobernador Militar argentino, el General Menéndez, prohibiendo el ingreso de tropas argentinas a su propiedad bajo la premisa, como ahí se decía, que su casa ya había sido registrada por la policía militar.
A partir de entonces, se dedicó al espionaje en serio con todo el peligro que ello conllevaba, enviando paquetes de información radial de quince segundos con inteligencia sobre localización de emplazamientos de artillería argentinos y revelando que el aeropuerto de Stanley estaba ocupado por las tropas argentinas quienes lo usaban para recibir pertrechos bélicos y que podía ser atacado dado que ningún Islander se encontraba allí. Nunca fue arrestado ni objeto de búsquedas arbitrarias que asolaron a muchos otros habitantes de las islas. Tampoco su peligroso esfuerzo fue nunca antes reconocido.
Corajudo locutor
El oficial de radiodifusión Patrick Watts iba a ser condecorado con el rango de MBE (Miembro de la Orden del Imperio Británico) por su valentía y resistencia por su maratónico programa radial con intervenciones del público, retransmitiendo los mensajes del Gobernador mientras se desarrollaba la invasión y manteniendo informados a los habitantes de las islas aún cuando los argentinos irrumpieron en su estudio, armados. Sus transmisiones "sostuvieron a los Islanders durante la primera noche de la invasión sin exhortaciones a la violencia, sin condenaciones motivadas por los ánimos hacia los invasores y ciertamente, sin demostrar miedo o temor. El tono había sido sutilmente subversivo y desafiante, pero dignificador; indicación de una comunidad que había sido derrotada pero que no habría de ser sometida".
Cuando Robin Pitaluga, desde la casa rural de Salvador, usó su radio para retransmitir un mensaje de parte de la Task Force destinada a incitar a la rendición argentina, hombres fuertemente armados fueron enviados en helicópteros a fin de arrestarlo, interrogarlo y amedrentarlo apuntándole con un revolver y tirando repetidamente del gatillo sin que él supiera que estaba sin municiones. Fue atado y forzado a pasar la noche en una fosa al aire libre y puesto bajo arresto domiciliario al día siguiente.
Denzil Clausen fue sometido a golpizas porque los argentinos creyeron que estaba transmitiendo mensajes cuando solamente estaba sintonizando el BBC World Service. Otros radioaficionados en Port Louis - el chileno Mario Zuvic, Andres Short y su padre - interceptaron, confundieron y bloquearon señales radiales argentinas.
Héroes todos
Eileen Vidal, quien manejaba el sistema radiotelefónico, retransmitió información de inteligencia al HMS Endurance y advirtió a su capitán, Nick Barker, de mantenerse alejado de Stanley: "por el amor de Dios, manténganse alejados de aquí. Tienen suficientes barcos aquí para volarlos fuera del agua".
El veterinario Steve Whitley fue disuadido de su intención de querer "apuñalar argentinos". Pero tanto él como el profesor de escuela Phil Middleton se vieron involucrados en "travesuras peligrosas" cortando líneas de comunicaciones militares con sus instrumentos de castración veterinaria y tomando fotografías clandestinas de posiciones defensivas argentinas. Otros deshabilitaron vehículos del gobierno para prevenir su uso. El inmigrante canadiense Bill Curtis intentó una incursión nocturna a fin de redireccionar balizas de aeronavegación argentinas. Fue arrestado en una oportunidad.
Eric Goss, ranchero de Pradera del Ganso (Goose Green) y otros, escondieron combustible e inmobilizaron tractores a fin de prevenir que los argentinos los usaran y sabotearon redes de agua que prestaban servicio a las fuerzas invasoras. Cuando los argentinos preguntaron acerca de luces en la distancia, presumiblemente de patrullas británicas, Eric acertó en el instante creando la historia de que se trataba de un "curioso fenómeno natural local - luz de luna reflejada en las rocas cubiertas de algas durante la marea baja".
También se dedicaron a transmitir propaganda psicológica. Cuando los Ghurkas arribaron a las islas, Eric les dijo a los argentinos que se trataba de combatientes feroces y temibles. "Cuando despierten en la mañana, solo agiten la cabeza. Si se les cae, es porque los Ghurkas han estado por ahí".
Sabotaje y espionaje
Graham Bound comenta que ninguno de los involucrados en sabotaje y espionaje estaba realmente al tanto de los riesgos que enfrentaban pero que sin dudas habrían sido tratados duramente como espías. La dra. Alison Bleaney, mientras cuidaba a su bebé, supervisaba servicios médicos esenciales y fue clave en poner a buen término la rendición de Stanley. El superintendente de educación John Fowler evacuó niños de la capital.
