Un día con los Cascos Azules
En CAECOPAZ
En una visita al Centro Argentino de Entrenamiento Conjunto para Operaciones de Paz (CAECOPAZ), DEF recorrió sus instalaciones y conoció los pormenores de la tarea que allí realizan. El valor de la palabra y la negociación, más allá de la voz de las armas. La cuestión educativa y el condimento psicológico en el ánimo de hombres destinados lejos de su familia y de su patria durante seis largos meses. Por: Lauro Noro / Fotos: Fernando Calzada.
Casuchas desvencijadas, paredes pintadas de varios colores, callejuelas de tierra, despojos y basura. Chicos que juegan sin tiempo. Ropa colgada en algunos balcones. Miseria y pobreza. Unos gritos hostiles rompen el silencio de la mañana. Se escuchan disparos. De pronto, irrumpe en la escena un grupo de soldados con cascos azules. Enfrenta a los exaltados. Con buenos modales, pero con firmeza, el jefe del pelotón pide que se calmen y dialoguen. No hay caso. Las agresiones van en aumento. Algunos apuntan con pistolas. Piedras y cascotes vuelan por los aires para que las tropas se retiren. Estas avanzan y toman posición con las armas listas. El que parece el líder de los revoltosos se acerca. Comienzan los cabildeos. Hay ademanes y amenazas. Cuando el enfrentamiento parece inevitable, el lugareño hace entrar en razones a sus compañeros y todo termina. Con las manos en alto, son palpados y revisados minuciosamente. Mientras tanto y en pareja, varios efectivos entran en las casas donde sospechan que esconden municiones y explosivos. “Esta es la forma como nos movemos en el terreno y las diferentes reacciones frente a un incidente, empleando destrezas básicas de combate, pero con un estricto y limitado uso de la fuerza”, explica uno de los soldados al cronista de DEF, espectador de las acciones.
No estamos en Haití -donde hoy los miembros argentinos de las Fuerzas Armadas y de Seguridad cumplen con la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH)-, sino en el barrio “Le Petit Paris”, en el Centro Argentino de Entrenamiento Conjunto para Operaciones de Paz (CAECOPAZ), en Campo de Mayo, en la provincia de Buenos Aires. En la réplica de un caserío de la ciudad de Gonaives, Haití, como lo llaman los soldados, que la Embajada de Francia en nuestro país hizo construir para su entrenamiento.
Como si estuvieran
En ese lugar y con todo tipo de dificultades, los Cascos Azules practican con singular realismo. Tal cual lo hemos relatado. No sólo simulan casos tomados de la realidad, como un asalto a un convoy con alimentos, entrar en los vericuetos del pueblo, hacer controles de población, relevamientos sanitarios y otro tipo de cosas, sino que también hacen frente a agresiones y manifestaciones. Aprenden a controlarlas y a mantener una fluida relación con los representantes de esas comunidades, encarnados por personal que se hace pasar por ellos y que conoce muy bien su rol. Además hay actividades en check-points, entrega de alimentos y hasta escolta de vehículos. Con un sistema informático, también se ejercitan en la toma de decisiones desde los niveles de compañías o batallones, por más pequeño que sea el incidente. “La idea es que los soldados tengan la mejor preparación y cuando lleguen al lugar sepan qué deben hacer y no se encuentren con algo desconocido. Se busca que el entrenamiento sea tanto teórico como práctico. Con esas representaciones, la gente comprenderá mejor las situaciones que le tocará vivir”, expresa el coronel Raúl Bertoia, comandante del Centro.
Modelo en su género
En el CAECOPAZ, que depende del Comando de Operaciones del Estado Mayor Conjunto -cuyo jefe es el general de división Daniel Camponovo, y donde entrenan contingentes de oficiales, suboficiales y soldados voluntarios del Ejército, Armada, Fuerza Aérea, Gendarmería y Policía Federal- la consigna es simple. “Con paciencia y abierto a la negociación, el hombre debe aprender a convencer con la palabra y entender que, si bien ha sido preparado para conquistar un objetivo por la fuerza, ahora es lo último que debe usar y sólo en defensa propia”, agrega el oficial superior. En pocas palabras, le dan un arma para que no pueda usarla.
