Notas en los medios sobre Nazismo

Sebastian

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El enigma del Doctor Muerte

La justicia alemana declara muerto al nazi más buscado. EL PAÍS revela documentos que muestran que se ocultó en Egipto y se convirtió al islam bajo el nombre de Tarek Hussein Farid.
Aribert Heim, Doctor Muerte, en 1961 con su hijo Rüdiger el día en que comenzaba el colegio en Baden Baden (Alemania).​
El Cairo, 12 de febrero de 1980. Al Departamento de Pasaportes. Querido señor: ‘Hoy he renunciado a la religión católica en favor de la musulmana como podrá observar en el certificado de conversión al islam que le adjunto y he tomado el nombre de Tarek Hussein Farid. Permítame renovar mi tarjeta de residencia remplazando mi antiguo nombre. Agradeciéndole de antemano. Suyo atentamente. Heim Ferdinand”.
El hombre que escribió esta carta manuscrita con una letra de redondilla inclinada hacia la derecha era Aribert Heim, el Doctor Muerte, el criminal nazi más buscado al que la pasada semana un tribunal de Baden Baden (Alemania) acaba de declarar muerto después de una búsqueda infructuosa de casi sesenta años. Este documento inédito, el de su conversión al islam en la mezquita Al Azhar de la Universidad de El Cairo y otros cinco certificados diferentes en poder del juez Neerforth, entre ellos el de su fallecimiento en agosto de 1992 en Egipto a los 78 años, acreditan que Tarek Hussein Farid y Heim eran la misma persona, un dato trascendental para resolver el enigma.

La búsqueda del Carnicero de Mauthausen ha dado un vuelco espectacular e inesperado gracias a estos documentos aportados al juzgado por Freitz Steinaker, de 90 años, abogado y amigo del nazi, y por Rüdiger Heim, su hijo. Este confesó en 2010 al juez que su padre murió en sus brazos en agosto de 1992 víctima de un cáncer de colon en la habitación del hotel Kars el Medina en El Cairo donde residía escondido bajo el nombre de Tarek Hussein Farid. Varios testigos acreditaron el óbito, pero el cuerpo del médico de las SS continúa sin aparecer.

El hijo de Heim, de 56 años, que durante décadas negó haber tenido ningún contacto con su padre explica así la enigmática desaparición del cadáver: “La última vez que vi a mi padre fue en la cámara frigorífica del hospital universitario Shames el Aimi de El Cairo, en una morgue que parecía una sala de anatomía. Lo llevé allí porque me pidió que donara su cuerpo a la ciencia... cuando regresé en 1995 comprobé que su voluntad no había sido cumplida. Me dijeron que lo habían enterrado en un cementerio de anónimos... Pregunté dónde estaba y me respondieron de forma ambigua”.

Aribert Heim era un atractivo médico de las SS, hijo de un policía y un ama de casa austriacos. Estuvo destinado en 1942 en el siniestro Revier, enfermería, del campo de concentración de Mauthausen donde asesinó a 300 presos con inyecciones de benceno en el corazón y seleccionó “para su liquidación física a presos incapaces de trabajar o enfermos graves”, según señala un escrito fechado el 11 de junio de 1979 y redactado por el fiscal Wieser de Baden Baden. Un documento vigente plagado de los horrores que describieron 17 años después los presos Lotter, Kohler, Kaufmann y Rieger que trabajaban en la enfermería. Heim actuaba “por libre decisión y sus operaciones sorprendieron al personal sanitario ya acostumbrado a la inhumanidad”, escribió el acusador.

En el libro de operaciones de la Cruz Roja en Mauthausen consta la identidad de 26 presos españoles que pasaron por las manos de Heim. Ocho murieron en este campo y en el de Gusen, otro próximo, y cinco de ellos en fechas cercanas a la intervención. En 1976 el comisario Aedtner, un policía que dedicó su vida a localizar al doctor, pidió que se buscara e interrogara en varios países a nueve de ellos que habían sobrevivido a sus operaciones “porque sus testimonios podían ser de extrema importancia”. En Mauthausen hubo 8.964 republicanos españoles de los cuales murieron 5.539. Varios centenares desaparecieron.
El médico de las SS fue detenido al terminar la guerra y se le sometió a un proceso de desnazificación en una mina de sal de los aliados. En 1947, ya libre, conoció a Frield, una doctora alemana y se casaron. En 1955, los Heim se instalaron en Baden Baden y abrieron su consulta de ginecólogos en el palacete de la familia de ella, una elegante villa situada a cinco minutos del centro de este coqueto balneario, refugio entonces de las familias más ricas de Europa. Aribert jugaba en el equipo nacional de hockey sobre hielo y su fotografía aparecía en los periódicos. En 1962 acabó la paz de la pareja, un policía apareció en su consulta preguntando por su pasado y Aribert se fugó. En aquella época empezaban en Alemania los juicios de Auschwitz. Desde entonces su paradero ha sido un misterio que continúa vivo.

Heim mantuvo un contacto permanente con su familia desde su refugio en El Cairo y escribió 21 cartas manuscritas con la ayuda de un cuaderno color burdeos donde apuntó los nombres en clave de 12 personas para evitar que la policía las identificara si las misivas eran interceptadas: Gerda era su hermana Hertak, el familiar que más ayudó al fugitivo, una mujer atractiva relacionada con algunas de las familias más influyentes de Alemania como los Tysshen o los Bauersachs; Lyda era Hilda, su otra hermana; Dora, su exesposa Frield, de la que se separó pocos años después de su fuga y a la que reprochaba en sus cartas su falta de “madurez para activar la autoestima de nuestros hijos”; Grell, su hijo pequeño Rüdiger; Rainer, su abogado Steinker, el hombre que ahora ha presentado los nuevos documentos; Lattle era Wiesenthal, el cazanazis judío preso en Mauthausen que dirigió su acusación y al que Heim responsabilizaba en sus cartas de buscar “testigos falsos y comunistas”.

El fugitivo dedicó su tiempo en El Cairo a acumular información para su defensa y buscar testigos que negaran la acusación. Hacía fotografías a deportistas, leía artículos sobre medicina, estudiaba árabe y oía la BBC, según asegura su hijo Rüdiger que le ayudó desde Alemania, visitó varias veces en su refugio y asistió durante los últimos días de su vida en una modesta habitación del hotel Kars el Madina, en el número 414 de la calle de Port Said de El Cairo, propiedad de la familia Doma. “Tengo tantas cosas que me interesan que si el día tuviese 28 horas no sería suficiente para hacer lo que quiero”, aseguraba en una de sus misivas. La familia le enviaba regularmente dinero.

Rüdiger Heim, alto, de complexión atlética y ojos azules se mueve por Baden Baden con su bicicleta, rehabilita en Berlín edificios propiedad de su familia e invierte en pintura, su pasión. Pero es un hombre vigilado y está en permanente observación. La policía alemana acudía al cementerio cada vez que moría un miembro de la familia por si aparecía el Doctor Muerte y a veces abordaba o llamaba por teléfono a algún sobrino rogando colaboración. Durante años el hijo pequeño del criminal nazi, su otro hermano siempre se ha mantenido al margen, negó haber mantenido contactos con su padre o conocer su paradero. La última vez a este periódico en diciembre de 2008. Pese a la ausencia paterna Rüdiger estrechó un fuerte vínculo con su padre: “Un día estaré frente a Dios y puedo testimoniar que fuiste no solo mi hijo, fuiste me mejor amigo”, le dijo Aribert días antes de morir. Desde que confesó al juez Neerforth que su padre se había escondido en Egipto, convertido al islam y muerto en su presencia en el hotel de los Doma ha aportado al tribunal de Baden Baden algunas pruebas como las 21 cartas que acreditan la presencia del criminal nazi en Egipto o los últimos documentos que demuestran que Tarek Hussein Farid y Heim Ferdinand eran la misma persona y que han empujado al tribunal a cerrar el caso. Unos documentos que no presentó cuando hizo su revelación —alegó que al morir su padre los guardó unos años y en 2005 los destruyó porque la policía investigaba su vida privada— y que la justicia alemana no logró obtener debido a la negativa a colaborar de las autoridades egipcias.

Los agentes alemanes que viajaron a El Cairo a comprobar la versión de Rüdiger solo consiguieron tomarse un té con sus colegas egipcios. La comisión rogatoria enviada por Alemania sigue hoy sin respuesta. “Una investigación de la policía criminal pudo confirmar la autenticidad de los (nuevos) documentos. Después de que el tribunal interrogó al testigo, hijo del acusado, no han quedado dudas de que el acusado coincide con la persona de Tarek Hussein Farid que murió de cáncer en 1992”, dice el auto del Tribunal de Baden Baden que ha cerrado el caso pese a que el cadáver del Doctor Muerte sigue sin aparecer.

Rüdiger vive en compañía de su madre nonagenaria en la casa familiar de Baden Baden y ha dedicado sus últimos dos años a convencer al tribunal. Tras su confesión envió al juez dos cartas en las pedía que se compararan detalles de la fotografía del documento de residencia a nombre de Tarek Hussein Farid y fotos de su padre para demostrar que eran la misma persona. “La imagen es irreconocible, pero el diseño de la corbata es reconocible. Mi padre era un hombre austero que siempre evitó comprar cosas inútiles, pero cuando compraba algo era de la mejor calidad, eso incluía su indumentaria. Los pocos trajes que se llevó desde Alemania han perdurado hasta el 92. En Egipto nunca le vi salir con traje o corbata. Estos trajes los conservaba bien protegidos y reservados para pocas ocasiones. Una de ellas para la fotografía del documento. El diseño de la corbata es igual que del diseño de la corbata de la última fotografía de mi padre en posesión de la policía alemana”, señalaba en una misiva. En otra, también dirigida al juez, incidía en el mismo aspecto: “No solo el diseño de la corbata es idéntico en las dos fotos, también el nudo de la corbata y la forma de la camisa son idénticas”.

La justicia alemana ha cerrado el caso Heim, aceptado la versión de su hijo y validado los documentos pese a que el fiscal del caso, que todavía puede recurrir, lanzó hace cuatro años frases tan taxativas como esta: “El caso estará cerrado cuando tenga sobre mi mesa el cadáver de Heim”. Una afirmación que Rüdiger, entonces, decía compartir.
¿Miente el hijo de Heim cuando asegura que desconoce el lugar donde fue enterrado su padre? ¿Es una estrategia perfecta para evitar que se descubra su tumba y descanse en paz? El cazanazis Efraim Zurof, responsable del Centro Simon Wiesenthal en la Operación Última Oportunidad que intenta localizar a los últimos nazis, responde así desde su oficina en Jerusalén: “Rüdiger no es creíble. Como usted sabe seis meses antes de revelar la historia de El Cairo decía que no había visto a su padre durante décadas. Él tenía un interés especial en implicar a todo el mundo (y especialmente al Centro Wisenthal) en el caso de su padre”. Zurof acepta no obstante la muerte de Heim. “Sería posible declarar su muerte, pero sin cuerpo esta no es concluyente, no está probada científicamente”.
—¿Aparecerá alguna vez el cuerpo de su padre? De esta forma, se disiparían todas las dudas.
—“Nunca se resolverá el enigma del cuerpo de mi padre. Si fue enterrado en una fosa común, ¿cómo se puede determinar quién es quién? ¿Cómo se determinaría qué cuerpo es el suyo? Habría que hacer pruebas de ADN a todos los restos de esa tumba. Además, sería un escándalo porque en la religión musulmana no se permite. Nunca sabremos dónde está”, responde Rüdiger.