Los hombres que mantuvieron funcionales los servicios de agua y electricidad son descritos en el libro como "héroes locales" como lo fue el agente de policía de diecinueve años Anton Livermore. Los electricistas Les Harris y Bob Gilbert cortaron las redes de electricidad argentinas e instalaron fusibles de baja tolerancia en los transformadores que servían a las fuerzas de ocupación. El jefe del Departamento de Obras Públicas, Ron Bucket y su personal, establecieron con claridad que su trabajo apuntaba a mantener servicios esenciales para los Islanders para quienes los gasfiteros Dennis Paice y Derek Rozee mantuvieron operativas las redes de agua que servían a os residentes de Stanley.
Des King y su familia acogieron a habitantes desplazados de las islas en su hotel Upland Goose. Terry Spruce ofreció West Store como un refugio de reserva y ayudó a preparar paquetes de supervivencia de emergencia. Casas seguras fueron designadas y marcadas como refugios para los civiles, equipados con radios de onda corta para capturar las transmisiones del BBC World Service.
Hechos prisioneros en Pradera del Ganso (Goose Green) y Fox Bay
Luego de los ataques aéreos sobre Pradera del Ganso (Goose Green) y Stanley, los argentinos mantuvieron prisioneros por la fuerza a a todos los residentes de Pradera del Ganso (Goose Green) en el salón comunitario - 115 personas incluyendo 43 niños y dos personas mayores de ochenta años, al comienzo sin comida ni camas para dormir y tan solo con dos sanitarios. En violación flagrante a la Convención de Ginebra, mantuvieron prisionera a esta gente en un edificio no adecuadamente marcado o designado para albergar detenidos civiles y sin protección ni refugio ante potenciales ataques de artillería y bombardeos aéreos. Los prisioneros levantaron el entablado del piso y cavaron en la fría y húmeda tierra refugios improvisados para refugiarse mientras las bombas y rondas de artillería explotaban.
No fueron mantenidos tanto como rehenes sino porque los argentinos se mostraban paranóicos ante potenciales espías y gente que pudiese ayudar al enemigo. Convencidos de que los prisioneros transmitían mensajes de radio, los argentinos frecuentemente realizaban inspecciones de las que no se salvó ni siquiera el pequeño Matthew McMullen, de cuatro meses de nacido. "Incluso rebuscaban en su pañal mientras los adultos que observaban esperaban que Matthew tuviese una 'pequeña sorpresa' para ellos" . Lograron enviar un mensaje al sacerdote católico, Monseñor Daniel Spraggon, quien protestó ante los argentinos a fin de aliviar la difícil situación de los cautivos.
Un grupo de ciudadanos de Stanley fue repentinamente rodeado para ser encarcelados juntos en Fox Bay. El grupo incluyó a Brian y Owen Summers, Gerald Cheek, Stuart Wallace, y George y Velma Malcolm, quien describió su arresto con característica franqueza: "Un enorme, fornido y presuntuoso bruto nos dijo: "se van a ir de campamento"... desenfundó su arma mientras estaba frente a mi. Le dije: "no necesita su arma, es poco probable que yo haga algo estúpid0"". El libro describe sus experiencias como "humillantes y aterradoras".
Toques de queda, deportación y espíritu comunitario
"Los peligros compartidos y la ayuda entre sus miembros mantuvieron a la comunidad unida. Personas que habían peleado entre ellas toda su vida de pronto entablaron una sólida amistad". La compasión también se extendió hacia los conscriptos argentinos, quienes recibieron comida y víveres de parte de los Islanders.
Existe un recuento dramático de cómo tres civiles - Sue Whitley, Doreen Bonner y Mary Goodwin - fueron muertos y otros más heridos en la casa de John Fowley por causa de una ronda de fuego naval mal colocada disparada por la nave HMS Avenger.
Toques de queda fueron impuestos y Bill Luxton - "el famoso crítico incisivo de los argentinos" - y su familia de Chartres fueron forzozamente deportados al Reino Unido. Un efecto colateral positivo de esto fue que Bill entregó a los británicos información de inteligencia útil, así como inició una fuerte campaña mediática global condenando la invasión de las islas por Argentina.
"Argentinos buenos, argentinos malos"
El argentino que más miedo infundió entre la población fue el "siniestro y peligroso" jefe de inteligencia de la policía militar, el Mayor Patricio Dowling, quien personificaba "la maquinaria de terror argentina". Poseía detallados expedientes de los Islanders y llevaba a cabo inspecciones y arrestos arbitrarios. En un incidente que tuvo lugar en la granja de Neil y Glenda Watson en Long Island, Dowling apuntó el cañón de su arma a la hija del matrimonio, Lisa y repetidamente le ordenó que se pusiese de pie. Lisa se negó y continuó chupándose el dedo hasta que Dowling finalmente desistió.