La unidad cuenta con capacidad para alojar a 350 personas, darles de comer a 500, y se apoya en el Hospital Militar de Campo de Mayo, el Regimiento de Asalto Aéreo, el Batallón de Ingenieros, la Agrupación de Aviación del Ejército y la Brigada Aérea de Morón, entre otras dependencias militares. Desde su creación, el 27 de junio de 1995, han pasado por sus aulas casi 1500 oficiales y suboficiales de Chile, Brasil, Francia, Bolivia Inglaterra, Estados Unidos, Canadá, Croacia, Alemania y Uruguay como alumnos e instructores. En su plantel cuentan con profesionales y docentes civiles, licenciados en ciencias de la educación, instructores en idiomas extranjeros, especialistas en psicología, asesores en relaciones internacionales, profesores de educación física y traductores, para lograr un entrenamiento multidisciplinario de los contingentes que se desplegarán.
Con una experiencia avalada por más de medio siglo y que se inició en 1958 con el Grupo de Observación de las Naciones Unidas en el Líbano (UNOGIL), optimizan el entrenamiento y contribuyen al pensamiento y conocimiento de qué es una Operación de Paz. “Su éxito debe medirse por los muertos que no hubo y por las balas que no se dispararon. No tanto por el poder de fuego que las tropas tienen, sino porque detrás hay toda una organización que los respalda”, explica uno de los instructores.
Testimonios de soldados
A punto de partir hacia el país caribeño con el Batallón Conjunto Argentino XI (BCA), que ya está desplegado, el teniente de corbeta de Infantería de Marina, Ángel Genisanz (28), casado, aporta su punto de vista sobre la capacidad negociadora antes de utilizar las armas. “Es el momento cuando uno debe tener la templanza suficiente, saber diferenciar las cosas y adaptarse, como buen soldado, a los distintos medios y situaciones que pueden ocurrir”. A su lado, con el mismo grado y edad, Luciano Caudana, soltero, que ya tuvo una experiencia similar en aquel lugar, se refiere a lo que más cuesta aceptar. “Es el hecho de estar lejos de la familia por seis meses y adaptarse a la idiosincracia de los haitianos, pero una vez que se le toma la mano, no es tanto. La relación con los jóvenes es la más difícil porque son los que tienen más carácter y nos ‘patotean’. Hay que estar predispuesto para todo”.
El encargado de elementos del Centro, suboficial mayor Roberto Di Natale, asegura que la cuestión monetaria influye mucho para que los soldados acepten ir a este tipo de misiones. Los valores estándar están en los u$s 12.000 por todo el semestre y varían de acuerdo con las jerarquías, la zona donde estarán desplegados y las funciones.
“Lamentablemente, el hombre que va sólo por ese motivo puede llegar a tener algunos problemas y encontrarse con una realidad que le impida cumplir con su cometido fundamental de evitar que la gente entre en conflicto, y con las acciones cívicas que deberá realizar”.
Frente a los mástiles con las banderas que engalanan la plaza de armas, el teniente coronel Néstor D´Ambra, jefe del BCA XI, explica otras características del adiestramiento. “Se trataron temas como el impacto familiar, el estrés y lo que iban a experimentar en la zona de la misión. Sentir y vivir, para ello hay que tener una sólida formación espiritual, una cultura general incrementada como herramienta válida para sobrellevar un impacto de esta naturaleza”. Agrega que “la gente, por tener el título de peacekeeper (guardián de la paz), está convencida de que va a ayudar a un pueblo como el haitiano y no a imponer condiciones”.
Con dos misiones de paz en Chipre, asegura que de esas experiencias volcó todo su conocimiento. “Desde la preparación, hasta convivir y ser mandado durante 24 horas de servicio, durante 180 días, con un importante desarraigo familiar, un código de conducta de soldado de la UN, con prohibición de tomar bebidas alcohólicas, con un manejo prudente sobre todo de la población civil y con las cuestiones de género muy bien estudiadas”.