En marzo de 1997, Rüdiger recibió una llamada inesperada de Alexander Dettling, el policía de Sttugart que investigaba el paradero del Doctor Muerte: “Quiero comunicarle la existencia de una cuenta a nombre de su padre en Berlín por valor de 1.400.000 marcos alemanes. No quiero comprarle, pero si su padre está muerto sus herederos cobrarán ese dinero”. El origen de esa suma es un edificio en Berlín que el médico de las SS había comprado en 1958 y que la justicia le embargó. La presión de los vecinos por el estado del inmueble obligó al tribunal a levantar la confiscación y vender el edificio, cuyo precio superó el valor estimado y la multa de 510.000 marcos que le habían impuesto al fugitivo.
La mujer de Heim y sus dos hijos son los herederos, pero en Chile Walfraut Bóser, de 68 años, una hija del SS nacida en Austria de otra relación mantenida durante su matrimonio, podría reclamar su parte. Rüdiger asegura tener “ideas” de cómo utilizar ese dinero.
http://internacional.elpais.com/internacional/2012/09/28/actualidad/1348849199_843910.html
 
"Fidel Castro reclutó a nazis de las SS en la crisis de los misiles"



El líder cubano Fidel Castro reclutó en 1962 a ex soldados nazis que sirvieron en las SS, según actas ahora desclasificadas del espionaje alemán, coincidiendo con el 50 aniversario de la crisis de los misiles con EEUU.
Los servicios de inteligencia de la Alemania occidental (BND) registraron el 26 de octubre de 1962, punto crítico de la crisis, que Castro estaba reclutando a ex nazis para instruir a su ejército.
No solo buscó a antiguos miembros de las llamadas Waffen-SS, sino también a oficiales del cuerpo de paracaidistas y zapadores, así como técnicos que habían servido en el ejército nazi.
A los potenciales interesados se les ofrecía un sueldo equivalente a 1.000 marcos alemanes de entonces, en moneda cubana, más otros 1.000 marcos en cualquier divisa europea, a transferir a una cuenta del Viejo Continente.
Según esas actas, al menos cuatro antiguos oficiales de las SS respondieron a la oferta, aunque solo hay constancia de que dos de ellos llegaran realmente a Cuba.
"Al parecer, el ejército revolucionario cubano no temía el contacto con personas de pasado nazi, si era al servicio de su causa", apunta el director del grupo de trabajo que investiga la historia del BND, Bodo Hechelhammer.
Castro no se limitó a buscar la experiencia de antiguos soldados alemanes que combatieron contra EEUU en la Segunda Guerra Mundial, sino que también pretendió adquirir armas europeas, para lo que recurrió a contactos con la ultraderecha alemana.
El BND constata así, también en octubre de 1962, el propósito de Cuba de adquirir armas automáticas de fabricación belga a través de Alemania occidental, al parecer porque Castro no quería quedar supeditado a los suministros de sus aliados soviéticos.
El espionaje alemán tomó constancia, asimismo, de la evolución armamentística de Cuba y de que el régimen comunista había dejado atrás a más tardar en junio de 1962 el equipamiento propiamente defensivo para prepararse para una función de ataque.
Así, el 12 de septiembre de ese año el BND informó a la Cancillería -por entonces ocupada por el conservador Konrad Adenauer- del traslado a la isla de unos 5.000 soldados soviéticos, principalmente técnicos e instructores, a bordo de unos 15 buques.
El espionaje alemán calculó entonces que, a más tardar en noviembre, Cuba iba a estar en disposición de lanzar misiles.
Las informaciones coinciden con el próximo aniversario de la llamada crisis de los misiles de octubre de 1962.
La Unión Soviética había desplegado sus misiles de medio alcance en territorio cubano y Estados Unidos, a su vez, se preparaba para una eventual invasión de la isla.

EFE
 

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Lavan la cara a torre nazi y ahora es mansión de lujo

Se trata de un castillo que funcionó para vigilar campos. De la matanza humana a la opulencia.

FOTO: http://24con.infonews.com/conurbano...cara-a-torre-nazi-y-ahora-es-mansion-de-lujo/

http://zona-militar.com/files/image/100/100241/5061ae0d206f0_620_!.jpg?s=54ae09765c9dd65639f3f68ab0cea0b5


Emplazada en campos belgas, en las afueras de Steenokkerzeel, la ex torre de vigilancia nazi fue un símbolo de la matanza de la raza humana y, hoy, de la opulencia y el diseño.

Se trata de un edificio que perteneció al ejército alemán de mediados del siglo XX y que ahora, con 74 años de edad, fue transformado en una casa de lujo con diseño contemporáneo.

La torre está repartida en seis plantas, con habitaciones circulares, ascensor y una enorme terraza para disfrutar de sus vistas panorámicas, otrora utilizada para tener una vista general del terreno.

Mientras que el exterior del edificio ha cambiado poco desde la época del régimen, el interior ha sido despojado de su simbología del terror para dar paso a una impresionante cocina, una sala de estar y un baño grande que ocupa todo un piso.

En 2008 los arquitectos del estudio Bham decidieron destruir el interior de la torre, dejando sólo el esqueleto de hormigón detrás.

Galería de fotos de la ex torre nazi por dentro ACÁ

Elementos originales, como la conducción principal de agua, techos de hormigón y escaleras, y una gigantesca cuenca de 250.000 litros de agua se mantuvieron para preservar la identidad del edificio.

La torre fue construida originalmente en 1938, y co-optado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, quienes la utilizaron como un mirador desde donde controlar el área circundante.

El edificio fue utilizado como un depósito de agua hasta la década de 1990, y fue declarado monumento de la guerra en 2004.

Es propiedad de una pareja que la alquila para eventos exclusivos.
24 CON
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Twitter bloqueó una cuenta por primera vez​

La red social anunció que aplicó esa medida a raíz de una orden policial emitida por la policía alemana contra un grupo neonazi de ese país. Los mensajes continúan visibles

Crédito foto: AP​

El abogado de Twitter Alex Macgillivray subrayó que la red social aplica por primera vez esta medida y que esto fue posible por los recientes cambios introducidos en las condiciones de uso.
"No queremos retener contenidos. Es bueno contar con herramientas para hacerlo puntualmente y de forma transparente", señaló el letrado, quien agregó un enlace a la petición policial procedente de Hannover, en el norte de Alemania.
Así, todo aquel que quiera leer los tweets del grupo neonazi en Alemania se encontrará con la siguiente advertencia: "@hannoverticker retenido. Esta cuenta ha sido retenida en: Alemania".
No obstante, la compañía norteamericana no ha satisfecho por completo la exigencia de la dirección policial de Hannover de una clausura inmediata y sin opción a ser sustituida por otra de la cuenta en cuestión, que continúa accesible fuera de Alemania.
Otras compañías, como Google y Facebook, ya filtran desde hace tiempo los contenidos según las legislaciones nacionales vigentes.
Las actividades del grupo neonazi "Besseres Hannover" ("Un Hannover mejor"), el más activo en el estado federado de Baja Sajonia, fueron prohibidas a finales de septiembre bajo la acusación de incitación al odio racial y difusión de propaganda nazi.
La agrupación, con alrededor de 40 miembros, llevaba a cabo desde 2008 acciones xenófobas, repartía publicaciones de extrema derecha en colegios y utilizaba internet para incitar al odio racial.
En su carta a Twitter, la dirección de la policía de Hannover informaba de que el Ministerio del Interior de Baja Sajonia prohibió la organización "Besseres Hannover", que ésta ha sido disuelta, sus activos han sido confiscados y que "todas sus cuentas en redes sociales deben ser clausuradas de inmediato".


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El último cazador de nazis

Heredero de Simón Wiesenthal, dirige el programa “Operación: última oportunidad”. En diálogo con NOTICIAS, explica por qué tiene sentido castigar a criminales centenarios. Los 10 más buscados.

Efraim Zuroff jura no tomarse el trabajo como algo personal, pero cuenta que muchas veces dice una plegaria pidiendo salud para “esos bastardos”. Este estadounidense radicado en Israel, que hace 32 años recorre países y archivos buscando a criminales de guerra nazi, ciertas noches reza para que los hombres a los que busca no mueran antes de ser juzgados y enviados a la cárcel.
El último cazador de nazis tiene en la mira a hombres de entre 88 y 100 años. Laszlo Csatary, un ex policía húngaro que colaboró en las deportaciones a Auschwitz durante la Segunda Guerra Mundial, fue el último al que encontró. Un periodista que trabaja con Zuroff fotografió a Csatary hace cinco meses, cuando salió a atender en calzoncillos la puerta de su casa en Budapest. Tras la publicación de la historia, en Hungría se abrió una causa por crímenes de guerra contra el hombre de 97 años. “Tiene arresto domiciliario, esperemos que pronto anuncien la elevación a juicio”, cuenta Zuroff, heredero del célebre cazador de nazis Simón Wiesenthal.
Historia. Zuroff tiene 64 años y dirige la oficina de Jerusalen del Centro Wiesenthal, adonde atiende el llamado de NOTICIAS. Hace diez años creó “Operation: last chance” (“Operación: última oportunidad”), un programa para llevar ante la Justicia a los criminales de guerra nazi que quedan vivos. “Cuando la gente me pregunta cómo es mi trabajo, digo que soy un tercio detective, un tercio historiador y un tercio lobbista político –explica–. El detective encuentra a esos bastardos. El historiador busca la evidencia de sus crímenes. El lobbista presiona a los gobiernos para que hagan lo que deben”.
A diferencia de Wiesenthal, que padeció el nazismo en carne propia, Zuroff nació en Nueva York después de la Segunda Guerra. “Mis padres ya son estadounidenses y la mayoría de mis familiares vinieron antes de la Primera Guerra. A veces pienso que es casi absurdo que haya dedicado 32 años de mi vida a cazar nazis”, cuenta. Cazar nazis no figuraba ni entre los sueños más delirantes de su niñez. El plan de ese niño alto, que se crió en el barrio de Brooklyn, era “ser el primer jugador de la NBA judío ortodoxo”.
El último cazador de nazis tiene cuatro hijos y nueve nietos. Hace al menos una década que su rutina es casi la misma. Se levanta en su casa de Efrat, hace un viaje corto hasta la oficina del Centro Wiesenthal en Jerusalen y comienza a revisar correos electrónicos o llamados telefónicos con denuncias.
Las cifras del Centro Wiesenthal dicen que los nazis y sus aliados mataron a unos 11 millones de personas durante el Tercer Reich, y que más de la mitad era judíos. Por eso, el trabajo que 70 años después hacen los investigadores de esos crímenes sigue la lógica inversa a la de un policía. “Ellos empiezan por el crimen y buscan al criminal. Nosotros no tenemos tiempo, fueron demasiados crímenes y muchos criminales están muertos. Nuestras búsquedas empiezan siempre con una sospecha de alguien, luego intentamos averiguar si la historia es cierta y solo en el 1,5 por ciento de los casos nos embarcamos en una investigación seria”, explica.
En los diez años que lleva activa “Operation: last chance”, Zuroff y su equipo consiguieron los nombres de 634 supuestos nazis viviendo en distintos puntos del globo. “De esos nombres, entregamos a la Justicia unos cien, pero solo resultaron ocho casos serios”, cuenta.
Los más recientes fueron el de Csatary y el de Sandor Kepiro, hallado en 2006. Este último, un oficial de gendarmería húngaro que fue acusado formalmente por 36 asesinatos y luego absuelto, murió en septiembre del año pasado. Hasta entonces, ocupó el primer lugar en la lista de los más buscados que cada año publica el Centro Wiesenthal.
La punta del hilo de muchas cacerías son rumores, pálpitos, confesiones trasnochadas: por ejemplo, un tipo llama diciendo que vive en cierta ciudad y conoce a cierta persona que, cuando se emborrachan juntos, le cuenta historias sobre sus años como guardia en Auschwitz.
En la oficina reciben cada mes un par de nuevos sospechosos y un montón de llamados ridículos. “No tiene idea de cuántas veces tengo llamadas así: ‘¿Hola, este el centro Wiesenthal? ¿Todavía cazan nazis? Ah, bueno, quería contarle que acabo de pelearme con mi vecino, es un alemán de 89 años, un verdadero bastardo, así que debe ser un criminal de guerra nazi’”, cuenta Zuroff.
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Inauguran en Berlín un memorial en honor a los gitanos víctimas del nazismo