A Dowling se le ordenó retornar al continente a mitad del periodo de ocupación dos oficiales argentinos "decentes". El Comodoro Carlos Bloomer Reeve, descrito como "el rostro aceptable de Argentina", un hombre de "valentía y humanidad" quien hizo mucho por proteger a los Islanders de los excesos de sus connacionales en lo que él consideraba una "aventura equivocada". Era amigable, siempre se presentaba con una sonrisa, no tenía motivaciones políticas para estar allí y había vivido previamente con su familia junto y hecho amigos entre los Islanders durante su estadía entre 1975/1976 cuando supervisaba el servicio de pasajeros que la Fuerza Aérea Argentina ofrecía desde y hacia las islas. Su trabajo en 1982 consistía en organizar una administración militar provisoria, apoyado por el Capitán Barry Melbourne Hussey, un "hombre de principios humanos" quien trabajó en apoyo de los habitantes de las islas.
La orden era que a los Falk... Islanders se les considerase como ciudadanos argentinos y que fuesen bien tratados. Sobre estos dos oficiales, Graham Bound escribe: "... en ellos, los Islanders habían encontrado amigos poderosos quienes, aún siendo argentinos, demostraron que la decencia fundamental podía prevalecer aún cuando las demás tendencias de comportamiento civilizado se estuviesen desmoronando".
Benévolo guerrero en Whitehall: el engaño de la Foreign Office
Otro individuo altamente elogiado fue el Chief Secretary Dick Baker, por su calmada, pragmática reacción y organizado liderazgo en los primeros días de la invasión. "Dick Baker fue tan benévolo y decente como se esperaría de un representante del gobierno británico bajo las circunstancias y su presencia fue reconfortante".
Esto contrastaba con sus superiores, la Foreign Office (Oficina de Asuntos Exteriores), la cual se vio sometida a amargas críticas por parte de los Islanders por "incidioso e incompetente manejo" de las relaciones diplomáticas con Argentina y de la crisis. La política exterior británica desde 1971 es descrita por uno de sus antiguos funcionarios para asuntos concernientes a las islas Falkl../Malvinas, Ted Rowlands, como "patear la pelota hacia el pastizal y tomarse el tiempo para buscarla y encontrarla".
El embajador del Reino Unido en Argentina, Anthony Williams, es descrito como alguien que estuvo "dando vueltas en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Argentina, disculpándose por la hostilidad de los habitantes de las islas e intentando parchar las relaciones diplomáticas".
Invasión predecible
El fallo del reporte oficial del Franks Committee que resta responsabilidad al gobierno de Londres por la invasión argentina de las islas es desestimado con incredulidad y ridiculizado por Dick Baker. Él dice que cualquier esfuerzo por hacer sonar la voz de alarma en Londres fue desperdiciado. "Muchos de nosotros sí lo vimos venir. La verdadera tragedia de esto es que nadie en Londres parecía querer percatarse o saber reaccionar ante las señales... por qué nada se hizo para prevenirlo es todavía un gran misterio para mi".
Él sospecha que era política oficial simplemente hacerse de oidos sordos ante las señales y simplemente dejar pasar una invasión como medio de desembarazarse de una colonia molesta. "Solíamos bromear diciendo que éramos prescindibles".
A los habitantes ordinarios de las islas se les privó de la verdad completa pero muchos retornaron de visitas a la Argentina convencidos de que dicho país intentaría invadirlos hacia fines de marzo. Un coronel británico de visita en Argentina es citado diciendo que él fue advertido de una invasión con un año de anticipación y que le fueron mostrados vehículos portatropas anfibios que los argentinos le dijeron habrían de ser usados para la invasión. El oficial al mando de los Royal Marines en las islas en 1982, el Mayor Mike Norman, preguntó en una reunión de inteligencia cómo habrían de ser enviados refuerzos a la isla en caso de problemas, a lo cual le respondieron cínicamente "los lanzaríamos en paracaídas desde el Concorde".
Gratitud es expresada recurrentemente por los Islanders hacia el BBC World Service. El programa 'Calling the Falkl...' y los corresponsales de la BBC tanto a bordo de la Task Force como en Argentina probaron ser "de esencial escucha".
En mi opinión personal Bound trata de decir los Islanders hicieron mucho cuando se sabe que casi no hicierón nada; pero despues de leer esto y ver el odio que nos tenían más aún cuando algunos de ellos combatierón contra nuestros soldados y las acciones de otros kelpers redundarón en apoyo para que se mate a nuestra gente YO ME PREGUNTO si era necesaría tanta benevolencia o buena onda con ellos o realmente necesitábamos 1 docena de Patricio Dowling actuando ?
Yo al menos prefiero en este caso y en estas circunstancias a Patricio.
Un poco exagerado Don Bound dándole un tinte casi épico a actividades de los kelpers.
El cómo los Fal.... Islanders (habitantes de las islas Malvinas) fueron a la guerra en 1982 para expulsar de su tierra al invasor argentino con valentía, ingenio y ayuda práctica vital prestada a las fuerzas británicas ha sido revelado por primera vez.