Educación y caderas
En camino al pabellón Educación el mayor Gastón Marchant (32), del ejército de Chile y quien ya estuvo Haití como segundo comandante de una compañía de Infantería, explica que la tarea fundamental es transformar el casco verde en azul. “Es utilizar las armas como último recurso y echar mano a otras como la negociación y la palabra”. Hace mención a cómo pasar tantos días lejos de la familia y con muchas horas de servicio. “Las actividades son tantas que uno está muy ocupado todo el tiempo. Y las horas libres están apoyadas en el descanso, navegar por Internet, ver películas, hacer deportes. Los casados o de novio pueden, incluso, visitar a sus familiares durante pequeños períodos en República Dominicana”. ¿Cómo se canalizan los apetitos humanos? “En esto influye mucho la situación que uno vive en el lugar. Salir a patrullar y contemplar lo que está pasando hace que te mentalices tanto que lo demás queda de lado. Además, al no encontrar bares, restaurantes ni pubs, porque no existen, las tentaciones no están. Se priorizan otras cosas, como la seguridad personal y el apoyo que uno le brinda a la gente”.
Detrás de unos intensos ojos celestes, el teniente coronel Alcides Faría (42), casado, dos hijos, oficial del ejército del Brasil, que se desempeña como instructor, destaca la forma de ser de los soldados de países sudamericanos, Brasil, Argentina, Uruguay y Chile, para establecer relaciones con la gente. “Eso hace que sea mucho más fácil. Nos permite reaccionar mucho más fácil e interactuar con la población más allá del idioma. Entendemos a la gente, sabemos manejarla, tenemos señales, gestos. Nos es mucho más fácil hacerlo que por ejemplo, a un contingente alemán. Sus caderas no son tan flexibles como las nuestras” (se ríe).
Bemoles de la psicología
En cuestiones de estrés y lejanía familiar la psicóloga María Isabel Muzio, que trabaja sobre ellas desde hace 14 años en CAECOPAZ, hace hincapié en que ese extrañamiento no cause daño. “Siempre les digo que rueguen que los extrañen mucho porque si no, las cosas están mal”.
-¿Dónde pone el acento, entonces?
-Trabajamos en todo lo que significa la preparación del pre despliegue que, para mí, es el desafío más importante con respecto a la familia, para que acepte emocionalmente la misión.
-¿Por qué lo dice?
-En general se cree que la familia de un militar “sabe” que está expuesta a que viaje, corra riesgos, a la separación temporal. Pero lo racional y lo emocional no siempre van de la mano. Entonces, mi trabajo es que se acepte emocionalmente la misión. Lo que hago desde acá mientras dure la misión, es que sigan funcionando como pareja, como grupo familiar a la distancia, porque el alejamiento físico no quita necesariamente la pérdida de protagonismo. Ahora, en todas las misiones hay buenas fuentes de comunicación, lo que trae mucha estabilidad emocional y certidumbre de contacto.
-¿Y cuando ellos vuelven?
-Es todo un tema. Porque seis meses de haber estado sola, frente a su casa, a los chicos, decidiendo y todo lo demás, significa que esa persona cambió. No necesariamente para mal. Es más independiente, aprendió nuevas cosas, tuvo tiempo libre para dedicarse a la computación, los chicos se acostumbraron a pedirle permiso y la familia a funcionar sin padre. Y él, allá lejos, se olvidó de la cotidianeidad, de la rutina, de que hay que pagar una cuenta, etcétera. Todos queremos volver a estar juntos.
-¿Cómo se recompone esa relación?
-Primero, trabajándolo mucho y sabiendo lo que va a pasar. Es natural que después de tanto tiempo de separación las madres, los padres y los hijos tengan que darse un tiempo para volver a estar todos juntos, porque todos han cambiado. Entonces, al principio el padre es tratado como una visita y encima viene de trabajar en la UN, está de licencia y sentado en el living. Es un tiempo de demanda emocional. Es ambivalente, al mismo tiempo que quiere estar se siente raro. A veces, cuesta despegarse de la realidad de Haití y volver a la propia. Esto pasa. Lo importante es saber que a uno le va a suceder. Es un tiempo ganado.
-Es una manera de prevenirlos.
-Claro, porque esto no le pasa a uno solo sino a la mayoría. En 2001, hicimos una investigación con estos temas y elaboramos una herramienta pedagógica que es una estructura de referencia común y tuvo éxito porque fue testimonial, basada en la experiencia de muchos.
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DEF DIGITAL
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