Cerca de medio millón de personas de la etnia roma murieron durante la Segunda Guerra Mundial

La canciller Angela Merkel inauguró hoy en Berlín el monumento en honor de los alrededor de 500.000 gitanos víctimas del Tercer Reich.
Durante la ceremonia de inauguración, Merkel hizo un llamamiento para entender el monumento como un "recordatorio" del genocidio de miles de gitanos durante la Segunda Guerra Mundial.
"Se lo debemos a los muertos y a los sobrevivientes", declaró la canciller alemana acompañada del presidente federal del país, Joachim Gauck, y de numerosos representantes de etnia gitana, con los que guardó un minuto de silencio en recuerdo de las víctimas.
El monumento, cuyo costo asciende a 2,8 millones de euros, es obra del escultor israelí Dani Karavan y consiste en una pila redonda de doce metros de ancho con una profundidad más marcada en el centro donde se encuentra una estela sobre la que cada día se depositará una flor fresca. Y en el borde se puede leer en alemán e inglés la poesía "Auschwitz" del poeta italiano-romaní Santino Spinelli.
(Agencias)
 

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Wilhelm Brasse, el fotógrafo de Auschwitz

Entre sus tareas estaba retratar a las víctimas de los experimentos científicos del médico nazi Josef Mengele


Una prisionera de Auschwitz, fotografiada por Wilhelm Brasse. / (Auschwitz Museum/AP)

“Siéntese cómodamente, relájese y piense en la patria”. El teniente de la SS Maximilian Grabner sonrió entonces con el gesto dulce inmortalizado por el fotógrafo Wilhelm Brasse. Los presos políticos de Auschwitz llamaban a Grabner “Dios nuestro señor”, porque torturaba y fusilaba con tanta iniquidad que hasta la SS investigó sus actividades. El castigo le llegó con la derrota alemana, en forma de una condena a muerte por 25.000 asesinatos. El de Grabner sería uno de los pocos retratos amables que Brasse pudo hacer durante su encierro en el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau, donde le obligaron a trabajar en el “servicio de identificación”. Entre sus tareas estaba retratar a las víctimas de los experimentos científicos del médico nazi Josef Mengele. En total, unos 50.000 documentos de la vida y la muerte en el campo donde los nazis asesinaron a más de un millón de personas. Este encargo salvó su vida.
Brasse nació en 1917 en Żywiec. Hablaba alemán, aunque su ciudad natal pasó a ser parte de la Polonia independiente al término de la I Guerra Mundial. Aprendió fotografía en Katowice, pero cuando comenzó la invasión alemana en 1939 estaba en el Ejército polaco. Tras la derrota fue apresado cuando intentaba escapara a Hungría. Dado que sus antepasados paternos eran austríacos y él hablaba el idioma, los alemanes le propusieron alistarse en las Fuerzas Armadas (Wehrmacht) de Hitler. Se negó porque se “sentía polaco y era polaco”, como su madre. El 31 de agosto de 1940 lo enviaron al recién construido campo de concentración de Auschwitz, levantado por la SS en la Polonia ocupada. El nombre aún no era sinónimo de los horrores racistas ni de la arbitrariedad criminal de los nazis. Pronto lo sería, con Brasse como testigo de primera fila.

El fotógrafo Wilhelm Brasse, retratado en su casa de Zywiec, Polonia, en 2006. / Czarek Sokolowski (AP)
Primero le dieron el uniforme de interno y, a golpes, le forzaron a saltar en el patio con otros presos, para humillarlos. “Jugaban con nosotros como si fuéramos animales”. Los judíos “simplemente eran asesinados”. Los curas polacos recibían trabajos particularmente extenuantes. Los guardas les explicaban a los supervivientes que, si eran fuertes, tenían por delante algunos meses de vida. Para Brasse fueron dos semanas de cuarentena y algunas más de trabajos forzados. Después, un guarda alemán que era preso político le facilitó un trabajo en la cocina para premiar su bilingüismo y sus dotes como intérprete. En 1941 lo llamaron al despacho del célebre Rudol Höß, el comandante de Auschwitz cuyas confesiones sirvieron para reconstruir parte de los sucesos del campo antes de que los aliados lo ahorcaran por sus crímenes. Resultó que los jefes buscaban un fotógrafo. Lo eligieron a él.
Recordaba en algunas entrevistas que su trabajo no solo le salvó de una muerte segura, sino que le proporcionó una estancia más confortable entre las alambradas del campo. Como tenía que tratar con los alemanes, éstos le facilitaban ropa y le permitían lavarse “para no molestarlos con mal olor”. La suerte de Brasse fue la manía alemana por documentarlo todo con prolijidad, aun aquellas brutalidades.
Después de la guerra le perseguían pesadillas protagonizadas por las víctimas de los nazis que tuvo que fotografiar. Sobre todo, por chicas judías que sufrieron los experimentos del doctor Mengele. Un día, el propio médico de Auschwitz lo felicitó por el trabajo a través de su jefe en el campo: “Las fotos son exactamente lo que necesitamos”.

Niños enseñan sus números de presos tatuados, poco después de la liberación de Auschwitz por parte de las tropas soviéticas, en una imagen de autor desconocido. / AUSCHWITZ MUSEUM / REUTERS
Explicaría después Brasse que había cumplido sus tareas “porque no se podía decir que no [a la SS] y porque no hacía daño a nadie”. Después de la guerra no volvió a la profesión, “porque los muchachos judíos y las chicas judías se aparecían en flashes constantes ante los ojos”. El fotógrafo sabía que su cámara iba a ser una de las últimas cosas que iban a ver antes de que los enviaran al gas.
Tras sobrevivir a una de las “marchas de la muerte” de prisioneros de los nazis, Brasse regresó a su ciudad natal en Polonia, donde murió el martes a los 95 años.
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Misterioso robo de archivos nazis en Dinamarca

La policía danesa detuvo a dos hombres que habrían sustraído durante años documentos "insustituibles" relacionados con Hitler


La policía danesa anunció la detención de dos hombres sospechosos de haber robado durante años documentos del nazismo y de la Segunda Guerra Mundial de los archivos nacionales.
"La policía de Copenhague procedió hoy al interrogatorio preliminar de dos hombres inculpados por robo. Los dos se encuentran en detención provisional", anunciaron las autoridades de Dinamarca en un comunicado.
El robo se descubrió a principios de este mes y los sospechosos, de 46 y 53 años, fueron detenidos anoche. El material robado abarca sobre todo documentos escritos y emblemas del período nazi, explicó un portavoz policial.
En tanto, el diario Berlingske aseguró que también estarían incluidos informes de la policía, de los tribunales, listas de desertores y objetos personales archivados durante la Segunda Guerra Mundial.
Se trata de documentos "insustituibles" de la historia de Dinamarca, aseguró a ese periódico el director general de los Archivos Nacionales, Asbjoern Hellum.
Fuentes policiales rebelaron además que "uno de los sospechosos incluso se molestó en enmarcar algunos de ellos y decoró con ellos su apartamento".
Dinamarca, pese a su neutralidad, fue invadida por Alemania en abril de 1940. La ocupación nazi concluyó el 5 de mayo, cuando la Wehrmacht se rindió definitivamente a los aliados.
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Expulsan a un obispo neonazi que trabajó en la Argentina

El obispo neonazi británico Richard Williamson, de 72 años, ha sido expulsado de sus filas por la ultraconservadora Hermandad de Pío X, con sede en Econe, Suiza.
El grupo de 600 mil seguidores del obispo ultramontano francés monseñor Marcel Lefebvre, fallecido en 1991, protagonizó el principal cisma del siglo XX en 1988, cuando Juan Pablo II lo fulminó con la excomunión después de que Lefebvre consagrara cuatro obispos sin la indispensable comunión con el Papa de Roma, entre los que se encontraba Williamson.
Ni los ultras lefebvrianos, que se niegan a aceptar el Concilio Vaticano II y las enseñanzas de los últimos papas, pudieron bancar a un personaje tan difícil como el inglés que llegó al ala más conservadora de la Iglesia en 1972 convertido del anglicanismo.
Un portavoz de los cismáticos de Econe anunció ayer en Stuttgart, Alemania, la expulsión del obispo británico, “que se negó a ofrecer el debido respeto y sumisión a la dirección de la Hermandad Pío X”.
Los conflictos con Williamson venían “in crescendo” y el presidente del grupo lefebvriano, monseñor Bernard Fellay, decidió apartarlo hace un tiempo. Williamson calificó de “fanáticos” y de “espíritus malignos” a Fellay y a Niklaus Pfluger, otro dirigente de la Hermandad.
Benedicto XVI cometió el peor error de sus siete años y medio de pontificado al levantar el 21 de enero de 2009 la excomunión a los cuatro obispos. Justo en esos días, la TV estatal sueca difundió una entrevista a Williamson en la que negó que seis millones de judíos fueron exterminados en campos de concentración nazis. También negó la existencia de las cámaras de gas. Williamson era el director del seminario de los lefebvrianos en La Reja , en el partido bonaerense de Moreno. Poco después, el gobierno argentino juzgó intolerables sus declaraciones antisemitas y lo expulsó de la Argentina.
La decisión del Papa de levantar la excomunión causó una crisis aguda en varios episcopados europeos. El Vaticano condenó las declaraciones de Williamson y dijo que el inglés seguía “suspendido a divinis”, pero continuó adelante con las negociaciones, queridas por el Papa Ratzinger, para absorber el cisma y hacer regresar al seno de la Iglesia a los cismáticos.
Las negociaciones fueron interrumpidas hace un mes por la misma Santa Sede. El grupo se niega a reconocer la doctrina del Concilio Vaticano II. Williamson considera que al menos una parte de los judíos “son enemigos de nuestro Señor Jesucristo” y que luchan “por la dominación mundial” para preparar “el trono del anticristo en Jerusalen”. También dijo que los ataques terroristas del 11 de setiembre de 2001 en EE.UU. fueron organizados por norteamericanos, que lanzaron misiles y cargas explosivas contra esos objetivos.
Estos delirios y las simpatías neonazis de Williamson han sido cada vez más frecuentes, lo que provocó un conflicto abierto del obispo británico con los dirigentes del grupo lefebvriano, que concluyó ayer con el anuncio de expulsión.
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ALICE HERZ, LA JUDIA A LA QUE ADMIRARON LOS NAZIS DURANTE EL HOLOCAUSTO

Su increíble talento con el piano le salvó la vida en el campo de concentración de Theresiendstad

Su talento le salvó la vida. Con esta frase podrían resumirse los 109 años de Alice Herz-Sommer, más de un siglo marcado por la tristeza, la guerra, el horror del Holocausto y la pérdida de casi todo lo querido. La retahila de acontecimientos que han marcado su longeva vida no se reflejan, en cambio, en los surcos de su rostro, que muestran a su vejez la vitalidad y el optimismo de quien nunca ha temido a nada. Escucharla tocar es un privilegio del que todavía hoy muchos disfrutan: son las notas de quien hubiera tenido una más que prometedora carrera de no haber vivido el infierno de la guerra.
Alice Herz-Sommer nació en Checoslovaquia en 1903. Procedente de una familia acomodada, su talentosa madre le inculcó el amor por el arte y la música. En su casa ya se respiraba el talento. Franz Kafka, amigo de la familia, fue una de las muchas personalidades con quien Alice compartió charla y mantel. Todos reconocieron el talento de Alice en cuanto la escucharon tocar, pero nunca pensaría que este talento innato, además de su compañero de vida y su profesión, sería el instrumento que la salvaría de lo que la vida le tenía preparado.
Varios libros y entrevistas relatan la vida de Alice Herz-Sommer. El último de ellos, «El mundo de Alice», de Caroline Stoessinger, (Zenith), es fruto de numerosas conversaciones con la artista en el salón de su casa al norte de Londres.