Ellos afrontaron peligros, deportación y encarcelamiento a la vez que ejecutaron labores de espionaje y sabotaje en contra de las fuerzas argentinas, así como llevaron a cabo propaganda psicológica, transmitieron información de inteligencia via radio, transportaron municiones y heridos, guiaron el avance de tropas aerotransportadas y combatieron en la línea del frente. Mujeres y hombres por igual estuvieron a la vanguardia de los llamados "fighting farmers" (campesinos luchadores).
Su asombrosa historia de resistencia frente a la ocupación fue plasmada en el libro Fal.....Islanders at War escrito por uno de los suyos, Graham Bound, periodista y editor fundador del periódico The Penguin News. Se trata de una obra fascinante que narra en vívidos, dramáticos, gráficos y verídicos detalles de acciones osadas y arrojadas basadas en recuentos de testigos oculares hasta la fecha sorprendentemente desconocidos para el resto del mundo. Constituye el complemento a un vacío dentro de un compendio bibliográfico de más de 200 volúmenes escritos sobre la guerra de las Malvinas/Malvinas.
Dos hombres que portaron y usaron armas en la feroz batalla cuerpo a cuerpo en Mount Longdon - el jefe de policía Terry Peck y el mecánico aeronáutico Vernon Steen - recibieron medallas por su valentía y una mujer que organizó una cadena de suministro de municiones y evacuación de heridos, Trudi Morrison (hoy Trudi McPhee) fue elogiada por recios oficiales paracaidistas y recibió una distinción de honor militar de parte del Task Force Commander in Chief (Comandante en Jefe de la Fuerza de Tareas británica). Héroes todos ellos, resulta sorprendente que muchos de ellos no hayan recibido medallas. Esta es su historia.
Combatiente en la línea del frente - nombre clave 'Rubber Duck'
Algunas de las más atrevidas aventuras fueron las aquellas protagonizadas por Terry Peck, descrito como "un cuarentón valiente e indómito". Terry Peck poseía la fuerza, determinación y valor para llevar a cabo su misión. "Se convirtió en leyenda entre los paracaidistas como un hombre de valía y arrojo". En las primeras etapas (de la ocupación extranjera), caminaba por los alrededores con una cámara fotográfica oculta dentro de un tubo de desagüe, tomando fotografías de objetivos militares que luego entregaba a los oficiales de inteligencia británicos para su estudio. "La gente del lugar lo observaba extrañada y los argentinos debieron haber asumido que era práctica común de los habitantes de las islas pasearse por las calles con un tubo de plomería en la mano". Descubierto y a punto de ser arrestado por la inteligencia militar argentina, huyó a Stanley en motocicleta. Evitó su captura en diferentes oportunidades ocultándose en una letrina con llave o haciéndose pasar por gasfitero al paso. Se mantuvo fuera de atención durante 10 gélidos días en Geordie's Valley, el cual conocía por sus incursiones de pesca. Cuando por fin arribó a Brookfield Farm, propiedad de Trudi Morrison, cubierto de barro de pies a cabeza, ella insistió en que tomase un baño y pasándole un objeto le dijo "olvidó su pato de goma (rubber duck)" Así nació el nombre clave que lo acompañaría junto con su nueva identificación falsa en la cual se hizo llamar "Jerry Packer". El ranchero Neil Watson lo ayudó a ubicar armamento enterrado por los Marines británicos justo antes de la rendición en una playa de Long Island. Armado con un fusil, municiones y algunas granadas, Terry Peck partió en motocicleta al encuentro de las fuerzas de avanzada británicas, guiado desde Salvador hasta San Carlos por Saul Pitaluga, de 14 años. Logró proveer a los británicos de información valiosa y mapas de las posiciones argentinas y guió a las patrullas de avanzada, lideradas por el Mayor Pat Butler, por delante de la fuerza principal para unirse a la batalla por Mount Longdon.
Terry Peck recuerda: "fue casi irreal. Nos acercamos tanto como nos fuese posible sin llamar su atención, tan solo a unas decenas de metros. Las noches estrelladas me ponen tenso". La ferocidad y brutalidad del combate lo sobrecogieron. "El olor, la masacre, fue irreal. Habían cuerpos por todas partes". Después de la guerra, Terry Peck regresó a casa en Stanley y "volvió a ser un ciudadano pacífico y obediente de la ley". Dice: "desde mi sala de estar puedo sentarme y observar Mount Longdon. Algunos días, el sol refleja sobre la cruz de metal".
El calmo mecánico aeronáutico
Vernon Steen, un oficial no-comisionado (NCO) en la Falk... Islands Defence Force (Fuerza de Defensa de las islas Falk...) compuesta por voluntarios se unió a Terry Peck como guía en misiones de reconocimiento en Mount Longdon por delante del grupo en el cual Ian McKay fue muerto en combate, recibiendo la condecoración póstuma Victoria Cross. Lograron llegar a la primera hilera de trincheras enemigas, capturando soldados argentinos aún dormidos en sus bolsas de campaña. Vernon Steen es usualmente descrito como "un hombre modesto y tímido quien no suele hablar sobre esa noche en Mount Longdon". Pero luchó hombro a hombro junto a los 'Paras' (Regimiento de Paracaidistas) mientras las balas volaban y custodió equipo mientras la unidad del Sargento McKay "tomó por asalto ese nido de ametralladoras y entró en las páginas de la historia".
