CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). Adolf Hitler existió porque entre los alemanes prevaleció la abulia, el desinterés, la desmovilización. Hay una prueba poderosa de lo que podría haber ocurrido si los alemanes hubiesen actuado de otra manera: La protesta de la Calle de las Rosas (Rosenstrasse) fue una protesta no violenta en Berlín, Alemania, en febrero y marzo de 1943, realizada por no judíos -esposas y familiares de los hombres judíos que habían sido arrestados para su deportación-, reclamos que se intensificaron hasta que esos hombres fueron puestos en libertad.
La historia se encuentra relada en Rosenstraße o La Casa de las Rosas, un largometraje de 2003, coproducido por Alemania y Holanda, dirigido por Margarethe von Trotta, y que le concedió a Katja Riemann la estatuilla a Mejor Actriz en el Festival de Venecia 2003. La película ganó el premio David di Donatello al mejor film de la Unión Europea.
La web
Libertad Digital, cercana a los 'populares' españoles, relató alguna vez qué significó aquel 'piquete'.
Antes de 1943, había en Alemania dos grupos de judíos que se habían salvado hasta entonces de ser deportados a los campos de concentración:
> los judíos cualificados para trabajar en las fábricas. Alemania soportaba un ingente esfuerzo bélico, que hizo preciso reclutar para el trabajo incluso a las mujeres, así que al principio de la guerra se evitó privar a las industrias de los trabajadores judíos; y
> los judíos casados con mujeres no judías. Durante 10 años, el régimen nazi había presionado a esas mujeres para que se divorciaran de sus maridos judíos, pero el 90% de ellas mantuvieron sus matrimonios. Expulsados de sus trabajos, rechazados por sus vecinos, impedidos por ley de realizar numerosas actividades, la vida de esos judíos y de sus esposas era durísima, pero el régimen nazi había evitado deportarlos.
Sin embargo, en el amanecer del 27 de febrero, efectivos de policía, agentes de la Gestapo y una división de élite de las SS arremetieron en Berlin contra 10.000 judíos, quienes fueron sacados de sus viviendas o de sus lugares de trabajo, y más de 8.000 fueron llevados a centros de internamiento fuera de la ciudad, etapa intermedia hasta el campo de concentración de Auschwitz.
Pero unos 1.700 judíos casados con mujeres arias, fueron separados del resto y encerrados en un centro de detención dentro de Berlín, en la calle Rosentrasse.
Cuando comenzó a correr la voz de adónde habían llevado a sus maridos, las esposas de aquellos judíos se dirigieron a la calle Rosentrasse, para pedir noticias de los detenidos y suplicar que los soltaran, por supuesto sin éxito. Las horas pasaban y centenares de mujeres se agolpaban en la puerta de aquel centro, sin saber muy bien qué hacer.
Y cayó la noche. Los de la Gestapo ordenaron a las mujeres regresar a sus hogares. Pero ellas permanecieron en el lugar, conscientes del destino que esperaba a sus maridos si ellas se marchaban y les abandonaban a su suerte.
Así llegó la mañana del 28/02/1943. Las mujeres que habían vuelto a sus casas, a atender a sus hijos, fueron relavadas por otras, y la multitud siguió creciendo. Comenzaron a unirse otros familiares, y conocidos y amigos de los encerrados.
Y comenzaron a escucharse los primeros gritos, en plena Alemania nazi: "¡Que los devuelvan! ¡Que los devuelvan!".
Otra vez la Gestapo solicitó a todos que despejaran pero permanecieron en el lugar. Eran arios y no podían ser reprimidos como los judíos. Y llegó el 3er. día de la protesta, incorporándose gente que nada tenía que ver con los detenidos pero que se solidarizaban.
" Yo acudía cada mañana a Rosenstrasse antes de ir a trabajar. Y siempre había allí una marea de personas. Nadie organizaba o instigaba la protesta. Simplemente, la gente estaba allí. Exactamente igual que yo", relató un testigo.
De pronto ya eran 5 días de protestas y era mayor el número de personas y cada vez más evidente el enojo de los reclamantes. Adolfo Hitler no sabía qué hacer.
La reunión de mujeres buscando tener noticias de sus maridos ya era una protesta política de 6.000 personas en la Alemania nazi que estaba en guerra.
Hitler consultó con Joseph Goebbels, ministro de Propaganda y jefe del Partido Nacional Socialista en Berlín.
Sin previo aviso, el 4 de marzo, los guardias del centro de detención salieron a la calle y montaron las ametralladoras. Una de las protagonistas de aquella historia afirmó que aquel día hacía tanto frío, que las lágrimas se les congelaban en las mejillas.
El jefe del operativo se dirigió a los manifestantes para darles un ultimátum: si no despejaban la calle de inmediato, abrirían fuego.
La multitud, enfrentada a los cañones de las ametralladoras, comenzó a retroceder, pero entonces una voz gritó "¡Asesinos!". Y aquellas mujeres comenzaron a corear al unísono "¡Asesinos! ¡Asesinos!".
Hubo un tiempo de confusión, muchos gritos, desorden. ¿La Gestapo masacraría a arios en Berlín? Llos guardias recibieron la orden de desmontar las ametralladoras y replegarse hacia el centro de detención.
2 días más tarde, el 06/03/1943, después de una semanade protesta, Goebbels dio la orden de liberar a aquellos 1.700 judíos.
A cambio, Goebbels exigió que el hecho fuese silencionado en la opinión pública. Aquel incidente en Berlín, sin embargo, no solamente salvó a 1.700 judíos sino a otros 30.000 judíos en toda Alemania, casados con mujeres no judías: Hitler ordenó suspender la medida de deportación.
El 98% de los judíos que sobrevivieron en Alemania pertenecían a matrimonios mixtos, resultado directo de aquella protesta.
Elza Hozler, una de las protagonistas de aquella protesta, explicó su acción: "Cuando mi marido necesitó que le protegiera, yo le protegí".
El episodio de Rosentrasse obliga a preguntarse: ¿Qué más se hubiera podido lograr, si la gente, mirando más allá de su ombligo, se hubiese interesado en el prójimo, en tiempo y forma
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