En 1939 comenzó el verdadero calvario para esta checa a la que la suerte le dio la espalda. Fue el año en que Hitler invadió Checoslovaquia y expulsó de allí a los judíos cuando su talento empezó a ayudarla. Un soldado nazi, vecino del mismo edificio en que vivían la pianista y su familia, consiguió retrasar al máximo el envío de la artista a un campo de concentración al quedar maravillado con su exquisita música. Lo que no pudo evitar, no en vano, fue que la ya anciana madre de Alice sí se viera abocada a abandonar Checoslovaquia y corriera una trágica suerte.
«El soldado nazi fue el más humano»

El momento del horror llegó verdaderamente en 1943, cuando Alice, su marido y su hijo Raphael fueron enviados al campo de concentración de Theresienstadt (Terencin), donde la artista perdió todo con lo que había crecido. «Nos quedamos sin nada», relata la artista. Durante su marcha, numerosos vecinos y amigos no judíos de la pianista acudieron a su domicilio, no para despedirse, ni para darle suerte, sino para hacerse con todas sus pertenencias de cara a su repentina marcha. «Mis amigos que no eran judíos ya ni me miraban». Su vecino, el soldado nazi, fue para Alice «el más humano de todos ellos».
En Theresiendstad el régimen reunió a numerosos artistas: músicos, actores, escritores...«todo era propaganda, nos querían mostrar al mundo mientras asesinaban a nuestros amigos». Sin embargo, cuando celebraba sus conciertos -dio al menos cien en el campo de concentración- la pianista notaba la presencia de soldados del régimen que, en secreto, eran fervientes admiradores de su música.
Así lo relata Caroline Stoessinger en su libro: [Según pasaban los meses, varios de esos jóvenes fueron haciéndose famliares. Alice incluso vio aplaudir a uno hasta que un compañero le dio un toque, para recordarle que la apreciación de cualquier persona o cosa judía estaba prohibida. Una noche, cuando salía de las barracas de Magdeburgo para ir a sus dependencias, un joven oficial se acercó a ella. (...) "Por favor, quiero darle las gracias. Toca el piano estupendamente]. Poco después, otro soldado alemán interrumpiría su camino para asegurarle que ni ella ni su hijo entrarían en ninguna lista de deportación.
Quien sí fue deportado fue su marido, enviado en 1944 al campo de concentración de Auschwitz. Poco antes del fin de la guerra el hombre moría dejando a Alice sola con su único hijo. La pesadilla de Theresiendstad terminaba el 9 de mayo de 1945. «Cuando volví a casa nadie regresó, ni mi familia, ni mis amigos. Ahí fue cuando me percaté de lo que había hecho Hitler». «Tocaba Chopen mientras ellos enviaban a mi familia a la muerte», relató hace poco la superviviente a un rotativo británico.
Pasado el 9 de mayo de 1945 Alice borró de su mente el tiempo vivido en Theresiendstad. Jamás volvió a hablar de ello y evitó el tema con todos los amigos que le preguntaron por aquella dura etapa. Solo ahora, cuando la anciana relata su vida, saca a relucir lo que ocurrió en ese lugar.
Tras la guerra, Alice y su hijo se mudaron a Israel, donde Raphael se convirtió en un afamado violonchelista. Más tarde la anciana se afincaría en Londres para pasar su vejez junto a él, pero la muerte repentina del músico, en 2001, volvió a impregnar de tragedia su vida. No obstante, Alice jamás ha borrado la sonrisa de su rostro: «En lugar de empecinarse en los problemas, ¿por qué no ver las cosas buenas de la vida?».
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Hitler y su misteriosa búsqueda de la lanza con la atravezaron a cristo en la cruz


El líder alemán quedó prendado del arma debido a la leyenda que afirma que el que poseyera la lanza tendría el destino del mundo en sus mano


Hitler estaba obsesionado con conseguir la lanza para su beneficio


Nadie desconoce que el inconmensurable poder del que dispuso Hitler no tuvo parangón durante varios años. Al mando de sus soldados, sembró el terror en todos aquellos que se atrevían a desafiarle. Sin embargo, lo que es menos recordado es que el mandatario nazi sentía una obsesión enfermiza por las reliquias debido a que, según pensaba, su poder le ayudaba a mantener en alza su imperio. Entre otros, uno de los objetos que deseaba tener entre sus manos era la Lanza de Longinos, el arma que un soldado romano clavó a Jesucristo en la cruz y cuya leyenda afirmaba que su poseedor no perdería jamás una batalla
Este artefacto, también conocido como «La Lanza del Destino», no fue el único objeto que Adolf Hitler trató desesperadamente de encontrar, sino que en su lista también se encontraban reliquias de tal calibre como el Arca de la Alianza o el Santo Grial. Sin duda, las obsesiones del líder alemán parecen más bien propias de un guión de las populares películas de «Indiana Jones».
¿Qué se sabe de la lanza?

Lo que se sabe de la lanza viene otorgado por los evangelios, como bien explica el periodista e historiador Jesús Hernández en su libro «Enigmas y misterios de la II Guerra Mundial» (el cual presenta en su blog). «La primera referencia es, lógicamente, la que aparece en la Biblia. Según el Evangelio de San Juan -el único escrito por un coetáneo de Jesús-, un soldado romano atravesó su cuerpo con unalanza para certificar su muerte».
Y es que, al ser viernes, era necesario que los presos murieran rápidamente en la cruz para así evitar que agonizaran durante el sábado (día sagrado para los judíos). Por ello, los romanos quebraron las piernas de los dos crucificados junto a Jesús para asegurarse de que morían en un corto período de tiempo. Sin embargo, al llegar a Cristo, y como le vieron aparentemente muerto, le clavaron una lanza para certificar su fallecimiento.
Concretamente, y según San Juan: «Fueron pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él. Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua», (Capítulo 19, versículos 32-34).
Según varios evangelios, este soldado era un Centurión romano. «Se especifica que su nombre era Cayo Casio Longinos y que sufría una ceguera parcial que casi no le permitía ver. Pero la sangre de Jesús que le salpicó a los ojos cuando le clavó la Lanza obró un milagro, recuperando la vista en ese justo momento. El agradecido Longinos decidió convertirse al cristianismo», sentencia el historiador. A partir de este episodio, el paradero de la lanza se perdió de forma oficial.
La lanza en manos nazis

Sin embargo, lo que realmente atrajo a Adolf Hitler de este objeto fue precisamente la historia más desconocida y la leyenda que acompañaba a la reliquia, la cual afirmaba que «quien la sostenga en sus manos, sostendrá, para bien o para mal, el destino del mundo». Sin duda, la posibilidad de poder tener a sus pies a toda la humanidad gracias a «La Lanza del destino» no pasó desapercibida para el líder nazi, para el que todas las ayudas militares eran pocas.
Hitler, había leído de hecho todas las leyendas conocidas sobre la lanza, la mayoría de las cuales atribuían un inconmensurable poder a su poseedor. Sin embargo, y según cuentan otras versiones, el artefacto tenía también una terrible maldición, pues el que se separaba de ella solía sufrir la más amarga de las derrotas en combate o incluso la muerte.
«La tradición afirma que en el año 732 el general Carlos Martel la sostuvo cuando derrotó a los árabes en la batalla de Poitiers. El propio Carlomagno, nieto de Carlos Martel, combatiría en un total de 47 batallas sin conocer nunca la derrota, pero murió poco después de que la reliquia se le cayese accidentalmente», explica en su libro Hernández.
Sin embargo, no fue el único. «Lo mismo le sucedería a Federico I Barbarroja al partir hacia Jerusalén durante la Tercera Cruzada; cuando se disponía a vadear un río en la actual Turquía cometió el error de dejar caer la Lanza. Poco después cayó al río y se ahogó» sentencia el experto. A pesar de todo, los nazis no dejarían escapar el poder que les podría otorgar esta reliquia que finalmente, y gracias al destino, acabó presuntamente en Viena.
La obsesión de Hitler

Hitler malvivía de joven vendiendo cuadros
Según narra Hernández en su libro, Hitler dio con la lanza por casualidad en 1912, cuando no era más que un pintor fracasado que intentaba malvender sus acuarelas por los cafés de Viena. «Su futuro artístico se le mostraba incierto, al haber suspendido el examen de ingreso para la escuela de Bellas Artes. Su futuro personal tampoco era demasiado halagüeño; malvivía en pensiones y residencias, y sólo con suerte conseguía comer una vez al día», determina el historiador.
Un día, el joven Adolf (de tan sólo 23 años) no tuvo más remedio que entrar en el conocido museo del Palacio Hofburg para refugiarse de una fuerte tormenta, y allí hallaría su destino. «Deambulando por las salas, centró su atención en un objeto singular; sobre un manto de terciopelo rojo se le ofrecía la visión de una reliquia cristiana de gran poder místico perteneciente al tesoro imperial de los Habsburgo: la Lanza de Longinos».
«Se trataba de una punta de hierro de poco más de cincuenta centímetros de largo. La hoja estaba partida y presentaba una reparación con un alambre de plata. En el centro podía apreciarse la cabeza de un clavo y una banda de oro con la inscripción Lancea et Clavus Dominus (la lanza y el clavo del Señor). En su base se observaban unas pequeñas cruces de bronce», explica el periodista.
Hitler quedó fascinado por el objeto y se obsesionó con su historia, la cual investigó junto a su entonces gran amigo Walter Johannes Stein. «Ambos se enfrascarían en el estudio de los poderes mágicos que aquel objeto atesoraba», determina el periodista.
Según destacaría Stein posteriormente, Hitler le explicó sus obsesiones y él no pudo más que quedarse asombrado con la enorme ambición del joven Adolf. «Hitler estaba convencido de que tenía un alto designio que cumplir. La posesión de la Lanza sagrada podía ser el instrumento necesario para hacerlo realidad. El experto en ocultismo no tomó demasiado en serio a aquel artista fracasado, pero años más tarde aquellos delirios de grandeza se harían tristemente realidad», expresa el experto.
El «robo» de la lanza