El Mayor Butler rindió sus respetos: "Vernon Steen hizo con coraje lo que se le pidió que hiciera". Luego de la rendición, retornó en silencio a Stanley y procedió a reconstruir el Falk... Air Service, cuyas aeronaves los argentinos se habían encargado de destruir.
'La indiscutible lider femenina' de los fighting farmers
A fin de sobrellevar el reto de trasladar municiones y pertrechos a través de las montañas, Terry Peck sugirió el aprovechamiento de los tractores, remolques y habilidades al volante a campo traviesa de los Islanders a fin de mantener funcionando la línea de suministros. Se contactó con radio con Trudi Morrison: "aquí Rubber Duck, ¿puedes conseguirnos cuantos vehículos y conductores puedas y encontrarnos donde los Heathman (Tony y Ailsa Heathman en Estancia Farm proveían refugio y alimento para el batallón de 600 'Paras')? Trudi respondió: "no hay forma de que yo me pierda esto. Estoy haciendo mi parte por mi país".
Como la "líder incuestionable", logró armar un convoy de vehículos obtenidos de todos los ranchos y granjas de la zona, ella conduciendo una camioneta todoterreno junto a su compañero Roddy McKay "quien manejaba un viejo e increíblemente ruidoso tractor de orugas". Desde Johnson Harbour llegaron Bruce May y Claude Molkenbuhr; desde Rincon Grande, Keith Whitney; desde Port Louis, Trevor Browning y Andres Short; desde Green Patch, Raymond Newman, Pat Whitney, Maurice Davis, Terry Betts, Mike Carey y Peter Gilding, a quienes se les unieron Patrick "Pappy" Minto y su hermano Ally y Terence Phillips, de Mount Kent.
"La variopinta caravana ingresó al campamento de los 'Paras' en Estancia... el Mayor Roger Patton desarrolló un profundo respeto hacia su manera de encontrar y optimizar recursos, su determinación y valor, de Trudi en particular". Recuerda: "no sé cómo nos las habríamos tenido que arreglar sin ellos. Trudi era el centro. Se requería de alguien con capacidad de entender la situación y ella asumió el reto como responsabilidad propia". Mientras asistiía a una de las sesiones para recibir instrucciones junto a los militares, un oficial dijo: "tal era su personalidad que a veces resultaba difícil determinar quién impartía órdenes a quién".
Ella asignó las labores a los equipos de vehículos quienes, sometidos a privaciones de sueño, movilizaron alrededor de 300 paracaidistas, raciones, municiones y agua a través de parajes sin caminos, aún a veces conduciendo bajo lluvia hacia su emplazamiento táctico en Mount Estancia, transportando suministros las 24 horas y dentro del alcance de la artillería de campaña argentina, morteros y en ocasiones, ataques aéreos. Y también evacuaron a soldados terriblemente heridos para ser extraidos por helicóptero en Caleta Trullo (Teal Inlet).
Terry Peck recuerda: "nunca vi a nadie conducir de esa forma. No creo que nadie pudiese hacerlo mejor. Se trataba sencillamente de un grupo extraordinario de personas... para ellos nunca era suficiente la ayuda que podían brindar". El Mayor Pat Butler dijo: "siento simpatía y respeto absolutos hacia ellos".
El reconocimiento hacia Trudi Morrison otorgado por el Comandante en Jefe, Almirante Sir John Fieldhouse, dice lo siguiente: "El 11 de junio, la señora Trudi Morrison condujo un vehículo todoterreno en apoyo de la operación llevada a cabo por el 3er Batallón del Regimiento de Paracaidistas a fin de asegurar la posición de Mount Longdon. Viajando a través del terreno más difícil, sin luces, condujo uno de los tres vehículos que llegaron exitosamente a la línea de ataque... Aún, en momentos, bajo fuego de artillería, la sra. Morrison se mantuvo decidida a continuar, demostrando tremenda firmeza bajo difíciles y poco familiares circunstancias".
El radioaficionado heróico
Reg Silvey, el guardafaros de Cabo San Felipe (Cape Pembroke) y antiguo experto radial de la British Antarctic Survey, satisfizo su pasatiempo como radioaficionado al transmitir información de inteligencia al Reino Unido bajo gran riesgo durante la ocupación desde su casita de piedra, desafiando una prohibición argentina sobre el uso de radios y burlando camionetas equipadas para detectar fuentes de transmisiones radiales que habían fracasado en encontrarle.