Veintiséis años después, en 1938, Hitler ya se había convertido en el líder del nazismo y de toda Alemania tras subir al poder democráticamente. Sin embargo, y a medida que su poder iba aumentando, sentía una necesidad cada vez mayor de poseer la Lanza del Destino. «Ahora entraba triunfante en Viena, la ciudad en la que había vivido como un vagabundo, una vez que el Tercer Reich se había anexionado Austria», destaca Hernández en su libro.
«En la tarde del 14 de marzo de 1938, Hitler entraba acompañado del jefe de las SS, Heinrich Himmler, con quien compartía aunque en menor medida el interés por el ocultismo, en el Palacio Hofburg», destaca Hernández. El deseo del líder nazi estaba a punto de hacerse realidad.
«El Führer se dirigió directamente a la sala en donde se custodiaba la deseada Lanza. Himmler salió de la sala, dejando a solas a Hitler con la mítica reliquia. Allí permaneció más de una hora, ensimismado en sus pensamientos delirantes, alimentados por la visión de la Lanza que ya estaba en su poder. Su sueño megalomaníaco se había cumplido», apunta Hernández en su libro.
En cambio, Hitler todavía necesitaba llevarse la lanza del museo sin que pareciera un robo a Viena. Para ello tuvo una curiosa idea: «Para darle una apariencia legal, la confiscación se ejecutaría en respuesta a la petición oficial realizada en Berlín por el burgomaestre de Nuremberg, Willy Liebel, para que el tesoro regresase a la ciudad que lo acogió antes de ser enviado a Viena», determina el historiador.
Tras conseguir su objetivo, ahora los nazis debían proteger la lanza hasta que llegara a Alemania junto a las 31 piezas del tesoro austríaco que habían robado. Tardaron nada menos que cinco meses en preparar el viaje. «Se requirió el empleo de un tren blindado, especialmente preparado para el traslado del valioso tesoro y que contaba incluso con aire acondicionado. El 29 de agosto el producto del saqueo nazi salió de la estación Oeste de Viena en el más absoluto secreto. Fue transportado hasta Nuremberg en el tren especial, siendo escoltado en todo momento por tropas de las SS», señala Hernández.
El gran número de molestias que se tomó Hitler deja claro el aprecio que le tenía a esta reliquia y el temor que le suscitaba que pudiera ser robada. «Al día siguiente las joyas quedarían depositadas en la iglesia de Santa Catalina. Allí las recibió con todos los honores el burgomaestre. Más tarde se construirían diez vitrinas especiales para exponer al público las joyas, incluyendo la Lanza.», destaca el periodista.
La locura de Hitler

El nazi creía que la lanza le había pertenecido en una vida anterior
Con su preciado tesoro ya en Alemania, el líder nazi se sentía más que satisfecho. Sin embargo, no veía la lanza como una mera reliquia, sino que sentía una atracción especial hacia ella que sobrepasaba los límites de la razón. «El Führer estaba convencido de que le había pertenecido en una vida anterior. Según confesó a Stein, 'la Lanza contenía algún tipo de revelación mística, como si en algún siglo anterior ya la hubiera sostenido en mis manos'», sentencia el experto.
Pero no sólo eso, Hitler también tenía ensoñaciones en las que creía ser la reencarnación de un señor feudal del S IX. «Se refería a un personaje llamadoLandulfo II de Capua, que fue excomulgado por el papa por sus conocimientos sobre magia, y que se mostró también fascinado por el poder que emanaba de la Lanza», destaca Hernández.
Sin duda, su obsesión por el artefacto no era ni mucho menos normal. En cambio, Jesús Hernández tiene su propia teoría sobre este hecho: «Lo más probable es que su obsesión por el arma naciese, no tanto por un recuerdo de su vida anterior, sino por su desmedida pasión por las óperas wagnerianas. Su favorita era Parsifal, en donde la leyenda de la Lanza sagrada -o la Heilige Lance en alemán- tenía un papel central, junto al Santo Grial»
Nunca sabremos si el poder que Hitler le atribuía al artefacto era real, pero lo que sí es cierto es que durante muchos años sus tropas fueron prácticamente invencibles. Allí donde combatieran, sus tanques (Panzers) no tenían rival y sus soldados arrasaban la tierra por la que pasaban. ¿Sería cosa de la lanza?.
Los americanos y la lanza

Sin embargo, y como bien apunta el historiador, su poder debió remitir a partir de 1942, pues las tropas alemanas tuvieron que retirarse en la mayoría de los frentes. «Por esa época la Lanza ya había dejado de estar expuesta al público y permanecía empaquetada en un refugio antiaéreo excavado en la roca y situado bajo el castillo de Kaiserburg, en Nuremberg», señala Hernández.
Su estancia en el refugio sería breve. «El 31 de marzo de 1945, ante el avance de las tropas aliadas por territorio germano, Liebel creyó que el refugio no ofrecía suficiente protección y decidió guardar las piezas más valiosas –entre las que figuraba la Lanza- en cajas de cobre soldadas, que fueron depositadas en una recámara del búnker de la Panier Platz, procediendo luego a tapiar la entrada», sentencia el experto.
Los americanos finalmente consiguieron arrebatar el tesoro a Hitler
Pero por mucho que hicieran los alemanes, el destino de la lanza estaba más que sellado, ya que, por estas fechas, Berlín se encontraba sitiada por los aliados, entre los que se encontraba la veterana división Thunderbird, que durante cuatro días combatió contra 22.000 miembros de las SS dispuestos a morir por defender la ciudad
Una vez que se tomó Berlín, le tocaba a los americanos descubrir donde se encontraban las piezas más valiosas de la colección nazi, y ningún superviviente estaba dispuesto a dar información. De hecho, la fuente más fidedigna, Liebel, había fallecido.
Los aliados encargaron la búsqueda a uno de sus hombres más valiosos. «El teniente Walter H. Horn fue el encargado de averiguar el paradero de la parte más importante del tesoro de los Habsburgo. Horn no lo tuvo nada fácil; las versiones de lo ocurrido arrojadas por los interrogatorios eran en su mayoría contradictorias», señala el experto.
Pero, tras muchos interrogatorios, el oficial descubrió donde se encontraba las joyas de manos del doctor Fries, un funcionario nazi. «El 7 de agosto de 1945, los norteamericanos se introdujeron en el interior del refugio antiaéreo de Paniers Platz. Una vez allí, Fries indicó el punto en el que debía derribarse la pared de ladrillo». Lo habían conseguido, habían arrebatado el tesoro a Hitler, y lo habían hecho tres meses después de que el líder nazi se suicidara.
Un mito destruido

La versión de Hernández contradice radicalmente la expuesta por algunos historiadores, que afirman que fue justo en el momento en que la lanza fue robada cuando Hitler se disparó en la boca. Este hecho, añadiría más misterio aún a la supuesta maldición que perseguía a esta reliquia, pero el periodista lo considera inverosímil.
«No hay duda de que este espectacular desenlace de la Segunda Guerra Mundial merecería ser cierto, pero hay que ceñirse a la realidad histórica y dejar constancia, para decepción de los aficionados al ocultismo, que ese hecho no se produjo hasta mucho después de la muerte del Führer» destaca el historiador.
Pero la historia del artefacto aún no se había acabado, pues, a pesar de que los norteamericanos se comprometieron a enviar la lanza a sus legítimos dueños en Austria, apareció en Los Ángeles un año después. Además, el misterio aumentaba, pues el museo de Viena tenía también una similar.
«Las fuerzas de ocupación norteamericanas en Austria quedaron en una situación muy incómoda, a la espera de una investigación para saber si el tesoro hallado en Los Angeles era auténtico y, por lo tanto, las joyas que habían guardado eran una falsificación», afirma el historiador.
«Sorprendentemente, la comprobación no llegaría hasta casi un año después; en 1946 se abrieron por fin las cajas que contenían las piezas del tesoro en Austria y se compararon con las fotografías que se habían enviado desde Estados Unidos. Como no podía ser de otro modo, los funcionarios encargados del estudio llegaron a la conclusión de que las piezas verdaderas eran las que se encontraban en Viena», determina Hernández. A pesar de todo, nunca sabremos donde se encuentra realmente la lanza o si este arma de Viena es la que fue usada para atravesar a Cristo pues existen tres artefactos más que podrían tener el honor de ser el auténtico. Sin duda, es imposible quedarse sin dudas.
4 Preguntas a Jesús Hernández


1-¿Cómo es posible que Hitler creyera en esta reliquia a pesar de haber creado su propia religión?
Existe la idea muy extendida pero equivocada de que Hitler creía en la «religión» nazi. Esa nueva religión fue impulsada por el jefe de las SS, Heinrich Himmler, quien sí se la tomaba muy en serio. Hitler, por el contrario, se limitaba a consentir esos ritos y creencias, que consideraba poco menos que un «divertimento» de Himmler. En sus conversaciones de sobremesa o en sus discursos apenas hizo referencia a la religión nazi, lo que da idea de la nula importancia que le concedía. Si Hitler permitió que se fomentase fue seguramente para minar la posición de la Iglesia, una institución a la que odiaba.
2-¿Qué credibilidad le daba Hitler a las reliquias y a los poderes sobrenaturales?
Más que sobre los poderes sobrenaturales, Hitler creía firmemente en los aspectos irracionales de la vida humana, como las intuiciones, las revelaciones o la fe en el Destino. En muchas ocasiones, sus asesores le aconsejaron actuar de una manera determinada, la que indicaba la lógica, y Hitler acabó actuando de un modo distinto, que al final resultaba ser el acertado. Hay que reconocer que Hitler tenía una extraordinaria intuición, lo que fue clave para alcanzar el éxito. Sin embargo, esa desconfianza en losfactores racionales sería también lo que le conduciría al desastre.
3-¿Qué relación tenían los nazis con el ocultismo?
Ese es un aspecto que está pendiente de un estudio serio. Hasta ahora sólo se han acercado a ese tema autores procedentes del género paranormal con ánimo sensacionalista, lo que ha desprestigiado el tema y ha espantado a los historiadores. Espero que algún día alguien arroje luz sobre la importancia real que tuvo el ocultismo en el universo nazi. Lo que no se puede negar es que, desde el primer momento, el partido nazi estuvo ligado a personajes del campo del ocultismo, y que hasta el final se llevaron a cabo prácticas de este tipo. Yo creo que el ocultismo no formó parte del tronco central del nazismo, pero es necesario conocer ese ingrediente para entender el nazismo en su conjunto, especialmente sus mitos y creencias.
4-¿Qué poderes le atribuía Hitler a este artefacto?
No he encontrado ninguna referencia directa de Hitler a la Lanza del Destino, por lo que es aventurado hacer cualquier aseveración. En mi opinión, no considero que estuviera convencido de que la sola posesión de la Lanza le otorgaría la victoria en la guerra, pero creo que tampoco quiso renunciar a esa posibilidad. Como he dicho, Hitler creía en el Destino; el que la Lanza estuviera en su poder debía tener para él algún significado. En todo caso, el atractivo que debía ejercer esta reliquia en él tuvo que ser irresistible, pero quizás más como objeto de relevancia histórica que como hipotético depositario de algún poder sobrenatural.

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Las leyes nazis y la reacción de la sociedad.