Su indicativo en las islas, "Victor Papa Eight", fue captado por el radioaficionado Bob North, en Rotherham, Yorkshire (Reino Unido). Silvey engañó a las fuerzas de ocupación entregándoles un radiotransmisor contrabandeado que llegó a sus manos por obra de George Betts, capitán del buque de suministros Monsumen, desmantelando su reconocible antena (hito en el paisaje), adaptando un ingenioso y sencillo sustituto - su manguera acanalada de acero inoxidable extendida a lo largo de su jardín - y obteniendo ilegalmente una advertencia firmada por el Gobernador Militar argentino, el General Menéndez, prohibiendo el ingreso de tropas argentinas a su propiedad bajo la premisa, como ahí se decía, que su casa ya había sido registrada por la policía militar.
A partir de entonces, se dedicó al espionaje en serio con todo el peligro que ello conllevaba, enviando paquetes de información radial de quince segundos con inteligencia sobre localización de emplazamientos de artillería argentinos y revelando que el aeropuerto de Stanley estaba ocupado por las tropas argentinas quienes lo usaban para recibir pertrechos bélicos y que podía ser atacado dado que ningún Islander se encontraba allí. Nunca fue arrestado ni objeto de búsquedas arbitrarias que asolaron a muchos otros habitantes de las islas. Tampoco su peligroso esfuerzo fue nunca antes reconocido.
Corajudo locutor
El oficial de radiodifusión Patrick Watts iba a ser condecorado con el rango de MBE (Miembro de la Orden del Imperio Británico) por su valentía y resistencia por su maratónico programa radial con intervenciones del público, retransmitiendo los mensajes del Gobernador mientras se desarrollaba la invasión y manteniendo informados a los habitantes de las islas aún cuando los argentinos irrumpieron en su estudio, armados. Sus transmisiones "sostuvieron a los Islanders durante la primera noche de la invasión sin exhortaciones a la violencia, sin condenaciones motivadas por los ánimos hacia los invasores y ciertamente, sin demostrar miedo o temor. El tono había sido sutilmente subversivo y desafiante, pero dignificador; indicación de una comunidad que había sido derrotada pero que no habría de ser sometida".
Cuando Robin Pitaluga, desde la casa rural de Salvador, usó su radio para retransmitir un mensaje de parte de la Task Force destinada a incitar a la rendición argentina, hombres fuertemente armados fueron enviados en helicópteros a fin de arrestarlo, interrogarlo y amedrentarlo apuntándole con un revolver y tirando repetidamente del gatillo sin que él supiera que estaba sin municiones. Fue atado y forzado a pasar la noche en una fosa al aire libre y puesto bajo arresto domiciliario al día siguiente.
Denzil Clausen fue sometido a golpizas porque los argentinos creyeron que estaba transmitiendo mensajes cuando solamente estaba sintonizando el BBC World Service. Otros radioaficionados en Port Louis - el chileno Mario Zuvic, Andres Short y su padre - interceptaron, confundieron y bloquearon señales radiales argentinas.
Héroes todos
Eileen Vidal, quien manejaba el sistema radiotelefónico, retransmitió información de inteligencia al HMS Endurance y advirtió a su capitán, Nick Barker, de mantenerse alejado de Stanley: "por el amor de Dios, manténganse alejados de aquí. Tienen suficientes barcos aquí para volarlos fuera del agua".
El veterinario Steve Whitley fue disuadido de su intención de querer "apuñalar argentinos". Pero tanto él como el profesor de escuela Phil Middleton se vieron involucrados en "travesuras peligrosas" cortando líneas de comunicaciones militares con sus instrumentos de castración veterinaria y tomando fotografías clandestinas de posiciones defensivas argentinas. Otros deshabilitaron vehículos del gobierno para prevenir su uso. El inmigrante canadiense Bill Curtis intentó una incursión nocturna a fin de redireccionar balizas de aeronavegación argentinas. Fue arrestado en una oportunidad.
Eric Goss, ranchero de Pradera del Ganso (Goose Green) y otros, escondieron combustible e inmobilizaron tractores a fin de prevenir que los argentinos los usaran y sabotearon redes de agua que prestaban servicio a las fuerzas invasoras. Cuando los argentinos preguntaron acerca de luces en la distancia, presumiblemente de patrullas británicas, Eric acertó en el instante creando la historia de que se trataba de un "curioso fenómeno natural local - luz de luna reflejada en las rocas cubiertas de algas durante la marea baja".
También se dedicaron a transmitir propaganda psicológica. Cuando los Ghurkas arribaron a las islas, Eric les dijo a los argentinos que se trataba de combatientes feroces y temibles. "Cuando despierten en la mañana, solo agiten la cabeza. Si se les cae, es porque los Ghurkas han estado por ahí".
Sabotaje y espionaje
Graham Bound comenta que ninguno de los involucrados en sabotaje y espionaje estaba realmente al tanto de los riesgos que enfrentaban pero que sin dudas habrían sido tratados duramente como espías. La dra. Alison Bleaney, mientras cuidaba a su bebé, supervisaba servicios médicos esenciales y fue clave en poner a buen término la rendición de Stanley. El superintendente de educación John Fowler evacuó niños de la capital.
Los hombres que mantuvieron funcionales los servicios de agua y electricidad son descritos en el libro como "héroes locales" como lo fue el agente de policía de diecinueve años Anton Livermore. Los electricistas Les Harris y Bob Gilbert cortaron las redes de electricidad argentinas e instalaron fusibles de baja tolerancia en los transformadores que servían a las fuerzas de ocupación. El jefe del Departamento de Obras Públicas, Ron Bucket y su personal, establecieron con claridad que su trabajo apuntaba a mantener servicios esenciales para los Islanders para quienes los gasfiteros Dennis Paice y Derek Rozee mantuvieron operativas las redes de agua que servían a os residentes de Stanley.
Des King y su familia acogieron a habitantes desplazados de las islas en su hotel Upland Goose. Terry Spruce ofreció West Store como un refugio de reserva y ayudó a preparar paquetes de supervivencia de emergencia. Casas seguras fueron designadas y marcadas como refugios para los civiles, equipados con radios de onda corta para capturar las transmisiones del BBC World Service.
Hechos prisioneros en Pradera del Ganso (Goose Green) y Fox Bay
Luego de los ataques aéreos sobre Pradera del Ganso (Goose Green) y Stanley, los argentinos mantuvieron prisioneros por la fuerza a a todos los residentes de Pradera del Ganso (Goose Green) en el salón comunitario - 115 personas incluyendo 43 niños y dos personas mayores de ochenta años, al comienzo sin comida ni camas para dormir y tan solo con dos sanitarios. En violación flagrante a la Convención de Ginebra, mantuvieron prisionera a esta gente en un edificio no adecuadamente marcado o designado para albergar detenidos civiles y sin protección ni refugio ante potenciales ataques de artillería y bombardeos aéreos. Los prisioneros levantaron el entablado del piso y cavaron en la fría y húmeda tierra refugios improvisados para refugiarse mientras las bombas y rondas de artillería explotaban.
No fueron mantenidos tanto como rehenes sino porque los argentinos se mostraban paranóicos ante potenciales espías y gente que pudiese ayudar al enemigo. Convencidos de que los prisioneros transmitían mensajes de radio, los argentinos frecuentemente realizaban inspecciones de las que no se salvó ni siquiera el pequeño Matthew McMullen, de cuatro meses de nacido. "Incluso rebuscaban en su pañal mientras los adultos que observaban esperaban que Matthew tuviese una 'pequeña sorpresa' para ellos" . Lograron enviar un mensaje al sacerdote católico, Monseñor Daniel Spraggon, quien protestó ante los argentinos a fin de aliviar la difícil situación de los cautivos.
Un grupo de ciudadanos de Stanley fue repentinamente rodeado para ser encarcelados juntos en Fox Bay. El grupo incluyó a Brian y Owen Summers, Gerald Cheek, Stuart Wallace, y George y Velma Malcolm, quien describió su arresto con característica franqueza: "Un enorme, fornido y presuntuoso bruto nos dijo: "se van a ir de campamento"... desenfundó su arma mientras estaba frente a mi. Le dije: "no necesita su arma, es poco probable que yo haga algo estúpid0"". El libro describe sus experiencias como "humillantes y aterradoras".
Toques de queda, deportación y espíritu comunitario
"Los peligros compartidos y la ayuda entre sus miembros mantuvieron a la comunidad unida. Personas que habían peleado entre ellas toda su vida de pronto entablaron una sólida amistad". La compasión también se extendió hacia los conscriptos argentinos, quienes recibieron comida y víveres de parte de los Islanders.
Existe un recuento dramático de cómo tres civiles - Sue Whitley, Doreen Bonner y Mary Goodwin - fueron muertos y otros más heridos en la casa de John Fowley por causa de una ronda de fuego naval mal colocada disparada por la nave HMS Avenger.
Toques de queda fueron impuestos y Bill Luxton - "el famoso crítico incisivo de los argentinos" - y su familia de Chartres fueron forzozamente deportados al Reino Unido. Un efecto colateral positivo de esto fue que Bill entregó a los británicos información de inteligencia útil, así como inició una fuerte campaña mediática global condenando la invasión de las islas por Argentina.
"Argentinos buenos, argentinos malos"
El argentino que más miedo infundió entre la población fue el "siniestro y peligroso" jefe de inteligencia de la policía militar, el Mayor Patricio Dowling, quien personificaba "la maquinaria de terror argentina". Poseía detallados expedientes de los Islanders y llevaba a cabo inspecciones y arrestos arbitrarios. En un incidente que tuvo lugar en la granja de Neil y Glenda Watson en Long Island, Dowling apuntó el cañón de su arma a la hija del matrimonio, Lisa y repetidamente le ordenó que se pusiese de pie. Lisa se negó y continuó chupándose el dedo hasta que Dowling finalmente desistió.