Durante el régimen de Adolf Hitler hubo una serie de reglamentaciones que buscaron la “pureza racial”, y que fueron avaladas por un sector amplio de la población alemana.

Ningún líder puede sostenerse como tal sin el apoyo de sus seguidores. Sin sustento, se caería por su propio peso. Durante la Alemania nazi hubo reglamentaciones y disposiciones legales de carácter racial y antisemita que, por su publicidad, la sociedad no pudo desconocer: fueron el preámbulo de la llamada “solución final”, cuyo objetivo último fue el exterminio masivo de la población judía, y que se cobró la vida de unos 6 millones de judíos, víctimas mayoritarias de un genocidio que persiguió además a otros grupos.

Las leyes de Nuremberg, sancionadas en 1935, reflejaban la ideología del nazismo a través de la Ley de ciudadanía del Reich y la Ley para la Protección de la Sangre Alemana y el Honor Alemán. De esta manera, se establecía a través de una clasificación sanguínea quién era judío y quién no, en términos no religiosos sino raciales, y los señalados como judíos perdían automáticamente la ciudadanía del Reich. Se les prohibió contraer matrimonio con alemanes “puros”, así como emplear en sus casas a ciudadanos alemanes menores de 45 años e izar la bandera del Reich. Los judíos vieron sus derechos avasallados, lo que también se extendió a gitanos, negros, discapacitados y todo aquél considerado “inferior”. No pudieron tener empresas, había restricciones para la permanencia en espacios públicos y los médicos judíos sólo podían atender a judíos, entre otras atroces medidas que los discriminaron abiertamente.

Pero antes de esto, en 1933, se llevó adelante una primera acción contra los judíos: el boicot a sus comercios. Los nazis llamaron a la población a que no comprara en esos negocios, a los que identificaron con la Estrella de David pintada o con frases como “No le compre a los judíos” o “Los judíos son nuestra desgracia”. En este sentido, el sociólogo Daniel Feierstein, autor del libro “Memorias y Representaciones”, investigador del CONICET, director del Centro de Estudios sobre Genocidio de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF) y vicepresidente de la International Association of Genocide Scholars, explica: “El boicot no contó con una fuerte adhesión de la población. Al contrario, se manifestaron bastantes actos de solidaridad y los ataques debieron ser bastante organizados, no muy espontáneos, por parte del partido nacional-socialista y sus fuerzas de choque, las SA”.

Para Feierstein, hubo dos factores principales que actuaron para que una parte de la sociedad alemana apoyara la segregación antisemita: el terror sembrado por el nazismo y las ventajas que podrían sacar de la aplicación de la legislación. El sociólogo asegura que esa instalación del miedo comenzó a operar con el correr del gobierno de Hitler: “1933-1935 se caracterizó por ser un fuerte período concentracionario. Cerca de 100 mil alemanes, en su mayoría disidentes políticos, fueron internados en campos de concentración, de los cuales el modelo fue Dachau y no Auschwitz, creado sólo después de iniciada Segunda Guerra Mundial. No fueron muchos los asesinatos en relación al número total de detenciones, se calcula alrededor de 500 a 1.000 personas asesinadas sobre un total de aproximadamente 100 mil detenidos, pero eso fue suficiente para instalar el terror en la sociedad”, señala. Por esta razón, dice, cuando se sancionaron las leyes antisemitas de 1935, “la resistencia social a esas nuevas pautas fue casi inexistente”.

Sobre las ventajas que podían obtenerse por el desplazamiento explícito de la población judía, Feierstein sostiene que hubo muchos sectores sociales que terminaron apoyando las leyes antisemitas para sacar rédito de esa persecución: podrían ocupar sus puestos de trabajo, tanto en la esfera pública como en la privada, comprar sus propiedades a un valor menor al del mercado y explotar a la población amenazada aprovechándose de sus necesidades, entre otras cosas. A través de distintas vías, el antisemitismo fue calando hondo en la sociedad alemana, y fue notable la influencia del aparato propagandístico de Hitler, a cargo de su mano derecha, Joseph Goebbels.

Para el historiador estadounidense Peter Fritzsche, en el libro “De alemanes a nazis”, la esfera pública fue fundamental para que los alemanes se integraran a las actividades nazis apoyando e incoporando, entonces, el antisemitismo. En su texto, Fritzsche describe la aprobación por parte de la sociedad hacia la discriminación a los judíos: “Miles y miles de berlineses marcharon hasta el aeropuerto de Tempelhof el 1° de Mayo de 1933, más de un millón de voluntarios participaron en la Winterhilfe, la campaña anual de caridad del Reich, varios millones de jóvenes más fueron reclutados en la Juventud Hitleriana, por lo menos ocho millones de alemanes se enrolaron en ligas locales de defensa civil, y nada menos que el sorprendente número de cincuenta y cuatro millones participó, sólo en el año 1938, de algún tipo de actividad recreativa patrocinada por los nazis”.

En medio del reclutamiento militar y civil del nazismo, hubo algunos movimientos de resistencia dentro de Alemania, como el de la “Rosa Blanca”, que se opusieron al régimen. “Rosa Blanca” era un grupo de estudiantes encabezados por los hermanos Hans y Sophie Scholl, que repartía folletos en los que manifestaba su repudio a Hitler y al nacionalsocialismo. En el sitio del Museo de la Memoria del Holocausto de Estados Unidos, explican: “La critica abierta del gobierno fue suprimida por la Gestapo y el Servicio de Seguridad del partido nazi, pero el gobierno de Hitler era popular con la mayoría de los alemanes”.
Lea la nota central de esta entrega: Una sobreviviente de Auschwitz y su grito del alma: no olvidar. Por Eugenia Rotsztejn De Unger.
 

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Austria indaga atrocidades de nazis en pacientes

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HALL, Austria (AP) — Los miembros de equipos forenses que retiraban la tierra de los restos de pacientes psiquiátricos de la era nazi estaban desconcertados: Los dedos esqueléticos estaban entrelazados en cuentas de rosarios. ¿Por qué —se preguntaron los expertos— los nazis, que consideraban a estas personas menos que humanos, los respetaron lo suficiente para dejarlos llevar sus símbolos religiosos a sus tumbas?
Resulta que no lo hicieron.
Un año después de que el primero de los 221 conjuntos de restos fue exhumado del ex cementerio de un hospital de Austria, los investigadores creen ahora que las cuentas no fueron más que una cínica cortina de humo, colocadas para hacer creer a los parientes que acudían a los entierros que los últimos momentos de las vidas de sus seres queridos fueron tan dignos como sus funerales.
Pero los esqueletos no mienten. Trabajo forense muestra que más de la mitad de las víctimas presentaban costillas rotas y otras fracturas por golpes, muy probablemente propinados por personal del hospital. Muchas murieron de enfermedades cono neumonía, aparentemente a causa de una combinación de lesiones físicas, falta de alimentos y en ocasiones permanecer inmóviles durante semanas.
Tampoco mienten los expedientes médicos, que muestran que el personal médico tachó a sus pacientes de "imbéciles", "idiotas" y "comedores inútiles".
De hecho, ahora no cabe duda que para muchos de los muertos —personas con discapacidades mentales y físicas consideradas escoria humana por los nazis— sus últimos meses de vida fueron un infierno en la Tierra.
El exterminio nazi de personas con deficiencias mentales y físicas ha sido documentado desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Pero la información recabada en el cementerio del hospital de Hall, un antiguo poblado tirolés de callejones estrechos y adoquinados, cómodas posadas y elegantes torres de iglesias al este de Innsbruck, ha completado el panorama en nuevas y escalofriantes maneras.
Historiadores, antropólogos, médicos y arqueólogos dicen que el proyecto en Hall representa la primera vez que los investigadores pueden comparar los registros médicos con los restos, lo que permite identificar, por ejemplo, casos en lo que los pacientes presentan costillas, nariz o clavículas rotas que no fueron reportadas en sus historiales médicos, sugiriendo que los pacientes fueron golpeados por quienes eran responsables de su atención.
Ante los horrores de los hallazgos, quienes participan en el proyecto luchan por mantener una postura objetiva.
"Al principio, me senté y trabajé con estos documentos de una manera relativamente seca, desde el punto de vista de un científico", dijo el psiquiatra Christian Haring. "Pero conforme uno va leyendo, de pronto se encuentra en un mundo en el que aparecen los escalofríos".
El antropólogo George McGlynn dijo que más de la mitad de los conjuntos de restos presentan huesos rotos, muchos de ellos no explicados en los registros médicos de los pacientes.
"¿Por qué un golpe en un dedo del pie es mencionado en tres (documentos) diferentes, pero seis fracturas de costilla que causan un dolor terrible ni siquiera son mencionadas?", cuestionó.
Si bien esas lesiones no producen una muerte de manera directa, muchas de ellas podrían haber llevado a la muerte. La causa de muerte de muchos de los pacientes aparece señalada como neumonía, y McGlynn dijo que la "escalofriante conclusión" es que las lesiones de costillas en combinación con la sedación y la inmovilidad forzada —se cree que a veces los pacientes estaban atados a sus camas durante semanas— podrían haber generado fatales incidencias de la enfermedad.
"Nadie fue ejecutado aquí de la manera como se podía ver en los campos de concentración", dijo. "Fue hecho de una manera más siniestra y artera: la gente era saturada con drogas hasta que sufría una infección pulmonar".
Un análisis forense de los huesos muestra infección que inició a nivel de la piel para luego "llegar directo al músculo y hasta el hueso", dijo McGlynn.
Otros aparentemente pasaron hambre, si bien no como para morir, sí hasta el punto en el que fueron susceptibles a enfermedades que luego les causaron la muerte.
"Podemos asumir que los pacientes sufrieron hambre masivamente", dijo Haring, el psiquiatra del proyecto, al hablar de las "enormes" pérdidas de peso.
Los nazis llamaban "vidas indignas" a quienes eran considerados demasiado enfermos, débiles o discapacitados como para ajustarse a la imagen de Hitler de una raza superior, en la terrible culminación del culto a la eugenesia que adquirió popularidad internacional a principios de la década de 1900 como una manera de mejorar la "calidad racial" de generaciones futuras.
"Los pacientes que con base en un juicio humano sean considerados incurables, pueden morir en eutanasia tras un exigente diagnóstico", escribió Hitler en un decreto de 1939 que abrió las puertas a los asesinatos en masa.
Más de 70.000 de esas personas murieron, en cámaras de gas o asesinadas de alguna otra forma entre 1939 y 1941, cuando las protestas públicas detuvieron la mayoría de las masacres de gran escala. Desde entonces y hasta finales de la guerra en 1945, las muertes continuaron a manos de médicos y enfermeras. En total, al menos 200.000 personas con alguna discapacidad física o mental fueron asesinadas con medicamentos, de hambre, por abandono o en las cámaras de gases durante la guerra.
Después de 1941, de acuerdo con McGlynn, "muchas de las instituciones más pequeñas recibieron libertades plenas para hacerse cargo de las cosas por ellas mismas. Las personas ya no eran trasladadas a los centros (de muerte). Eran puestas a dormir en el lugar".
Cientos de pacientes psiquiátricos de Hall estuvieron entre quienes fueron enviados a centros de muerte antes de 1941, pero lo que sucedió después era desconocido hasta hace dos años, cuando un archivista que revisaba viejos expedientes del hospital descubrió el cementerio durante una expansión de las instalaciones hospitalarias.
Los registros muestran que conforme la guerra avanzaba, y hombres y mujeres sanos escasearon en los frentes de combate, los nazis realizaron cínicos ajustes en sus criterios de valoración de los pacientes.
"'Digno de vivir' e 'indigno de vivir' fueron los términos usados en ese entonces", dijo Haring. "La diferencia era la capacidad de trabajar o no".
Extractos de historiales médicos proporcionados a The Associated Press describen a uno de los pacientes presentando "imbecilidad", pero la mayoría de las descripciones eran objetivas, injustificadas o degradantes. McGlynn, sin embargo, dijo que él revisó los registros que mostraban abuso emocional además de la violencia física, de lo que los restos dan fe.
"La gente era amenazada: 'Si no haces esto, vamos a introducir este tubo por tu nariz y llenarte de cosas''', dijo. "Estas personas estuvieron a merced de sus captores".
Otras evidencias respaldan sus hallazgos.
Los documentos muestran que el cementerio fue creado en 1942, un año después del final formal de la campaña de asesinatos masivos que impedía que los pacientes de Hall pudieran ser enviados a las cámaras de gas. Las instalaciones fueron cerradas y abandonadas en 1945, cuando la guerra terminó. Durante ese tiempo, las muertes en las salas psiquiátricas aumentaron en un promedio de 4% al mes a principios de 1942 hasta llegar hasta 20% en algunos meses antes del final de la guerra.
Haring, un hombre afable y de voz suave, tiembla evidentemente al hablar de los horrores perpetrados por la generación previa de psiquiatras. Pero dudó al asignar una culpa individual a alguien inmiscuido en la maquinaria inhumana del Tercer Reich.
"Resulta fácil para nosotros señalar con el dedo y decir '¿qué han hecho?''', dijo. "Pero... no estoy seguro de que yo hubiera actuado de manera diferente. Simplemente estuvimos paralizados".
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Hitler y su misteriosa búsqueda de la lanza con la atravezaron a cristo en la cruz