A Dowling se le ordenó retornar al continente a mitad del periodo de ocupación dos oficiales argentinos "decentes". El Comodoro Carlos Bloomer Reeve, descrito como "el rostro aceptable de Argentina", un hombre de "valentía y humanidad" quien hizo mucho por proteger a los Islanders de los excesos de sus connacionales en lo que él consideraba una "aventura equivocada". Era amigable, siempre se presentaba con una sonrisa, no tenía motivaciones políticas para estar allí y había vivido previamente con su familia junto y hecho amigos entre los Islanders durante su estadía entre 1975/1976 cuando supervisaba el servicio de pasajeros que la Fuerza Aérea Argentina ofrecía desde y hacia las islas. Su trabajo en 1982 consistía en organizar una administración militar provisoria, apoyado por el Capitán Barry Melbourne Hussey, un "hombre de principios humanos" quien trabajó en apoyo de los habitantes de las islas.
La orden era que a los Falk... Islanders se les considerase como ciudadanos argentinos y que fuesen bien tratados. Sobre estos dos oficiales, Graham Bound escribe: "... en ellos, los Islanders habían encontrado amigos poderosos quienes, aún siendo argentinos, demostraron que la decencia fundamental podía prevalecer aún cuando las demás tendencias de comportamiento civilizado se estuviesen desmoronando".
Benévolo guerrero en Whitehall: el engaño de la Foreign Office
Otro individuo altamente elogiado fue el Chief Secretary Dick Baker, por su calmada, pragmática reacción y organizado liderazgo en los primeros días de la invasión. "Dick Baker fue tan benévolo y decente como se esperaría de un representante del gobierno británico bajo las circunstancias y su presencia fue reconfortante".
Esto contrastaba con sus superiores, la Foreign Office (Oficina de Asuntos Exteriores), la cual se vio sometida a amargas críticas por parte de los Islanders por "incidioso e incompetente manejo" de las relaciones diplomáticas con Argentina y de la crisis. La política exterior británica desde 1971 es descrita por uno de sus antiguos funcionarios para asuntos concernientes a las islas Falkl../Malvinas, Ted Rowlands, como "patear la pelota hacia el pastizal y tomarse el tiempo para buscarla y encontrarla".
El embajador del Reino Unido en Argentina, Anthony Williams, es descrito como alguien que estuvo "dando vueltas en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Argentina, disculpándose por la hostilidad de los habitantes de las islas e intentando parchar las relaciones diplomáticas".
Invasión predecible
El fallo del reporte oficial del Franks Committee que resta responsabilidad al gobierno de Londres por la invasión argentina de las islas es desestimado con incredulidad y ridiculizado por Dick Baker. Él dice que cualquier esfuerzo por hacer sonar la voz de alarma en Londres fue desperdiciado. "Muchos de nosotros sí lo vimos venir. La verdadera tragedia de esto es que nadie en Londres parecía querer percatarse o saber reaccionar ante las señales... por qué nada se hizo para prevenirlo es todavía un gran misterio para mi".
Él sospecha que era política oficial simplemente hacerse de oidos sordos ante las señales y simplemente dejar pasar una invasión como medio de desembarazarse de una colonia molesta. "Solíamos bromear diciendo que éramos prescindibles".
A los habitantes ordinarios de las islas se les privó de la verdad completa pero muchos retornaron de visitas a la Argentina convencidos de que dicho país intentaría invadirlos hacia fines de marzo. Un coronel británico de visita en Argentina es citado diciendo que él fue advertido de una invasión con un año de anticipación y que le fueron mostrados vehículos portatropas anfibios que los argentinos le dijeron habrían de ser usados para la invasión. El oficial al mando de los Royal Marines en las islas en 1982, el Mayor Mike Norman, preguntó en una reunión de inteligencia cómo habrían de ser enviados refuerzos a la isla en caso de problemas, a lo cual le respondieron cínicamente "los lanzaríamos en paracaídas desde el Concorde".
Gratitud es expresada recurrentemente por los Islanders hacia el BBC World Service. El programa 'Calling the Falkl...' y los corresponsales de la BBC tanto a bordo de la Task Force como en Argentina probaron ser "de esencial escucha".
En mi opinión personal Bound trata de decir los Islanders hicieron mucho cuando se sabe que casi no hicierón nada; pero despues de leer esto y ver el odio que nos tenían más aún cuando algunos de ellos combatierón contra nuestros soldados y las acciones de otros kelpers redundarón en apoyo para que se mate a nuestra gente YO ME PREGUNTO si era necesaría tanta benevolencia o buena onda con ellos o realmente necesitábamos 1 docena de Patricio Dowling actuando ?
Yo al menos prefiero en este caso y en estas circunstancias a Patricio.