El líder alemán quedó prendado del arma debido a la leyenda que afirma que el que poseyera la lanza tendría el destino del mundo en sus mano


Hitler estaba obsesionado con conseguir la lanza para su beneficio


Nadie desconoce que el inconmensurable poder del que dispuso Hitler no tuvo parangón durante varios años. Al mando de sus soldados, sembró el terror en todos aquellos que se atrevían a desafiarle. Sin embargo, lo que es menos recordado es que el mandatario nazi sentía una obsesión enfermiza por las reliquias debido a que, según pensaba, su poder le ayudaba a mantener en alza su imperio. Entre otros, uno de los objetos que deseaba tener entre sus manos era la Lanza de Longinos, el arma que un soldado romano clavó a Jesucristo en la cruz y cuya leyenda afirmaba que su poseedor no perdería jamás una batalla
Este artefacto, también conocido como «La Lanza del Destino», no fue el único objeto que Adolf Hitler trató desesperadamente de encontrar, sino que en su lista también se encontraban reliquias de tal calibre como el Arca de la Alianza o el Santo Grial. Sin duda, las obsesiones del líder alemán parecen más bien propias de un guión de las populares películas de «Indiana Jones».
¿Qué se sabe de la lanza?

Lo que se sabe de la lanza viene otorgado por los evangelios, como bien explica el periodista e historiador Jesús Hernández en su libro «Enigmas y misterios de la II Guerra Mundial» (el cual presenta en su blog). «La primera referencia es, lógicamente, la que aparece en la Biblia. Según el Evangelio de San Juan -el único escrito por un coetáneo de Jesús-, un soldado romano atravesó su cuerpo con unalanza para certificar su muerte».
Y es que, al ser viernes, era necesario que los presos murieran rápidamente en la cruz para así evitar que agonizaran durante el sábado (día sagrado para los judíos). Por ello, los romanos quebraron las piernas de los dos crucificados junto a Jesús para asegurarse de que morían en un corto período de tiempo. Sin embargo, al llegar a Cristo, y como le vieron aparentemente muerto, le clavaron una lanza para certificar su fallecimiento.
Concretamente, y según San Juan: «Fueron pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él. Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua», (Capítulo 19, versículos 32-34).
Según varios evangelios, este soldado era un Centurión romano. «Se especifica que su nombre era Cayo Casio Longinos y que sufría una ceguera parcial que casi no le permitía ver. Pero la sangre de Jesús que le salpicó a los ojos cuando le clavó la Lanza obró un milagro, recuperando la vista en ese justo momento. El agradecido Longinos decidió convertirse al cristianismo», sentencia el historiador. A partir de este episodio, el paradero de la lanza se perdió de forma oficial.
La lanza en manos nazis

Sin embargo, lo que realmente atrajo a Adolf Hitler de este objeto fue precisamente la historia más desconocida y la leyenda que acompañaba a la reliquia, la cual afirmaba que «quien la sostenga en sus manos, sostendrá, para bien o para mal, el destino del mundo». Sin duda, la posibilidad de poder tener a sus pies a toda la humanidad gracias a «La Lanza del destino» no pasó desapercibida para el líder nazi, para el que todas las ayudas militares eran pocas.
Hitler, había leído de hecho todas las leyendas conocidas sobre la lanza, la mayoría de las cuales atribuían un inconmensurable poder a su poseedor. Sin embargo, y según cuentan otras versiones, el artefacto tenía también una terrible maldición, pues el que se separaba de ella solía sufrir la más amarga de las derrotas en combate o incluso la muerte.
«La tradición afirma que en el año 732 el general Carlos Martel la sostuvo cuando derrotó a los árabes en la batalla de Poitiers. El propio Carlomagno, nieto de Carlos Martel, combatiría en un total de 47 batallas sin conocer nunca la derrota, pero murió poco después de que la reliquia se le cayese accidentalmente», explica en su libro Hernández.
Sin embargo, no fue el único. «Lo mismo le sucedería a Federico I Barbarroja al partir hacia Jerusalén durante la Tercera Cruzada; cuando se disponía a vadear un río en la actual Turquía cometió el error de dejar caer la Lanza. Poco después cayó al río y se ahogó» sentencia el experto. A pesar de todo, los nazis no dejarían escapar el poder que les podría otorgar esta reliquia que finalmente, y gracias al destino, acabó presuntamente en Viena.
La obsesión de Hitler

Hitler malvivía de joven vendiendo cuadros
Según narra Hernández en su libro, Hitler dio con la lanza por casualidad en 1912, cuando no era más que un pintor fracasado que intentaba malvender sus acuarelas por los cafés de Viena. «Su futuro artístico se le mostraba incierto, al haber suspendido el examen de ingreso para la escuela de Bellas Artes. Su futuro personal tampoco era demasiado halagüeño; malvivía en pensiones y residencias, y sólo con suerte conseguía comer una vez al día», determina el historiador.
Un día, el joven Adolf (de tan sólo 23 años) no tuvo más remedio que entrar en el conocido museo del Palacio Hofburg para refugiarse de una fuerte tormenta, y allí hallaría su destino. «Deambulando por las salas, centró su atención en un objeto singular; sobre un manto de terciopelo rojo se le ofrecía la visión de una reliquia cristiana de gran poder místico perteneciente al tesoro imperial de los Habsburgo: la Lanza de Longinos».
«Se trataba de una punta de hierro de poco más de cincuenta centímetros de largo. La hoja estaba partida y presentaba una reparación con un alambre de plata. En el centro podía apreciarse la cabeza de un clavo y una banda de oro con la inscripción Lancea et Clavus Dominus (la lanza y el clavo del Señor). En su base se observaban unas pequeñas cruces de bronce», explica el periodista.
Hitler quedó fascinado por el objeto y se obsesionó con su historia, la cual investigó junto a su entonces gran amigo Walter Johannes Stein. «Ambos se enfrascarían en el estudio de los poderes mágicos que aquel objeto atesoraba», determina el periodista.
Según destacaría Stein posteriormente, Hitler le explicó sus obsesiones y él no pudo más que quedarse asombrado con la enorme ambición del joven Adolf. «Hitler estaba convencido de que tenía un alto designio que cumplir. La posesión de la Lanza sagrada podía ser el instrumento necesario para hacerlo realidad. El experto en ocultismo no tomó demasiado en serio a aquel artista fracasado, pero años más tarde aquellos delirios de grandeza se harían tristemente realidad», expresa el experto.
El «robo» de la lanza

Veintiséis años después, en 1938, Hitler ya se había convertido en el líder del nazismo y de toda Alemania tras subir al poder democráticamente. Sin embargo, y a medida que su poder iba aumentando, sentía una necesidad cada vez mayor de poseer la Lanza del Destino. «Ahora entraba triunfante en Viena, la ciudad en la que había vivido como un vagabundo, una vez que el Tercer Reich se había anexionado Austria», destaca Hernández en su libro.
«En la tarde del 14 de marzo de 1938, Hitler entraba acompañado del jefe de las SS, Heinrich Himmler, con quien compartía aunque en menor medida el interés por el ocultismo, en el Palacio Hofburg», destaca Hernández. El deseo del líder nazi estaba a punto de hacerse realidad.
«El Führer se dirigió directamente a la sala en donde se custodiaba la deseada Lanza. Himmler salió de la sala, dejando a solas a Hitler con la mítica reliquia. Allí permaneció más de una hora, ensimismado en sus pensamientos delirantes, alimentados por la visión de la Lanza que ya estaba en su poder. Su sueño megalomaníaco se había cumplido», apunta Hernández en su libro.
En cambio, Hitler todavía necesitaba llevarse la lanza del museo sin que pareciera un robo a Viena. Para ello tuvo una curiosa idea: «Para darle una apariencia legal, la confiscación se ejecutaría en respuesta a la petición oficial realizada en Berlín por el burgomaestre de Nuremberg, Willy Liebel, para que el tesoro regresase a la ciudad que lo acogió antes de ser enviado a Viena», determina el historiador.
Tras conseguir su objetivo, ahora los nazis debían proteger la lanza hasta que llegara a Alemania junto a las 31 piezas del tesoro austríaco que habían robado. Tardaron nada menos que cinco meses en preparar el viaje. «Se requirió el empleo de un tren blindado, especialmente preparado para el traslado del valioso tesoro y que contaba incluso con aire acondicionado. El 29 de agosto el producto del saqueo nazi salió de la estación Oeste de Viena en el más absoluto secreto. Fue transportado hasta Nuremberg en el tren especial, siendo escoltado en todo momento por tropas de las SS», señala Hernández.
El gran número de molestias que se tomó Hitler deja claro el aprecio que le tenía a esta reliquia y el temor que le suscitaba que pudiera ser robada. «Al día siguiente las joyas quedarían depositadas en la iglesia de Santa Catalina. Allí las recibió con todos los honores el burgomaestre. Más tarde se construirían diez vitrinas especiales para exponer al público las joyas, incluyendo la Lanza.», destaca el periodista.
La locura de Hitler

El nazi creía que la lanza le había pertenecido en una vida anterior
Con su preciado tesoro ya en Alemania, el líder nazi se sentía más que satisfecho. Sin embargo, no veía la lanza como una mera reliquia, sino que sentía una atracción especial hacia ella que sobrepasaba los límites de la razón. «El Führer estaba convencido de que le había pertenecido en una vida anterior. Según confesó a Stein, 'la Lanza contenía algún tipo de revelación mística, como si en algún siglo anterior ya la hubiera sostenido en mis manos'», sentencia el experto.
Pero no sólo eso, Hitler también tenía ensoñaciones en las que creía ser la reencarnación de un señor feudal del S IX. «Se refería a un personaje llamadoLandulfo II de Capua, que fue excomulgado por el papa por sus conocimientos sobre magia, y que se mostró también fascinado por el poder que emanaba de la Lanza», destaca Hernández.
Sin duda, su obsesión por el artefacto no era ni mucho menos normal. En cambio, Jesús Hernández tiene su propia teoría sobre este hecho: «Lo más probable es que su obsesión por el arma naciese, no tanto por un recuerdo de su vida anterior, sino por su desmedida pasión por las óperas wagnerianas. Su favorita era Parsifal, en donde la leyenda de la Lanza sagrada -o la Heilige Lance en alemán- tenía un papel central, junto al Santo Grial»
Nunca sabremos si el poder que Hitler le atribuía al artefacto era real, pero lo que sí es cierto es que durante muchos años sus tropas fueron prácticamente invencibles. Allí donde combatieran, sus tanques (Panzers) no tenían rival y sus soldados arrasaban la tierra por la que pasaban. ¿Sería cosa de la lanza?.
Los americanos y la lanza

Sin embargo, y como bien apunta el historiador, su poder debió remitir a partir de 1942, pues las tropas alemanas tuvieron que retirarse en la mayoría de los frentes. «Por esa época la Lanza ya había dejado de estar expuesta al público y permanecía empaquetada en un refugio antiaéreo excavado en la roca y situado bajo el castillo de Kaiserburg, en Nuremberg», señala Hernández.
Su estancia en el refugio sería breve. «El 31 de marzo de 1945, ante el avance de las tropas aliadas por territorio germano, Liebel creyó que el refugio no ofrecía suficiente protección y decidió guardar las piezas más valiosas –entre las que figuraba la Lanza- en cajas de cobre soldadas, que fueron depositadas en una recámara del búnker de la Panier Platz, procediendo luego a tapiar la entrada», sentencia el experto.
Los americanos finalmente consiguieron arrebatar el tesoro a Hitler
Pero por mucho que hicieran los alemanes, el destino de la lanza estaba más que sellado, ya que, por estas fechas, Berlín se encontraba sitiada por los aliados, entre los que se encontraba la veterana división Thunderbird, que durante cuatro días combatió contra 22.000 miembros de las SS dispuestos a morir por defender la ciudad
Una vez que se tomó Berlín, le tocaba a los americanos descubrir donde se encontraban las piezas más valiosas de la colección nazi, y ningún superviviente estaba dispuesto a dar información. De hecho, la fuente más fidedigna, Liebel, había fallecido.
Los aliados encargaron la búsqueda a uno de sus hombres más valiosos. «El teniente Walter H. Horn fue el encargado de averiguar el paradero de la parte más importante del tesoro de los Habsburgo. Horn no lo tuvo nada fácil; las versiones de lo ocurrido arrojadas por los interrogatorios eran en su mayoría contradictorias», señala el experto.
Pero, tras muchos interrogatorios, el oficial descubrió donde se encontraba las joyas de manos del doctor Fries, un funcionario nazi. «El 7 de agosto de 1945, los norteamericanos se introdujeron en el interior del refugio antiaéreo de Paniers Platz. Una vez allí, Fries indicó el punto en el que debía derribarse la pared de ladrillo». Lo habían conseguido, habían arrebatado el tesoro a Hitler, y lo habían hecho tres meses después de que el líder nazi se suicidara.
Un mito destruido

La versión de Hernández contradice radicalmente la expuesta por algunos historiadores, que afirman que fue justo en el momento en que la lanza fue robada cuando Hitler se disparó en la boca. Este hecho, añadiría más misterio aún a la supuesta maldición que perseguía a esta reliquia, pero el periodista lo considera inverosímil.
«No hay duda de que este espectacular desenlace de la Segunda Guerra Mundial merecería ser cierto, pero hay que ceñirse a la realidad histórica y dejar constancia, para decepción de los aficionados al ocultismo, que ese hecho no se produjo hasta mucho después de la muerte del Führer» destaca el historiador.
Pero la historia del artefacto aún no se había acabado, pues, a pesar de que los norteamericanos se comprometieron a enviar la lanza a sus legítimos dueños en Austria, apareció en Los Ángeles un año después. Además, el misterio aumentaba, pues el museo de Viena tenía también una similar.
«Las fuerzas de ocupación norteamericanas en Austria quedaron en una situación muy incómoda, a la espera de una investigación para saber si el tesoro hallado en Los Angeles era auténtico y, por lo tanto, las joyas que habían guardado eran una falsificación», afirma el historiador.
«Sorprendentemente, la comprobación no llegaría hasta casi un año después; en 1946 se abrieron por fin las cajas que contenían las piezas del tesoro en Austria y se compararon con las fotografías que se habían enviado desde Estados Unidos. Como no podía ser de otro modo, los funcionarios encargados del estudio llegaron a la conclusión de que las piezas verdaderas eran las que se encontraban en Viena», determina Hernández. A pesar de todo, nunca sabremos donde se encuentra realmente la lanza o si este arma de Viena es la que fue usada para atravesar a Cristo pues existen tres artefactos más que podrían tener el honor de ser el auténtico. Sin duda, es imposible quedarse sin dudas.
4 Preguntas a Jesús Hernández


1-¿Cómo es posible que Hitler creyera en esta reliquia a pesar de haber creado su propia religión?
Existe la idea muy extendida pero equivocada de que Hitler creía en la «religión» nazi. Esa nueva religión fue impulsada por el jefe de las SS, Heinrich Himmler, quien sí se la tomaba muy en serio. Hitler, por el contrario, se limitaba a consentir esos ritos y creencias, que consideraba poco menos que un «divertimento» de Himmler. En sus conversaciones de sobremesa o en sus discursos apenas hizo referencia a la religión nazi, lo que da idea de la nula importancia que le concedía. Si Hitler permitió que se fomentase fue seguramente para minar la posición de la Iglesia, una institución a la que odiaba.
2-¿Qué credibilidad le daba Hitler a las reliquias y a los poderes sobrenaturales?
Más que sobre los poderes sobrenaturales, Hitler creía firmemente en los aspectos irracionales de la vida humana, como las intuiciones, las revelaciones o la fe en el Destino. En muchas ocasiones, sus asesores le aconsejaron actuar de una manera determinada, la que indicaba la lógica, y Hitler acabó actuando de un modo distinto, que al final resultaba ser el acertado. Hay que reconocer que Hitler tenía una extraordinaria intuición, lo que fue clave para alcanzar el éxito. Sin embargo, esa desconfianza en losfactores racionales sería también lo que le conduciría al desastre.
3-¿Qué relación tenían los nazis con el ocultismo?
Ese es un aspecto que está pendiente de un estudio serio. Hasta ahora sólo se han acercado a ese tema autores procedentes del género paranormal con ánimo sensacionalista, lo que ha desprestigiado el tema y ha espantado a los historiadores. Espero que algún día alguien arroje luz sobre la importancia real que tuvo el ocultismo en el universo nazi. Lo que no se puede negar es que, desde el primer momento, el partido nazi estuvo ligado a personajes del campo del ocultismo, y que hasta el final se llevaron a cabo prácticas de este tipo. Yo creo que el ocultismo no formó parte del tronco central del nazismo, pero es necesario conocer ese ingrediente para entender el nazismo en su conjunto, especialmente sus mitos y creencias.
4-¿Qué poderes le atribuía Hitler a este artefacto?
No he encontrado ninguna referencia directa de Hitler a la Lanza del Destino, por lo que es aventurado hacer cualquier aseveración. En mi opinión, no considero que estuviera convencido de que la sola posesión de la Lanza le otorgaría la victoria en la guerra, pero creo que tampoco quiso renunciar a esa posibilidad. Como he dicho, Hitler creía en el Destino; el que la Lanza estuviera en su poder debía tener para él algún significado. En todo caso, el atractivo que debía ejercer esta reliquia en él tuvo que ser irresistible, pero quizás más como objeto de relevancia histórica que como hipotético depositario de algún poder sobrenatural.

ABC.es


En realidad la "increíble intuición" (otro de los mitos de Hitler) se resume en su sistema de apostar el todo por el todo (siempre fue un vago irresponsable). Mientras tuvo la iniciativa le fue bien, cuando la perdió lo condujo de derrota en derrota. Por lo demás no puedo creer que un periódico serio se preste a reproducir babosadas como esta. Desde el punto de vista religioso o "mistico" Hitler era un cínico nada mas hay que leer sus opiniones sobre; Himmler, Rosenber, Haushofer o Hess al respecto. Me imagino que la editorial del ABC es la misma que patrocina el libro.
 

tanoarg

Miembro del Staff
Moderador
el tema de la lanza de longinius, fue buscada por todo el mundo y con diferentes existos y fracasos, ya tuvo problemas constantine trantado de sacarsela a la fundacion Nerv...
 

Barbanegra

Colaborador
Descubren restos de barracones nazis en el ex aeropuerto de Tempelhof

Excavaciones arqueológicas en el ex aeropuerto nazi de Tempelhof, al sur de Berlín, sacan a la luz restos de antiguos barracones de trabajadores forzosos del Tercer Reich.

"Sólo 30 centímetros por debajo de la hierba se escondían restos de antiguos barracones de trabajadores forzosos", informó hoy el responsable de las excavaciones Jan Trenner.

Los estudios llevados a cabo desde julio a octubre en el terreno que rodea el famoso aeropuerto de Berlín han arrojado algo más de luz en el capítulo oscuro de la historia nacionalsocialista de la capital alemana.

Los arqueólogos hablan de miles de trabajadores forzosos que se vieron obligados a trabajar allí desde 1941 bajo condiciones infrahumanas.

"Aquí hay mucho más escondido bajo el suelo de lo que uno se cree", comentó Trenner con la mirada puesta en la pequeña superficie excavada en la parte noreste del terreno, detrás del cementerio en Columbiadamm.

El hallazgo recuerda que el aeropuerto de Tempelhof fue un lugar central en la maquinaria del régimen nazi. Sin embargo, con el paso del tiempo se ha convertido en el mayor parque de Berlín después de que el último avión despegara de él en 2008.

Lo que para los deportistas que paseaban por el parque era una simple obra, para el conservador de Berlín Jörg Haspel se trata de "restos arqueológicos de una herencia incómoda".

La existencia de trabajadores forzosos en las instalaciones del aeropuerto era algo conocido, incluso por la compañía aérea alemana Lufthansa. Sin embargo, las condiciones en las que vivían los trabajadores permanecían sin ser esclarecidas.
Las excavaciones llevadas a cabo por la Universidad Libre de Berlín y el departamento arqueológico de la ciudad, han permitido saber, entre otras cosas, que las paredes de los barracones sólo tenían un grosor de siete centímetros y que seguramente no contaban con agua caliente en invierno.

"En los barracones habrían vivido cerca de 300 personas", informó Trenner. Asimismo, los investigadores creen que se trataba de trabajadores del Este de Europa (Polonia, Ucrania o Rusia).

"Se encargaban de la construcción de aviones y reparaciones donde había que emplear sustancias químicas", agregó el director de las excavaciones. En sus trabajos arqueológicos han encontrado también restos de la historia del aeropuerto como artículos de baño de los aliados. De momento un cartel informativo en el parque recuerda ya este capítulo oscuro de Berlín.
DPA
 
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